jueves, 25 de marzo de 2021

COSAS QUE NOS HACEN FELICES Y NO CUESTAN DINERO (O MUY POCO)

Este pasado sábado 20 de marzo, coincidiendo además con la entrada de la
primavera, fue el día internacional de la felicidad.


No hay un consenso total sobre qué es la felicidad, pero la mayoría de los investigadores sí están de acuerdo en que se trata de un estado psicoemocional. Es decir, no es algo permanente sino transitorio. Un sentimiento que se identifica con lo bien que se siente uno en un momento determinado.


Placer y felicidad no son lo mismo. Aunque tener una vida colmada de placeres y con no demasiado displacer (o, el que tengamos, al menos, que sepamos llevarlo) ayuda a que uno se sienta feliz. Pero, la felicidad suele asociarse a sentimientos más profundos que el placer: satisfacción, plenitud, autorrealización.


Muchos estudios encuentran que no hay una relación correlacional entre dinero y felicidad, es decir, que no es cierto que a más dinero más felicidad. Por eso, he querido hacer una lista de cosas (que no son cosas) que pueden ayudarnos a sentir mucha felicidad en nuestras vidas y que no cuestan dinero (o muy poco).


Estas son:


- Llorar. O gritar de rabia. O reconocer nuestro miedo. Expresar nuestras emociones difíciles y dolorosas nos alivia y nos libera.


- Ayudar. Cuando ayudamos a otros no sentimos, por norma general, placer, y puede ser engorroso. Pero los sentimientos de plenitud y satisfacción que se alcanzan suelen ser bastante elevados.


- Deshacerse de cosas. Cuando donamos, regalamos o entregamos para reciclaje objetos, estamos quitando de nuestro espacio cosas que ya no nos hacen falta, que solo estorbaban, y esto puede tener también una repercusión positiva en nuestro bienestar.


- Quejarse. Está bastante comprobado que las personas que viven instaladas en la queja suelen sentirse infelices. Pero los extremos no son buenos. A veces necesitamos quejarnos, despotricar, cagarnos en... Y nos quedamos a gusto y luego a otra cosa.


- Habla de cosas importantes. El jijijaja es buenísimo para la felicidad, pero entrar en dinámicas en las que solo se dan conversaciones banales puede resultar agotador. A veces necesitamos entrar en profundidad sobre temas serios que nos preocupan o simplemente interesan.


- Trabajar. Estar ocupados siempre no es muy bueno... no tener una ocupación, tampoco. El trabajo facilita tener una rutina y objetivos, estar activos (y gracias a ello no pensar demasiado), socializar...


- Hacer tareas pendientes. Sobrecargarnos de tareas nos estresa y agota, pero también es verdad que hay cosas que se tienen que hacer y se tienen que hacer y punto. Y, cuando las procrastinamos, ese aplazamiento se queda en nuestro subconsciente y nos genera tensión psíquica y emocional. Por eso, cuando por fin las hacemos y nos las quitamos de encima, ¡ah, alivio!


- Hacer terapia psicológica. Puede ser caro, pero tampoco es que tengas (forzosamente) que hacer terapia toda la vida; puedes recurrir a ella en momentos puntuales más necesarios, y lo que consigues, básicamente, es conocerte más a ti mismo y usar ese  conocimiento para el cambio a mejor.


- Autoayuda. Libros, talleres, conferencias... De todo se aprende un poco para avanzar en nuestro camino de crecimiento personal.


- Reconocer más tu vulnerabilidad. Nos enseñan de pequeños a construirnos nuestra coraza. Pero, ¿qué pasaría si empezaras a reconocer más tus miedos, inseguridades, lo que se te da mal...? Lo que escondemos nos provoca una tensión enorme.


- Hacer el amor. En una sociedad en la que se folla mucho pero se hace el amor poco, se tenía que decir y se dijo. Aunque yo siempre he pensado que se puede tener sexo sin compromiso y con mucho amor; el amor no es solo para las parejas estables.


- Hacer tareas relacionadas con el ecologismo (si eres ecologista), la protección a los animales (si eres animalista) o la ayuda a algún colectivo social desfavorecido (si te importa). Es decir, si te implicas en acciones sobre causas que tienen un significado especial para ti, te sientes bien.


