jueves, 26 de noviembre de 2020

EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA EL ESTRÉS LABORAL



Rescato uno de mis posts antiguos más leídos. Así, revisamos ideas muy útiles a las que siempre viene bien hacer un repaso. Porque en psicología tan importante es lo que conviene aprender, como desaprender, como recordar.


Esta semana, EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA EL ESTRÉS LABORAL. Un post que publiqué en mayo de 2016 y que intenta ayudarnos a vivir menos sobrecargados y, por ende, más felices. ¡Espero que te guste y te sea de provecho!


-----------------------------------------


El estrés laboral es uno de los grandes problemas de hoy, ya que buena parte del absentismo y muchas de las bajas por enfermedad se explican por esta causa.


Vivimos en un entorno hipercompetitivo en el que la especialización, la formación continua y la flexibilidad se han convertido en unas constantes. Y hay que adaptarse o morir, como dijo aquél.


Trabajar al mismo tiempo que estudiar, sacrificar fines de semana, pasarse noches en vela... Alguno pensará: pues para vivir siempre así, casi mejor morir.


No hay que llegar a eso...


Vivir sobrecargados de trabajo hasta tal punto que no podamos compatibilizar la vida familiar ni disfrutar del tiempo de ocio y descanso, debería estar prohibido. Pero rara vez ocurre. Si te organizas, si planificas, si delegas, si eres capaz de descartar y decir que no, no tendrías por qué tocar ese extremo. Y si llegaras a tocarlo, recuerda que es una elección que haces tú: nadie te obliga a estar en un trabajo esclavista. Y si te obligan, no es un trabajo en el que deberías estar.


Fuera de esto, la verdad es que la mayoría de nosotros, a pesar de no tener jornadas interminables, nos hemos sentido cansados de nuestro trabajo. ¿Qué es lo que está fallando? La falta de pasión.


Cuando tu profesión está inundada de pasión,

dejas de trabajar.


Cuando hay pasión las horas se pasan volando. Cuando hay pasión no te molesta dedicar tiempo de más. Cuando hay pasión, la energía y la motivación aplastan al estrés.


¿Qué podemos hacer para poner pasión en nuestros trabajos?


- Trabajar en algo que te guste y que se te dé bien. Nos sentimos satisfechos y plenos cuando hacemos tareas que son atractivas para nosotros, que nos hacen sacar nuestras potencialidades y que tienen un sentido o aporte que valoramos como positivo. Tendré, por tanto, que conocer: qué me gusta, cuáles son mis puntos fuertes, y qué tipo de tareas son las que me provocan sentimientos de orgullo y autorrealización.


- Si trabajas en algo que te gustaba al principio pero ahora te quema: pregúntate qué puedes hacer. Puede que te hayas estancado y necesites un cambio de aires. Pero quizá sólo es preciso que innoves, que crees una dinámica nueva dentro de tu entorno laboral, o desarrollarte profesionalmente en tu sector. Por mucho que te guste una actividad, llega un momento en el que te habitúas a ella y hacerla todos los días te cansa. La solución no tiene por qué ser siempre un cambio radical.


- Si nunca te ha gustado tu trabajo y no puedes cambiar... ¿Y por qué no vas a poder hacerlo? Salir de nuestra zona de confort es complicado, por eso hay gente que prefiere quedarse ahí y conformarse con una vida sin motivaciones ni satisfacciones antes que enfrentarse al cambio. Con eso consigues pagar las facturas, pero... ¿te sale realmente rentable?


- El problema no tiene por qué ser que no te guste tu trabajo sino que sólo te fijas en las cosas negativas del mismo: el jefe gruñón, los compañeros cotillas, los madrugones, el sueldo, los atascos... Pero, ¿no tiene cosas positivas, no hay trabajos peores, no es verdad que no lo cambiarías por otros? No existe el trabajo perfecto. Pon el foco de atención en lo positivo en lugar de recrearte en las miserias de tu trabajo.


- Por último, ¡no pongas toda tu pasión solo en tu trabajo! Está bien que ames tu trabajo, pero no que lo conviertas en el amor de tu vida. Eso te acabará agotando y quemando. No dejes de poner pasión para estar con tu familia y amigos, para tus hobbies, para tus vacaciones, para tus proyectos, para tu camino de crecimiento personal... La pasión nos sirve como antídoto del estrés para la vida, no sólo para el trabajo.


