martes, 17 de septiembre de 2024

LA SOLEDAD NO DESEADA

La soledad puede ser una buena compañera. Hay veces que deseamos estar solos. Nos sentimos abrumados por la compañía continua o el ruido de las gentes, y la soledad nos ofrece un descanso, un refugio en el que sentirnos aliviados con nuestra propia compañía.


Sin embargo, en algunos casos, la soledad no es deseada, y puede ser fuente de sufrimiento, de desasosiego. Uno echa en falta algo, o a alguien, y ese sentimiento de carencia la hace notarse incompleto, falto, puede que hasta vacío. Es entonces cuando la soledad viene acompañada de otros sentimientos cuya presencia suele atormentarnos, tales como la tristeza, la angustia, o el desamparo.


Y no son pocos estos casos. He aquí algunos datos sobre la soledad en España, provenientes de un barómetro realizado en 2024 por Once y Axa para el Observatorio Estatal de la soledad no deseada:


- Una persona de cada cinco (20%) sufre soledad no deseada en España.

- Dos de cada tres personas (67,7%) que sufren soledad llevan en esta situación más de 2 años.

- De las personas que actualmente no se sienten solas, más de una de cada tres (36,6%) tuvo una etapa en la que se sintió bastante o muy sola.

- La soledad no deseada es algo más frecuente entre mujeres (21,8%) que entre hombres (18%).

- La soledad no deseada está especialmente extendida entre la juventud (34,6% entre los 18 y 24 años).


Del mismo estudio, se desprenden la siguiente relación entre la soledad no deseada y otros factores clave:


- Las relaciones sociales online son más frecuentes entre las personas que sufren soledad que entre las que no sufren soledad.

- La soledad está inversamente relacionada con el nivel educativo.

- Mayor prevalencia en desempleados, hogares con dificultad para llegar a fin de mes, personas nacidas en el extranjero y colectivo LGTBIQ+.

- La mitad de las personas con problemas de salud mental sufren soledad no deseada.


De todo esto, podemos extraer una conclusión, y es que la soledad no deseada es una problemática social, ya que afecta a un número importante de personas dentro de la sociedad. Por tanto, tendría que atajarse esta problemática desde una posición política, para generar recursos que ayuden a paliar los efectos negativos de la soledad no deseada.


Llegados a este punto, podríamos preguntarnos si merece la pena. ¿Son tan graves los efectos de esta soledad no deseada? ¿O es que nos hemos vuelto más blandengues? Después de todo, la soledad no está tan mal. Seguro que muchos de los que me leéis mataríais por tener más momentos solo con vosotros mismos.


Ya, pero es que la soledad no deseada no es eso. No es una soledad elegida, buscada. Es impuesta. A veces por factores ambientales (ejemplo: personas que han emigrado a causa de la pobreza o la guerra), a veces por factores vitales (las personas que formaban parte de nuestro círculo social han fallecido o viven lejos), a veces por factores sociales y culturales (la intolerancia a la diferencia, el egoísmo, los criterios de popularidad de cada cultura...). El caso es que el ser humano es un ser social, necesitamos a la tribu, gracias al grupo encontramos apoyo, refugio, y es fácil cuando uno no tiene una red de apoyo, sentirse muy vulnerable, desprotegido, y que esto dé lugar a trastornos de depresión y de ansiedad, y de no tratarse los mismos, en el peor de los casos, llegar a una aceleración del envejecimiento y de la muerte natural, o incluso al suicidio.


Hay esperanza. Cada vez hay más personas conscientes de esta problemática y que se han asociado para hacer voluntariado y dar apoyo a las personas que se sientes solas. Existen espacios donde estas personas pueden acudir, y en el caso de los ancianos, hay jóvenes que van a hacerles compañía a cambio de una habitación en la que dormir o, simplemente, a cambio de nada (o de la propia compañía del anciano, que no es poco). También se ha puesto en marcha la iniciativa del cohousing, que son espacios cooperativos en los que las personas se agrupan para envejecer juntos de manera activa y costeando entre todos unos servicios para la comunidad, aunque esta última idea, de momento, solo es accesible para algunos bolsillos. Pero, bueno, se están haciendo cosas. Aunque, insisto, el problema es lo suficientemente grave como para que lo atajemos entre todos, a nivel político, o dicho de otra manera, desde lo público, costeándolo con nuestros impuestos. Ya que nadie está a salvo de verse solo en algún momento de su vida y que esto le acarree serios problemas a su salud.


