miércoles, 15 de noviembre de 2017

UNA CREENCIA QUE DEBES ELIMINAR DE TU VIDA

A lo largo de nuestro aprendizaje vital, nuestro sistema de creencias se va desarrollando.

Una creencia puede ser definida como un pensamiento que se ha instalado en la manera de pensar del individuo de manera sólida, y que puede determinar su conducta y sus emociones.

De hecho, Albert Ellis, creador de la Terapia Racional Emotiva y propulsor de la Psicología Cognitiva, defendía en su teoría que no son los acontecimientos los que generan los estados emocionales sino la manera de interpretar los acontecimientos. De esa interpretación nacen las creencias, y de esas creencias nacen hábitos.

Por ejemplo: si mis padres le han dado una importancia excesiva al dinero, puedo adquirir la creencia de que el dinero da la felicidad y quizá me esfuerce mucho en mi vida por obtener más y más dinero o quizá caiga en un estado crónico de apatía y desesperanza porque me veo sin mucho dinero y sin posibilidades de conseguirlo. O: si una vez me rompieron el corazón, puedo adquirir la creencia de que los hombres o las mujeres son personas egoístas y que el amor no existe, y no volveré a confiar en una persona.

Albert Ellis estableció una clasificación de 11 creencias irracionales y disfuncionales, es decir, no son válidas desde un punto de vista racional ni tampoco útiles, ya que generan conductas ineficaces y/o estados del ánimo negativos. Usando los dos ejemplos anteriores: no es razonable que el dinero dé la felicidad ya que la felicidad no es una "cosa" que se consigue y hay muchísimos más elementos (que no se compran con dinero) que nos aportan felicidad, y no todos los hombres ni mujeres son completamente egoístas ni es cierto que no exista el amor (la ciencia ha demostrado que sí). Las conductas que se desprenden de estas creencias son disfuncionales porque pueden llevarnos a convertirnos en work-alcoholics (adictos al trabajo) o en personas que no se hacen responsables de sus vidas o en parejas sumamente celosas.

De las 11 creencias que estableció Ellis quiero hablar en este post de una que, si no la más perjudicial, es una de las que más daño puede hacernos:

"Si existe la posibilidad de que algo malo pase,
debo preocuparme mucho por ello".

Creo que ésta es una preocupación dominante en la manera de pensar de hoy día, y el origen de mucho estrés autogenerado (preocupaciones, rumiaciones, anticipaciones), y por ende de muchos problemas de ansiedad, depresión, y otros como puede ser la hipocondría (aunque en realidad ésta es un trastorno de ansiedad).

Pensémoslo bien (de hecho pensar bien es una herramienta poderosísima a favor de la felicidad, así que te animo a hacerlo muchísimo): siempre existe la posibilidad de que algo malo pase, así que si seguimos la lógica del pensamiento: ¡siempre estaré muy preocupado!

Por otro lado, preocuparme ni aumenta ni disminuye las probabilidades de que lo malo pase. Lo que incide directamente sobre el problema o amenaza, resolviéndolo o evitando que ocurra, son nuestras decisiones, planificaciones y acciones, no nuestros pensamientos. Lo que sucede es que que hay muchos problemas o amenazas sobre los que no podemos ni decidir, ni planificar ni actuar porque están fuera de nuestro margen de maniobra o porque ni siquiera han sucedido. Y la mente rumiante es la mente tratando de controlar algo que no controla.

Pero no lo consigue, y no sólo no lo consigue sino que además, provoca un efecto negativo en nuestro estado de ánimo y por ende en nuestra salud mental, emocional (y en muchas ocasiones física, cuando psicosomatizamos). Es decir que: nuestras preocupaciones no provocan un impacto real sobre el problema o amenaza, ni resolviéndolo ni evitándola, ¡pero sí provocan un impacto negativo real sobre nuestra salud!

Creo, por todo ello, que es más que necesario que desactivemos esa falsa creencia de que preocuparnos mucho es un arma para solucionar los problemas o evitar las amenazas, ¡es un arma contra nosotros mismos!

Cómo la desactivamos:

1. Por supuesto que siempre existe la posibilidad de que algo malo pase: de que suspendas el examen, te echen del trabajo, tu pareja te deje o contraigas una enfermedad. Pero también siempre existe la posibilidad de todo lo contrario: de que saques una buena nota si estudias lo suficiente, de que te asciendan si te esfuerzas, de que la relación con tu pareja sea larga y significativa si trabajáis para que así sea, y de que tengas la salud y fortaleza de un roble si te cuidas.

2. PERO, en el caso de que efectivamente lo malo pasase, y puede pasar, estoy convencido de que no es peor que estar constantemente preocupado. Porque si suspendes el examen puedes repetir convocatoria, si te echan del trabajo puedes encontrar un trabajo mejor, si tu pareja te deja puedes disfrutar enormemente de tu vida de soltería, y si contraes una enfermedad puedes curarte o ser feliz con tu enfermedad como consigue hacer muchísima gente enferma. Es decir: nos recuperamos de la adversidad (de lo malo), pero de la preocupación obsesiva...

De eso, no se recupera uno nunca.

Así que desactiva esa creencia...

... y sustitúyela por esta otra:

Si va bien, bien,
y si va mal, no pasa nada, lo superaré.

Y don´t worry, be happy y Hakuna Matata. :)

¡Y un abrazo!

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