Este pasado sábado 20 de marzo, coincidiendo además con la entrada de la
primavera, fue el día internacional de la felicidad.
No hay un consenso total sobre qué es la felicidad, pero la mayoría de los investigadores sí están de acuerdo en que se trata de un estado psicoemocional. Es decir, no es algo permanente sino transitorio. Un sentimiento que se identifica con lo bien que se siente uno en un momento determinado.
Placer y felicidad no son lo mismo. Aunque tener una vida colmada de placeres y con no demasiado displacer (o, el que tengamos, al menos, que sepamos llevarlo) ayuda a que uno se sienta feliz. Pero, la felicidad suele asociarse a sentimientos más profundos que el placer: satisfacción, plenitud, autorrealización.
Muchos estudios encuentran que no hay una relación correlacional entre dinero y felicidad, es decir, que no es cierto que a más dinero más felicidad. Por eso, he querido hacer una lista de cosas (que no son cosas) que pueden ayudarnos a sentir mucha felicidad en nuestras vidas y que no cuestan dinero (o muy poco).
Estas son:
- Llorar. O gritar de rabia. O reconocer nuestro miedo. Expresar nuestras emociones difíciles y dolorosas nos alivia y nos libera.
- Ayudar. Cuando ayudamos a otros no sentimos, por norma general, placer, y puede ser engorroso. Pero los sentimientos de plenitud y satisfacción que se alcanzan suelen ser bastante elevados.
- Deshacerse de cosas. Cuando donamos, regalamos o entregamos para reciclaje objetos, estamos quitando de nuestro espacio cosas que ya no nos hacen falta, que solo estorbaban, y esto puede tener también una repercusión positiva en nuestro bienestar.
- Quejarse. Está bastante comprobado que las personas que viven instaladas en la queja suelen sentirse infelices. Pero los extremos no son buenos. A veces necesitamos quejarnos, despotricar, cagarnos en... Y nos quedamos a gusto y luego a otra cosa.
- Habla de cosas importantes. El jijijaja es buenísimo para la felicidad, pero entrar en dinámicas en las que solo se dan conversaciones banales puede resultar agotador. A veces necesitamos entrar en profundidad sobre temas serios que nos preocupan o simplemente interesan.
- Trabajar. Estar ocupados siempre no es muy bueno... no tener una ocupación, tampoco. El trabajo facilita tener una rutina y objetivos, estar activos (y gracias a ello no pensar demasiado), socializar...
- Hacer tareas pendientes. Sobrecargarnos de tareas nos estresa y agota, pero también es verdad que hay cosas que se tienen que hacer y se tienen que hacer y punto. Y, cuando las procrastinamos, ese aplazamiento se queda en nuestro subconsciente y nos genera tensión psíquica y emocional. Por eso, cuando por fin las hacemos y nos las quitamos de encima, ¡ah, alivio!
- Hacer terapia psicológica. Puede ser caro, pero tampoco es que tengas (forzosamente) que hacer terapia toda la vida; puedes recurrir a ella en momentos puntuales más necesarios, y lo que consigues, básicamente, es conocerte más a ti mismo y usar ese conocimiento para el cambio a mejor.
- Autoayuda. Libros, talleres, conferencias... De todo se aprende un poco para avanzar en nuestro camino de crecimiento personal.
- Reconocer más tu vulnerabilidad. Nos enseñan de pequeños a construirnos nuestra coraza. Pero, ¿qué pasaría si empezaras a reconocer más tus miedos, inseguridades, lo que se te da mal...? Lo que escondemos nos provoca una tensión enorme.
- Hacer el amor. En una sociedad en la que se folla mucho pero se hace el amor poco, se tenía que decir y se dijo. Aunque yo siempre he pensado que se puede tener sexo sin compromiso y con mucho amor; el amor no es solo para las parejas estables.
- Hacer tareas relacionadas con el ecologismo (si eres ecologista), la protección a los animales (si eres animalista) o la ayuda a algún colectivo social desfavorecido (si te importa). Es decir, si te implicas en acciones sobre causas que tienen un significado especial para ti, te sientes bien.
- Expresar tus talentos creativos. Esto también puede ser enormemente displacentero, porque, a veces, pintar un cuadro, escribir un cuento o componer una canción pueden suponer mucho esfuerzo y trabajo y, sin embargo, gracias a los sentimientos que experimentas, ¡bendito esfuerzo y trabajo!
atípica, no ya porque sean baratas (o gratis) sino porque no necesariamente implican placer (y a veces todo lo contrario). Pero, si os sentís felices haciéndolas, entonces ese sentimiento es la prueba de que, al menos durante ese instante (y solo podría ser de esta forma, ya que solo existe el ahora), sois felices.
Ya que la felicidad ni se compra ni se vende, ni se tiene ni se pierde. La felicidad, simplemente, se siente.
¿Y vosotros, pondríais algo más en esta lista que cueste poco dinero (o nada) y no necesariamente sea placentero? ¡Compartidlo en los comentarios!
Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.
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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.
¡Un abrazo!
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