jueves, 19 de diciembre de 2019

LO MEJOR DEL 2019 (I)

Como cada año, un repaso en tres partes a lo mejor que he publicado en Redes Sociales sobre psicología y crecimiento personal. Un 2019 cargado de aprendizajes que quiero compartir contigo ahora... ¡y ojalá que por muchos años más!



"La felicidad depende del sentido que le damos a la vida". Genial conferencia sobre psicología y bienestar, imprescindible.


#Stopbullying






Víctor Kúppers: "para salir de los bucles de negatividad y dramatización, pregúntate: ¿a mí qué me está quitando la alegría ahora? Quizá te des cuenta de que tu alegría es mucho más importante que ese problema sobre el que no paras de dar vueltas y vueltas."


El silencio reduce la tensión y el estrés y renueva nuestros recursos cognitivos.





Dar nos hace felices. Pero importa mucho el cómo lo hacemos y cómo lo pensamos. Imprescindible ver este vídeo; de esas cosas que pueden cambiarte la vida. En la ruedecita de configuración puedes poner los subtítulos en español.


Los garbanzos producen serotonina, la hormona de la felicidad, lo mismo que los antidepresivos como el Prozac.




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jueves, 12 de diciembre de 2019

¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO AYUDAR?

Se acerca la época navideña (si es que no estamos ya de lleno sumergido en ella) y además de ser temporada en la que comemos y bebemos más, compramos seguramente demasiado y estamos más ratos con los seres queridos (y los no queridos), también es un tiempo que suele despertar conductas de generosidad, bondad y solidaridad.

La pregunta que podríamos hacernos, entonces, es: ¿¿¿por qué el resto del año somos unos putos egoístas???

No es verdad. Es coña. Hay muchísima gente que es generosa y solidaria por su forma de ser y no por la época del año. Pero lo que sí es cierto es que hay numerosos estudios que evidencian que las actitudes y comportamientos altruistas provocan un impacto positivo en nuestra salud física, mental y emocional, porque facilitan la liberación de hormonas relacionadas con estados placenteros y relajantes. Y sin embargo, somos mucho más resistentes a manifestar este tipo de conductas que otras que están más dirigidas a nosotros mismos, ya sean grupales, como salir de fiesta o practicar sexo, ya sean individuales, como quedarse en casa viendo series y pelis.

¿Por qué, en general, nos cuesta tanto ayudar, si al ayudar nos sentimos bien y además es saludable?

La respuesta está de nuevo, creo, en la famosa ley de la contingencia. Cuando tienes sexo o ves una serie, la recompensa es más o menos inmediata, y no está precedida por un periodo de esfuerzo previo que puede ser percibido como incómodo o desagradable (estrés). Sin embargo, realizar acciones altruistas como acompañar a un anciano, cocinar en un comedor social o plantar árboles, pueden no sentirse como agradables por sí mismas durante el periodo de ejecución y la recompensa es percibida a posteriori.

Y nuestro sistema nervioso, que es la compleja red de células que llevan mensajes al cerebro que se traducen en las respuestas que emitimos, funciona a través de una estructura de recompensa y castigo, buscando placer y evitando el displacer.

Pero nosotros somos más que seres que responden automáticamente a los estímulos que recibimos en función del impacto químico que generan en nuestro sistema nervioso. Porque gracias a la mente y nuestros pensamientos, somos capaces de interpretar y valorar la información que percibimos. Y de darle un sentido, un significado para nosotros.

Y es en este punto cuando habría que distinguir entre placer y... felicidad. Para sentir placer no necesitamos darle un significado al placer. Un sabroso plato de comida no necesita tener ningún significado para darme placer. Sin embargo, si soy yo quien, con paciencia y dedicación, elabora ese sabroso plato de comida y, además, lo comparto con mis seres queridos y sé que les estoy haciendo sentir bien gracias a mi esfuerzo, puede que sienta placer, pero voy a sentir algo más que eso.

De la misma manera, practicar sexo ocasional con una persona que me atrae pero con la que no comparto nada más, puede ser enormemente placentero. Hacerlo con alguien a quien también amo y con quien comparto mi vida, además de placer, me puede hacer sentir amor y, por todo el significado que le damos al amor, felicidad.

La felicidad aporta una sensación mucho más compleja e intelectualizada que el placer. El placer es muy básico, muy primario. Sin embargo, la felicidad se relaciona otros sentimientos: satisfacción, plenitud, orgullo, gratitud, conexión, paz... Porque no depende de la experiencia de placer sino del significado que le damos a la experiencia.

