También, si lo prefieres, puedes verla y oírla en este vídeo. Viene a ser lo mismo pero con mi careto:
No mires arriba narra la historia de unos científicos que descubren que un cometa se va a estrellar contra La Tierra y, si no se impide que pase, se la va a cargar. A partir de aquí, empieza toda una odisea por parte de los científicos para que la comunidad (políticos, medios de comunicación, la sociedad) les tomen en serio y hagan algo, de manera urgente y contundente, para evitar el desastre... lo cual no ocurre y, finalmente, el mundo se va a la mierda. Es una clara alegoría a lo que ya está pasando (no a lo que va a pasar, a lo que ya está pasando) con el cambio climático. Pero Don´t look up es lo suficientemente inteligente como para ofrecer muchas más lecturas. Y una de ellas es la emocional: un tema que toca el filme es el de la extendida y creciente narcotización de las emociones que impera en nuestra sociedad de hoy día.
Durante el desarrollo de la historia, Kate Dibiasky, la científica que descubre el cometa (excelentemente interpretada por Jennifer Lawrence), llega a ser tildada como "loca" o persona desequilibrada, e incluso se burlan de sus supuestos trastornos mentales a través de las Redes Sociales, cuando ella en televisión muestra su miedo, su pánico, porque el mundo va a ser destruido. Es, con diferencia, la más cuerda de todos. Pero en un mundo de locos, el más cuerdo es quien parece el más loco. A lo largo de la película, vemos a Kate llorar, entrar en pánico, tener ataques de ira e incluso cometer un acto tan impulsivo como el de comprometerse con su nuevo novio, a pesar de que el mundo se va a ir al puto carajo. Es lo normal... si corres el peligro de morirte tú y todo lo que conoces, ¿¿¿o no???
Vivimos en un mundo en el que no queremos problemas. Porque los problemas nos provocan desequilibrios emocionales, malestar, dolor, a veces sufrimiento intenso y prolongado, y eso no es nada cool en el mundo tan cool en el que vivimos. Es mejor mirar hacia otro lado (en lugar de mirar arriba, en el caso de la película, es decir, enfrentar directamente el problema de cara) o mantener siempre la calma, como hace el personaje de Mark Rylance, un empresario a lo Bill Gates, lleno de paz y amor (y una mierda para él... para los dos).
Tenemos un apego desmedido a seguir viviendo muy cómodos en nuestra burbuja de entretenimiento y prosperidad económica, pase lo que pase (incluso cuando el mundo se va a ir a tomar por culo). Pero por mucho Instagram, por mucho Netflix, por mucho dinero o pertenencias que se posean, la vida son problemas. Problemas para afrontar y no para esconder la cabeza. Y ese afrontamiento implica dolor. Y no está mal sentirlo, y no está mal expresarlo, y no está mal llorarlo o gritarlo o golpearlo con un puño sobre la mesa. Sin embargo, lo que sí puede tener consecuencias dramáticas, incluso trágicas, para cada persona, es ocultarlo, evitarlo e ignorarlo.
No os digo ya para la sociedad.
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Si quieres, puedes hacerte con mi libro La Dictadura de la Felicidad, que, como ya imaginarás por su título, trata, de una manera más extensa y profunda, el tema de la narcotización de las emociones.
Y espero que hayas empezado muy bien el 2022 y que vaya a mejor. ¡Un abrazo!
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