Mientras se hace más y mejor, qué puede hacer un psicólogo como yo para aportar su granito de arena frente a esta problemática de la soledad no deseada. Dar algunos consejos para ayudaros a manejar los sentimientos de soledad y desamparo:


- En primer lugar, acepta tus emociones incómodas. No nos gusta sentirnos solos si percibimos que es de manera forzada y excesivamente prolongada. Pero no siempre nos podemos sentir bien, ni la vida es igual en todos los momentos de la misma. Es normal sentirse más acompañado a veces y más solo en otras ocasiones. Todo cambio nace de la aceptación. Si aceptas que te sientes mal, pero que ese malestar también forma parte de la vida, podrás centrarte en hacer algo que te dé alivio o que te saque del lugar en el que te encuentras.


- Trata de verle beneficios a tu soledad. Hay mucha gente que se queja de que nunca tiene tiempo para uno mismo. El estar solo, aunque no sea lo que quieres, aunque prefieras cambiar tu estado, puede ser una oportunidad para conocerte mejor, para reflexionar y encontrarle un nuevo sentido a tu vida, o para dedicarte a hacer cosas que antes no podías hacer y que ahora la soledad te concede el privilegio de realizar.


- Después de todo, nuestro sufrimiento depende, en buena parte, del valor que le damos a cada situación que estemos viviendo. Solo en buena parte. No caigamos en el positivismo ingenuo. Es decir, si tienes soledad no deseada, es normal que te sientas mal y quieras cambiar tu situación. Y es bueno que hagas algo por lograrlo. Pero, mientras lo consigues, trata de no caer en el drama, en el victimismo o en la culpa. Suficientemente difícil es para ti tener que afrontar el sentimiento de soledad o de desamparo como para, encima, echar más leña a la hoguera. La soledad puede ser buena y mala, tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero cuando es no deseada, la verdad es que no la queremos. Vale, pero no la demonices, o te costará aún más lidiar con ella.


- Trabajemos entre todos por generar un estilo de vida y de relaciones interpersonales de más calidad, ya que uno de los motivos que nos llevan a sentirnos desconectados, aislados, solos, al fin y al cabo, es la sociedad hiperindividualista en la que vivimos. Por tanto, si todos aportamos nuestro granito de arena para hacer de la colectividad un lugar en el que asociarnos más, cooperar y colaborar más, y tener relaciones más significativas y de apoyo mutuo, los sentimientos de desamparo y de soledad se reducirán.


- Y, por último, pide ayuda. Si te sientes solo y te está costando lidiar con ello, puedes necesitar la ayuda de un profesional o de una entidad que te algún tipo de apoyo que te sirva para salir de ese estado en el que te encuentras. Nos han repetido tantas veces la frase "Tú puedes", "Tú puedes", que a veces se nos olvida que...


... solos no podemos.


Este jueves estaré en el Espacio Caser de Málaga (Avenida Andalucía 9), haciendo la charla-taller "Sociedad-Soledad", en la que hablaré de la soledad como algo más global, no únicamente centrado en la soledad no deseada. Haremos algunas dinámicas participativas y daré más claves para lidiar con los sentimientos de soledad y desamparo. Es gratuita y puedes inscribirte aquí: https://www.caser.es/conocenos/espacio-caser/sociedad-soledad-convivir-con-el-silencio Espero verte por allí.


Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, comenta y comparte, no te lo quedes solo para ti, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros.


¡Y recibe este abrazo! 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

CULTIVAR LA LIGEREZA

 Ya estoy de vuelta de las vacaciones.


Y sin síndrome post vacacional. Es decir, echo de menos las largas horas de sueño, las tardes en la playita, el vivir sin horarios, me ha costado volver a la rutina, a veces me invaden deseos de matar a mi jefe (y eso que soy autónomo, fíjate). Si tú te acabas de incorporar de tus vacaciones y te sientes igual, alégrate, no tienes el síndrome post vacacional. Los del síndrome post vacacional son los que han retomado su trabajo con energía, ilusión, motivación... esos son los raritos. ;)


Fuera bromas (¿lo era realmente?), hoy te escribo un post para contarte una de las cosas que me marqué como propósito en estas vacaciones y que creo que he hecho medio bien, y que puede ser un excelente hábito para el cuidado de nuestro bienestar. Cultivar la ligereza.


