En mi penúltimo post "¿Qué estamos haciendo mal?", hablaba de cómo el aumento de suicidios, sobre todo entre la población más joven (y no solo el aumento de suicidios, también han aumentado la demanda de atención psicológica y de psicofármacos), es un síntoma de que algo estamos haciendo mal como sociedad, en nuestro estilo de vida y escala de valores.
En el último, "Nos hemos vuelto más débiles", señalaba que son precisamente nuestras creencias y costumbres sociales las que han facilitado que nos movamos más hacia lo externo, lo material o superfluo, y hayamos descuidado, por tanto, nuestra espiritualidad, es decir, lo interior, dando como resultado que nos hemos vuelto más débiles, menos resistentes al sufrimiento.
En este post vengo a decir cuáles considero que son las cualidades de nuestro interior que deberíamos trabajar para fortalecernos por dentro. Y son las siguientes:
- La bondad.
- La generosidad.
- La empatía.
- La compasión.
- El altruismo y la solidaridad.
- La cooperación y colaboración.
- El humor... el buen humor, claro.
- La gratitud.
- La paz... la interior y la exterior.
- El amor.
Escribo esta lista de valores y os he de reconocer que ahora mismo me siento gilipollas. Parece como si estuviera pretendiendo quedar como una especie de Mesías o de Pequeño Buda o algo así. Pero, he de deciros algo: soy escéptico hasta la médula. No creo en nada que no pueda ver (Dios, la energía mística del Universo, el karma...), excepto en dos cosas: el amor y lo que nos dice la ciencia sobre las cosas que no se pueden ver.
Entonces, respecto a eso último, existen numerosos estudios que han observado, analizado y comprobado que, cuando manifestamos las actitudes y conductas de la lista, ¡voilá!, ¡magia!, nos sentimos bien. Dar a los demás, ayudar, trabajar en equipo, ser amable, sonreír, ser agradecido, llevarnos pacíficamente con las personas de nuestro entorno y amar (sin posesión, sin esperar nada a cambio) facilitan estados de felicidad que, además, si se repiten, se convierten en rasgos y... me estoy volviendo entonces más proclive a tener estado de felicidad y más resistente a los estados de infelicidad, más... ¡coño, más fuerte!
Sin embargo... Sin embargo, cuando nos comemos un buen filete, compramos nuevas pertenencias y conducimos un Ferrari, ¡vaya, resulta que muchas personas se sienten también muy bien haciendo todo eso!
Vale, es que no es incompatible una cosa con la otra. Pero tengo cositas que decir sobre estas cosas:
- Lo primero que vivimos en una sociedad que nos motiva mucho, demasiado, a consumir, tener, poseer. Y aunque eso, en principio, no tiene por qué provocas estados de infelicidad, si solo nos enfocamos en eso, descuidamos lo demás.
- Lo segundo que comerse el filete, comprarse muchas cosas y el Ferrari provocan placer más que felicidad. Y oye, el placer, cuando es valorado positivamente, y casi siempre lo es, también nos lleva a sentir felicidad, pero es una felicidad que se acaba cuando se acaba el placer. Es una felicidad menos profunda y más efímera. Sin embargo, los estados de satisfacción personal y plenitud a los que llegamos cuando somos generosos, amorosos y amables suelen ser más intensos y duraderos, porque no tienen que ver con lo que he hecho (con lo que he consumido, con lo que he comprado) sino con lo que estoy siendo.
- Y lo tercero y, quizá, lo más importante, es que, como norma general, para hacer o comprar las cosas de la segunda lista (las que nos dan placer), hay que ganar dinero. Y para ganar dinero nos provocamos, en la sociedad actual, tal y como están montadas las cosas hoy por hoy, muchos estados de estrés, de competitividad, de mal humor, de zancadillear al de al lado, de aprovecharme de mi vecino, de ser un cabrón porque si eres bueno eres tonto y si eres tonto se aprovechan de ti así que sé malo y aprovéchate tú del otro... En fin, estados de pena porque qué pena tan grande ser así, pues, después de todo, ser así es ser justo lo contrario a cómo hay que ser para procurarse estados de felicidad.
Pero nuestra puta cultura de mierda nos empuja a ser así y, nosotros, encima, caemos en la trampa una y otra vez y otra vez y otra... de tal manera que se pone uno (yo... tú) a hablar de la bondad, del altruismo y la paz y le da la sensación de ser gilipollas. Pero es solo una sensación, ¡no la verdad! Y cuando nos damos cuenta de eso, entonces le damos una patada a la mierda de zanahoria delante de nuestro hocico y empezamos a hacernos fuertes que es trabajarse por dentro y que es...
... ser mejor persona, supongo.
Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.
Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, por favor, sé amable y generoso, compártelo.
Si te gusté yo, hago terapia en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. Esta misma tarde (19h) presento mi libro, La dictadura de la felicidad, en Café con Libros de Málaga, el sábado hago un taller de Inteligencia Emocional y Mindfulness en Coín (reservas: 692 51 00 57), el 9 de diciembre representamos "Mis idas de olla. Un psicólogo al borde de una crisis existencial" en la Casa de la Cultura de Fuengirola y el 19 de diciembre en La Cochera Cabaret de Málaga.
Y, con amor, de ese que nos ayuda a ser un poquito más felices, ¡te mando este abrazo! ¡Y gracias por leerme!
No hay comentarios:
Publicar un comentario