jueves, 30 de julio de 2020

DIFERENCIA ENTRE DISTIMIA Y DEPRESIÓN





Jorge Bucay dice que no es lo mismo caerte en un pozo que construir tu casa en él.

Esa pequeña reflexión me viene muy bien para explicar la diferencia entre depresión y distimia.

- La depresión (o depresión mayor, que es el termino clínico que usamos en psicología y psiquiatría) es un episodio de decaimiento del estado de ánimo en el que la persona puede experimentar pérdida de interés y disfrute por actividades, falta de energía, sentimientos de inutilidad o culpa y disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, además de alteraciones del apetito y el sueño, entre otros síntomas. Se diagnostica a partir de las dos semanas y puede ser consecuencia de un evento externo (una pérdida, una ruptura, un fracaso o decepción, un cambio no deseado o una mala adaptación a un cambio) o no tener un desencadenante aparente (la persona, de pronto, se siente así de mal, quizá porque esté atravesando una crisis vital o porque no enfrentó ni procesó en su momento una situación complicada cuya emotividad se despierta ahora).

- La distimia se trata de un estado depresivo crónico cuya duración mínima es de dos años, que puede presentar los mismos síntomas que la depresión mayor pero más leves, no impidiendo a la persona funcionar en su día a día pero sí reduciendo ese nivel de funcionamiento, aparte del sufrimiento emocional derivado. Además, una persona en este estado puede tener en ocasiones episodios de depresión de mayor.

La depresión es la consecuencia de algo que ha sucedido (ya sea más manifiesto o menos manifiesto). Sin embargo, la distimia tiene más que ver con factores hereditarios y de aprendizaje, que han forjado una personalidad tendente a la depresión. La persona se deprime porque ha aprendido a pensar de manera excesivamente negativa, a magnificar sus emociones dolorosas, a quererse muy poco y a desconfiar demasiado de los demás, básicamente.

Tanto en un caso como en otro puede ser muy necesaria la ayuda de un profesional. Él te va a dar una mano para que tú, con tu propio esfuerzo, puedas salir del pozo. En el caso de la distimia puede ser más complicado pues estamos trabajando con factores de personalidad, es decir, patrones de pensamiento y conducta muy arraigados en la psique de la persona, pero, no obstante, modificables y mejorables.

Si se te muere un ser querido o se rompe una relación o te echan del trabajo o cualquier adversidad más que se te ocurra, es normal deprimirte. No te culpes ni te infravalores por ello. Y hay muchas personas que pasan por ese episodio de depresión y salen del pozo por ellas mismas, de manera natural, sin necesitar ayuda. Pero pedir ayuda no es malo, al contrario, te puede servir para salir antes del pozo y, en los casos en los que no es así, es decir, suponiendo que una persona que ha acudido a un psicólogo se recupera de una depresión en el mismo tiempo que una persona que no ha ido, es bastante probable que la persona que permitió al psicólogo acompañarle durante su periodo depresivo adquiera muchos aprendizajes valiosos (sobre si mismo y sobre cómo gestionar pensamientos, emociones y relaciones) que le sean muy útiles en etapas posteriores de su vida.

Si lo que te sucede es que tienes distimia (depresión crónica o personalidad tendente a la depresión), se hace aún más necesaria la ayuda del psicólogo. Y sí, puede que en este caso el avance sea más lento, pero existe, y puede suponer un salto en la calidad de vida de la persona. No es que esta vaya a cambiar su personalidad, pero sí se da cuenta de patrones tóxicos que forman parte de la misma, y a partir de esa toma de consciencia, puede modificarlos y mejorar su estado de ánimo.


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.

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Hago terapia psicológica individual y de pareja en Málaga y online para el resto del mundo.

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miércoles, 22 de julio de 2020

CREAR ES SANAR

Los que me conocéis bien sabéis que aparte de psicólogo, también soy escritor. O a mí particularmente me gusta decir que soy contador de historias, ya que escribo libros, relatos, guiones, obras de teatro... Lo que surja.

