miércoles, 30 de septiembre de 2020

CELEBRAR LA PRESENCIA


 

Vuelvo a rescatar uno de mis posts antiguos más leídos. Así, revisamos ideas muy útiles a las que siempre viene bien hacer un repaso. Porque en psicología tan importante es lo que conviene aprender, como desaprender, como recordar.


Esta semana, CELEBRAR LA PRESENCIA, un post que publiqué en enero de 2016, tras la noticia del fallecimiento de David Bowie, y que nos habla de la pérdida desde un enfoque diferente. ¡Que lo disfrutéis!


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¿Se puede sufrir la perdida de alguien a quien no conoces?


Yo estoy convencido de que sí. Y es que hay personas en este mundo que, aunque no hayamos tocado, hemos sentido, y aunque ellas no lo sepan, han influido más en nuestra vida que muchas de las que la comparten con nosotros día a día.


Escritores, pensadores, cineastas, poetas, filósofos, divulgadores, músicos, cantantes, artistas... Como el camaleónico David Bowie, que nos ha dejado la pasada noche*, y a quien dedico este post.


Y es que algunas de sus canciones formarán parte ya para siempre de la Banda Sonora de mi vida. Por lo que me han hecho sentir, por lo que me han transmitido, incluso por lo que me han enseñado.


Porque el ser humano es aprendizaje. Somos un sistema celular en constante transformación debido a la continua interacción de nuestras células con el ambiente. No somos, nos transformamos. Y en esa transformación no influyen únicamente nuestros padres, compañeros de clase, amigos y enemigos, amores y desamores... También, por supuesto, las personas a las que hemos leído, escuchado o contemplado, y que con sus particulares historias, con su propia visión del mundo... han cambiado el nuestro.


Por eso esas personas en realidad no mueren nunca. Porque la huella que dejaron permanece en nuestro interior. Y esto no es poesía barata, ni espiritualismo ni mucho menos esoterismo. Esto es ciencia. Sus canciones, sus películas y sus relatos, que son la expresión de sus pensamientos, emociones y vivencias, forman parte ya de nuestra propia historia, y por ende, de nuestro Sistema Nervioso, ya que nuestras células se alteran y transforman en función de la estimulación que reciben.. una historia que sigue desarrollándose ahora mismo dentro de nosotros, y que lo hará en el futuro.


¿O no habrá nadie que dentro de 20 ó 30 años se despierte una mañana cantando una canción de David Bowie? Seguro que sí.


Seguro que sí.


Ahora... Recordad a un ser querido que se haya ido. Un padre, una madre, un hermano, un padrino, un amigo, un hijo. Todos, seguramente todos, hemos perdido a alguien. ¿Acaso él o ella no nos contó historias o las compartió junto con nosotros? ¿No es verdad que sus células interactuaron con las nuestras, transformándonos?


En parte somos como somos por cada una de las personas que han ido pasando por nuestra vida. Y alguna de esas personas siguen vivas, ¡siguen vivas!, dentro de nosotros, porque su huella, es imborrable... Ni mil experiencias más, ni mil personas diferentes, la podrán modificar.


Llorar la ausencia es inevitable. Celebrar la presencia, es posible, incluso cuando es intangible. Y no solo posible, también es bonito, es un homenaje.


Como este post.


* Se refiere, por supuesto, a la fecha original de publicación: 11 de enero de 2016.



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Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.

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Si te gusté yo, hago terapia en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.

Y recibe, desde la distancia, pero muy presente, ¡este abrazo!

lunes, 21 de septiembre de 2020

13 MANERAS DE OBTENER PAZ


Hoy, 21 de septiembre, se celebra el
Día Internacional de la Paz. Un día para recordarnos y sensibilizarnos por un mundo sin guerras, en el que haya más justicia económica y social y, en definitiva, más humanidad.

Todos podemos contribuir, como humanos, a esa realidad nada utópica, sino posible. Soy de los que piensa que en el mundo no habría tantos conflictos si todos fuéramos un poco más felices. Si cada hombre y mujer está en paz consigo mismo, ¿por qué pelear? El principal motivo de que una persona (y esto se extiende a los colectivos) haga daño a otra es porque está sufriendo por dentro.

Por ello, he aquí mi contribución al Día de la Paz: un post con 13 consejos para ayudarte a tener en paz. Paz interior, que es el germen de la paz entre los pueblos.

