Ya estamos en la semana de Jallowín (como me gusta llamarla a mí). De aquí a poco, veremos cientos de monstruitos (y no tan "itos") invadiendo las calles, los colegios, los bares...
¿Le tienes miedo a los monstruitos? No sé si ya te he contado esto, pero yo, de pequeño, me vi las mejores pelis de terror de la historia: El Resplandor, El exorcista, Alien, Viernes 13... Digamos que mis padres fueron un poco negligentes con nosotros en ese sentido. ¡Suerte que no he acabado siendo un psicópata, sino solo psicólogo! (no sé qué es peor 😅) Fue con aquella última que he mencionado, Viernes 13, con la que desarrollé cierto TOC. En una secuencia, un jovencísimo Kevin Bacon se tumba plácidamente en una cama y, un poquito después, un cuchillo le rebana el cuello. Me pasé años mirando debajo de la cama antes de acostarme. ¡Años!
Normal, hay cosas para las que un niño no está preparado. A favor de mis padres he de decir que también hicieron cosas bien, eh. Además, hoy día le debo a ellos que soy fan de las pelis de terror y me lo paso bomba viéndolas, incluso cuando paso miedo (que para eso están, para dar miedo). Mis monstruos de la infancia no son nada en comparación con los monstruos de la vida adulta: el rentista, el banquero, el cajero del súper mercado (pobre cajero, tampoco tiene la culpa).
El caso es que hay miedos que se generan a través de experiencias, ya sea en primera o tercera persona, que vivimos en nuestro pasado, infancia y adolescencia sobre todo (aunque en cualquier momento de la vida adulta puede nacer un nuevo miedo). Es lo que le pasó a una de mis pacientes, que cuando era niña escuchó algunas historias de espíritus y fantasmas y vio también alguna peli del género o algún programa de Cuarto Milenio (que es como una peli pero en mala), y acabó desarrollando espectrofobia, o lo que es lo mismo, fobia a los fantasmas.
Esta fobia le limita bastante la vida, ya que no se atreve a dormir sola (siendo ya adulta), y tiene que dormir con la luz encendida (si no la de la habitación, al menos la del pasillo). Y aún haciendo todo esto, lo pasa mal, porque su mente no deja de ponerla en alerta ante la posibilidad de que un espíritu se le aparezca, o en el mejor de los casos, un asesino en serie (bueno, ante cualquiera de las dos posibilidades estaría bastante jodida, la verdad).
Y es ahí, en lo que acabo de decir (o escribir, para ser más exactos), donde radica el motivo de mi post. Porque he dicho (he escrito) "su mente no deja de ponerla en alerta". Entonces, si queremos superar algunos de nuestros miedos, o, al menos, poder convivir con ellos de manera más tranquila, ya sean esos miedos menos realistas, como los que tienen que ver con fenómenos paranormales o fantasmas, ya sean más realistas, como los relacionados con el rentista, el banquero y etc., hemos de aprender a hacerle menos caso a nuestra mente.
Que esa sí que es una monstrua. Y de monstruita nada. Monstrua, monstrua, una bien grande.
La mente es la loca de la casa. La mente-miente. No te creas a la mente (no siempre). No le hagas caso. Aprende a pasar de aquello que tu mente te diga y que no sea creíble, que no te aporte, que no sea amable contigo.
¿Por qué la mente piensa lo que piensa y nos dice lo que nos dice? ¿Tenemos al enemigo en casa? ¿Es el peor monstruo de todos? ¿Si me disfrazo de mente en este Halloween lo petaré? Posiblemente, pero, más allá de eso, no, tu mente no es tu enemigo. Tu mente, o, mejor dicho, tu actividad mental (pensamientos, proyecciones, recuerdos...), es el resultado de tu actividad cerebral. Y el cerebro no es un enemigo, es un amigo que hace muchas cosas por ti, te ayuda a mantener un montón de funciones básicas para tu supervivencia, y está trabajando a destajo ahora para que entiendas este rollo que te estoy soltando.
El problema es que la función principal (diría que función exclusiva) de tu cerebro es precisamente aquella, tu supervivencia. Y a veces se lo toma más en serio de la cuenta, se pone nerviosillo, y se equivoca. ¿Quién no se ha equivocado estando nervioso? Pues, tu cerebro dispara cortisol (hormona del estrés) cuando él cree que estás en peligro, para ponerte en alerta. Y en esa sensación de amenaza que alerta a tu cerebro, influyen mucho, muchísimo, tus traumas, tus creencias, tus inseguridades y miedos... tu identidad personal, que se ha ido formando a través de experiencias de vida más o menos chungas, como escuchar historias de espíritus o ver morir con una violencia desatada a Kevin Bacon. Ya con las experiencias en primera persona, ni te cuento.
Una vez que estás en alerta, sientes ansiedad. Y esa ansiedad se nota en el cuerpo, y también en cómo funciona tu mente, en cómo son tus pensamientos: nos ponemos en lo peor, exageramos, rumiamos, tenemos pensamientos irracionales... Por eso, no hay que creerse (siempre) a la mente, mucho menos cuando estamos agobiados. Si te sientes mal, lo más probable es que pienses mal. Y, encima, ese pensamiento de mala calidad te pondrá peor todavía. ¡Sobre todo si te lo crees y lo sigues escuchando todo el tiempo!
Simplemente ser conscientes de todo esto que te acabo de contar (que cuando te pones a pensar cosas que te agobian o desatan tus mil demonios, lo más probable es que estés pensando así porque previamente te has agobiado, y seguramente sin necesidad alguna de agobiarte), te ayudará a poner el foco no en el peligro, no en la amenaza, porque seguramente ni existan, sino en ti, en tu agobio, en tu estado de alerta y ansiedad. Y así hacer algo que te ayude a relajarte: respirar profundo, hablarte de manera amable, usar algún estímulo que te facilite recuperar la calma...
Una vez un poco más consciente y más relajado, podrás producir un pensamiento de mayor calidad. Por ejemplo, podrás decirte que entiendes que te da miedo que te asuste la oscuridad por todas las historias de fantasmas que escuchaste de pequeña, pero que tienes que afrontarlo y aprender a vivir con ello; o que después de que rebanaran el cuello a Kevin Bacon en esa peli, él hizo muchas pelis más, así que tu cerebro (que por otra parte, no distingue entre realidad y ficción) puede que exagere un poco; o que cada vez que pasas los productos por la caja del súper el atraco es bestial, pero que, aún así, consigues volver a la semana siguiente.
Recuerda esto: tú eres tú y tu mente es tu mente. Y no siempre tienes que creerte ni hacer caso ni prestar atención a lo que te dice tu mente. Porque tu mente es una peliculera, ¡y a veces se monta unas pelis de terror de la hostia!
Y si crees que nada de lo que te he dicho en este post te va a servir pa una mierda, ¡pues al menos te disfrazas de mente en Halloween, que seguro que lo petas!
Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.
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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros.
Y seas de Jallowín o no lo seas, ¡abraza a tus monstruitos de mi parte!


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