Normalmente, fuera de las vacaciones (o incluso en ellas), nos dejamos llevar por la vorágine del estrés. Las tareas, las obligaciones, las responsabilidades, multitud de "tengo que" rondado continuamente por mi cabeza. Y saltamos de un "tengo que" a otro sin pausa ni descanso.


A veces, con pacientes que se me quejan de esto, trabajamos la gestión del tiempo. Intento ayudarles a planificarse mejor para encajar en sus rutinas momentos para el reposo y el ocio. Pero, en otras ocasiones, me encuentro con pacientes que no pueden manejar mejor su tiempo porque todo lo que tienen que hacer lo tienen que hacer y punto. No disponen de flexibilidad para posponer asuntos ni cuentan con ayuda para delegar, y sus obligaciones son lo suficientemente importantes como para tener que hacerlas de forma urgente y necesaria.


Imagina una madre soltera trabajadora que también tiene que ayudar a sus padres dependientes. O a un autónomo que tiene que trabajar de sol a sombra para mantener su negocio y solo dispone de la noche y los fines de semana para hacer ciertas tareas extra laborales. Y yo ahí, diciéndoles "Quítate cargas, ocúpate más de ti".


Eso ya lo saben ellos. Eso quisieran. Pero no pueden. Y si les decimos que hagan algo que no pueden, se van a frustrar y se van a sentir peor consigo mismo.


Pero, lo que sí pueden hacer es tomarse las cosas con mayor ligereza. Los "tengo que", es decir, las tareas que no dejamos de recordarnos que debemos hacer, suelen tener dos socios que aumentan nuestro estrés, y son el socio de la presión ("Tienes que hacerlo, que no se te olvide, tienes que mantenerte en alerta") y el socio de la prisa ("Hazlo rápido porque si no, no te va a dar tiempo a hacer el próximo "tengo que"").


Estos dos socios hacen que a la tensión que ya nos evoca la tarea por sí misma, sumemos la tensión implícita de estos dos elementos. Hacemos las cosas presionados, como si no hacerlas fuera una cuestión de vida o muerte, y las hacemos de manera acelerada, no hemos terminado de hacer una cuando ya estamos pensando en la siguiente. Nuestro cortisol se dispara, la ansiedad hace acto de presencia, la fatiga y el malestar emocional no tardarán en aparecer.


¿Tienes muchas cosas que hacer y la mayoría de ellas, si no todas, hay que hacerlas sí o sí y no las puedes posponer ni delegar? Vale. Pero hazlas con ligereza. Es decir, quítate presión, no te aceleres, no anticipes lo que viene luego y que quizá no te dé tiempo a hacer, solo concéntrate en lo que estás haciendo y hazlo lo mejor que sepas y puedas, que nunca, en ningún caso, será perfecto.


La presión que nos metemos (o que nos meten), nos autoboicotea, nos ponemos más nerviosos y hacemos peor las cosas y luego tardamos más tiempo en enmendarlas.


Las prisas son malas consejeras. El dicho "Vísteme despacio que tengo prisa" es una verdad como una catedral de grande. A veces, menos es más, y más lento es mejor, porque al no actuar de manera atropellada, rendimos de forma más eficaz.


Un amigo mío dice que una vez se encontró a uno de pueblo (en concreto de Coín, pueblo de Málaga, y todo el mundo sabe que los coinos son las personas más sabias del mundo, así como la gente de pueblo en general), y este, al ver que estaba estresado, le dijo "Primero uno, luego dos". Es decir, ahora ocúpate solo de una cosa, de lo que estés haciendo, y luego vendrá lo otro. Debería ser una máxima universal, un principio de vida para todo el mundo, el "Primero uno, luego dos". 


Porque, amigo, amiga, si estás haciendo una cosa, pero estás pensando en las mil que te quedan por hacer, o en las "terribles" consecuencias si no las haces, te aseguro que la carga será muuuucho mayor.


Y por eso yo a esto lo llamo vivir y obrar con ligereza.


¡Cultívala!


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, comenta y comparte, no te lo quedes solo para ti, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga, y online para todo el mundo. También tengo estos dos libros


Y, sin ligereza, sino con mucha fuerza, ¡recibe este abrazo!