Y es que para mí, la escritura es terapia. La creatividad, el arte de crear, es terapéutico. A través de ese arte, muchas personas alcanzamos nuestro estado de flujo: aquel estado en el que las horas se nos pasan volando porque estamos tan sumergidos en aquello que estamos haciendo que no pensamos ni en el pasado, ni el futuro, ni en los problemas (los que existen, los que no existen)... Estamos conectados a un aquí y ahora que, además, nos encanta, porque estamos haciendo algo que nos gusta y nos llena.

Y ese algo, ese arte creativo, no tiene por qué ser solo escribir. Hay tantas maneras de sacar la creatividad que uno lleva dentro: bailar, cantar, pintar, haciendo manualidades, generando iniciativas, a través de la poesía,la música, el cine, la cocina, el bricolaje...

Se puede ser muy creativo en mútiples áreas de nuestra vida cotidiana. Y, mediante esas actividades, no solo nos conectamos con el presente, sino que también expresamos inquietudes personales, superamos traumas y miedos (al convertirlos en arte o gracias a reírnos de ellos) y nos sentimos más unidos a nuestro entorno, ya que son una herramienta para desarrollarnos también en comunidad.

Por todo ello, crear es sanar, es fomentar nuestra salud psicoemocional. Y hoy quiero compartir con vosotros algunas de mis más recientes creaciones. 2 cortometrajes que he escrito y dirigido, y un Diario de una Pandemia (en clave de humor) que escribí durante el anterior confinamiento. 

Y también anunciaros que este viernes 24 de julio, junto a Blanca Pomar (actriz y cantante) y Rafa Frías (actor y monologuista) haremos el espectáculo "Mis idas de olla. Un psicólogo al borde de una crisis existencial", en el que fusionaremos el teatro y los monólogos cómicos con la psicología. Una actuación que haremos en Coín, en El Sitio, Territorio de Paz, de la Fundación Voces.

Espero que os gusten los cortos y el Diario y que, si podéis, no osperdáis el espectáculo de este viernes. Promete. ¡Gracias, un abrazo!

Corto "Proyecto Espein"


Corto "Miedo"


Aquí el enlace a "Diario de una pandemia"


Y este el vídeo promocional de "Mis idas de olla". Es muy cortito, ¡échale un vistazo!


¡Os esperamos! Se nos irá la olla. Sana y creativamente, claro. ¡Un abrazo!

jueves, 16 de julio de 2020

¿EXISTE EL ALMA?

Existen muchas definiciones para el concepto alma. Una de ellas se refiere a que, en algunas religiones (o culturas o corrientes filosóficas), el alma es la sustancia espiritual e inmortal del ser humano. Quien me conoce sabe que no soy creyente. Pero no creer no implica saber, así que no me detendré a rebatir esa definición, simplemente analizaré el concepto "alma" por otro lado.

Otra explicación del término "alma" es la que sigue ---> la parte inmaterial que, junto con el cuerpo o parte material, constituye el ser humano. Esta definición sí me interesa más porque divide al ser humano en dos partes: la parte material, cuerpo, y la parte inmaterial (alma).

A raíz de aquí, me surgen varias preguntas que trataré de responder en este post: ¿qué es, exactamente, esa parte inmaterial considerada el alma?; ¿alma y cuerpo están conectados?; ¿somos, al tener una parte inmaterial a la que podemos (o no) llamar alma, seres espirituales?

Para responder a estas preguntas, intentaré usar razonamientos científicos y objetivos.

En primer lugar, la ciencia, a día de hoy, no ha sabido responder a la pregunta de si tenemos alma, pero sí sabemos, gracias a ella, que tenemos Sistema Nervioso. Debajo de nuestra piel y nuestros músculos, existe un complejo conjunto de millones y millones de células cuya actividad química y eléctrica depende de la estimulación externa que reciben a través de nuestros órganos externos (los sentidos) y nuestras funciones motoras y cognitivas a su vez dependen de aquella actividad. Las funciones cognitivas del cerebro (memoria, pensamiento, imaginación) generan consciencia: el conocimiento de la propia existencia, de mi historia, de mi identidad y realidad subjetiva. Ese conocimiento, en forma de pensamientos, supone también estimulación que reciben las células de nuestro Sistema Nervioso y que alteran, de una manera u otra, su actividad química y eléctrica. Ni las células del Sistema Nervioso ni la mente (el conjunto de nuestras capacidades cognitivas) se tocan o se ven (a no ser que sea con un microscopio, en el caso de las células). Es decir, son inmateriales. Pero existen.