- Expresar tus talentos creativos. Esto también puede ser enormemente displacentero, porque, a veces, pintar un cuadro, escribir un cuento o componer una canción pueden suponer mucho esfuerzo y trabajo y, sin embargo, gracias a los sentimientos que experimentas, ¡bendito esfuerzo y trabajo!


Como podéis observar, esta "lista de cosas que nos hacen felices" es un tanto
atípica,
no ya porque sean baratas (o gratis) sino porque no necesariamente implican placer (y a veces todo lo contrario). Pero, si os sentís felices haciéndolas, 
entonces ese sentimiento es la prueba de que, al menos durante ese instante (y solo podría ser de esta forma, ya que solo existe el ahora), sois felices.


Ya que la felicidad ni se compra ni se vende, ni se tiene ni se pierde. La felicidad, simplemente, se siente.


¿Y vosotros, pondríais algo más en esta lista que cueste poco dinero (o nada) y no necesariamente sea placentero? ¡Compartidlo en los comentarios!


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


¡Un abrazo!

martes, 16 de marzo de 2021

10 COSAS QUE DEBES HACER PARA NO SUPERAR UN DESAMOR

Pasar página, cerrar ese capítulo de tu vida, empezar de 0, enamorarte de ti...
¡Bah! Todo eso son tópicos que dice la gente amargada que ya no cree en el amor. Al menos no en el amor verdadero, que es aquel que es eterno y lo suficientemente fuerte para poder con todas las adversidades.


Así que, si tu relación de pareja se ha roto de forma "aparentemente" definitiva, o si esa persona de la que te habías enamorado ya te ha dicho "claramente" que no siente lo mismo por ti, tú no desfallezcas, no te rindas, ¡jamás!, no hagas caso a esos psicólogos que pretenden robarte la ilusión de que esa puerta se abra de nuevo y puedas, gracias a ello, volver a ser feliz de nuevo. Porque sabes que es eso lo que necesitas para serlo.


Este es un decálogo de 10 cosas que debes hacer para fortalecer tu enganche emocional hacia esa persona de tu pasado y, por tanto, no superar el desamor, porque eso es lo que hacen los corazones fuertes y valientes, sufrir por desamor hasta que, por fin, un día, el amor que se fue vuelve a ellos:


1. No pierdas el contacto con esa persona. Mensajéala, llámala, busca tener encuentros con ella, ruégale repetidamente que volváis a estar juntos... ¡No ceses en tu empeño, algún día lo conseguirás!


2. Idealiza a la persona. Cuando la recuerdes, no pienses en los momentos malos ni en los motivos de la ruptura, acuérdate solo de lo bueno y endiósala.


3. Habla de la persona todo el tiempo. Cuando quedes con amigos, si estás haciendo terapia, en la cola de la pescadería... Si lo tienes siempre en mente, crearás una conexión mágica entre tú y ella y volverá.


4. Guarda recuerdos compartidos y tenlos siempre a la vista. Si haces esto, seguirás pensando constantemente en esa persona y fortaleciendo ese hilo mágico que la atraerá hacia a ti, y, además, tendrás un motivo para creer que algún día él o ella volverá para reclamarte esos objetos, ¡y podrás aprovechar ese momento para rogarle otra vez que vuelva!


5. Si, por alguna razón, porque la carne suele ser débil, cometieras el error de conocer a alguien (un simple entretiempo se perdona), compáralo constantemente con la otra persona y minusvalóralo sacando de él o ella aquellos puntos menos fuertes en comparación con tu amor verdadero.


6. Si llegaras a tener sexo con esa persona que has conocido, siéntete vacío por no haberlo hecho con tu amor verdadero. Así te sentirás fatal y gracias a ese sentimiento fortalecerás la esperanza de que algún día vuelva a tu lado para sanarte (él/ella sanarte a ti, porque para nada tú tienes la capacidad de sanarte a ti mismo/a, claro).


