Ayer, 22 de Mayo, con 82 años de edad, nos dejaba Eduard Punset, divulgador científico al que tuve el gusto de conocer personalmente a través de mi experiencia en el APOL (servicio de Apoyo Psicológico On Line) de su fundación, con el que colaboré como psicólogo durante un par de años. Del poco tiempo que pudimos compartir en reuniones y comidas, me quedo de él sobre todo con que era una persona muy entrañable.
Pero la influencia de Eduard comenzó en mí, y él no lo sabía, antes que eso, varios años antes. Cuando llegó a mis manos su libro El viaje a la felicidad. Entonces yo me dedicaba a la formación y éste era el primer libro de mercado dedicado a la psicología que leía. Quiero decir: el primer libro de psicología no dirigido exclusivamente a psicólogos.
Y me caló, la verdad es que me caló. Porque aquella fue la primera vez que vi que la psicología no servía simplemente para tratar el malestar, sino también para promocionar el bienestar y, de hecho, así también se intervenía sobre el malestar.
El viaje a la felicidad me acercó a otros libros de similar calado, como por ejemplo La auténtica felicidad de Martin Seligman, que fue mi portal directo hacia la, hasta entonces para mí, desconocida Psicología Positiva: la ciencia de la felicidad.
Con la intención de escribir mi propio libro relacionado con esta temática, seguí leyendo a otros autores, estudié, investigué... Y escribí, escribí mucho, hasta obtener un borrador titulado "¡Soy infeliz y me alegro!". 139 páginas que se convirtieron en uno de mis mayores fracasos, ya que pese al tiempo y dedicación que puse por editarlo... finalmente no fue posible.
Hoy no puedo estar más orgulloso de este fracaso. Porque aunque no conseguí llegar a la meta que esperaba, hacer aquél trabajo me sirvió para hacer el trabajo que estoy haciendo ahora, que me encanta y que tantas gratificaciones me reporta: la psicoterapia.
Tras la carrera, yo no me sentía preparado para trabajar como psicoterapeuta: tener a alguien delante que se desnudara ante mí y me revelase los problemas que le atormentaban esperando que yo, ¡yo!, le ayudara, ¡horror, ni de coña! Era joven, inexperto, y creo que no lo suficientemente formado.
Sin embargo, tras trabajar por mi cuenta para escribir aquel "¡Soy infeliz y me alegro!", tras obligarme a leer, investigar y estudiar, mi percepción de mí mismo, del propio funcionamiento de la psicoterapia, e incluso de su finalidad, cambió. Aprendí, aprendí mucho. Y ahora sí que estaba preparado. Al menos sí para empezar. Y le dije que sí a la primera persona que se interesó por mi ayuda. Y así empezó ese viaje.
Viaje que dura hoy más de 5 años y del que me siento muy, muy orgulloso. Y además, los que me conocéis y seguís, sabéis que uno de mis talleres de bienestar y crecimiento personal, y también un microteatro que escribí y dirigí, se titulan precisamente "¡Soy infeliz y me alegro!"
Es una frase que está muy presente en mí, pues Eduard me enseñó a través de El viaje a la felicidad que la felicidad es un viaje que nunca termina, y por eso quiero seguir viajando, y nunca parar de viajar, nunca dejar de ser un "infeliz" para así nunca dejar de buscar la felicidad.
Así que ya sabéis, la próxima vez que el fracaso llame a la puerta de vuestras vidas, antes de desesperaros, derrumbaros o saltar del tren en marcha, preguntaros si no puede ser ése, el principio de un nuevo viaje.
Este post está dedicado a los que buscan, a los que no paran de buscar, y a los que como Eduard nunca dejaron, durante toda su vida, de ofrecernos su mano para hacernos a veces de guía. Gracias, muchas gracias. Descansa en paz, viajero.
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