Ayer leí un artículo que empezaba con un párrafo desalentador: "La generación nacida en los 80 será en Europa la primera generación que
no conseguirá vivir mejor que sus padres, a pesar de estar mucho más
formada que ellos".
Una realidad desagradable, pero contrastable de forma empírica.
Y es que, los nacidos en los 80´s , pero también en los 70´s, en los 90´s o en prácticamente cualquier otra década, nos hemos encontrado con un mundo hecho, en el que nos dicen que podemos participar en las reglas del juego, pero la verdad era y sigue siendo, que esas reglas ya estaban ahí cuando nosotros hemos empezado a jugar.
Y la gran paradoja, el gran reto al que nos enfrentamos
los jóvenes de hoy en día,es que vivimos en un mundo
cuyas reglas han sido construidas por entes a los que
muy poco o nada interesa nuestra felicidad.
Y aún así, tenemos la obligación de intentar ser felices, porque si no, ¿para qué venimos a este mundo? Porque si no, ¿para qué jugar a este juego?
Por eso, y como dice Eduardo Punset: "lo que sería necesario aprender es insignificante, comparado con todo lo que debería olvidarse y borrarse de la memoria [desaprender]".
Por ejemplo:
- Olvídate de competir continuamente. La competición, desde el respeto al rival, como en el deporte, es un valor sano. Pero desde diversos ámbitos, empezando por el educativo, se nos estimula a ser competitivos sin escrúpulos: todo vale con tal de superar al otro, incluso eliminarle. Esto genera ansiedad, frustración, pérdida de valores. Frente a la competitividad, valores como la cooperación, la solidaridad o la gratitud generan estados de serenidad, orgullo y alegría.
- Olvídate de compararte. Un sistema que nos invita a competir también nos induce a compararnos de manera inacabable, para tener una referencia de dónde me encuentro dentro de la escala social. Esto nos provoca un sentimiento de eterna insatisfacción, porque siempre habrá alguien con un mejor trabajo que tú, con un coche más caro que el tuyo, con una vida aparentemente con menos problemas que la tuya... No se trata de ser mejor que el resto, sino de mantener una actitud de querer mejorar día a día. Éste es el camino de la autorrealización: buscar nuestro mejor yo, que nunca de ningún modo será un yo perfecto, pero sí sera un yo que nos proporcionará estados altamente positivos.
- Olvida que el dinero da la felicidad. El dinero es necesario. Para sobrevivir y para vivir dignamente (que es muy distinto a sobrevivir). Pero está demostrado que a partir de que se han cubierto las necesidades básicas poseer más dinero no impacta de manera significativa en el grado de bienestar percibido. Hablé más sobre este tema en este post.
- Olvídate de ser como los demás. Cada persona es un ser único. Con sus virtudes, sus defectos, su individualidad. Hoy día provoca mucha infelicidad el no ser como los demás, porque se nos convoca al aborregamiento, a ser todos iguales. ¿Y qué si eres distinta? ¿Te has parado a pensar si los que te juzgan o te critican realmente te conocen? ¿Te has planteado el que, en lugar de ser una persona "rara" o "que no encaja", posiblemente sólo seas diferente? Y tu diferencia, en un mundo el que quizá nos encontramos con demasiados "lugares comunes", puede ser tu gran virtud, así que, ¡explótala!
- Olvídate de ser feliz siempre. Anuncios con modelos de "sonrisa profident", carteles de neón con la palabra "felicidad" brillando en la carretera. Se nos presiona a ser felices. Y es una presión que provoca justo lo contrario: tristeza, depresión, suicidios. La felicidad es una emoción, es transitoria, y no habrá ser más infeliz que aquél que pretenda serlo siempre. ¿Por qué existe esa presión social? Porque así, cuando no sintamos infelices, compraremos cosas, para ser felices, porque "tenemos que ser felices siempre". No hay mayor falacia: la felicidad no se compra; la felicidad es un camino, un viaje, una búsqueda, y en esa búsqueda muchas veces nos sentiremos perdidos, solos y tristes, y no pasará nada, porque eso es la vida y no un anuncio profident.
- Y sobre todo, olvida, olvídate para siempre, de que la felicidad es algo que debes delegar a otros. Ni tu jefe, ni los políticos, ni los banqueros, ni Ronald MacDonald, ni Obama, van a hacer que seas feliz, porque como dije al principio, ellos son los que hacen las reglas del juego, y en su juego tu felicidad no les interesa para nada, pero tú tienes el poder de salirte del tablero, inventar otro juego o, simplemente, jugar a tu manera.
Tú eres el dueño de la gestión de tu bienestar personal, no ellos. Eres tú quien puede empezar a regular tus emociones, controlar tus pensamientos, potenciar tu autoestima. En el Gabinete de Psicología Positiva te ayudamos a aprender sobre todo esto. Pero, no olvides, que antes son muchas otras cosas, las que necesitamos desaprender.
BUENÍSIMA REFLEXIÓN. Gracias por compartirla. Un abrazo
ResponderEliminarGracias a ti. Abrazos.
ResponderEliminar