1. Respira profundo, medita, practica mindfulness, haz yoga y/o pilates.

2. No vivas deprisa. Para de vez en cuando y no hagas nada (solo observar, estar presente).

3. No te sobrecargues. Deja para mañana lo que puedas hacer hoy. Cuando hayas muerto, esas cosas taaan urgentes y taaan importantes dejarán de serlo.

4. Cultiva la paciencia. Cuidao, no es fácil. Llegar a ser paciente requiere paciencia, así que ten paciencia.

5. Pasa más tiempo con aquellas personas que más paz te den (o menos te quiten, según se mire).

6. Por tanto, aléjate de quien te robe paz. Cuidao, todos podemos robar paz alguna vez, pero si para alguien esa es la norma, ¡fuera!

7. Trata de ser asertivo, no te pelees. Si quieres, manda a la mierda a quien trate de abusar de ti, pero no te pelees; es perder tiempo, energía y humor.

8. Si tienes un conflicto abierto con alguien y quieres resolverlo, díselo. Si esa persona no quiere, asúmelo. Pide perdón, perdona, perdónate.

9. Cuida mucho lo que te dices. No te castigues, no te automachaquees. Sé amable y compasivo contigo mismo.

10. No quieras ser perfecto nunca.

11. Acepta tu total ingobernabilidad sobre el pasado, el futuro, y aquello del presente que no controlas.

12. Ama y ríe, ríe y ama.

13. Cuando pierdas tu paz... Respira y empieza desde el principio.

¿Qué más se te ocurre que te dé paz? ¿Lo compartes en los comentarios?

Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.

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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.

¡Y recibe este abrazo (que por cierto también dan mucha paz)!



jueves, 17 de septiembre de 2020

TRES ESTILOS DE RELACIÓN CON NUESTRAS EMOCIONES


Nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.


Podemos hacer una clasificación de nuestra relación con los demás basada en nuestro estilo de afrontamiento de los problemas o conflictos: agresivo, asertivo o pasivo. 


A la hora de hablar de la relación con nosotros mismos, podemos distinguir tres niveles: pensamientos, emociones y el yo o identidad.


Y en cada uno de esos tres niveles podemos encontrar diferentes maneras de relacionarnos. Por ejemplo: podemos relacionarnos con nuestros pensamientos sobreidentificándonos con ellos, y entonces, cada idea que surja de nuestra mente tendrá una relevancia crucial, y su impacto emocional será mayor, de la misma manera que su influencia en nuestra conducta. O podemos no hacer tanto caso a ciertos "pensamientos tóxicos".


Con nuestro yo puedo relacionarme de una manera excesivamente exigente, de forma que no me permita ni el más mínimo fallo, o de una manera más compasiva.


Pero hoy me voy a centrar en tres estilos de relación que encuentro a la hora de conectar con nuestras emociones, refiriéndome sobre todo a aquellas emociones que podemos llamar duras, difíciles, incómodas o dolorosas (nunca malas o negativas):


1. La primera es la represión o evasión emocional. No me permito sentir. Sentir está mal. Bien porque me enseñaron eso de pequeño, bien porque tengo miedo a sentirme mal por experiencias muy dolorosas en el pasado, bien porque no quiero parecer débil... Los motivos pueden ser múltiples. Y, entonces, para no sentir, o bien guardo bajo una coraza de aparente invulnerabilidad ("nada me afecta") y/o huyo, evado mis emociones: a través de las drogas, del trabajo, del hedonismo constante. Las consecuencias son: estoy, paradójicamente, ensalzando el "sentirse mal", dándole un significado demasiado grotesco, y por otro lado estoy tapando, ya sea a través de la represión o evasión, tapo, parcheo... No resuelvo. Al revés, aquello que guardo o de lo que huyo tiende a hacerse más y más grande, hasta que un día estalla.


2. El segundo estilo de relación con nuestras emociones es dejarnos dominar por ellas. Es el opuesto del anterior. Siento la emoción con una intensidad tal que al final me domina, me sobrepasa y me bloquea. Si me siento triste, alimento mi tristeza a través de mis pensamientos negativo y me deprimo. Si siento miedo, ¡es terrible sentir miedo!, así que evito cualquier situación que me provoque esa sensación y me genero un trastorno de ansiedad. Si siento ira, ¿el autocontrol para qué?, dejo salir esa ira con toda su fuerza y sin medir las consecuencias. La emoción manda y yo soy un mero títere de ella.


