miércoles, 25 de septiembre de 2019

CELOS: CÓMO SUPERAR LA CELOTIPIA

Más o menos una vez cada mes publico algunos de mis posts antiguos más leídos. Así, descanso un poco y recordamos ideas muy útiles a las que siempre viene bien hacer un repaso, porque en psicología tan importante es lo que conviene aprender, como desaprender, como recordar.

Esta semana, CELOS: CÓMO SUPERAR LA CELOTIPIA. Un post que escribí y publiqué en Mayo de 2015 y que nos ofrece algunas claves de por qué se desarrolla la celotipia (celos obsesivos) y qué podemos hacer para superarla.



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Los celos son una emoción, y como tal, son humanos, naturales, cualquiera puede sentir celos a lo largo de su vida.

El problema aparece cuando permitimos que las emociones gobiernen nuestra vida produciendo conductas disfuncionales, es decir, conductas que no son adaptativas, que no sirven, y que sólo generan malestar y conflictos.

En el caso de la pareja: peleas, invasión del espacio personal del otro, e incluso infidelidades. Porque, sí, los celos pueden acabar desencadenando la famosa profecía autocumplidacuando yo mismo provoco, de manera no consciente, aquel mal que tanto temo.

Y es cuando se dan este tipo de situaciones en la pareja que podemos hablar de celotipia: pasamos de la emoción a la obsesión, la creencia permanente de que mi pareja va a serme infiel, o dejarme por otra persona, o que otra persona llegará para quitármela.

Esa obsesión acaba en compulsión: una conducta repetitiva y dirigida a reducir la ansiedad que nos provoca la obsesión. Prohibir, restringir, controlar, espiar, etc. Conductas que, como digo, facilitan la aparición de la profecía autocumplida, ya que generan desgaste y animadversión, y se acaba buscando fuera la paz, el cariño y la libertad que no encontramos dentro.

La solución para superar esta problemática a nivel de pareja está clara: fomentar una relación basada en el respeto (respeto de un espacio compartido y un espacio personal y exclusivo), la confianza, la complicidad y la intimidad. Lo que son para mí "las cuatro patas de la mesa del amor".

Lo que sucede es que para un celotípico esto va a ser duro. Sobre todo por el tema de la confianza. Porque su celotipia se ha vuelto un rasgo de personalidad. Al celotípico no tienen por qué darles razones para manifestar celos, ya él o ella se ocupará de encontrarlas, dado su patrón caracteríctico o mapa mental, que determina a la postre cómo percibe, interpreta y afronta su realidad. 

Y este patrón, en la celotipia, se construye en base a dos pilares muy personales:

1. El sistema de creencias. Que puede estar muy distorsionado si es fruto de malos aprendizajes que han llevado a aceptar como ciertos falsos mitos: todos los hombres son iguales, las mujeres tienen que quedarse en casa... El primer ejemplo es una sobregeneralización, el segundo también y además una afirmación que proviene de la cultura más machista.

2. La autoestima. Porque la desconfianza que aparece en una relación puede muy bien ser fruto de la falta de confianza en uno mismo. Si no me valoro y encima me subestimo frente a los demás, fácilmente pensaré que mi pareja me dejará por otra persona y que tengo que poner los medios de "protección" necesarios para que eso no ocurra.

Por tanto, las soluciones para superar la celotipia pasan por hacer un trabajo con uno mismo, en el que un psicólogo puede ser una ayuda fundamental. Un trabajo para cuestionar la racionalidad, veracidad y utilidad de tus pensamientos, y conocer tus fortalezas y recursos personales y aprender a exprimirlas. Es difícil que una persona con un pensamiento libre de creencias erróneas y con una autoestima sana pueda sufrir de celotipia.

Pegar siempre te la pueden pegar, pero al menos no pongas tú las condiciones idóneas para que eso ocurra. Y si sucede, puedes interpretar ese suceso como una adversidad que te ayudará a crecer y a empezar una nueva etapa en tu vida, si así lo decides. No pienses que ha sido un "robo", porque ésa es otra de las creencias erróneas de los celotípicos: que el otro nos pertenece.

Nadie es de nadie. Una relación son personas que comparten un proyecto en común, no personas que se tienen.

O como dice Fito:

Me di cuenta tarde que te perdí,
por pensar que te tenía...


¡Un abrazo!

miércoles, 18 de septiembre de 2019

AHORA O NUNCA

Cuando abordamos el estudio de la conducta humana desde una perspectiva psicológica, hay un factor de predicción del comportamiento de las personas y que conocemos como contingencia.

