martes, 14 de febrero de 2023

EL PROBLEMA DEL DÍA DE SAN VALENTÍN

 A ver... No creo que esté mal que exista un día de los enamorados, no. Ni siquiera aunque, cada año, desde hace ya diez, haga un taller por estas fechas que se titula "Desarmando a Cupido". Ni siquiera aunque, en mi libro, La dictadura de la felicidad, haya un capítulo que se llama La trampa del amor. Ni siquiera aunque, en mi anterior espectáculo escénico, hubiera un monólogo que se titulaba Enamorarse es caca.


No es que sea un soltero amargado en permanente lucha contra el amor romántico (o vaya, eso quiero yo pensar, no sé si mi psicoterapeuta me tendrá otra cosa que decir). No estoy en contra del amor romántico ni del romanticismo. Otra cosa, otra cosa, es el amor romantizado


Entonces, el problema de San Valentín, creo, radica en, aparte de que las grandes superficies hacen su agosto gracias al bolsillo de muchos corazones ingenuos, el sentimiento de obligación.


Pasa lo mismo que con la Navidad. La Navidad a mí me mola. Se come mucho y bien, ¿no me va a molar? Pero, ¿estamos obligados a ser felices tooodo el tiempo en Navidad? Ese sentimiento de obligación impregnado en nuestra cultura y, por ende, en el subconsciente colectivo, hace que cualquier persona que se sienta triste en Navidad pueda sentirse mal consigo misma por sentirse así, por sentir algo que es totalmente natural.


Pues, de la misma manera, hay muchas personas que pueden llegar a sentirse mal por ese sentimiento de obligación, en el día de San Valentín, o a partir de este día, tanto solteros como emparejados:


- Los solteros porque piensan y sienten que deberían estar con alguien y, si no lo están: sensación de fracaso, sensación de estar solo en el mundo, de no ser queridos, de no ser lo suficientemente buenos...


- Los emparejados porque, por narices, han de hacer algo muy especial para sus parejas (o sus parejas por ellos), así que se inflan de estresante presión y de expectativas irreales que no les hacen disfrutar verdaderamente del momento.


En este segundo caso, además, puede ser peor para aquellas personas que piensan que el día de los enamorados es todos los días. ¡Todos los días, por dios santo, qué coñazo! ¿Todos los días  debo hacer sentir especial a mi pareja? ¡Va a llegar un momento en el que se me van acabar las ideas y voy a petar!


Recordemos, tanto para un caso como para el otro, que:


- San Valentín, popularmente (o comercialmente), se conoce como el día de los enamorados, pero, institucionalmente, es el día del amor, y, en muchos países de Latino América, el día del amor y de la amistad. Así que, realmente, si quisieras celebrar este día, ¿no podrías? ¿No tienes familia, amigos, compañeros, vecinos, un perro, un gato, no sé, alguien o algo a lo que amar? ¿Por qué hemos de sentirnos solos los solteros, ni siquiera un puñetero día, cuando el amor conoce tantas formas de expresión, cuando hay tanto y tantos a los que amar?


- Está bien cultivar el amor y la pasión en la pareja a través de la espontaneidad, los detalles, las sorpresas... Pero, cuidadín con las expectativas. Tu pareja no ha venido al mundo para trabajar cada día en hacerte sentir un ser especial (entre otras cosas, porque no lo eres, no eres especial, puede que único sí, pero no especial, quítate esa idea egocéntrica de la cabeza). Tu pareja no ha nacido con el propósito de hacerte feliz. Tu pareja y tú, habéis nacido, habéis vivido, y en un momento de vuestras vidas os habéis conocido y habéis decidido compartir vuestra felicidad, y vuestra infelicidad, juntos. Punto. Tu pareja no te va a montar en una puta alfombra voladora para darte una vuelta de noche por la ciudad. Bajemos las expectativas. Detallistas sí, pero realistas también.


Y, dicho todo esto (el "soltero amargado" se ha quedado a gusto), desearos un feliz día del amor. Del amor a la pareja, al amante, a la familia, a los amigos, a la naturaleza y a los animales, a la cultura, del amor al prójimo, por supuesto, del amor propio (que no falte nunca) y, cómo no, del amor a la VIDA


Hace poco alguien, a quien amo, me dijo: "Mira, David, nacemos, hacemos cosas, seguimos haciendo cosas, y nos morimos. Yo me niego a eso. Me rebelo contra ese sentido de la vida. Yo quiero vivir una vida cuyo sentido sea cultivar las relaciones con los demás". Es decir, el amor.


Y ese, me parece un acto de rebeldía súper hermoso.


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, (si me amas, aunque sea solo un poquitín) hago terapia en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. Tengo un libro titulado La dictadura de la felicidad que está mu chulo (o eso me gusta pensar).


Y, con mucho amor, que no falte hoy ni nunca, ¡recibe este fuerte abrazo! 

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