¿Te sientes identificado o identificada con alguna de las expresiones anteriores?
Hay diversos factores que explican por qué hay personas a las que les cuesta más tomar una decisión y ejecutarla. La intolerancia a la incertidumbre, valoración exagerada del fracaso, perfeccionismo, inseguridad, miedos...
Al final podríamos resumir todas esas características en una sola: estas personas son yonquis del control.
Siempre quieren estar seguras de que sus decisiones las llevarán hacia los objetivos deseados, y que podrán ejecutar esas decisiones sin que implique un desequilibrio demasiado grave.
Saber que estoy tomando el rumbo correcto
y que no me costará llegar.
El problema reside en que... eso raramente suele suceder.
No se trata de tomar decisiones sin riesgo, porque el riesgo casi siempre existe, se trata de:
- Tomar decisiones con riesgo calculado. Tener en cuenta los pros, los contras, las probabilidades de éxito y de fracaso.
- Ser consciente de que toda decisión conllevará un cambio al que hay que adaptarse. Las adaptaciones implican en ocasiones dolor y esfuerzo. Pero eso no es trágico, es lo normal.
- Hacerlo. ¡Lanzarse!
Y si sale bien, bien. Y si sale mal, también bien.
¿Por qué si sale mal también bien? ¿Qué tontería es ésa David? ¡No nos comas la cabeza con tu manipulación psicológica!, si sale mal es mal.
No lo digo yo. Lo dice Bronnie Ware, enfermera experta en cuidados paliativos a enfemos terminales. ¿Has escuchado alguna vez la frase "la gente se arrepiente más de lo que no hizo, que de lo que hizo"? Se atribuye a Ware, quien en 2012 compiló en un libro los arrepentimientos más comunes de las personas a su cuidado, antes de morir (más info aquí).
Si sale mal, si no logras lo que querías, si pierdes... Al menos te quedarás tranquila contigo misma. No podrás reprochártelo en un futuro, no te arrepentirás de ni siquiera haberlo intentado. Nada más que por eso, ya merece la pena.
Por sobrevalorar el fracaso, la pérdida o el dolor,
subestimamos las oportunidades que nos concede,
una única vida.
Si te gusta una chica, y no le dices lo que sientes, ¿la duda de saber te hará menos daño que el "no"? Si quieres montar una empresa y acabas arruinado, podrás recuperarte, ¿pero te recuperarías a toda una vida en un trabajo que odias? Si te animas a aprender una nueva habilidad y luego resulta que eres incapaz de adquirirla, ¿te pesará más esa incapacidad que no ser capaz ni siquiera de atreverte?
Hoy escuché un slogan comercial que me resultó muy curioso: "Lo imposible ahora, y los milagros en un momento". No es verdad: existen los imposibles y no existen los milagros. Tienes todo el derecho del mundo a que las cosas vayan mal, a no conseguir lo que querías, a fracasar... igual que lo tienes a intentarlo.
El problema reside en que cuando no queda otra que lanzarse, pensamos que lo hacemos sin paracaídas, y que si nos caemos nos estrellamos. Y sí que tenemos un paracaídas: nuestra resiliencia, la capacidad del ser humano para sobreponerse a la adversidad, a la decepción, al fracaso.
Si va bien, bien, y si va mal, también bien. ¿Por qué? Porque me recuperaré al dolor, a la decepción, a la pérdida. Y porque aprenderé una gran lección. Porque eso es lo que hacemos y seguiremos haciendo, hasta el último día de nuestras vidas, los seres humanos.
Abrazos.
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