Sabemos que las decisiones y acciones del ser humano están motivadas o bloqueadas por sistemas de recompensa y castigo: la recompensa refuerza una conducta mientras que el castigo tiende a reprimirla o erradicarla.

Sin embargo, para que ese sistema funcione, es necesario que las consecuencias de la respuesta sean consistentes en el tiempo (para que no concluyamos que el fruto de nuestras acciones ha sido producto del azar) y también contingentes: a una respuesta determinada le sigue una consecuencia más o menos inmediata.

Si la consecuencia es lejana en el tiempo, a las personas nos cuesta mucho más asociar aquella con nuestra conducta.

Y eso es lo que está pasando hoy, ayer y, como no hagamos algo ahora, mañana, con el cambio climático. Nos estamos cargando el planeta pero como no somos capaces de ver las consecuencias ya, no erradicamos nuestra conducta de autoaniquilación ni la transformamos por otro conjunto de comportamientos y hábitos que sean compatibles con la vida.

Porque, aunque ya se estén notando algunos efectos, tendemos al sesgo de disponibilidad, que en este caso implicaría subestimar las probabilidades sin tener en cuenta los verdaderos datos sobre cambio climático, porque la información más accesible (y que tiendo a pensar, equivocadamente, que es la más creíble) es la de nuestras personas más cercanas, y no la de los científicos. Así, como la gota fría, las inundaciones, las olas de calor, etc. ya las vivieron nuestros padres y abuelos, ¡tampoco está pasando nada del otro mundo!

Qué nos dice la ciencia: que el mundo se va directamente a la nada. Que en varias décadas el derretimiento de los polos y consiguiente aumento del nivel del mar, la desertización y los niveles de contaminación global van a hacer muy difícil la vida en este planeta, debido a los desplazamientos de población, la falta de recursos y las enfermedades. Y esto no lo van a vivir tus tataranietos. Esto lo van a vivir tus hijos.

No esperes a que las consecuencias se hagan reales. ¡Actúa ya! Desde este viernes 20 de septiembre al siguiente viernes 27 se van a realizar acciones en todo el mundo (en todo el mundo) promovidas por los jóvenes para exigir a los gobiernos medidas reales contra el cambo climático. Estas acciones van desde manifestaciones a huelgas generales. Dependiendo de la ciudad varía el día de la huelga: puedes seguir el calendario de acciones en tu ciudad clicando en este link

Yo haré mi huelga el 27 de septiembre en Málaga, no trabajaré ese día, mi consulta permanecerá cerrada, perderé dinero... pero merecerá la pena si ganamos vida para este planeta. ¡Ojalá! ¡Contribuye, haz que sea histórico! ¡Un abrazo! 

jueves, 12 de septiembre de 2019

¿TE PUEDES SENTIR BIEN CON INDEPENDENCIA DE TUS CIRCUNSTANCIAS?

La terapia cognitiva basa su teoría en la idea que no son los eventos los que generan nuestros estados emocionales, sino la manera de interpretarlos.

Muchos profesionales (y no tan profesionales) han aprovechado este dogma para postular que si cultivamos un pensamiento ecuánime (equilibrado; razonar con sensatez y lógica) es posible mantenerse imperturbable antes los diferentes acontecimientos de nuestra vida.

Díselo a unos padre que hayan perdido a su hijo, a una persona que lleve años sin trabajar y apenas pueda cubrir sus necesidades básicas o a alguien que sufra de dolores crónicos.

No podemos sentirnos siempre bien. No. Es imposible. Olvídalo. Y como no podemos, no debemos siquiera pretender sentirnos bien siempre, porque esa expectativa irreal hará entonces que me sienta muy frustrado y mal conmigo mismo ante una adversidad que me desestabilice emocionalmente. Cuando en realidad, es normal desestabilizarse ante los avatares de la vida.

De la misma manera, es imposible pensar de manera lógica, racional y con discernimiento, siempre. No somos robots carentes de pasiones y éstas nos llevan a veces a hacer interpretaciones erróneas y valoraciones exageradas de la realidad.

Pero podemos aprender a pensar mejor. Y eso nos va a ayudar a sentirnos mejor.

El arte de pensar bien es el arte de, a menudo, que no siempre, evitar caer en trampas mentales de todo tipo: creencias erróneas, pensamientos polarizados, sesgos cognitivos, pensamiento neurótico, rumiaciones, etc., y como contrapunto, generar pensamientos más acordes con la realidad y más favorables a nuestros intereses.

