jueves, 17 de septiembre de 2020

TRES ESTILOS DE RELACIÓN CON NUESTRAS EMOCIONES


Nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.


Podemos hacer una clasificación de nuestra relación con los demás basada en nuestro estilo de afrontamiento de los problemas o conflictos: agresivo, asertivo o pasivo. 


A la hora de hablar de la relación con nosotros mismos, podemos distinguir tres niveles: pensamientos, emociones y el yo o identidad.


Y en cada uno de esos tres niveles podemos encontrar diferentes maneras de relacionarnos. Por ejemplo: podemos relacionarnos con nuestros pensamientos sobreidentificándonos con ellos, y entonces, cada idea que surja de nuestra mente tendrá una relevancia crucial, y su impacto emocional será mayor, de la misma manera que su influencia en nuestra conducta. O podemos no hacer tanto caso a ciertos "pensamientos tóxicos".


Con nuestro yo puedo relacionarme de una manera excesivamente exigente, de forma que no me permita ni el más mínimo fallo, o de una manera más compasiva.


Pero hoy me voy a centrar en tres estilos de relación que encuentro a la hora de conectar con nuestras emociones, refiriéndome sobre todo a aquellas emociones que podemos llamar duras, difíciles, incómodas o dolorosas (nunca malas o negativas):


1. La primera es la represión o evasión emocional. No me permito sentir. Sentir está mal. Bien porque me enseñaron eso de pequeño, bien porque tengo miedo a sentirme mal por experiencias muy dolorosas en el pasado, bien porque no quiero parecer débil... Los motivos pueden ser múltiples. Y, entonces, para no sentir, o bien guardo bajo una coraza de aparente invulnerabilidad ("nada me afecta") y/o huyo, evado mis emociones: a través de las drogas, del trabajo, del hedonismo constante. Las consecuencias son: estoy, paradójicamente, ensalzando el "sentirse mal", dándole un significado demasiado grotesco, y por otro lado estoy tapando, ya sea a través de la represión o evasión, tapo, parcheo... No resuelvo. Al revés, aquello que guardo o de lo que huyo tiende a hacerse más y más grande, hasta que un día estalla.


2. El segundo estilo de relación con nuestras emociones es dejarnos dominar por ellas. Es el opuesto del anterior. Siento la emoción con una intensidad tal que al final me domina, me sobrepasa y me bloquea. Si me siento triste, alimento mi tristeza a través de mis pensamientos negativo y me deprimo. Si siento miedo, ¡es terrible sentir miedo!, así que evito cualquier situación que me provoque esa sensación y me genero un trastorno de ansiedad. Si siento ira, ¿el autocontrol para qué?, dejo salir esa ira con toda su fuerza y sin medir las consecuencias. La emoción manda y yo soy un mero títere de ella.


Ninguno de esos dos estilos son buenos para relacionarnos con las emociones. El siguiente, aunque no perfecto (¿acaso existe la perfección?), sí lo es:


3. Aceptar la emoción. Acepto cómo me siento. No lo catalogo como algo negativo, ¡mucho menos como algo terrible!, sino como un fenómeno natural que cualquiera podría sentir. Y esa aceptación es el paso inicial que me permite aplicar la inteligencia emocional: el arte de comprender, expresar y regular nuestras emociones, es decir, de dominar la emoción, sin la necesidad de reprimirla o huir de ella ni de liberarla de manera abusiva. Cuando acepto cómo me siento, sobre todo, cuando acepto que me siento mal, sin culparme ni compadecerme por ello, se abre un canal de conexión con la emoción que me permite comprender mi sentir, expresarlo de manera adecuada, y transformarlo, cuando me vea capacitado para ello (ya que a veces hay que darse tiempo, por supuesto).


No niegues tus emociones, ni las endioses al darles todo el control. Acéptalas, ya que esa aceptación será clave para aprender a convivir con ellas de manera amable, sana y productiva.


Este sábado 19 de septiembre hago en Málaga un Taller de Inteligencia Emocional, en el que aprenderemos más cositas para relacionarnos mejor con nuestro Universo Emocional. Si estás por allí, ¡te espero!


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica consulta en Málaga y online para el resto del mundo.


Y, como siempre, recibe este abrazo, ¡cargado de emociones! 




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