Y, por supuesto, ayudar a otros, en cualquier época del año, nos puede reportar mucha felicidad. Quizá no sea placentero, puede incluso que sea todo lo contrario: desagradable, incómodo, molesto, sacrificado... Y todo ese displacer supone una barrera para alcanzar la felicidad. Pero gracias a nuestra mente, gracias a la consciencia, podemos superar esa barrera si pensamos en lo que se esconde detrás de la misma: felicidad, un sentimiento mucho más profundo y rebosante que el mero placer.

Así que, sí, ayudar nos cuesta... pero merece muchísimo la pena.

Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca un poco más a la verdad.

Si te gustó este post, no te lo quedes solo para ti, ¡sé solidario y compártelo!

Y recibe, como siempre, un abrazo.

martes, 3 de diciembre de 2019

PÉRDIDAS Y GANANCIAS

Suelo decir que la vida es un carrusel de pérdidas y ganancias.

Así, ya sea por nuestras propias decisiones y acciones, ya sea por las de otros, ya sea por el propio curso de la vida, vamos a perder.

Vamos a perder cosas, vamos a perder personas, vamos a perder expectativas que nunca llegaran a cumplirse.

Tú vas a perder mucho de lo que tienes hoy y que te hace sentir feliz.

Puede parecer un panorama desolador, pero no lo es. Es la vida. Porque la vida implica cambio. Y el cambio implica pérdidas.

Y también ganancias.

Entonces, muchas veces, por miedo a perder no disfrutamos lo que tenemos, porque vivimos en un estado de tensión constante. En otras ocasiones ni siquiera somos felices con lo que tenemos pero como es lo que conocemos, nos aferramos a ello, por miedo a lo desconocido.

Las pérdidas suelen ser dolorosas. El cambio también, porque requiere procesos de adaptación donde imperan la frustración, las inseguridades y la incertidumbre.

Sin embargo, todo eso no se puede evitar, y por tanto no se trata de vivir tratando de evitarlo a toda costa. Eso es vivir instalado en el miedo al cambio y a la pérdida.

Creo que se trata de arriesgar, tomar decisiones, equivocarte, tratar de aprender de tus errores, volver a equivocarte, porque volverás a equivocarte (y mucho: hace poco le dije a un amigo que soy una persona que se equivoca mucho porque tengo mucho que aprender), aceptar las pérdidas y aprovechar las ganancias.

¿Y eso cómo se hace, maldita sea?

No lo sé (tengo mucho que aprender) pero creo que la clave está en tus pensamientos y emociones.

No es que no haya que sentir dolor o miedo cuando necesitas sentirlo. Permítete sentir esas emociones. Y en algún momento, decide sentir algo distinto.

Decido dejar de estar instalado en el dolor por la pérdida a través de la queja, de la lamentación, de la recreación del pasado, del rencor... y decido expresar mi gratitud por lo bueno vivido, porque si lo perdí significa que un día lo tuve, y doy gracias por ello y por el aprendizaje que posiblemente haya dejado en mi historia de crecimiento personal.

Decido dejar de estar sumergido en mis miedos a perder y en mis inseguridades producto de mis pensamientos negativos anticipatorios y mi negación de la transitoriedad de todo lo que existe, y decido afrontar con ilusión, esperanza, optimismo, paciencia y entereza los nuevos vientos de cambio que seguramente traerán otras cosas y personas a mi vida, distintas a las de antes, pero también bonitas y enriquecedoras. Quizá más. Quizá mucho más.

Decido dejar de culparme a través de mis pensamientos de automachaque por las decisiones (buenas o malas o mejores o peores) que conllevaron pérdidas, y decido aceptar que soy un ser humano que se equivoca y que... tiene mucho que aprender.

Y te aseguro que estas decisiones no harán (te lo aseguro, ¡carajo!) que dejes de sentir dolor o de sentir miedo. No. Ni de coña.

Pero ya no será solo dolor, no será solo miedo. También habrá gratitud, ilusión, esperanza...

Porque la clave no está en dejar de sentir emociones incómodas, sino en dejar hueco también a otras más agradables.

La clave no está en vivir con miedo a perder o aferrado a la pérdida, sino en seguir buscando las ganancias.

Somos buscadores con mucho que perder, que ganar y que aprender en esta búsqueda interminable y tan hermosa.

Aunque a veces duela.

Merece la pena.

Cuestiona siempre lo que escribo, que la duda nos acerca más a la verdad.

Si te gustó este post que hoy me salió muy de dentro, comparte por favor, no te lo quedes solo para ti.

Y recibe como siempre, en forma de ganancia, ¡este abrazo!