Ninguno de esos dos estilos son buenos para relacionarnos con las emociones. El siguiente, aunque no perfecto (¿acaso existe la perfección?), sí lo es:


3. Aceptar la emoción. Acepto cómo me siento. No lo catalogo como algo negativo, ¡mucho menos como algo terrible!, sino como un fenómeno natural que cualquiera podría sentir. Y esa aceptación es el paso inicial que me permite aplicar la inteligencia emocional: el arte de comprender, expresar y regular nuestras emociones, es decir, de dominar la emoción, sin la necesidad de reprimirla o huir de ella ni de liberarla de manera abusiva. Cuando acepto cómo me siento, sobre todo, cuando acepto que me siento mal, sin culparme ni compadecerme por ello, se abre un canal de conexión con la emoción que me permite comprender mi sentir, expresarlo de manera adecuada, y transformarlo, cuando me vea capacitado para ello (ya que a veces hay que darse tiempo, por supuesto).


No niegues tus emociones, ni las endioses al darles todo el control. Acéptalas, ya que esa aceptación será clave para aprender a convivir con ellas de manera amable, sana y productiva.


Este sábado 19 de septiembre hago en Málaga un Taller de Inteligencia Emocional, en el que aprenderemos más cositas para relacionarnos mejor con nuestro Universo Emocional. Si estás por allí, ¡te espero!


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


Y, como siempre, recibe este abrazo, ¡cargado de emociones! 




jueves, 10 de septiembre de 2020

¿POR QUÉ ELLAS NO PUEDEN TIRARSE PEDOS Y ELLOS LLORAR?



En cierta ocasión comentaba que, sobregeneralizando, la vanidad masculina y femenina son diferentes, porque a los hombres se nos ha educado desde niños para competir y ganar y a la mujeres para gustar. Por eso a muchos de nosotros nos encanta fanfarronear tanto y a muchas de vosotras lucir.


Y, aunque, cuidado, la vanidad, ya sea femenina o masculina o viceversa, puede tener consecuencias negativas (de las que hablo en este post), no es ni de lejos la secuela psicológica más grave de las diferencias en los estilos de crianza aplicados para niños y niñas. Depresión, ansiedad, enfermedades cardiovasculares y cáncer están relacionados con la personalidad (conjunto recurrente de pensamientos y conductas del sujeto) y esta se forma a partir de nuestros modelos de educación.


Así:


- Ellas han sido educadas en el paradigma "no parecer inapropiada". Que sea femenina, prevenida, cauta, no dé la nota... La corrección, culturalmente, es más importante en ellas que en ellos, a los que se les permite más saltarse las reglas. Entonces, la niña crece en un mundo en el que el qué dirán es muy importante. El perfeccionismo se vuelve un recurso para sobrevivir. Pero, claro, en realidad, a causa del mismo, las mujeres se provocan mucha ansiedad (estado de alerta constante) y no menos frustración y culpa al no alcanzar el ideal (irreal), desembocando todo esto, no pocas veces, en estados de depresión.


- Ellos han sido educados en el paradigma de "no parecer débil". Se nos enseña a competir, a ganar, a ser los mejores. ¿Y cómo voy a ser el mejor si soy débil? Por tanto, debo ser fuerte, duro, irrompible, y no mostrar nunca mis sentimientos, o mejor aún, no tenerlos. Las mujeres tienen mucha más inteligencia emocional que los hombres; nosotros ninguna. Así que como no sabemos expresar ni manejar nuestras propias emociones, o bien las reprimimos (mal asunto, porque todo lo que se guarda, se queda dentro), o bien las evadimos con métodos no muy saludables: comer en exceso, adicciones a sustancias... Y seguramente, sin excluir el importante peso que tienen otros factores, como los biológicos, todo aquello tiene su influencia en la explicación del porqué los hombres sufren más enfermedades cardíacas y cancerígenas


¿Cómo podemos ayudar a que las mujeres sufran menos ansiedad y depresión y los hombres menos infartos y cáncer? Tras lo leído, la respuesta es obvia: cambiando cómo los educamos. Diciéndole a una niña que no pasa nada si a veces se equivoca, que no tiene que ser una princesita Disney, y brindándole más amor incondicional. Y diciéndole a los niños que no hay que ganar siempre, que a veces podemos mostrar debilidad y que atrevernos a hacerlo es una señal de fortaleza y... brindándoles más amor incondicional.


En definitiva, si criamos a nuestros niños fuera de un modelo que ensalza la apariencia, basado en lo que se espera que sean, y les dejamos más ser ellos mismos, seguramente vivirán más felices y quizá durante más tiempo.


Pero, en fin, cuestiona todo lo que digo, que la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en Málaga y online para el resto del mundo.


Y recibe, de manera incondicional, ¡este abrazo!