martes, 26 de septiembre de 2023

EL SISTEMA ES MALO PARA LA SALUD MENTAL

Esto se tenía que decir y se dijo. ¿Qué hay detrás de tanto incremento de los trastornos de ansiedad y depresión, de la toma de psicofármacos y de los suicidios? ¿Las secuelas del Covid? ¿La generación de cristal? ¿Las RRSS? No. Todos ellos son factores influyentes pero no determinantes. Si cada vez estamos peor mental y emocionalmente es por nuestro estilo de vida. Y nuestro estilo de vida está marcado por el modelo socio-económico y político en el que se enmarca nuestra vida. Y este modelo tiene nombre: se llama neoliberalismo.


El neoliberalismo es una doctrina económica que surgió en los 80´s de la mano de los gobiernos de Reagan y Thatcher y se difundió por el mundo occidental (y no occidental), siendo hoy el modelo económico más instaurado globalmente. Consiste en liberalizar los mercados, otorgando a las entidades organizacionales (bancos y empresas) una libertad casi absoluta para autorregularse, con la idea de flexibilizar las relaciones económicas y laborales al máximo y así potenciar el crecimiento económico. Y de alguna manera, se ha conseguido. Hoy tenemos más trabajo y mejor estatus socio-económico que antes. Sin embargo… 


Sin embargo, no se ha hecho de manera igualitaria, ya que la desigualdad ha crecido, hay más gente que no llega, que queda apartada, y la clase media trabajadora está menguando (cada vez son más los que tienen ingresos insuficientes conforme al nivel de vida). Esto se ve sobre todo cuando consultamos los datos macroeconómicos y observamos que la productividad ha crecido en las últimas décadas muy por encima de los salarios y que la riqueza se está concentrando cada vez más en manos de unos pocos; es decir, el rendimiento de nuestro esfuerzo, más que para servir para la mejora de nuestra calidad de vida, está sirviendo para engordar las cuentas corrientes de cuatro listos. 


Por otro lado, que la economía haya mejorado no implica que nuestra calidad de vida lo haya hecho. Hoy es más difícil vivir medianamente bien que hace tres o cuatro décadas. Antes no podíamos acceder a tantos objetos de consumo como ahora (a tantas falsas necesidades), pero una sola persona con un sueldo podía sustentar a toda su familia y terminar de pagar la vivienda relativamente pronto (y acceder con ello a comprarse una segunda vivienda); hoy, salimos mucho más tarde de casa de nuestros padres, nos casamos más tarde (quien se casa), tenemos hijos más tarde (quien los tiene), y una pareja, trabajando los dos, se las ve negras para llegar a fin de mes. 


Por otra parte, la supuestamente positiva flexibilización del mercado laboral ha complicado mucho las cosas para los trabajadores: antes te sacabas una carrera o aprendías un oficio y tenías un trabajo estable para toda la vida con un sueldo más o menos normalito dependiendo del caso; hoy, hay que estudiar una carrera u oficio, especializarse, aprender idiomas y ofimática, reciclarse continuamente, adaptarse a cambios organizacionales que suponen una difícil compatibilización con la vida familiar y personal… De hecho, dado que los datos indican que los trastornos de salud mental han aumentado, podríamos preguntarnos si hemos rebasado la capacidad del ser humano. Es decir, como poder, parece que podemos afrontar todos los cambios y demandas del entorno laboral, porque lo estamos haciendo, y contribuyendo con ello a la buena marcha de la economía (sobre todo, como he explicado antes, a la economía de unos pocos), pero, parece ser que estamos siendo capaces a costa de nuestra salud, por lo tanto, ¿somos capaces en realidad de vivir como estamos viviendo bajo el modelo neoliberal? 


Y eso por no hablar de la incertidumbre económica, consecuencia de esa flexibilización del mercado laboral. A lo que habría que añadir un nuevo tipo de estrés: el estrés económico, consecuencia directa del crecimiento económico, que provoca un aumento de los precios que hace que cada vez sea más difícil acceder a recursos que antes sí eran bastante más asequibles, siendo muchos de ellos recursos básicos (vivienda, luz, gasolina, salud, educación). Tal es así que incluso podríamos hablar también de un nuevo tipo de explotación: la explotación económica. 


Por último, el neoliberalismo, con su mantra de si te esfuerzas lo suficiente obtendrás lo que quieres (es decir, que si te va mal es que no te has esforzado lo suficiente y es tu problema y nadie se tiene por qué responsabilizar), obvia dos realidades: la primera, que no todos partimos con las mismas oportunidades ni nos enfrentamos a las mismas dificultades; y la segunda, la condición vulnerable del ser humano, que por muy bueno que sea y muy bien que haga las cosas, en cualquier momento de su vida puede fallar, fracasar y necesitar ayuda. La consecuencia de esta ideología es una desprotección creciente en las personas, que conlleva una sensación de desamparo perfectamente compatible con estados de depresión y ansiedad.


Como para no volverse chalao, vaya. Total, que si queremos empezar a priorizar de verdad nuestra salud integral, incluida en ella, por supuesto, la salud mental, parece ser que no va a ser suficiente con hacer más ejercicio, alimentarnos mejor e ir al psicólogo, sino que vamos a tener que empezar a hablar de un cambio de modelo socio-económico y político que deje de favorecer tanto a tan pocos y ponga el énfasis en la felicidad de todos.


El neoliberalismo es malo para la salud. El neoliberalismo mata. Matémosle nosotros a él antes.


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


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