Jorge Bucay dice que no es lo mismo caerte en un pozo que construir tu casa en él.
Esa pequeña reflexión me viene muy bien para explicar la diferencia entre depresión y distimia.
- La depresión (o depresión mayor, que es el termino clínico que usamos en psicología y psiquiatría) es un episodio de decaimiento del estado de ánimo en el que la persona puede experimentar pérdida de interés y disfrute por actividades, falta de energía, sentimientos de inutilidad o culpa y disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, además de alteraciones del apetito y el sueño, entre otros síntomas. Se diagnostica a partir de las dos semanas y puede ser consecuencia de un evento externo (una pérdida, una ruptura, un fracaso o decepción, un cambio no deseado o una mala adaptación a un cambio) o no tener un desencadenante aparente (la persona, de pronto, se siente así de mal, quizá porque esté atravesando una crisis vital o porque no enfrentó ni procesó en su momento una situación complicada cuya emotividad se despierta ahora).
- La distimia se trata de un estado depresivo crónico cuya duración mínima es de dos años, que puede presentar los mismos síntomas que la depresión mayor pero más leves, no impidiendo a la persona funcionar en su día a día pero sí reduciendo ese nivel de funcionamiento, aparte del sufrimiento emocional derivado. Además, una persona en este estado puede tener en ocasiones episodios de depresión de mayor.
La depresión es la consecuencia de algo que ha sucedido (ya sea más manifiesto o menos manifiesto). Sin embargo, la distimia tiene más que ver con factores hereditarios y de aprendizaje, que han forjado una personalidad tendente a la depresión. La persona se deprime porque ha aprendido a pensar de manera excesivamente negativa, a magnificar sus emociones dolorosas, a quererse muy poco y a desconfiar demasiado de los demás, básicamente.
Tanto en un caso como en otro puede ser muy necesaria la ayuda de un profesional. Él te va a dar una mano para que tú, con tu propio esfuerzo, puedas salir del pozo. En el caso de la distimia puede ser más complicado pues estamos trabajando con factores de personalidad, es decir, patrones de pensamiento y conducta muy arraigados en la psique de la persona, pero, no obstante, modificables y mejorables.
Si se te muere un ser querido o se rompe una relación o te echan del trabajo o cualquier adversidad más que se te ocurra, es normal deprimirte. No te culpes ni te infravalores por ello. Y hay muchas personas que pasan por ese episodio de depresión y salen del pozo por ellas mismas, de manera natural, sin necesitar ayuda. Pero pedir ayuda no es malo, al contrario, te puede servir para salir antes del pozo y, en los casos en los que no es así, es decir, suponiendo que una persona que ha acudido a un psicólogo se recupera de una depresión en el mismo tiempo que una persona que no ha ido, es bastante probable que la persona que permitió al psicólogo acompañarle durante su periodo depresivo adquiera muchos aprendizajes valiosos (sobre si mismo y sobre cómo gestionar pensamientos, emociones y relaciones) que le sean muy útiles en etapas posteriores de su vida.
Si lo que te sucede es que tienes distimia (depresión crónica o personalidad tendente a la depresión), se hace aún más necesaria la ayuda del psicólogo. Y sí, puede que en este caso el avance sea más lento, pero existe, y puede suponer un salto en la calidad de vida de la persona. No es que esta vaya a cambiar su personalidad, pero sí se da cuenta de patrones tóxicos que forman parte de la misma, y a partir de esa toma de consciencia, puede modificarlos y mejorar su estado de ánimo.
Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.
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