7. Cúlpate muchísimo. Por aquella discusión, por aquel día que llegaste tarde, por haberte olvidado del aniversario... ¡Por todo! Mientas más te culpes peor te sentirás y más aprenderás, para que, cuando él/ella vuelva, puedas dar de ti tu mejor versión (la que es perfecta y nunca falla, por supuesto).


8. No hagas caso a nada de lo que te digan los demás y te aleje de la persona. "Piensa en ti, aprende a estar solo/a, ahora tú..." Mensajes como esos son típicos de gente que no sabe qué decirte y te lanzan lo primero que les viene a la cabeza solo para salir del paso. Y, además, son unos envidiosos que en realidad recelan de tu amor único y verdadero.


9. No valores el amor como algo que va más allá del amor romántico. Esa es una idea tonta de los que nunca ligan. El amor a la familia, a los amigos, a la naturaleza, a la vida... Sabes de sobra que el amor que de verdad importa y necesitas es el de amor verdadero. Por tanto, desecha e ignora las muestras de amor de la gente de tu entorno ya que solo se están tratando de aprovechar de tu fragilidad para sentirse ellos importantes.


10. Y, por último, ni se te ocurra, de ninguna de las maneras, ocuparte de ti: de desarrollar nuevos intereses (o intereses ya olvidados), recuperar amistades, emprender nuevos proyectos, viajar, proponerte metas... ¿¿¿Estamos locos o qué??? ¿Acaso quieres aceptar que lo tuyo con aquella persona ya se acabó y olvidarla? ¿Para qué, para comprobar que puedes ser feliz sin ella? ¡De eso ni hablar! Has de ser feliz con (y solo con) ella.


El hecho de que este post esté escrito en clave de humor y con mucha ironía
(supongo que, a estas alturas, ya te habías dado cuenta) no significa que no me tome en serio el duelo romántico (aquel que se produce tras una ruptura sentimental o un desengaño amoroso). Y me lo tomo tan en serio que este viernes 19 de marzo, a las 19:00, hago una masterclass online titulada "Superar el desamor", para, esta vez sí, daros algunas claves que nos pueden facilitar superar el desamor. Más info e inscripciones aquí.


Porque sé que no es una broma. Sé que duele. Sé que es duro. Pero, también sé que se puede. Y, si te animas, te echo una mano con eso.


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


Y, con nada de desamor y sí mucho amor, recibe este abrazo. 

jueves, 11 de marzo de 2021

ESA EXTRAÑA Y COMÚN Y NECESARIA HABILIDAD DE REÍRSE DE LA DESGRACIA

Escribió Neruda: "Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve
de la vida".


Y yo siempre que leo esa frase, me digo: "Y el humor que nos salve de nosotros mismos". 


Y de nuestra capacidad para el drama. Y de fustigarnos a través de la culpa y el autodesprecio. Y de vislumbrar amenazas desproporcionadas que solo existen cuando anticipamos el futuro.


Ciertamente, el sentido del humor nos puede salva de nuestro "sentido común" cuando este está intoxicado de neuras, inseguridades, negatividad y miedos. Reírnos de la vida, del mundo, de los demás y de nosotros mismos los primeros nos ayuda, a veces (muchas, creo), a adquirir un nuevo enfoque de las cosas, más adaptativo.


Por eso, conservar el humor, en las malas, puede ser algo que, aunque en ocasiones se antoje muy complicado, resulta muy beneficioso. Reírse en las buenas es fácil. Solo los genios consiguen transformar la desgracia en motivo para la risa. Genios como El Kanka:



La buena noticia es que no hace falta ser un virtuoso de la música como El Kanka para sacar a ese genio que llevamos dentro. Porque, sí, todos tenemos esa capacidad para encontrarle el lado cómico a nuestras zonas más oscuras y vivencias más amargas. Como psicólogo no paro de conocer gente que me ha sorprendido por su manera de afrontar (y reír) sus pequeñas tragedias.

Sin embargo, que no nos vendan la moto: conservar el buen humor no es
mantenerse impasible ante la adversidad, la pérdida o el fracaso.
Tenemos el derecho de llorar, cagarnos en la puta vida y mandar al mundo a la mierda. Se puede (y se debe) tener momentos para eso.

