miércoles, 30 de mayo de 2018

¿SER DIFERENTE ES MALO?

De 2015 a 2017 tuve el orgullo de formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestábamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Fue una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevé y que quiero compartir con vosotros, publicando algunas de las consultas más destacadas que tuve la oportunidad de contestar.

Esta semana: un caso real que nos explica cómo se puede sentir una persona cuando no encaja y se ve como pez fuera del agua. ¿Ser diferente es malo?

CONSULTA

Estoy en el último curso de la ESO y desde el principio me he sentido cómoda en clase en ningún momento. Soy una chica de buenas notas, responsable y muy sociable pero siento que con las personas que llevo toda la vida no encajo. Durante este verano estuve más con mi novio, mi familia y mis amigos de triatlón que con los de clase y ahora noto que me aburren, no me interesan sus temas de conversación. Siento que no tienen nada que ver conmigo, como si fueran muy simples e infantiles. Siempre me he juntado con amigos mayores y me siento más a gusto con ellos que con los de mi edad, ya que a ninguna de mis amigas les interesa hablar de política, machismo, consumismo o cualquier otro tema que se salga de criticar a otra persona. ¿Por qué si nunca me sentí diferente, ahora sí lo hago? ¿Es malo verse apartada aunque sepas que nadie lo hace?

RESPUESTA

Respecto a tu primera pregunta: porque has cambiado. Las personas lo hacemos. Con la edad, maduramos (algunos), nuestros gustos e intereses cambian, por lo general nos volvemos con el tiempo más selectivos a la hora de elegir amistades. Eso no implica que dejes de ser tú, simplemente creces, y el crecimiento implica cambio. Y no es malo. Así que nada de lo que preocuparse.

Respecto a la segunda pregunta, me cuesta más entenderla, pero creo que estás diciendo que, aunque nadie te aparta ni te margina, tú sí te sientes apartada o marginada… ¿por ser diferente? Si eres diferente a tu grupo de iguales, a la gente de tu edad, no tiene nada de malo, menos todavía cuando tienes la suerte de haber encontrado otras personas con las que sí tienes más cosas en común.

En la infancia los modelos de referencia son los padres, y en la adolescencia pasa a ser el grupo de iguales. Sin embargo, en la vida, la referencia más importante que encontrarás serás tú misma: es importante conocerte bien, aceptarte y valorarte. Qué te gusta, qué no, con qué valores y tipo de personas te identificas, cuáles son tus principios, cuáles tus metas, y cuáles tus fortalezas para perseguir esas metas. 

Responder a este tipo de preguntas te ayudará a encontrarte contigo misma, saber qué quieres y con quiénes quieres estar. Y descubrir que eres un ser único y que eso no es nada malo, al contrario. Suerte, un abrazo.

martes, 22 de mayo de 2018

¿BAJAR TUS EXPECTATIVAS TE PUEDE HACER MÁS FELIZ?

Sé lo que estás pensando. O a lo mejor no, soy psicólogo, no adivino. Pero déjame adivinar por un momento: piensas que la pregunta que da título a este post suena a conformismo.

Es como si planteara: para ser feliz, ¿debo conformarme? ¿Debo renunciar a proyectos y metas? ¿Debo dejar de soñar?

No es eso de lo que me dispongo a hablar ahora, y aunque lo fuera, lo último que tienes que hacer es hacerme caso. Yo no escribo en este blog para que me hagas caso. Escribo para hacerte pensar, y luego, tras tus reflexiones, que tú te hagas caso a ti mismo.

Y no a lo que nos han dicho que debemos hacer caso...

Es bueno tener proyectos y metas, y sueños. Es bueno soñar, pero no siempre, porque suele ser habitual tener también que trabajar para cumplir nuestros sueños.

También es bueno tener expectativas positivas. Porque cuando las tengo, cuando espero que de mi trabajo salga algo bueno, me predispongo al éxito, a la consecución de aquellas expectativas, y por ejemplo me hago más tolerante al fracaso, pongo más empeño y motivación, persisto más en pos de aquellos objetivos con los que me comprometí. Las expectativas positivas me acercan a la consecución de mis expectativas:

Si pienso que seré capaz de hacerlo,
estaré más cerca de hacerlo,
que si pienso que no soy capaz.

Lo que quizá no sea tan bueno es esperar que cumplir mis expectativas me hará muy feliz. O que no cumplirlas me hará sumamente infeliz.

Podemos encontrar muchos ejemplos muy habituales sobre esto: quiero hacer una fiesta de cumpleaños y quiero que sea la fiesta más épica de todos los tiempos, si lo consigo es posible que ni la disfrute porque habré estado demasiado preocupado por que fuera la mejor fiesta del mundo, si no lo consigo me sentiré un fracasado total, a pesar de que posiblemente haya sido una muy buena fiesta.

Más ejemplos: la pérdida de la virginidad, esa peli cuyo tráiler la hacía parecer alucinante, las bodas, el fin de semana... ¿Qué hay de malo en tener un fin de semana sin planes? Te quedas descansando en casa, puedes ahorrar, puedes invertir tu tiempo en hacer cosas solo o sola que hace tiempo que querías hacer pero nunca encontrabas tiempo.

