Seguro que conoces a personas que dicen cosas como: "¡Cupido me la tiene jurada, qué mala suerte tengo en el amor, a mí me ha mirado un tuerto!"
Habría que contestarles: no es Cupido. No es la suerte. No es el tuerto. Eres tú.
Uno de los factores que más influyen a hora de que una relación funcione o no, es la elección que hacemos.
Y no quiero decir con esto que tengamos que estar seguros de hacer una elección perfecta, ni encontrar a nuestra alma gemela o media naranja, ni hacer un exhaustivo proceso de selección, no...
No es tan importante la elección que hagamos como el tipo de relación que mantengamos después: si por ejemplo escojo como pareja a una persona muy diferente a mí, pero ambos nos centramos en lo que nos une, en lugar de lo que nos separa, y sabemos superar nuestras diferencias con respeto, comunicación y tolerancia, es muy probable que nos vaya bien en el amor.
Por tanto, no es determinante para la buena marcha de una relación, acertar de pleno en la elección que hagamos, pues serán las pequeñas decisiones del día a día las que sí que determinen que esa relación sea positiva o negativa.
Y sin embargo, si hago una mala o pésima elección: ¿no será mucho más difícil?
Y en el amor, uno de los sesgos cognitivos (distorsiones del razonamiento o interpretaciones ilógicas) que facilitan que hagamos una pésima elección de pareja es: el Efecto Halo.
Este sesgo cognitivo consiste en atribuir una serie de cualidades a una persona por uno o varios rasgos que no tienen nada que ver y a partir de los cuales no puedo llegar, de una manera lógica, a hacer esas atribuciones.
Por ejemplo: si alguien es muy guapo o guapa, pensar que además es buena persona, que es amable, simpática, inteligente...
Es decir, que nos dejamos llevar por información superficial para sacar conclusiones que sólo podríamos inferir si nos diéramos más tiempo para conocer a esa persona.
El Efecto Halo sucede con más frecuencia de la que pensamos, nos consideremos superficiales o no. Por ejemplo se ha demostrado que las personas más atractivas físicamente superan los procesos de selección de las empresas con más facilidad que las que lo son menos. ¿Y es acaso un guapo mejor trabajador que alguien menos guapo? O: los jurados tienden a exculpar a las personas que son más atractivas. Ah, ¿si alguien está buenorro o buenorra significa que es inocente?
¿Como interviene el Efecto Halo en el ámbito de las relaciones románticas? Es obvio: lo hace cuando elegimos. Nos dejamos llevar por información superficial, que no tiene por qué ser sólo el atractivo físico, también: cómo huele, su tono de voz, la forma de moverse, su expresión facial, cómo viste..., y pensamos que es una buena persona para mí... ¡cuando todavía estoy a 1000 km de saber quién es esa persona!
Es más, es posible que ni siquiera sepa qué narices es una buena persona para mí.
Por eso, no se trata ni muchísimo menos de a partir de ahora escoger a un feo para asegurarte de que no te dejas engañar por el Efecto Halo, ni tampoco ir haciendo tests de personalidad a tus candidatos, pero quizá sí:
1. Primero conócete bien y se consciente de lo que te gusta y lo que quieres para tu vida.
2. Luego enamórate. Déjate llevar por lo que sientas, por tu corazón. Elige a quien mejor huela, a quien más atractivo te parezca, ¡al que más te ponga!
3. Pero por último: pon cabeza a ese sentimiento. Conoce a la persona, tratando de mantener una visión realista y lógica. Y si tu cabeza te dice que no puede ser, no puede ser.
No estás obligado ni obligada a seguir a tu corazón. Puedes escucharle, igual que me estás escuchando (en este caso leyendo) a mí, pero escucha también a tu cerebro. Y trata de hacerlo libre de sesgos que distorsionan la realidad.
Si no tenéis nada en común, si vuestros proyectos de vida son opuestos, o si sobre todo, te trata mal, no lo dudes, tu corazón engaña.
No, no va a cambiar. No, no es la persona que creías que era. Simplemente te formaste una idea equivocada de esa persona, por culpa del Efecto Halo, y te equivocaste.
Y por mucho tiempo que haya pasado, nunca es tarde para rectificar, aprender de los errores, y empezar de nuevo.
¡Y volver a enamorarte, con corazón y con cabeza! ¡Un abrazo!
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