En segundo lugar, el cuerpo, el Sistema Nervioso y nuestra mente, por supuesto que están conectados. Sin un cuerpo no podría recibir información sensorial, sin un Sistema Nervioso esa información sensorial no llegaría al cerebro en forma de actividad química o eléctrica y cuando llega al cerebro se transforma en mente (recuerdos, pensamientos, deseos...). Todo, por tanto, está conectado y son necesarias todas las partes para que se dé el todo, queramos llamar a ese todo ser humano, persona, vida o lo que sea.

En tercer lugar, habría que preguntarse qué es "ser espiritual". La RAE, en su primera acepción del término "espíritu", dice: "ser inmaterial y dotado de razón". En este sentido, somos espirituales ya que nuestro ser está formado por entes (o sub-entes) inmateriales, aunque no independientes, pues recordemos que todos ellos forman parte de un todo y que dentro de ese todo está el cuerpo, que es material. Por otra parte, la RAE también define la palabra espiritual como "Dicho de una persona: Muy sensible y poco interesada en lo material". Y este es un buen punto para detenerse.

Porque, si retrocedemos al "segundo lugar", recordemos: necesitamos un cuerpo para recibir información sensorial que llega al Sistema Nervioso y de ahí al cerebro, generando nuestros pensamientos. Pero, ¿de dónde recibimos esa información, aparte de nuestra propia mente?

De la vida. De la parte material de esta... y de la no material. El conjunto de millones de células que forman nuestro Sistema Nervioso y cuya actividad luego va a ser transformada en consciencia, recibe información sensitiva de lo que vemos, de lo que tocamos, de lo que olemos, de lo que oímos y de lo que saboreamos. Pero también de los químicos que hay en el propio ambiente o de su actividad eléctrica. Y por supuesto, de las emociones. Somos capaces de percibir emociones y de sentirlas: el sistema límbico es la parte del cerebro encargada de regular las respuestas fisiológicas y las emociones. De nuevo, estamos hablando de información que viaja por nuestro Sistema Nervioso en forma de químicos o electricidad y que es traducida en nuestro cerebro. No se ve (en muchas ocasiones no lo vemos), no se toca. Pero lo percibimos, lo sentimos. Es inmaterial, pero existe. Y se llama vida.

No sé si existe un ser independiente a nosotros que sobreviva cuando estemos muertos, simplemente no creo en él. Pero, solo soy psicólogo, así que no importa demasiado lo que crea o no. Pero lo que la ciencia sí sabe es que somos mucho más que un cuerpo, que un universo de millones de células dentro de ese cuerpo, y que un cerebro que alberga mente y emociones. Somos vida. Porque todo lo anterior no sería posible, sin una vida que está siendo vivida.

Y que, independientemente de lo que nos depare el más allá, merece que la cuidemos, tanto la parte material como la inmaterial (lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos sentir a los demás), aquí y ahora.

Cuestiona siempre lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.

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Hago terapia psicológica en Málaga y online para el resto del mundo.

Y, aunque no pueda dártelo materialmente, recibe, por favor, este abrazo. ¡Gracias!

martes, 7 de julio de 2020

CÓMO FRENAR LA ESCALADA DEL CONFLICTO

La escalada del conflicto se produce cuando dos o más personas están discutiendo por un motivo en el que no se ponen de acuerdo (yo quiero A, tú quieres B, yo pienso blanco, tú piensas negro) y cada una de ellas intenta defender su razón frente a la otra de tal manera que acaba generando conductas de agresión (gritos, reproches, ataques) que pueden ser contestados por idénticas respuestas en "el adversario". 

