jueves, 5 de noviembre de 2020

EL PROBLEMA DE LAS REDES SOCIALES


Recientemente vi El dilema de las redes, una película documental que se encuentra en la plataforma Netflix y que aborda las distintas problemáticas asociadas al uso de las redes sociales en internet.

Uno de esos problemas, quizá el más evidente, es la adicción que puede provocar el uso de las tecnologías en el ser humano. Las conexiones neuronales de nuestro cerebro funcionan a través de un sistema de recompensas. Cuando nuestro cerebro recibe una recompensa en forma de estímulo (una notificación, un "Me gusta", un nuevo seguidor en Instagram, una recomendación para ver un vídeo...) el sistema se sacia, y quiere más. Tiende a buscar la misma recompensa con mayor frecuencia e intensidad, y así es como se puede generar una dependencia psicológica. 

Pero esto no pasa en todas las personas. Hay muchas que, gracias a factores educacionales sobre todo, poseen rasgos de protección frente a la adicción, como el autocontrol, la autodisciplina y la tolerancia a la frustración, principalmente. Haber tenido una una buena educación emocional para manejar nuestras emociones e impulsos, nos ayuda a no caer en las redes de la adicción. Mientras más maduros, mental y emocionalmente seamos, menos manipulables somos.

Pero... ¿y un niño? ¿Qué madurez, o qué fortaleza mental y emocional le podemos pedir a un niño, si es precisamente un ser que está todavía desarrollando esos aspectos? Un niño o un adolescente son personas que están en pleno proceso madurativo, aumentando los factores de protección a la adicción, como el autocontrol, la autodisciplina y la tolerancia a la frustración, aprendiendo (con suerte) a conocer, expresar y manejar emociones tales como el aburrimiento, la ansiedad o la tristeza. Conociéndose a ellos mismos para aceptarse y valorarse.

Los niños y adolescentes, por la fase madurativa en la que se encuentran, son seres más vulnerables a caer en una adicción a las tecnologías. Sin embargo... eso es solo el principio del problema. Como he explicado antes, nuestro cerebro funciona por un sistema de recompensas, y ese sistema se sacia, así que llegará un momento en el que el cerebro del niño esté recibiendo las "recompensas" y estas no lo estimulen lo más mínimo. Pero, su cerebro las seguirá buscando, porque instintivamente quiere más y más de lo mismo, cree es lo que necesita para sentirse bien... Pero no. El cerebro del niño, es decir, el niño, estará sumergido en un bucle en el que sigue y sigue buscando estímulos que ya no le hacen ningún efecto (notificaciones, "Me Gusta", seguidores...) y no irá a buscar otras cosas:

- Salir.

- Relacionarse.

- Hacer deporte.

- Jugar.

- Hacer actividades creativas.

- Buscar su autorrealización a través del ámbito educativo.

- Pasar tiempo en familia.

No hará (y si las hace, las hará con total apatía y desinterés) un montón de cosas que podría hacer y le harían feliz, porque su cerebro es esclavo de la búsqueda de los estímulos virtuales, su droga. El niño estará totalmente atrapado en las redes de la adicción tecnológica. ¿Y qué pasa cuando una persona no puede dejar de hacer algo que ya no le produce placer real ninguno (piensen en fumar, por ejemplo) y además, porque está atrapado en ese bucle, deja de hacer o de interesarse por actividades que le podrían reportar más placer y mayor satisfacción aún?

Se vegetaliza. Se convierte en un vegetal. En una persona sin intereses, motivaciones, sin energía, que se deja llevar totalmente por el bombardeo de estímulos constante que recibimos por parte de las Redes Sociales. Y, entonces, de caer en la red de la adicción, pasa a caer en la red de la depresión.

Estamos, alarmantemente, criando a varias generaciones de infelices crónicos, con un sistema de recompensa totalmente saciado e incapaces de buscar diferentes estímulos que les provoquen placer, bienestar y autorrealización. Estamos deprimiendo a nuestros nietos, hijos y sobrinos. Como sigan así, como sigan enganchados a las redes sociales tecnológicas, van a acabar en el mejor de los casos, amargados, y en el peor, suicidándose. En las últimas décadas el suicidio entre los más jóvenes ha aumentado como nunca antes (ver aquí).

El problema es chungo, muy chungo. Más allá de por la vidas que se puedan perder y el sufrimiento que pueda generar, porque el futuro del planeta están en manos de estas generaciones. Y, sinceramente, no veo que nada bueno pueda salir de personas adictas, deprimidas y sin habilidades sociales o resolutivas suficientes porque se han pasado media vida (o más) mirando una pantalla. Pero, este problemón tiene soluciones. Soluciones viables y aplicables desde ya:

- No le des un móvil ni una tablet a tu hijo hasta que tenga cierta edad, lo suficientemente madura, como para usarlos con responsabilidad. 

- Pon límites de tiempo para usarlos, siempre.

- Infórmate bien de todo lo que se cuece en Internet e informa a tus hijos. La información es poder, y en Internet hay mucha desinformación y muchas y muy malas influencias.

- Da confianza a tu hijo para que se comunique abiertamente contigo y así pueda sentir que tiene tu respaldo si es atacado en la red (ciberbullying).

- Edúcale en Inteligencia Emocional. Fomenta su autocontrol y autodisciplina. No le des todo lo que te pide porque entonces tendrá 0 de tolerancia a la frustración (no aprenderá a aburrirse, por ejemplo). Dale límites y responsabilidades.

- Juega con él y anímale a jugar más (en la vida real) y a hacer deporte.

- Por supuesto, dale mucho amor. Abrazos, caricias y otras muestras de afecto. No hay mayor recompensa que esa.

Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad. 

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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en Málaga y online para el resto del mundo.

Y, aunque desde la fría distancia que nos une y nos separa en este espacio cibernético, ¡recibe un abrazo!



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