Cuando tu vida está inundada de pasión,

dejas de vivir estresado.


Que no sin estrés, porque el estrés forma parte de la vida. Pero, ya no será el protagonista, ¡sino la pasión!


-----------------------------------


Si quieres saber más sobre cómo lidiar con el estrés, puedes comprar mi libro Prevención y afrontamiento del estrés laboral, disponible en todostuslibros.com, una nueva plataforma para adquirir los libros en tu librería más cercana y con ello contribuir a la economía de barrio y a la protección del medio ambiente.


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, compártelo, por favor.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


¡Y recibe, con mucha pasión de mi parte, este abrazo!




miércoles, 18 de noviembre de 2020

MIEDO



Desde el jueves pasado hasta este próximo se celebra en mi tierra, Málaga, el Fancine (Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga), al que soy asiduo desde hace ya bastantes años. Me encantan las pelis de monstruitos, psicópatas, sangre y vísceras.


Además, el último viernes fue viernes 13 y decidí hacer un experimento un poco... atrevido. Me vi la película Host, que narra una sesión de espiritismo que hace un grupo de jóvenes durante pleno confinamiento por la COVID-19 a través de la aplicación Zoom (todo lo que vemos es lo que ven ellos a través de los monitores de sus aparatos tecnológicos). Por supuesto, la cosa esta del espiritismo no acaba muy bien que digamos. Pues, bueno, el "experimento" consistió en que la vi completamente solo, completamente a oscuras, completamente una noche de viernes 13, a través de la pantalla de mi portátil. Vaya, que más que un espectador parecía otro integrante de la sesión de espiritismo. Sabía, a priori, que iba a ser una experiencia bastante aterradora (vaya, que me iba a cagar), y, a posteriori, así fue de hecho (vaya, que me cagué). Me costó, incluso, conciliar el sueño esa noche, porque oía ruidos por todas partes.



A los que nos gustan las pelis de miedo, a los que nos gustan de verdad de verdad, nos encanta que nos asusten. ¿¿¿Por qué??? ¿Por qué lo pasamos bien o encontramos placer en ese tipo de experiencias? ¿Porque somos masoquistas? No (bueno, o habrá quien sí lo sea), más bien
por estas dos razones:


1. Porque sabemos que es una experiencia de miedo controlada, es decir, que, en realidad, no te va a pasar nada. A no ser que creas en demonios y fantasmas (me refiero a los fantasmas del más allá; los del más acá sí que existen aunque más que miedo dan penilla).


2.  Por el significado que le damos a nuestra propia experiencia de miedo, que no es negativo, sino positivo. Nos gusta, nos encanta sentir miedo. No le damos una connotación negativa aunque las sensaciones no son agradables, exactamente. Se pasa mal, pero es un malestar noradrenérgico, te da un subidón, te diviertes... pero solo porque piensas que es excitante y divertido. Si pensaras otra cosa (que es horrible e insoportable, por ejemplo) te aseguro que no lo pasarías tan bienmal.


Y estas dos razones son el motivo de mi post. Porque se pueden extrapolar y aplicar a nuestra realidad cotidiana, en la que los miedos poco tienen ya que ver con el Coco, el Hombre del saco o la Niña del exorcista, y sí más con el jefe, el casero o la chica que te gusta.


La vida no es una experiencia de miedo controlada, ya que hay lugar para lo incierto, lo inesperado, lo que escapa a nuestro control. Pero solemos ver amenazas que sentimos como letales cuando no lo son. Ese posible fracaso, rechazo o adversidad, si realmente se acaba dando, nunca será tan malo como que un zombi te muerda o un tío te persiga con un hacha. Por tanto, controla, haciendo una valoración más realista y justa de la magnitud del "peligro" y sus consecuencias negativas.


Por otro lado, sentir sensaciones de miedo, es normal, porque aunque no haya peligro real, lo que sí hay es imaginación. Todos tenemos imaginación y a veces esta nos juega malas pasadas (por eso yo estaba tan acojonado después de ver Host). Vale. Acéptalo. Asimílalo. Es normal. Pero, igual que no hay que preocuparse de que te estés preocupando (porque entonces el problema será doble), tampoco sientas miedo de sentir miedo. Tómatelo como algo natural, no le des un significado negativo a tu experiencia de miedo, porque entonces te dirás a ti mismo: "No debo hacerlo, ¡mira el miedo que tengo!". No; si piensas y sientes que has de hacerlo, hazlo. Os recuerdo uno de mis mantras favoritos: "Hazlo. Y si te da miedo, hazlo con miedo". Así es; no le otorgues tanto poder a tu miedo, es normal que lo sientas, eres humano, tenemos imaginación, sentimos miedo; simplemente permítete sentirlo, obsérvalo como una señal positiva que te indica que estás vivo, y luego, ¡afronta tu miedo!


Y tanto una cosa como la otra (no sobrevalorar el "peligro" y atrevernos a hacer aunque sintamos miedo) creo que quedan bastante bien reflejadas en este corto que escribí y dirigí hace unos años, que aborda, sobre todo, un miedo muy específico (y común), el miedo al rechazo, y que, precisamente, emitieron en PTV, un canal de mi tierra, la otra noche, noche de viernes 13. El corto se llama "Miedo".




Espero que lo hayáis disfrutado.

Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.

Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti; compártelo, por favor.

Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo.

¡Y recibe este mordis... es broma, este abrazo!

jueves, 12 de noviembre de 2020

CÓMO SUPERAR LA INVOLUCIÓN DE LA ADOLESCENCIA


Hace poco comentaba con una paciente 
que la adolescencia nos hace retroceder, y ella me daba la razón (y no ha sido la única). Lo digo totalmente en serio, lo firmo como profesional si hace falta; la adolescencia supone un retroceso para las personas, nos vuelve tontos. 


De niños, por regla general, somos mucho más listos que de adolescentes, con nuestras limitaciones de experiencia y conocimientos, con algunas capacidades cognoscitivas aún no desarrolladas del todo, pero aun así, más listos. Porque, con los cambios físicos y psicológicos de la adolescencia, el ser humano adquiere una sobrepercepción del yo, de su identidad, que hasta entonces no tenía.


Así que, a partir de ese momento, el ego, el hijoputa del ego, que es nuestra identidad (personaje) en el mundo, se adueña de nosotros y se convierte en protagonista. Y toma mucha relevancia el qué dirán y cómo nos verán los demás, por eso nos volvemos tan superficiales, al igual que se vuelve súper importante encajar en el grupo, ser uno más... Nos mongolizamos. Está claro.


Esto, en muchos casos, tiene consecuencias graves: aparecen las actitudes narcisistas (como mi yo tiene tanta relevancia, solo importo yo), problemas de autoestima si percibo que no encajo o cumplo las expectativas (en ellos, ser unos triunfadores de la hostia; en ellas, ser top models), como empiezan las primeras relaciones, algunos se vuelven dependientes emocionales porque lo más importante para sentirme bien es ser querido por otras personas, se dan también multitud de situaciones que son vividas como traumas y que arrastramos en la vida adulta: bullying, rechazos, complejos...


Aunque cada caso es único, sin embargo, lo que nos sigue condicionando (jodiendo la vida, si hablamos en plata), a casi todos por igual, es esa gran exacerbación de mi identidad en el mundo, del ego, a partir de la cual todos mis problemas, dificultades y carencias se convierten en un gran drama porque, claro, ¿qué van a pensar los demás de mí? Que no soy lo suficientemente bueno, que no soy lo que se espera de mí que sea. Que soy un fracasado, que soy gorda.


Por eso, para mí, madurar es, en gran medida, volver a ser un poco más niños, más juguetones, más payasos, más reírnos de imbecilidades que no deberían preocuparnos una mierda. A un niño le preocupa jugar y pasárselo bien y se la trae al pairo la opinión que los demás tengan de él. O puede que no. Dependiendo del niño, quizá le preocupe. Pero, no tanto como le preocupará en la adolescencia, donde esta neura inútil se exacerba mucho más.


Un ejemplo claro está en la estupenda habilidad de los niños de exponerse y hacer el ridículo. Y cuando empiezan a salirnos granos nos medimos mucho más lo que hacemos y decimos: ¿caerá bien, se reirán de mí, me rechazarán por esto? Aparece la vergüenza y limita nuestro ser.


