miércoles, 1 de abril de 2020

HACER EL TONTO ES COSA DE LISTOS

Hoy es el día de la diversión en el trabajo y, debido a las circunstancias, a muchas personas les habrá pillado sin trabajo o trabajando en casa, lo cual puede llegar a ser divertido o no, depende de cómo te lo tomes.

Pero, independientemente de que sean estas tus circunstancias o no, la verdad es que uno de los valores que ha cobrado fuerza con la crisis del coronavirus es nuestra capacidad de "hacer el tonto", o dicho de otra manera: jugar, hacer bromas, reírnos de la realidad y de nosotros mismos.

De hecho, hoy precisamente, veía en las noticias unos vídeos de algunos profesionales sanitarios en España haciendo el tonto (bailando de forma muy graciosa), con la intención de subir los ánimos de esa gente que sale todos los días a las 20:00 a aplaudirles desde ventanas y balcones. Es casi increíble cómo, con el estrés que han de estar soportando, todavía pueden encontrar un rato para la diversión. Aquí tenéis un ejemplo:


Pues, aunque tus circunstancias sean también difíciles, porque hayas perdido el trabajo (espero que solo temporalmente), trabajes en casa y se te haga difícil, o por cualquier otro motivo, ya que esta crisis sanitaria no está siendo fácil, en realidad, para casi nadie, como psicólogo, y también como experto en hacer el tonto, te digo que hacer el tonto ayuda.

- Porque destensa, libera tensión emocional. A través del juego nos relajamos, lo cual nos ayuda a sobrellevar situaciones complicadas.

- Porque ayuda a relativizar y ver la realidad desde un punto de vista desdramatizador. 

- Porque la vida a veces es dura, difícil y dolorosa, y es bueno aceptarlo, pero, ¿de qué nos sirve dejarnos embargar por el dolor? A través del humor, acompañamos y aliviamos el dolor.

- Porque sociabilizamos a través del juego. Y, en estos días, quizá esta función es la más importante, ya que necesitamos apoyarnos en los demás más que nunca. Por eso se han viralizado retos en cadena o compartido miles de vídeo y de memes poniéndole humor al coronavirus.

- Por último, hacer el tonto nos conecta con nuestro niño interior.

Y este beneficio terapéutico, como los otros, también es muy importante, y en él me voy a detener un poco más. Cuando somos niños, es común (aunque no ha de por qué cumplirse en todos los casos) no tener demasiado sentido del ridículo. Por eso jugamos más y hacemos tanto el payaso. Nuestro modelo de referencia son los padres y, si estos no censuran esa capacidad de hacer el tonto ("Niño no hagas eso, ¿qué va a pensar la gente de ti si te ve?"), lo normal es que mantengamos durante bastante tiempo ese "talento" (lo entrecomillo, pero, sinceramente, me parece todo un talentazo).

Sin embargo, alrededor de la preadolescencia, nuestro modelo de referencia cambia. Ya no es tan importante ser amado por mis padres. No significa que no lo siga siendo, pero en esa etapa, lo prioritario es ser aceptado por el grupo, por los iguales (amigos, compañeros de clase, el sexo de atracción). Por tanto, voy a empezar a darle mucha (en algunos casos, demasiada) relevancia a la evaluación externa.

Y ese poder que le damos al juicio de los demás es muy posible que ya nos acompañe durante toda nuestra edad adulta. Por eso es tan tan importante atreverse, de vez en cuando, a hacer el tonto, porque supone un alivio, un desahogo, y, a través del mismo, volvemos a conectar con nuestro niño y con su osadía.

Osadía para sentirme libre de ser quien soy y no lo que los demás esperan de mí.

Y así no me autocohibo, no me autocensuro, me permito expresarme y hacer el tonto porque...

Hacer el tonto, es cosa de listos.

Te recuerdo: durante toda la cuarentena atiendo consultas online relacionadas con el coronavirus o con el confinamiento al correo info@elgabinetededavidsalinas.es, de manera totalmente gratuita. Y sigo haciendo terapia psicológica online: más info aquí.

Cuestiona todo lo que digo. La duda nos acerca más a la verdad.

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Y recibe este abrazo virtual, ¡feliz día de la diversión! 

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