Desde la psicología, y sobre todo en la última década, numerosos estudios, autores y escuelas han defendido la idea de vivir con un propósito, como estilo de vida que aumenta el bienestar y la felicidad de las personas.
Sin embargo, ¿qué significa vivir con un propósito? ¿Cada uno de nosotros es dueño de un único propósito vital y si no lo encuentra su existencia carecerá de todo sentido?
Claro que no. En primer lugar, diré lo que, al menos para mí, significa vivir sin un propósito: es dejar que los días pasen, sin más valor que el levantarte cada mañana y esperar a que el día termine para que de nuevo a la mañana siguiente todo vuelva a empezar. Es el clásico "del trabajo a casa y de casa al trabajo". Y por otro lado, es también la constante búsqueda del placer y huida del dolor típicas de una concepción hedonista de la vida.
Por tanto, vivir con un propósito es trascender a eso. No dejarse llevar totalmente por la rutina del día a día y exigencias de la sociedad capitalista (producir-consumir), y hacer algo más que sólo actividades placenteras. Es que nuestra vida, o parte de nuestra vida al menos tenga un sentido y un significado para nosotros. Sentirnos útiles, sentir que hacemos algo que aporta algún bien a alguien más que a mí.
Por supuesto, no tiene por qué ser una sola cosa y claro que puedo dedicar mi tiempo y energía a varias actividades que tengan sentido y significado para mí. Por supuesto que no hemos venido al mundo a cumplir con un propósito determinado y si no lo cumplimos he de sentirme antirrealizado: podemos fracasar y proponernos nuevos propósitos. Por supuesto que puedo dedicar parte y etapas de mi vida al descanso, el ocio y la meditación y eso no me hará, necesariamente, un ser infeliz.
Pero si sólo dedico mi vida al descanso, o si sólo trabajo (y no me siento especialmente autorrealizado a través de él), o incluso si hago las dos cosas y a ellas le sumo actividades placenteras, será muy fácil que sienta que a mi vida le falta algo, será fácil que me sienta vacío y que experimente una crisis existencial.
Así que, ¡vaya marrón, ¿verdad?! Jope, resulta ahora que con tener cubiertas las necesidades básicas no es suficiente, ni con divertirse, ni siquiera nos vale ya eso de que la felicidad reside en las pequeñas cosas de la vida, ahora para ser feliz hay que hacer cosas, y que sean cosas muy importantes, ¡vaya faena esto de la felicidad!
MENTIRA.
No son cosas importantes. Son cosas que tengan un sentido y un significado para ti. Cualquier cosa que para ti, para ti, tenga un valor, que vaya más allá de un necesidad ególatra, es susceptible de darte ese sentido, ese significado.
Por tanto, cuando hablamos de vivir con un propósito, en último término, no estamos hablando más que de
VIVIR CON AMOR
Porque el amor, cada día lo tengo más claro, no va de tener, va de dar. Y si haces cualquier trabajo o te entregas a cualquier tarea con amor, pensando que es algo que va destinado a un fin, a un propósito, a alguien, a una comunidad o a una idea superior a ti mismo, ese amor se te devuelve por el simple hecho de haberlo construido tú.
Porque el amor es como un boomerang, que si lo lanzas te viene de vuelta. Cuidado: no te lo lanzan de vuelta, te viene de vuelta. Das amor, recibes amor. Por el simple hecho de haberlo dado. Te sientes satisfecho, haciendo ese algo que le da propósito a tu vida, por el simple hecho de hacerlo, no por el resultado ("importantísimo resultado") que puedas obtener, sino por el simple hecho de que hacerlo tiene un sentido y un significado para ti, según tu propia manera de entender el mundo y el valor que eso que haces tiene dentro de tu escala de valores.
Y el amor es una de las cosas que más aporta, y por tanto más valor tiene en el mundo. El amor manifestado de muchas maneras distintas, pudiendo cada una de ellas tener un significado y un sentido para cada uno de vosotros, o no.
- Ayudar.
- Crear.
- Hacer reír.
- Enseñar.
- Provocar sensaciones y emociones placenteras.
- Hacer pensar.
- Ser amable, generoso, agradecido.
- Etc.
No hay que escalar el Kilimanjaro ni salvar al mundo para tener un propósito. Tampoco hay que entregar tu vida a tu propósito ya que eso no es vivir con propósito, igual que darse no es dar amor. ¡Qué necesario es trabajar para llenar la nevera y pagar las facturas, y qué agradable entregarse de manera egoísta a los pequeños y grandes placeres de la vida!
Y qué bonito es vivir con el propósito del amor, no como meta, sino como guía de nuestro paso por la vida. Con mucho amor, ¡un abrazo!
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