A lo largo de la historia, las disciplinas de estudio, las corrientes y los autores, el yo ha admitido muy diversas acepciones. En este post me referiré a él como el resultado de nuestra autoconsciencia.
La consciencia es la capacidad del ser humano de conocerse a sí mismo y la realidad que lo rodea. Dado que esta capacidad tiene una doble funcionalidad, por eso uso el término autoconsciencia, para referirme en exclusiva al conocimiento de sí mismo. Aunque, tanto un conocimiento como otro están estrechamente relacionados, ya que todos nosotros somos individuos que forman parte de una realidad social, por lo que mi consciencia de mí mismo siempre será de mí mismo en el mundo.
A partir de mi autoconsciencia se genera el yo, el ego, que es mi identidad, cómo me concibo a mí mismo, qué imagen tengo de mí, qué atributos de personalidad me otorgo, etc. Para diferenciar este yo de los otros yoes de este post, lo llamaré el Yo Percibido, dado que esta identidad tiene que ver con cómo me percibo y, por tanto, pienso y valoro a mí mismo.
Cuando mi yo percibido es negativo, las consecuencias son malas para mi autoconfianza y autoestima. Además, esa identidad negativa de uno mismo suele ser fruto de pensamientos sesgados o polarizados (minusvalorarse, exagerar lo malo...), ya que todos tenemos, en realidad, atributos positivos y negativos.
Pero no solo provoca un impacto negativo sobre mi autoestima el tener una autoconsciencia errónea y, por ende, un yo percibido negativo (aunque también puede pasar al contrario: tener un yo extremadamente positivo por sobrevalorar los rasgos de mi identidad). También lo es el tener un yo ideal que sea irreal.
El Yo Ideal es lo que pienso que debería ser para cumplir las exigencias de mi entorno y llegar a ser aceptado, amado... feliz. Entonces, cuando pienso y valoro que esa identidad deseada contiene unos atributos exageradamente positivos y, por tanto, difíciles de alcanzar, mi nivel de frustración con mi yo percibido va a ser muy alto, y mi autoestima se va a resentir. Cuando mi yo ideal es irreal, siempre pensaré que "no soy lo suficiente", al no alcanzar ese ideal que me he planteado y que es fruto de una autoexigencia excesiva (perfeccionismo) y de una sobrevaloración de las expectativas de los demás.
Si, además, percibo y valoro los atributos de mi identidad como muy negativos, la diferencia entre mi yo percibido y mi yo ideal va a ser más amplia y mayor mi nivel de frustración, y aun más negativa mi percepción de mí mismo, por verme tan lejos de lo que "debería" ser.
Y, por otra parte, el entorno juega, por supuesto, su papel en esta relación. De tal manera que hay gente que se cohíbe para no mostrar su yo percibido o gente que se exagera y falsea para reducir la diferencia que creen que existe entre su yo percibido y el ideal (el que le demandan los demás). Esa actitud y los comportamientos asociados hacen que esta gente se sienta mal consigo misma porque sienten inseguridad y ansiedad si los otros "descubren" su yo percibido y piensan que están "obligados" a esconderse o mostrase diferentes a quienes son, por lo que sus relaciones no son auténticas.
Para llegar a la solución o convivencia con todos estos conflictos internos, necesitamos al Yo Real, al que a mí, particularmente, me gusta llamar el Ser, porque es una entidad que existe y que, sabiendo que existe, trasciende la mente, la autoconsciencia y, por tanto, se libera de pensamientos sesgados, creencias erróneas y exigencias exageradas. El yo real soy yo libre de condicionamientos. Es mi ser más genuino, auténtico, y nos acercamos a él a través de la vía de la autorrealización.
La autorrealización no es la búsqueda de nuestro mejor yo (eso suena a perfeccionismo, a, precisamente, búsqueda del yo ideal, lo que pienso que debería ser), es búsqueda de quien soy de verdad, de mi yo más auténtico, mi yo real. Por tanto, unos elementos imprescindibles para la puesta en marcha de esa búsqueda, son:
1. Autoexploración y autoconocimiento, para anular los sesgos que conforman mi yo percibido y que este se parezca, cada vez más, a mi yo real, es decir, que lo que pienso que soy este cada vez más cerca de quien soy.
2. Aceptación y autovaloración positiva, para renunciar de una vez al yo ideal irreal y liberarme así de exigencias absurdas e innecesarias que solo provocan frustración y merma de la autoestima.
3. Seguir un proceso vital de autorrealización, que significa vivir una vida más acorde a quien, gracias a la aceptación y al autoconocimiento, estoy descubriendo que soy. Sin ponerme metas ajenas ni compararme con nadie más que conmigo mismo. Vivir una vida auténtica y genuina.
Al fin y al cabo, recuerda: tú no eres quien piensas que eres ni quien piensas que debes ser. Tú, simplemente, eres.
Y eso ya está muy muy bien.
Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.
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Y te mando, desde aquí, ¡un fuerte abrazo!
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