La vergüenza es necesaria; gracias a que sentimos vergüenza no hacemos muchas cosas que conllevarían un grave rechazo social. El problema aparece cuando exageramos la sensación de ridículo, limitándonos y criticándonos en demasía por cada cosa que decimos o hacemos. Con la adolescencia y la exacerbación del ego y la acentuación de nuestro sentido del ridículo, empezamos a autovigilarnos, autoevaluarnos, autocensurarnos y autolimitarnos, en exceso. y esto es un grave retroceso. Una involución total. Una idiotización muy grande.


Con el paso de los años, muchísimas personas en el mundo no superan esta involución. Pero hay personas que sí. Hay personas que maduran y vuelven a recuperar ese niño disfrutón que eran. ¿Qué tipo de personas? ¿Cómo lo consiguen?


Después de todo lo dicho, creo que ya te habrás hecho una idea de qué personas son y cómo lo hacen: son aquellas que dejan de darle tanta importancia a su identidad en el mundo, al qué dirán, a las expectativas de los demás sobre ellas, a lo que se supone que deben ser y tienen que hacer. Se escuchan más a sí mismas y atienden sus verdaderas necesidades. Pero, ¿cómo llegan a ese punto?


A través de la muerte.


O esta es, al menos, mi teoría. Una teoría completamente incompleta e inexacta, ya que, en realidad, las explicaciones de esa maduración mental y emocional son mucho más complejas y diferentes según el tipo de persona y su experiencia de vida. Pero, me atrevo a decir que, a cierta edad, algunas personas que han tenido ya alguna experiencia cercana a la muerte, generalmente que han perdido a un ser querido, o incluso una experiencia que les ha tocado más en sus propias carnes, como una enfermedad grave, adquieren una toma de consciencia que supone ese salto madurativo, la superación de esa involución tan amarga que todos, en mayor o menor medida, sufrimos en la adolescencia y arrastramos luego en la vida adulta.


Y esa toma de consciencia es que:


Lo importante no es quién soy para el mundo.

Lo importante es lo que hago en el mundo.

Lo importante es la vida que estoy viviendo ahora y que un día acabará.


Por eso, a quienes la vida les enseña esa otra parte de la vida, la muerte, pueden llegar a aprender esta gran lección, de la que extraigo este consejo: no inviertas tanta energía, tiempo, atención y pensamientos en tu imagen y haz mucho más el tonto. Creo que es el mayor rasgo de inteligencia que nadie puede llegar a tener.


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó este post, no te lo quedes solo para ti; compártelo, por favor.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


¡Y recibe este abrazo!




jueves, 5 de noviembre de 2020

EL PROBLEMA DE LAS REDES SOCIALES


Recientemente vi El dilema de las redes, una película documental que se encuentra en la plataforma Netflix y que aborda las distintas problemáticas asociadas al uso de las redes sociales en internet.

Uno de esos problemas, quizá el más evidente, es la adicción que puede provocar el uso de las tecnologías en el ser humano. Las conexiones neuronales de nuestro cerebro funcionan a través de un sistema de recompensas. Cuando nuestro cerebro recibe una recompensa en forma de estímulo (una notificación, un "Me gusta", un nuevo seguidor en Instagram, una recomendación para ver un vídeo...) el sistema se sacia, y quiere más. Tiende a buscar la misma recompensa con mayor frecuencia e intensidad, y así es como se puede generar una dependencia psicológica. 

Pero esto no pasa en todas las personas. Hay muchas que, gracias a factores educacionales sobre todo, poseen rasgos de protección frente a la adicción, como el autocontrol, la autodisciplina y la tolerancia a la frustración, principalmente. Haber tenido una una buena educación emocional para manejar nuestras emociones e impulsos, nos ayuda a no caer en las redes de la adicción. Mientras más maduros, mental y emocionalmente seamos, menos manipulables somos.

Pero... ¿y un niño? ¿Qué madurez, o qué fortaleza mental y emocional le podemos pedir a un niño, si es precisamente un ser que está todavía desarrollando esos aspectos? Un niño o un adolescente son personas que están en pleno proceso madurativo, aumentando los factores de protección a la adicción, como el autocontrol, la autodisciplina y la tolerancia a la frustración, aprendiendo (con suerte) a conocer, expresar y manejar emociones tales como el aburrimiento, la ansiedad o la tristeza. Conociéndose a ellos mismos para aceptarse y valorarse.