Mantener el buen humor no es reírse siempre de todo, independientemente de tus circunstancias y tu sentir en ese momento. Es no perder tu capacidad para "reírte de".

Porque a veces nos empeñamos (el maldito ego nos empeña) en preocuparnos y agobiarnos y amargarnos de más. Como si nos dijéramos "Sí, claro, encima que todo me va mal (¿todo, seguro?) me voy a poner a reír ahora". Y desconectamos esa capacidad que tenemos todos. Y... a ver quién nos salva entonces de nosotros mismos.

El humor nos salva porque algunos beneficios de este son:

- Desdramatizamos.

- Le quitamos hierro a las cosas (y a nosotros mismos).

- Con el chiste o la "vuelta de tuerca", adquirimos una perspectiva diferente de la realidad, más adaptativa, y nos sobreponemos más fácilmente a la adversidad.

- Nos generamos emociones más placenteras y agradables.

- Nos conecta con las personas.

Y algunas maneras de potenciar esta habilidad son:

- Consumir humor: canciones, libros, tebeos, memes, vídeos, series, películas, monólogos, teatro...

- Crear humor: escribir, componer, actuar... No hace falta ser profesional. Simplemente usa tu talento creativo, sea el que sea, para reírte tú (y ya si haces reír a alguien, niquelao).

- Contar chistes y jugar. Esto es algo que hacíamos mucho de niños y, de repente, un día, la mayoría de la gente dejó de hacerlo. ¿Por qué? Es más divertido que comer y beber todo el rato en una fiesta o que hablar constantemente del Covid o de qué ha hecho fulanito de tal con menganita de cual.

- Rodéate de personas que saquen tu faceta más divertida y te ayuden a ver el lado cómico de la vida. No se trata de convertir lo negro en blanco pero quizá sí de hacerle al negro un agujero para que no nos quite la visión de todas las cosas.

- Llora. Porque si obstaculizas las emociones dolorosas, como la tristeza, estarás bloqueando también tu capacidad para experimentar dicha, gratitud y, claro, humor.

Insisto, no se trata de reír por no llorar. Hay que hacer cada cosa cuando toque. Y
no perder la capacidad ni para lo uno ni para lo otro.
Así que, cuando te pase algo que te enganche al drama (rumiaciones, angustia, falta de motivación, enfado constante), pregúntate sobre eso que te ha pasado: ¿es tan grave realmente o se podría contar una historia divertida? Habrá veces que no, estoy seguro. Pero también estoy convencido de que habrá veces que sí. Q
uizá más de lo que imaginas.

Para terminar, contaré una anécdota reciente: un paciente, en terapia de pareja, me contaba que se había sentido muy deprimido cuando, hace poco, se le murió el hámster.... ¡porque le sopló! Su novia no pudo evitar, en ese momento, tener un ataque de risa nerviosa. Y, por supuesto, me la contagió a mí. Tuvimos suerte ambos de que este chico comprendiera que no nos estábamos riendo con crueldad de su desgracia ni deslegitimando sus sentimientos (de hecho, no le quedó otra que asumir nuestra risa con humor también). Simplemente... nos salió.

Pues, por muy mal que te vayan las cosas, si te sale la risa, no la bloquees. Deja que salga. Y ríete hasta de tu sombra.

Quiero dedicar este post al hámster de mi paciente. Descansa en paz pobre hámster.

Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.

Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, porfa, compártelo. También puedes dejar tus comentarios más abajo. No sé, quizá compartir alguna anécdota divertida (o tragicómica, como la del hámster).

Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.

Si te gustó El Kanka, puedes seguirlo en Spotify, Youtube, Facebook, su página web... Es más psicólogo que yo, os lo aseguro.

Y, con mucho humor, ¡recibe este abrazo!

jueves, 4 de marzo de 2021

¿ALGUNA VEZ HAS DICHO "SÍ" CUANDO QUERÍA DECIR "NO"?

 Te ha pasado, ¿verdad?


Y es que, a veces, las personas somos "víctimas" de nuestras respuestas automáticas. Estas son el resultado de patrones de personalidad muy arraigados en nosotros.


