Desde que tengo uso de razón soy un apasionado de las historias. Las historias no solo nos emocionan y entretienen. También nos transforman. Tienen esa capacidad. O nosotros tenemos esa capacidad de cambio a través de las historias.
De mi pasión por las historias surgió el espectáculo que he escrito y dirigido, "Mis idas de ollas. Un psicólogo al borde de una crisis existencial", que representaremos este domingo 2 de mayo en La Cochera Cabaret de Málaga (entradas disponibles aquí). Es una obra de arte escénicas que fusiona la psicología y el crecimiento personal con el teatro, el stand up comedy, la impro, los cuenta cuentos... Como por motivos de tiempo no pude incluir todos los cuentos (u otras piezas literarias) que me hubiera gustado, os dejo aquí una breve selección de algunos de los que se quedaron fuera.
Espero que os gusten, que os emocionen... y que aporten algo, por pequeño que sea, a vuestro propio proceso de transformación. ¡Nos vemos el domingo en La Cochera, un abrazo!
ALMAS ENAMORADAS
No quiero enamorarme de ojos sino de miradas,
no de bocas sino de sonrisas,
no de cuerpos sino de almas.
No quiero hacerme selfies contigo,
quiero estar contigo y olvidame de que tengo móvil.
DE CERVEZAS CON EL DESTINO
- Todo va a salir bien - dije yo.
- ¿Y quién eres tú para decirlo? - me replicó El Destino.
- ¡Pues es verdad! - reconocí, y luego me lo llevé a tomar unas cervezas. Hablamos de la vida, nos reímos un rato, nos divertimos... Al final, todo había salido bien.
MI BANDA
Complicidad es reírte con alguien sin tener ni idea de por qué pero sabiendo que no sería lo mismo sin él.
Reírte hasta que te duela, reírte hasta llorar, reírte tanto que llores cuando lo recuerdes porque lo echas de menos.
Reírte del loco mundo, reírte de la puta vida, reírte de los demás con o sin ellos, reírte de ti mismo el primero.
Si sabes de lo que hablo, te invito a mi banda. Robamos sonrisas y desencajamos mandíbulas.
Porque creo que para todos sería bueno si hacemos menos enemigos y más cómplices de risas.
MIRADA TÓXICA
Los médicos aseguran que el hábito de mirar con tanta frecuencia el móvil puede provocar severas alteraciones en nuestra estructura ósea que deriven en malformaciones y dolor crónico. Ignoran que el hábito verdaderamente peligroso, aquel que puede partirnos en dos, es el de estar mirándonos siempre el ombligo.
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