miércoles, 4 de septiembre de 2024

CULTIVAR LA LIGEREZA

 Ya estoy de vuelta de las vacaciones.


Y sin síndrome post vacacional. Es decir, echo de menos las largas horas de sueño, las tardes en la playita, el vivir sin horarios, me ha costado volver a la rutina, a veces me invaden deseos de matar a mi jefe (y eso que soy autónomo, fíjate). Si tú te acabas de incorporar de tus vacaciones y te sientes igual, alégrate, no tienes el síndrome post vacacional. Los del síndrome post vacacional son los que han retomado su trabajo con energía, ilusión, motivación... esos son los raritos. ;)


Fuera bromas (¿lo era realmente?), hoy te escribo un post para contarte una de las cosas que me marqué como propósito en estas vacaciones y que creo que he hecho medio bien, y que puede ser un excelente hábito para el cuidado de nuestro bienestar. Cultivar la ligereza.


Normalmente, fuera de las vacaciones (o incluso en ellas), nos dejamos llevar por la vorágine del estrés. Las tareas, las obligaciones, las responsabilidades, multitud de "tengo que" rondado continuamente por mi cabeza. Y saltamos de un "tengo que" a otro sin pausa ni descanso.


A veces, con pacientes que se me quejan de esto, trabajamos la gestión del tiempo. Intento ayudarles a planificarse mejor para encajar en sus rutinas momentos para el reposo y el ocio. Pero, en otras ocasiones, me encuentro con pacientes que no pueden manejar mejor su tiempo porque todo lo que tienen que hacer lo tienen que hacer y punto. No disponen de flexibilidad para posponer asuntos ni cuentan con ayuda para delegar, y sus obligaciones son lo suficientemente importantes como para tener que hacerlas de forma urgente y necesaria.


Imagina una madre soltera trabajadora que también tiene que ayudar a sus padres dependientes. O a un autónomo que tiene que trabajar de sol a sombra para mantener su negocio y solo dispone de la noche y los fines de semana para hacer ciertas tareas extra laborales. Y yo ahí, diciéndoles "Quítate cargas, ocúpate más de ti".


Eso ya lo saben ellos. Eso quisieran. Pero no pueden. Y si les decimos que hagan algo que no pueden, se van a frustrar y se van a sentir peor consigo mismo.


Pero, lo que sí pueden hacer es tomarse las cosas con mayor ligereza. Los "tengo que", es decir, las tareas que no dejamos de recordarnos que debemos hacer, suelen tener dos socios que aumentan nuestro estrés, y son el socio de la presión ("Tienes que hacerlo, que no se te olvide, tienes que mantenerte en alerta") y el socio de la prisa ("Hazlo rápido porque si no, no te va a dar tiempo a hacer el próximo "tengo que"").


Estos dos socios hacen que a la tensión que ya nos evoca la tarea por sí misma, sumemos la tensión implícita de estos dos elementos. Hacemos las cosas presionados, como si no hacerlas fuera una cuestión de vida o muerte, y las hacemos de manera acelerada, no hemos terminado de hacer una cuando ya estamos pensando en la siguiente. Nuestro cortisol se dispara, la ansiedad hace acto de presencia, la fatiga y el malestar emocional no tardarán en aparecer.


¿Tienes muchas cosas que hacer y la mayoría de ellas, si no todas, hay que hacerlas sí o sí y no las puedes posponer ni delegar? Vale. Pero hazlas con ligereza. Es decir, quítate presión, no te aceleres, no anticipes lo que viene luego y que quizá no te dé tiempo a hacer, solo concéntrate en lo que estás haciendo y hazlo lo mejor que sepas y puedas, que nunca, en ningún caso, será perfecto.


La presión que nos metemos (o que nos meten), nos autoboicotea, nos ponemos más nerviosos y hacemos peor las cosas y luego tardamos más tiempo en enmendarlas.


Las prisas son malas consejeras. El dicho "Vísteme despacio que tengo prisa" es una verdad como una catedral de grande. A veces, menos es más, y más lento es mejor, porque al no actuar de manera atropellada, rendimos de forma más eficaz.


Un amigo mío dice que una vez se encontró a uno de pueblo (en concreto de Coín, pueblo de Málaga, y todo el mundo sabe que los coinos son las personas más sabias del mundo, así como la gente de pueblo en general), y este, al ver que estaba estresado, le dijo "Primero uno, luego dos". Es decir, ahora ocúpate solo de una cosa, de lo que estés haciendo, y luego vendrá lo otro. Debería ser una máxima universal, un principio de vida para todo el mundo, el "Primero uno, luego dos". 


Porque, amigo, amiga, si estás haciendo una cosa, pero estás pensando en las mil que te quedan por hacer, o en las "terribles" consecuencias si no las haces, te aseguro que la carga será muuuucho mayor.


Y por eso yo a esto lo llamo vivir y obrar con ligereza.


¡Cultívala!


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, comenta y comparte, no te lo quedes solo para ti, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga, y online para todo el mundo. También tengo estos dos libros


Y, sin ligereza, sino con mucha fuerza, ¡recibe este abrazo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario