miércoles, 26 de octubre de 2022

TOLERAR LA EMOCIÓN

Como psicoterapeuta, la gran mayoría de las personas que acuden a mi consulta lo hacen porque necesitan ayuda para gestionar el dolor emocional. Hay algunos que no, que solo buscan conocerse un poco mejor, una guía para un problema muy específico, aprender. Pero lo más común es encontrarse con personas que están sobrepasados por una emoción como puede ser la tristeza o el miedo.


Una vez en terapia, esas personas se dan cuenta de que no se trata de liberarse de esa emoción. Todos somos seres emocionales y, como tales, sentimos. Y a veces sentimos intensamente. La clave está en que la intensidad de esa emoción no sea lo suficientemente alta ni prolongada como para abandonar las cosas que queremos hacer ni dejar de disfrutar con ellas (ni con las personas con quienes las compartimos). 


Y ahí es donde juega un papel clave el concepto "tolerar la emoción". El psicólogo no te va a quitar una emoción. Tú no te vas a quitar ninguna emoción. Esto no va de eliminar nada. Se trata de que aprendas a relacionarte con tus emociones de una manera distinta, sin magnificar la emoción, sin demonizarla, sin permitir que la emoción te impida alcanzar tus objetivos vitales.


Imagínate que una persona por ejemplo desea hablar en público. Porque quiere hacerlo, porque es importante para su promoción laboral, porque le permite alcanzar otros objetivos o por los motivos que sea. Esa persona quiere hablar en público pero, siempre que surge la oportunidad, acaba evitándolo, porque empieza a sentirse nerviosa y asocia ese nerviosismo (ansiedad) a "no soy capaz de hacerlo". Se está diciendo, en realidad, a sí misma, "No debo sentir esto. Si lo siento, no soy capaz de hacerlo. Para poder hacerlo, debo dejar de sentirlo". Le está dando a su emoción un papel protagonista y la está convirtiendo en una tirana que dirige su conducta y voluntad.


En terapia, habría que decirle a esta persona que por supuesto es normal que se sienta nerviosa, que todo el mundo se pone algo nervioso a la hora de hablar en público y que no pasa nada, que eso no es indicativo de que no esté preparado para afrontar el reto de hablar en público. ¿Qué actor o actriz se siente totalmente relajado antes de subir al escenario? Yo he hecho teatro y sé de lo que hablo. Lo más normal del mundo es que los actores se sientan nerviosos antes de saltar a escena, pero interpretan su nerviosismo ya no como algo normal, sino incluso como algo bueno, que necesitan sentir, porque despierta una activación ellos, una energía, que después aprovecharán para su actuación.


Y esa es la clave para tolerar nuestras emociones: la interpretación que hacemos de lo que nos está sucediendo. Si lo interpretamos como algo extremadamente negativo, si me culpo por sentirme de una determinada manera, si acompaño la emoción de todo tipo de pensamientos negativos hacia la propia emoción, hacia la situación que la ha generado y hacia mí mismo, estamos cargando la emoción casi de un contenido maléfico. Y nos va a pesar más. Y si nos pesa más, nos va a limitar.


Sin embargo, si somos capaces de ver nuestros estados emocionales como normales, observar que son transitorios (no se quedan para siempre), y que suelen cumplir con una función, pero no siempre esa función es compatible con nuestros objetivos, podremos relacionarnos de manera distinta con la emoción. De una forma más natural y sana. 


Volviendo al ejemplo anterior, si la persona que quiere hablar en público entiende que la respuesta de ansiedad se despierta ante un peligro que no es real, sino imaginado, y que no hay nada amenazante en hablar en público (no es peligroso, ni la integridad ni la supervivencia están en juego), si es capaz de relativizar y entender que todos podemos hacer el ridículo alguna vez y que no pasa nada, esa persona no dejará de sentir nerviosismo, pero lo tolerará mucho mejor, porque se dirá a sí mismo "No es malo que yo me sienta así".


Y eso es tolerar la emoción, en definitiva. No sentirme mal porque me sienta mal. Entender que no siempre nos podemos sentir bien y que somos nosotros quienes transformamos el dolor emocional en sufrimiento limitante a través de nuestras creencias y pensamientos negativos, es decir, a través de lo que interpretamos.


Es decir, a través de lo que nuestra mente inventa.


Pues quizá, ya va siendo hora de decirle a nuestra mente "Déjame que me sienta a veces mal, que no lo voy a convertir en un drama".


