Tras años de experiencia como psicólogo clínico en consulta, he podido comprobar, en mis pacientes y en mi propio ser, cuál es una de las mayores causas de sufrimiento en las personas: el control.
O, mejor dicho, la pretensión exacerbada de control. Este es, desde mi punto de vista, el origen del neuroticismo o inestabilidad emocional. Tendemos a la inestabilidad emocional, a la preocupación o a la culpa cuanto mayor control creemos que necesitamos para poder llevar una buena vida.
Ese deseo (ya lo dicen los budistas: desear que las cosas sean diferentes a cómo son es lo que causa el sufrimiento), al chocar con la realidad, que es, en buena medida, incontrolable, nos provoca esa inestabilidad. Cuando no obtenemos el control que creemos que necesitamos, sentimos que nos falta algo o que no estamos haciendo las cosas bien.
Hasta cierto punto todos necesitamos alguna sensación de control. Una vida caótica, sin sentido, completamente espontánea, nos abrumaría. Pero, lo mismo nos pasa cuando nos exigimos demasiado control. Hay que saber discernir qué está en nuestra mano hacer y qué escapa a nuestro control.
El ego, nuestro yo, o la mente egotista, es decir, la mente obsesionada por la supervivencia de nuestra identidad, lo quiere todo bajo control. Eso es imposible. Pero se esfuerza, a través de rumiaciones y anticipaciones. Trata de obtener una certeza absoluta frente a todos los interrogantes que se puedan llegar a plantear. Esa actividad mental, aparte de agotadora, es fuente de ansiedad y depresión.
Por eso, mi apuesta, además de usar el discernimiento ("¿qué puedo hacer realmente?"), es la de confiar, renunciando a tanto control innecesario. Fluir más, dejarse llevar, apostar por una vida en la que se suelte control o deseo de control sobre aquellas cosas que no controlamos y que normalmente suelen ser las del futuro (cosas que no pasan o, si pasan, solo podemos ocuparnos de ellas cuando lo hacen).
En mi último post daba una lista de mantras a usar para nuestra autorregulación. Gracias a la palabra, podemos apartar preocupaciones y reducir nuestro nivel de ansiedad. Gracias a la oración que te voy a mostrar ahora, puedes soltar control o deseo de control. Repítela cuantas veces te sea necesario, cada día, varias veces al día si hace falta. Conviértela en un principio de vida y en un propósito.
Aquí va mi Oración de Entrega. Espero que te guste, que te inspire, que te ayude y que la hagas tuya.
ORACIÓN DE ENTREGA
Me entrego a la vida.
Que sea lo que tenga que ser.
Que ella haga lo que quiera conmigo.
Le doy mi futuro para que yo pueda ocuparme de mi presente.
Confío en que muchas veces lo que me dé será bueno, y estaré atento/a entonces para disfrutarlo y agradecerlo.
Y cuando lo que me dé sea malo, o cuando me quite, igualmente lo aceptaré con los brazos abiertos, y confiaré en mi capacidad para superarlo y aprender de ello.
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Y recibe, como siempre, ¡este abrazo!
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