Un buen ejemplo de escalada del conflicto lo vemos en el "y tú más" de los políticos, pero es muy habitual verlo también en nuestras propias interacciones con los demás: con nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo y, sí, muy muy frecuentemente, con la pareja.

Estas escaladas del conflicto tienen como principal consecuencia que nos dejamos llevar por la ira y acabamos diciendo cosas de las que después nos arrepentimos y que causan heridas emocionales difíciles de sanar después, además de un clima de tensión complicado de salvar (uno de los dos, si no los dos, ya irá a la defensiva para la próxima). Por esto nos conviene hacer todo lo posible para evitar las escaladas. En una relación, la que sea, puede haber conflicto, se puede discutir, incluso eso es sano; pero no pelear, o, al menos, las peleas no pueden ser la norma.

He aquí algunos consejos para frenar esa escalada del conflicto:

1. Actúa con antelación, es decir, adelántate a tu ira. Para ello, tendrás que conocerla muy bien: cuándo, cómo, por qué y con quién sueles enfadarte; qué señales fisiológicas son la antesala de tu escalada; qué piensas, sientes y haces. También te vendrá muy bien conocer las señales que indican que es la otra persona la que está iniciando la escalada, para detenerla a tiempo.

2. Gracias a conocer las señales que nos indican que se está iniciando una escalada, vamos a poder controlarla. Para ello, una técnica muy utilizada en terapia psicológica (y si se usa mucho es porque suele funcionar) es la del "Tiempo fuera": cuando detectes que tú y/o la otra persona os estáis saliendo del objeto de discusión para simplemente reprocharos o acusaros mutuamente (o que esa dinámica está a punto de iniciarse), grita "¡Tiempo fuera!" y automáticamente tú y la otra persona debéis abandonar la discusión. Y solo cuando estéis calmados y no haya ira ni rencores, podréis retomarla.

3. Si tú te mantienes asertivo (la asertividad es la habilidad de defender tus derechos sin pisar los de la otra persona), pero la otra persona no y está iniciando su propia escalada, otra técnica que puede funcionar es la de la expresión emocional y petición de cambio. Piénsalo bien: si estáis discutiendo, por ejemplo, por las tareas domésticas, y la otra persona empieza a gritarte, el motivo de discusión, automáticamente, ha de cambiar, y ahora sería defender tu derecho a que la otra persona no te grite. Hazlo. Se podría hacer así: "Me siento mal cuando me hablas de ese modo (expresión emocional), relájate y háblame de manera tranquila, por favor" (petición de cambio).

4. Si la otra persona no cediera, tienes todo el derecho del mundo de decirle que no estás dispuesto a hablar con ella en esos términos y a darte la vuelta y dejarlo con la palabra en la boca, terminando así con la escalada.

5. Pero, un mantra que suele funcionar bastante bien para que la otra persona frene su escalada es "Sé amable, por favor". Porque da igual lo que hayas hecho, si no fregaste los platos, si votaste a tal partido, si se te olvidó el aniversario o si no entregaste a tiempo el informe...

... que no se te olvide nunca que no pierdes tu derecho a que los demás sean amables contigo. Defiéndelo. Y si no lo son, ¡que les den!

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Hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.

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miércoles, 1 de julio de 2020

EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO 1 DE LA RESILIENCIA

Esta semana hago en Málaga el Taller de Crecimiento Post-Confinamiento. Será en primero desde que empezó la pandemia de la COVID-19, así que estoy muy ilusionado con el reencuentro y seguro que nos sirve a todos para nutrirnos unos de los otros con nuestras experiencias y aprendizajes durante la cuarentena. Si estas en Málaga para la fecha, te animo a participar: sábado 4 de julio de 10:30 a 13.30.

Y aprovechando la ocasión, rescato un post que publiqué en Junio de 2018 sobre la resiliencia, uno de los aspectos que trabajaremos en el taller. Espero que te guste y que le saques mucho jugo para desarrollar esa hermosa y valiosísima capacidad que tenemos todos para superar la adversidad y transformarla en una oportunidad. ¡Comienza el post!