Sentir no es un drama. Es vida. Vive y, cuando te sientas mal, permítete sentir mal, sin culpas ni catastrofismos. Y cuando te sientas bien, disfrútalo con consciencia plena y agradece.


Porque la gracia de todo esto es que cuando toleramos nuestras emociones dolorosas, también estamos creando un canal para sentir las que no lo son, como la alegría y la paz.


Así que, ¡siéntete alegre y en paz con tu Universo Emocional, también cuando no estés bien, que tiene que haber de todo!


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, compártelo, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un libro muy chuli (o eso me gusta pensar a mí) llamado La dictadura de la felicidad. Tienes más información sobre él aquí.


Y recibe, como siempre, ¡este abrazo!

martes, 11 de octubre de 2022

¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO QUERERNOS?

Todos sabemos, a estas alturas, la importancia que para nuestro bienestar tiene una autoestima positiva. Los libros de autoayuda, las conferencias de motivación, la gente, en general, nos dice, "Has de quererte más". Pero, tan fácil decirlo como difícil hacerlo. 


¿Por qué? ¿Por qué nos cuesta tanto querernos? No debería representar un problema. Salvo casos, solemos querer a los hijos, a los padres, a la pareja, a los amigos... ¿Por qué solemos ser más duros con nosotros mismos que con los demás?


¿No tendrá algo que ver la sociedad en la que vivimos y la cultura en la que nos desarrollamos como personas? Desde muy pequeños se nos enseña a competir, a aprobar exámenes para ser aptos, a hacer las cosas siempre del modo correcto (o como nos dicen que es el correcto). Y, en realidad, todo eso no está mal. El mundo es competitivo, exigente y tiene normas, por tanto, necesitamos desarrollar habilidades, aprender a esforzarnos y a respetar.


El problema es cuando se le da una excesiva importancia al rendimiento y se hace sin contar con la compasión hacia uno mismo. Es entonces cuando se genera una especie de sentimiento de insuficiencia. No soy lo suficiente. Siempre tengo que demostrar que valgo más y más. Pero como nunca soy suficiente, al final no llego a quererme, porque siempre habrá algo que se pueda hacer mejor que todavía no lo estoy haciendo y, por ello, no puedo estar contento ni en paz conmigo mismo.


Asociamos pues, el estar satisfecho con uno mismo a hacer las cosas bien, del modo correcto, obteniendo resultados positivos. Para yo sentirme bien, primero tengo que hacer las cosas bien. Y nos exigimos hacerlas bien todo el tiempo, sin margen para el fallo, pues cuando me equivoco, ahí vienen las culpas y los automachaques.


Y nos dañamos, ya lo creo que nos dañamos. Dejamos de darnos el autocuidado que nos merecemos porque priorizamos el rendimiento o el qué dirán a nuestra propia salud emocional. No nos damos cuenta de que con tanto nivel de autoexigencia y falta de autocompasión, al final, nuestra autoestima se resquebraja. Y todo por ir detrás de lo que deberíamos ser, en lugar de aceptar quienes somos ya.


La aceptación, el grado de suficiencia, no nos tiene por qué sumir en la autocomplacencia. No se trata de no hacer nada por cambiar. Todos podemos cambiar, pero el cambio nace, precisamente, de la aceptación. La negación bloquea, mientras que la aceptación facilita el cambio. No se trata de decirse a uno mismo, "yo ya soy suficiente tal como soy y no necesito cambiar". Se trata de sentirse lo suficientemente bueno como para amarse. No necesitas ser más de lo que eres ya para amarte.


Luego, podrás aprender, crecer, hacer las cosas mejor y a veces peor. El autoamor incondicional consiste en, independientemente de cómo me salga lo que haga, no dejo de quererme, porque ya no ligo mi autoestima a mi rendimiento, ya no me quiero en función de lo que consiga, sino que me quiero y punto. Y, como me quiero, intentaré hacer lo que haga lo mejor posible, porque me quiero.


Y, créeme, cuando dejamos de asociar rendimiento a autoestima, las cosas podrán salirnos a veces bien y otras mal, ya que eso depende de muchos factores. Sin embargo, por dentro, todo nos irá mejor. Y nuestra salud lo notará.


No hace mucho un amigo me dijo que amar es comprender al otro. Pues, amarnos, a nosotros mismos, es comprendernos, aceptar que somos seres imperfectos con multitud de defectos, carencias y limitaciones, y también con muchas bondades. Conócete, compréndete y acéptate, y te acabarás amando.


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, compártelo, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También puedes hacerte con mi libro La dictadura de la felicidad.


Y, con amor incondicional, ¡recibe este abrazo!