A veces porque no nos queremos lo suficiente o llegamos hasta a odiarnos. Hay que trabajar aquí aspectos tan importantes como la autoestima y la autocompasión.
Otras porque incluso deseando lo mejor para nosotros, nos ponemos trampas sin ser conscientes de ello. Hay que trabajar aquí aspectos cognitivos: el cómo interpretamos, valoramos y aprovechamos los sucesos que nos pasan.
Imagine por ejemplo un hombre que sufre un gatillazo (episodio aislado de disfunción eréctil). Es un suceso bastante normal en la población masculina activa sexualmente. Pero si este hombre lo interpreta como un fracaso, lo valora como algo horrible, y se obsesiona por ello, está multiplicando por 1000 las probabilidades de que le vuelva a suceder.
¿Por qué? Muy simple: porque la próxima vez que haga el amor estará más pendiente de si la cosa funciona que de disfrutar, y... ¡para que la cosa funcione tenemos que estar pendientes de disfrutar!
Pues así con todo. En serio, con todo. No sólo nos ocurren gatillazos en la cama: también a la hora de enfrentarnos a un examen, de hacer un trabajo, de practicar un deporte, de hablar en público, de cantar, de bailar, de ligar... Nuestro rendimiento decrece si estamos más pendientes de él que de la tarea en sí.
Nos autoboicoteamos por un exceso de autovigilancia.
Y nos autovigilamos porque:
- No conocemos nuestros recursos personales y no confiamos por tanto en nuestras posibilidades.
- Nos exigimos demasiado.
- Sobrevaloramos el fracaso.
- Sobrevaloramos la opinión de los demás.
Conociendo esto, las soluciones son obvias: conócete, cree en ti, y date cuenta de que nadie es perfecto, de que no se puede gustar a todo el mundo y de que cada fracaso es una oportunidad para crecer.
Pero no son las únicas y quiero destacar la importancia de las dos siguientes:
- La Atención Plena. Nuestra capacidad para prestar atención al aquí y ahora y no reaccionar ante todos esos pensamientos negativos que a veces pululan por nuestra cabeza reforzando la idea de que tengo que mantener esa autovigilancia.
- Déjate llevar. Y cuantas veces habré escuchado: "¡Lo intento, pero no consigo dejarme llevar!" ¿Cómo lo hacemos? Muy fácil: liberándote de las expectativas. Lo que se supone que debo hacer, o lograr o lo que los demás esperan de mí conlleva una pesada carga que nos impide... dejarnos llevar.
¿Y si no lo hago, y si no lo consigo, y si decepciono a los demás? ¿Será TAN malo? ¿Lo necesito para ser feliz?
Y sólo hay una cosa que necesitas para querer ser feliz: ser tu mejor amigo.
Abrazos.
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