Los niños y adolescentes, por la fase madurativa en la que se encuentran, son seres más vulnerables a caer en una adicción a las tecnologías. Sin embargo... eso es solo el principio del problema. Como he explicado antes, nuestro cerebro funciona por un sistema de recompensas, y ese sistema se sacia, así que llegará un momento en el que el cerebro del niño esté recibiendo las "recompensas" y estas no lo estimulen lo más mínimo. Pero, su cerebro las seguirá buscando, porque instintivamente quiere más y más de lo mismo, cree es lo que necesita para sentirse bien... Pero no. El cerebro del niño, es decir, el niño, estará sumergido en un bucle en el que sigue y sigue buscando estímulos que ya no le hacen ningún efecto (notificaciones, "Me Gusta", seguidores...) y no irá a buscar otras cosas:

- Salir.

- Relacionarse.

- Hacer deporte.

- Jugar.

- Hacer actividades creativas.

- Buscar su autorrealización a través del ámbito educativo.

- Pasar tiempo en familia.

No hará (y si las hace, las hará con total apatía y desinterés) un montón de cosas que podría hacer y le harían feliz, porque su cerebro es esclavo de la búsqueda de los estímulos virtuales, su droga. El niño estará totalmente atrapado en las redes de la adicción tecnológica. ¿Y qué pasa cuando una persona no puede dejar de hacer algo que ya no le produce placer real ninguno (piensen en fumar, por ejemplo) y además, porque está atrapado en ese bucle, deja de hacer o de interesarse por actividades que le podrían reportar más placer y mayor satisfacción aún?

Se vegetaliza. Se convierte en un vegetal. En una persona sin intereses, motivaciones, sin energía, que se deja llevar totalmente por el bombardeo de estímulos constante que recibimos por parte de las Redes Sociales. Y, entonces, de caer en la red de la adicción, pasa a caer en la red de la depresión.

Estamos, alarmantemente, criando a varias generaciones de infelices crónicos, con un sistema de recompensa totalmente saciado e incapaces de buscar diferentes estímulos que les provoquen placer, bienestar y autorrealización. Estamos deprimiendo a nuestros nietos, hijos y sobrinos. Como sigan así, como sigan enganchados a las redes sociales tecnológicas, van a acabar en el mejor de los casos, amargados, y en el peor, suicidándose. En las últimas décadas el suicidio entre los más jóvenes ha aumentado como nunca antes (ver aquí).

El problema es chungo, muy chungo. Más allá de por la vidas que se puedan perder y el sufrimiento que pueda generar, porque el futuro del planeta están en manos de estas generaciones. Y, sinceramente, no veo que nada bueno pueda salir de personas adictas, deprimidas y sin habilidades sociales o resolutivas suficientes porque se han pasado media vida (o más) mirando una pantalla. Pero, este problemón tiene soluciones. Soluciones viables y aplicables desde ya:

- No le des un móvil ni una tablet a tu hijo hasta que tenga cierta edad, lo suficientemente madura, como para usarlos con responsabilidad. 

- Pon límites de tiempo para usarlos, siempre.

- Infórmate bien de todo lo que se cuece en Internet e informa a tus hijos. La información es poder, y en Internet hay mucha desinformación y muchas y muy malas influencias.

- Da confianza a tu hijo para que se comunique abiertamente contigo y así pueda sentir que tiene tu respaldo si es atacado en la red (ciberbullying).

- Edúcale en Inteligencia Emocional. Fomenta su autocontrol y autodisciplina. No le des todo lo que te pide porque entonces tendrá 0 de tolerancia a la frustración (no aprenderá a aburrirse, por ejemplo). Dale límites y responsabilidades.

- Juega con él y anímale a jugar más (en la vida real) y a hacer deporte.

- Por supuesto, dale mucho amor. Abrazos, caricias y otras muestras de afecto. No hay mayor recompensa que esa.

Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad. 

Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, compártelo, porfa.

Si te gusté yo, hago terapia psicológica en Málaga y online para el resto del mundo.

Y, aunque desde la fría distancia que nos une y nos separa en este espacio cibernético, ¡recibe un abrazo!