Hay varios acontecimientos que han provocado que hoy escriba este post. En primer lugar que últimamente varios pacientes me reconocen que se descubren a sí mismos preocupándose por tonterías. El segundo, que hoy mientras corría, me he descubierto a mí mismo preocupándome por tonterías (sí, soy psicólogo, y aún así no soy perfecto :p ). Y el tercero haber visto ayer la película Manchester frente al mar, de la cual no desvelaré nada porque se merece que la veáis, pero digamos que el protagonista no es de los que se preocupan mucho.
No sé si tú alguna vez te has descubierto a ti mismo preocupándote por tonterías, pero permíteme imaginarme que sí. Es algo bastante común. Y que sin embargo puede provocar graves interferencias en nuestro bienestar: nos impide estar concentrados en una tarea y por tanto afecta a nuestro rendimiento, nos dificulta la conexión con el aquí y ahora al mantenernos enfocados hacia el futuro, y nos genera ansiedad, ya que la tontería en sí en ese instante no es valorada como una tontería, y de ahí la preocupación.
Razones hay de sobra para querer mejorar en la gestión de nuestras preocupaciones, sobre todo si son tonterías. Pero lógicamente, para poder hacerlo tendremos que saber discernir entre tontería y lo que no lo es. ¿Y cómo lo hacemos? Evaluando el foco (el origen, la raíz, el porqué) de nuestra preocupación. De tal manera que:
¿CÓMO SABER QUE ME ESTOY PREOCUPANDO POR UNA TONTERÍA?
- ¿El foco de tu preocupación es algo que no controlas? Es una tontería. No hay tontuna más grande que preocuparte por algo sobre lo que no puedes hacer nada.
- ¿Controlas el foco de tu preocupación, pero no ahora? Me explico: sí que puedes hacer algo, pero no puedes hacer nada ahora... ¡a las 3 de la madrugada!
- ¿El foco de tu preocupación amenaza tu integridad, tu existencia, tu felicidad? Imagínate que pasara aquello que tu mente preocupada teme que pase: supongo que sería malo, negativo, incómodo, desagradable... ¿Pero habría soluciones, alternativas, podrías seguir teniendo una vida relativamente feliz después de eso? Si la respuesta es sí, no lo dudes, ¡tontería!
- ¿Es el foco de tu preocupación más importante que las cosas que te hacen feliz: familia, amigos, amor, aficiones, risas, satisfacción y crecimiento personal, autorrealización...? Ejemplos: ¿si tu foco de preocupación fuera quedarte sin empleo, podrías mantener el resto de cosas? ¿Si tu foco de preocupación fuera una de las cosas mencionadas, no podrías volver a enamorarte o tratar de hallar la autorrealización de otra manera?
Si usamos los filtros mencionados, seguramente encontremos que algunas de las cosas sobre las que nos preocupamos escapan a nuestro control, o que ahora no es el momento de pensar en ellas, o que no suponen una amenaza seria para nosotros, o que hay cosas más importantes y positivas sobre las que pensar.
No. No, perdón, algunas no... ¡La gran mayoría! Y es que...
La mente rumiante es la mente tratando de controlar
algo que no controla.
La mente anticipándose es la manifestación
de nuestro perfeccionismo.
Deseamos tenerlo todo atado y bien atado. Lo que se escapa a nuestro control. Lo que aún no ha sucedido. Lo que no es tan grave y es secundario. ¿Por qué? Por nuestro infantil rechazo al dolor emocional, ya sea en forma de tristeza, vergüenza o desilusión. Por nuestra inmadura interpretación del fracaso, que nos impide precisamente madurar, crecer.
Por tanto, lo único que hay que hacer, una vez sabido esto, es decirse a uno mismo bien alto: "No seas niño, no seas inmaduro, ¡y deja de pensar en esa tontería!"
Claro... ¡Claro que no!
El "deja de pensar" tiene un efecto rebote: en cuanto nos decimos "deja de pensar en tal" el "tal" se convierte en nuestro foco de atención.
Pero si llevamos a cabo el análisis que hemos realizado antes, sabremos entonces ya que el "tal" no es urgente ni amenazante ni importante.
Esto es imprescindible tenerlo bien claro. Peeeero... Aun teniéndolo claro, nuestra mente (la tuya, la mía, la de casi todos...) que por razones evolutivas, sociales y biográficas, sí que es una "mete prisas", una dramática y a veces incluso una histérica, nos devolverá una y otra vez el foco de preocupación para que rumiemos, anticipemos, dramaticemos y nos pongamos histéricos.
¿Y qué hay que hacer entonces cuando suceda eso? NADA. Déjalo estar. Let it be. ¿Por qué? Porque si ya hemos detectado que el foco de preocupación no es urgente ni amenazante ni importante, da igual que se presente cuantas veces quiera que se presente, ya que eso no lo convierte ni en urgente ni en amenazante ni en importante. Eso lo único que nos revela es que nuestra mente es una cansina perdía.
Y sí, sí que lo es. Y mientras más le hacemos caso, peor. Así que la próxima vez que se ponga pesada la jodía por culo, simplemente:
- Date cuenta, sin reaccionar, sin juzgar, sin sobrevalorar ni hacer interpretaciones catastrofistas.
- Relativiza, desdramatiza, bahitiza (¡bah!).
- Cambia el foco de atención, dístraete u... ¡ocúpate de lo importante!
Tu familia, tus amigos, hacer el amor, reírte de todo... y el fantástico sonido de tu respiración.
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