Esto no significa que si te pasa algo malo vayas a dejar de sentirte mal, simplemente significa que si te pasa algo malo vas a poder dejar de generar actividades mentales que agraven y alarguen tu malestar y sustituirlas por dinámicas de pensamiento que te ayuden a superar tu decaimiento e incluso a salir fortalecido por éste.

Por ejemplo, si te despiden y piensas que es lo peor que te había podido pasar, que eres un inútil y por tanto tú tienes la culpa y que seguro que no encuentras trabajo y te vas a morir de hambre, no te vas a sentir mal, te vas a sentir fatal. Sin embargo, si piensas que es una putada pero que no es el fin del mundo, que lo puedes superar con el cariño de tus seres queridos y que es momento de centrarse en las alternativas (búsqueda de nuevo empleo, reciclarse, emprender...), te vas a sentir mal. Pero seguramente menos y durante menos tiempo, y además te estarás dirigiendo hacia lo que puedes hacer (posibles ganancias) en lugar de hacia las pérdidas (el pasado que ya no se puede cambiar), por lo que aumentan las probabilidades de cambiar esa situación adversa.

Pensar bien es un arte. Y como todo arte, requiere de conocimiento, entrenamiento y práctica para su desarrollo. Por eso este sábado 14 de septiembre hago el nuevo Taller del Buen Pensar, para aprender a detectar y superar aquellas creencias limitantes y pensamientos negativos que nos amargan la existencia. Si estás en Málaga para la fecha, te espero, y si no, recibe como siempre ¡este abrazo!

lunes, 2 de septiembre de 2019

NOS HEMOS VUELTO VIGILANTES

¿Por qué nos cuesta tanto confiar en que las cosas irán bien?

Lo veo constantemente. En mis pacientes, en mis familiares y amigos, en mí mismo. Parecería que el estado natural de las personas es el estado de alerta: mantenerse en tensión, al acecho. Vigilantes.

Y preocuparse es vigilar.

¿Por qué? Ese estado es patológico, es insano, es... Una putada. No ganamos nada de nada de nada preocupándonos. Es un autoengaño: preocupándome no hago nada por que las cosas vayan bien o por evitar que vayan mal. Preocupándome lo único que consigo es ponerme mal yo.

Y la mayoría de nosotros ya sabemos esto y, aún así, seguimos preocupándonos y preocupándonos. 

¿Por qué?

Creo que es porque nos hemos vuelto adictos al confort. Somos dependientes del confort y, por ello, tratamos de evitar a toda costa:

- Las incomodidades.

- Los problemas.

- Los conflictos.

- Las malas noticias e imprevistos.

- El... El dolor, al fin y al cabo.

Mediante el estado de alerta en el que me sumerjo a través de preocuparme y preocuparme y preocuparme, me genero la ilusión de que estoy vigilante, al acecho, controlando algo que en realidad no controlo porque: ¡por más que quieras evitarlo, la vida son problemas, conflictos y dolor!

Entonces, por ende, si nos relajamos, ¡no estresamos! Porque pensamos que no deberíamos hacerlo, que si me relajo no estoy haciendo lo suficiente por mantener el confort en mi vida y evitar el displacer. ¡Maldito hedonismo!

Las rumiaciones y preocupaciones me tensan. Pero si me relajo, ¡también me tenso porque pienso que debería estar rumiando y preocupándome! Pienso que debo estar vigilante, para no estar mal; pero estar vigilante, me pone mal.

Vaya círculo vicioso de mierda.

¿Cómo salimos de él? No soy quién para dar respuestas definitivas, pero pienso que ayudaría bastante hacer un ejercicio de interiorización a través del cual, cada día, cada puto día, en serio, nos comprometamos con nosotros mismos a renunciar al confort absoluto y al control total para mantener aquél. Renunciar a que las cosas vayan bien siempre. Dejar entrar en nuestra vida todo tipo de incomodidades que son, la gran mayoría de ellas, completamente llevaderas y superables. 

Escribir un Manifesto de Renuncia puede ser de gran ayuda en este sentido. "Yo Fulanito o Fulanita de Tal me comprometo a..." Y leerlo todos los días.

Te aseguro que con este método... ¡no dejarás de preocuparte, ni de coña! Pero puede (puede) que te ayude a:

1. Darte cuenta de que estás en alerta.

2. Relajarte. Es decir, desactivar ese estado de alerta.

3. Dirigir tu actividad mental hacia otras cosas más agradables y productivas que el maldito control.

Te deseo, de verdad y de corazón, mucho descontrol y caos en tu vida. Abre los brazos para recibirlos y para que te pueda dar yo ¡este abrazo!