Habla Rafael Santandreu en su libro El arte de no amargarse la vida, que las personas sólo tenemos 3 necesidades para poder vivir felices: agua, comida, y techo (para refugiarnos de las condiciones meteorológicas). Por supuesto, no solemos conformarnos con esto, queremos más. Deseamos más. El problema es que cuando confundimos deseos con necesidades, añadimos presión, frustración a nuestras vidas y, por tanto, ansiedad y depresión, y por tanto, infelicidad. Nos amargamos, innecesariamente la vida.
Pues, hablando de necesidades inventadas:
LA NECESIDAD DE CONTROL
En un mundo en el que puedes hablar con alguien cara a cara aunque viva a miles de kilómetros de distancia, en el que puedes comprar cualquier cosa sin moverte de casa o en el que puedes encontrar al hombre o mujer de tu vida sin salir de tu habitación, hemos aprendido (malaprendido) que lo controlamos todo.
En un mundo en el que por medio de una diminuta pastilla puedo dejar de sentir miedo o tristeza, hemos malaprendido que controlamos todo nuestro mundo interior.
En un mundo en el que a un niño le basta un simple berrinche para conseguir que sus padres le den todo lo que desea, hemos aprendido que controlamos a los demás y que si no conseguimos lo que esperamos de ellos, deberé sentirme muy mal conmigo mismo.
No es verdad. No lo controlas todo. Y como dije al principio, esa necesidad autoimpuesta nos puede provocar un elevado nivel de malestar.
Hay situaciones, momentos y personas con los que hemos de adquirir un Modo Activo ante la vida. Tomar las riendas. Afrontar. Actuar.
Pero hay otras situaciones, momentos y personas con los que es mejor adoptar un Modo Pasivo o Contemplativo. Simplemente observar, y dejar que pase. Soltar esas riendas, porque con ellas lo único que conseguimos es atar una situación, momento o persona que el tiempo se encargará de mover hacia su sitio.
Sé que esto es muy difícil para algunos (y me incluyo). Después de todo, a mi consulta vienen muchas personas con esta necesidad de control, a las que les cuesta mucho soltar esas riendas. Y les cuesta porque resulta que, algún día las soltaron, y no las volvieron a coger en mucho, mucho tiempo. Se metieron en su cuarto, en su cama, se aislaron del mundo... Y temen que les vuelva a pasar.
Lo que pasa es que estas personas confunden el soltar las riendas con el abandonarse a sí mismas. Cuando te propongo que sueltes las riendas, no te digo que tires las riendas, te digo que dejes de atarte a una situación, momento o persona determinadas.
Has de distinguir por tanto, aquellas situaciones, momentos y personas de tu vida que sí controlas, y las que no. Porque tu energía es limitada, y es importante que aprendas a invertirla sobre aquellos que controlas y a no desperdiciarla en lo que no controlas.
Por si te lo estabas preguntando: sí, la única persona a la que controlas en tu vida, es a ti misma. Pero ni siquiera tienes un grado de control absoluto sobre ti. Por mucho que hayas investigado y estudiado sobre Psicología, por mucho que hayas practicado la meditación y el diálogo interno, muchas veces tus emociones y pensamientos se manifiestan sin que tú puedas hacer nada por evitarlo. Nada, excepto observar, sin identificarte, sin reaccionar, sin juzgarte ni culparte por ello,y dejar que pase.
Te da miedo lo que te digo. Lo sé. Tienes miedo a perder el control. Pero cuando sientas ese miedo, piensa en esto que te digo:
Se da la paradoja de que,
cuando soltamos las riendas
sobre algunas cosas de nuestra vida,
incluído nuestro propio mundo interior,
recuperamos el control, sobre nosotros mismos.
Un abrazo.
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