jueves, 11 de junio de 2020

EL SÍNDROME DE LOS OFENDIDITOS

El enfado, la indignación o el sentimiento de ofensa, no son sentimientos nuevos que hayan aparecido ahora, sino que son inherentes a la propia condición humana. No por nada, ya Aristóteles, hace algún tiempo, dijo esto de:

"Cualquiera puede enfadarse, eso es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso ciertamente, no resulta tan fácil."

Ni resultaba fácil antes ni... mucho menos ahora. Vivimos en unos tiempos donde parece que hace falta muy poco para que una persona (el ofendidito) se enfade mucho.

Y tengo la teoría (los psicólogos teorizamos todo el tiempo, gajes del oficio) de que esto es así en parte, y solo en parte, por el desarrollo de la tecnología: internet, móviles, redes sociales.

Si el ego es el yo y el yo es la proyección mental de uno mismo (lo que pienso que soy, no lo que soy), mmm... ¿no estarán las redes sociales, al facilitar la exposición continua de mi yo, ayudando a "engordarlo"?

Todos tenemos ego. Es nuestra identidad, quien percibimos que somos, cómo nos vemos y pensamos y también cómo pensamos que nos ven y piensan los demás, pues no puedo separara mi visión del yo de mi visión del mundo. Esto no es bueno ni malo, simplemente es. Pero, ¿a qué me refiero con engordar al yo? A darle al yo una trascendencia que no tiene, a convertirlo en el Gran Centro de ese mundo que visiono y convertirlo a él, y no a mis experiencias y relaciones, en el eje de la vida y la felicidad. Y eso, sí que puede ser malo.

Porque, cuando le doy tanta trascendencia a mi yo, cuando me doy tanta importancia, todo lo que me pase, o todo lo que me digan o todo lo que me hagan, también cobrará mucha importancia, y cuando sea malo, mucha gravedad, y cuando sea un poco más malo que malo, muchísima gravedad, y... Y para entonces, el ofendidito que todos llevamos dentro ya habrá saltado.

Si encima, debido al escaparate de las Redes Sociales, continuamente expongo mi yo a las, por otra parte, continuas opiniones, críticas, comentarios y etc. de gente que me puede importar más, menos o nada, el cóctel explosivo ya está creado.

La receta para volverse inmune a ese cóctel no es abandonar las Redes Sociales (las cuales yo también uso con frecuencia y pienso que, como casi todas las cosas, tienen sus ventajas e inconvenientes... también creo que las utilizamos en exceso pero no me voy a meter, en este post, en ese berenjenal). Estas son algunas ideas para no sufrir el síndrome de los "ofendiditos":

- Aceptar que, en este mundo en el que todos estamos más expuestos que nunca, las malas opiniones, las críticas destructivas, las diferencias ideológicas e, incluso, los ataques verbales gratuitos, forman parte de la experiencia. Aunque parezca fuerte lo que voy a decir: "tienes derecho a que te hagan daño". Por supuesto, no quieres, y deseas que te traten bien porque también tienes derecho a que te traten bien; pero, cuando el otro te haga daño, porque sus palabras o acciones se dirigen directamente hacia ti o porque su forma de pensar o actuar hiere tu sensibilidad, no pienses que no debería estar pasando o tú no deberías estar permitiéndolo, ya que eso solo aumentará tu sensación de ofensa; asúmelo, la realidad es así, no siempre el otro te va a tratar bien. Tras asumirlo, pondera si te conviene actuar o no y cómo, y toma tu decisión.

- No es el otro el que te ofende; eres tú quien se ofende. Eso no quiere decir que si tú quieres eres capaz de no enfadarte. ¡Y un mojón! Todo el mundo se enfada. Pero, también, eres tú el que se desenfada. Y recuerda que sentir emociones no es malo; pero cargar con ellas...

- Humildad. Este es el antídoto del ego, o mejor dicho, del orgullo y la soberbia que nacen del ego. No te creas tan importante. No necesitas ser importante para valorarte y ser feliz. Si crees que haz de ser importante, cualquier comentario negativo que te desmerezca, te hará mucho daño. Si solo te valoras, reconociendo tu ausencia de trascendencia, los comentarios negativos te resbalarán mucho más, precisamente porque te valoras, ya que la mejor manera de darse valor no es otorgándose importancia sino regalándose momentos de felicidad... ¿y quién es feliz ofendiéndose con otros?

Pero, oye, cuestiona todo lo que digo, ya que la duda nos acerca más a la verdad y, además, quién soy yo para creerme poseedor de esta, ¿no?, si solo soy un pringado. Como tú. No te ofendas.

Si te gustó el post y crees que a alguien le puede venir bien para "cambiar el chip", no te lo quedes solo para ti, porfa, compártelo.

Si necesitas mi ayuda para controlar tu ira o conflictividad, u otras problemáticas como la ansiedad, la depresión y las crisis de pareja, te la brindo en consulta en Málaga y online para el resto del mundo.

Y recibe, como siempre, ¡este abrazo!

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