Entonces, basta con que haya desarrollado una personalidad que teme el rechazo o el abandono, que sobrevalora la opinión o los sentimientos de los otros, que es tendente a complacer a los demás pero no se ocupa de satisfacerse a sí misma... para que, fácilmente, ante una petición, demanda o propuesta del otro, enseguida diga que sí y me encuentre poco después haciendo algo que realmente no quería hacer y encima castigándome con la culpa por ello.


Nos solemos decir, "¡no he aprendido nada!" Tanto libro de autoayuda, tanta conferencia, tanta terapia, y sigo cometiendo el mismo error; no he aprendido nada. Falso. Claro que has aprendido, y puede que mucho. Pero estamos hablando de respuestas automáticas, casi involuntarias, una sensación, pensamiento, emoción y conducta que se da en ti en cuestión de segundos o milisegundos.


Aprender a detener y cambiar ese patrón automático requiere de tiempo, para ir despertando una nueva consciencia en ti e ir dándote cuenta, cada vez más y en menos tiempo, de cuándo, cómo y por qué realizas esos automatismos. No has de no ejecutar la respuesta automática, ese no es el objetivo, sino tomar consciencia de que la haces, de que es perjudicial para ti (en las ocasiones que lo sea, quizá no siempre) y que existen alternativas para responder de otra manera favorable.


Y adquirir el compromiso de cambiar la respuesta. Pero este compromiso nunca se verá materializado en un cambio automático ("de la noche a la mañana"). Tendrás que volver a dar la misma respuesta que pretendes cambiar muchas veces para seguir ganado consciencia y provocando el cambio de respuesta muy progresivamente.


Entonces, si el automatismo al que nos estamos refiriendo en este post es decir que sí enseguida a una petición de otra persona (te pide un favor, o te solicita hablar contigo porque necesita contarte algo, o quiere quedar para salir...), te voy a enseñar una sencilla estrategia que te puede ayudar a detener la respuesta automática y sustituirla por otra más meditada. Es la siguiente:


1. En primer lugar, date tiempo. Cada vez que te hagan una proposición o demanda, no digas ni que sí ni que no al instante; date un mínimo de tiempo para pensar. Si tienes a la persona delante, lo único que has de decirles es "Necesito pensarlo antes de decirte" o "Un momento, déjame pensarlo". ¿Por qué hemos de responder enseguida a las demandas de los demás? ¿Lo hacemos siempre que el entorno nos demanda algo; verdad que no? No tiene sentido, puedes, perfectamente, darte ese tiempo.


2. Aprovecha ese tiempo para contestar a estas tres preguntas: "¿Puedo?", ya que habrá veces que no puedas porque hayas de hacer algo más urgente y/o importante y que sea imposible aplazar o te resulte muy difícil posponer. "¿Quiero?", puesto que habrá veces que no te apetezca o prefieras hacer otra cosa y estés a punto de decir que sí solo para contentar a la otra persona sin tener en cuenta tus deseos. "¿No quiero pero por esta vez no me importa hacerlo?". Esta última solo tendrás que preguntártela si has dicho "no quiero" a la segunda pregunta. A veces no queremos pero evaluamos que para la otra persona es importante la demanda que nos está haciendo y para nosotros no es grave aplazar nuestras preferencias.


3. Decide. Di sí o di no. Quédate contento y tranquilo con tu decisión y, si el resultado es negativo, no te automachaques, solo aprende para la próxima vez.


A veces tu respuesta será afirmativa y otras negativa, pero ya no estarás cediendo automáticamente al sí para contentar al otro sino que te estarás teniendo en cuenta, que es de lo que se trata.


Si aplicando esta estrategia sigues percibiendo que dices mucho "sí" cuando realmente quieres decir "no", puedes leer este post sobre las resistencias psicológicas que nos dificultan el "no" y acudir a terapia psicológica. No sería la primera persona que acude al psicólogo por este motivo ya que hay muchos que no se atreven a decir que no por inseguridades y miedos que se pueden trabajar y superar.


Recuerda que, en muchas ocasiones, decir que no es decirse que sí a uno mismo.


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, porfa, compártelo. También puedes dejar tus comentarios más abajo.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


¡Un abrazo!