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La Resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas, y ser transformado positivamente por ellas.

Lo que no te mata te hace más fuerte. O más sabio. O más bueno.

Como capacidad que es, es susceptible de ser potenciada y desarrollada, a través del fortalecimiento de otras competencias personales:

- Capacidad de aceptación y de resolución. Cuando en lugar de quejarme y ver lo negativo me centro en buscar alternativas y soluciones.

- Autoestima positiva. Una buena valoración de uno mismo. Aceptación de los defectos y confianza en las virtudes.

- Optimismo Inteligente. El optimismo ingenuo es pensar que siempre te irá bien. El optimismo inteligente es de aquél que sabe que le puede ir mal pero confía en que le irá bien basándose en pruebas.

- Inteligencia Emocional. La capacidad para comprender, expresar y regular nuestras propias emociones y la de los demás. Es muy importante para mantenernos estables emocionalmente en tiempos de tormenta.

- Estilo de afrontamiento activo. Las personas con un buen nivel de resiliencia no evitan, ni echan culpas ni hacen actividades compensatorias (por ejemplo, beber alcohol para olvidar), sino que enfrentan los problemas cara a cara.

- El sentido del humor. Imprescindible. Ayuda a desdramatizar y dejar de ver la adversidad como algo terrible. Quita hierro y, por lo tanto, dolor a los traumas.

- Aparte de factores personales, los externos también juegan su papel en el desarrollo de una buena resiliencia: el modelo educativo, los condicionantes económicos y culturales, el apoyo social.

Todos estas competencias y factores son susceptibles de ser transformadas para mejorar nuestro nivel de resiliencia. Pero todo aquello que se puede cambiar, también puede resistirse al cambio.

Las resistencias y bloqueos que nos pueden impedir o dificultar tener un buen nivel de resiliencia son todos los opuestos a las competencias comentadas: negatividad, déficit de autoconfianza, pesimismo, represión o descontrol de emociones, evitación, dramatización, y factores externos adversos. Pero todos tienen un denominador común. 

¿Sabes ya cuál es?

EL MIEDO

Porque el miedo puede hacer que:

 - Lo vea todo negativo.

- No confíe en mí y en mis fortalezas.

- Piense que todo irá siempre mal.

- Me deje dominar por el miedo.

- Evite aquello que me da miedo.

- Sobrevalore aquello que me da miedo.

Esto es lo que llamamos eustrés o estrés negativo (porque cierta cantidad de estrés -tensión- es positiva para afrontar las situaciones): cuando subestimamos nuestras capacidades y sobrevaloramos la dificultad y gravedad del estímulo, llegando a percibir este como una amenaza de proporciones bíblicas.

¿Y si hago el ridículo? ¿Y si me despiden? ¿Y si me dejan? Lo pasaré fatal. No seré capaz de superarlo.

Pensar que no serás capaz de superarlo, es el primer escollo para superarlo. Es la resistencia psicológica que te dificultará poner en marcha los mecanismos (aceptación, optimismo, resolución, humor, etc) que te permitirán afrontar la adversidad con resiliencia.

Pensar que no serás capaz de superarlo es la voz del miedo. Es lo que te dice el miedo. Y no se trata de acallarlo, ya que no podemos vivir sin miedo. Porque gracias al miedo sobrevivimos. Solo que a veces el miedo excede sus funciones y convierte en amenazas lo que son adversidades, duras adversidades en muchos casos, pero que nos permitirán aprender, crecer y mejorar.

No se trata de vivir sin miedo. Se trata de aprender a vivir con miedo. Se trata de darse cuenta de que si el miedo aparece, no es suficiente motivo para dejar de creer en nosotros o para magnificar los sucesos negativos de nuestra vida, ya hayan pasado, estén pasando o puedan pasar.

Se trata, en definitiva, de que cuando el miedo hable, no creer tanto en él como en nuestra maravillosa capacidad para superar la adversidad y salir fortalecidos.

No te fíes tanto de tu miedo, como de tu resiliencia.

Y dominarás tu miedo.


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¡Un abrazo resilientes!