Otro ejemplo: cuando España ganó el Mundial. ¿Cuánto tiempo llevábamos esperándolo? Lo deseábamos tanto que hasta pensábamos que cambiaría nuestras vidas: "¿cómo nos sentiremos cuando por fin seamos campeones del mundo?", nos decíamos. Pues la noche de la final fue un subidón absoluto, pero al día siguiente... Al día siguiente a currar (o a estudiar o a buscar trabajo) exactamente igual que tres días antes.

Tener expectativas demasiado altas puede hacerte infeliz. Porque mientras trabajas para alcanzar esas expectativas te centras tanto en conseguir que se cumplan que te olvidas de disfrutar el trabajo, el camino. Y porque una vez que las consigues experimentas un estado de felicidad que como todo estado de felicidad, es transitorio.

El estado de felicidad que experimentas cuando te comes un helado, es transitorio. El estado de felicidad que experimentas cuando consigues el ascenso de tu vida, es transitorio.

Por tanto sueña, no dejes de soñar, y persigue tus sueños... pero no olvides de disfrutar el camino, porque eso seguramente sea más importante que tus sueños, ya que el camino...

Es tu vida.

Y la vida no es sueño.

Barry Schwartz es un psicólogo estadoudinense, autor del libro La paradoja de la elección, por qué más es menos. En él habla de cómo en las sociedades industrializadas hemos ampliado hasta la enormidad nuestra capacidad de elegir y eso ha aumentado considerablemente nuestras expectativas.

Como tenemos tanto de donde elegir, nuestra expectativas respecto al objeto de elección (unos vaqueros, un trabajo, una pareja, una casa...) aumentan. El resultado: nos bloqueamos e invertimos demasiado tiempo y energía en decidir, y una vez hecha nuestra elección, es muy probable experimentar arrepentimiento, culpa o decepción al imaginar otra opción disponible que era mejor que la escogida.

Es decir: no disfrutamos el camino y cuando llegamos no nos sentimos mucho mejor.

Si mantuviéramos nuestra capacidad de elección pero hubiera menos donde elegir, seríamos más felices, porque nuestras expectativas no serían tan elevadas. Si por ejemplo en el mundo hubiera una distribución más igualitaria de la riqueza, haríamos más felices a personas del tercer mundo, al darles capacidad de elegir, y al reducir nuestro agigantado abanico de elección, nosotros también seríamos más felices... porque ya no estaríamos tan preocupados por elegir lo mejor, como por hacer lo mejor con lo que tuviéramos.

Tener alternativas es bueno. Tener demasiadas alternativas que inflan nuestras expectativas... No lo creo. Por eso:

1. Haz cosas bonitas con tu vida: márcate proyectos, metas, ten ilusiones, sueña y haz por cumplir tus sueños.
2. Pero renuncia a conseguir lo mejor (la expectativa más alta). Porque cuando consigas lo mejor seguramente te darás cuenta de que lo mejor no era para tanto...
3. Y que ni siquiera tenías que conseguirlo, porque ya lo tenías...

Porque lo mejor reside en tu capacidad de aceptar plenamente el aquí y ahora y disfrutar y agradecer lo que tienes hoy.

Porque la vida es lo que pasa y la felicidad lo que haces, mientras tienes otras expectativas.

¡Un abrazo!

martes, 15 de mayo de 2018

LA VIDA ES UNA LENTEJA

No hace mucho tiempo fui opositor.

Opositar significa: nervios, dudas, incertidumbre, fatiga física y mental, frustración... Si alguien ha pasado o está pasando por el duro reto de enfrentarse a unas oposiciones, sabe de lo que estoy hablando.

El día del examen es como si todos aquellos estados emocionales acumulados durante los meses previos (o incluso años), se reunieran dentro de ti para organizar una gran fiesta. Es el momento del todo o nada, la hora de la verdad. ¿Todo el tiempo y esfuerzo invertidos habrán valido para algo?

Veía a gente en los pasillos antes de entrar al aula de examen y cada uno trataba de gestionar su ansiedad lo mejor que podía: repasando los apuntes por última vez para así no pensar, rezándole a un rosario, llamando a sus seres más cercanos para decirles que les querían... La verdad es que ahora que lo pienso, el aula de examen, a la que nos iban llamando uno a uno para entrar por orden alfabético, parecía aquel día más un matadero que la clase de una facultad.

¿Cómo gestioné yo mi propia ansiedad? Observando. La verdad es que observar siempre me ha servido para relajarme. A mí por ejemplo me gusta muy poco conducir y mucho viajar como pasajero: en coche, en tren, en avión... En esos momentos en los que sueltas el control (la Mente siempre quiere tener el control de todo, especialmente sobre lo que no controla), te dejas llevar por la vida como si fueras un pasajero y te sientes cómodo, relajado, tranquilo.

Me refiero a observar, sólo observar, por supuesto. Sin juicios ni valoraciones ni críticas... Sin control o pretensión de control. Mindfulness, Atención Plena. Sin embargo algo no estaba haciendo bien porque, aunque sí que conseguí reducir mi nivel de ansiedad, estaba enfadado. Estaba enfadado por tener que aguantar tanto histerismo, enfadado porque había mucha gente con la que iba a competir por una plaza, enfadado porque no sabía muy bien cómo había llegado hasta allí, enfadado porque quería que terminara lo más pronto posible. Creo que incluso me enfadaba el hecho de estar relativamente tranquilo cuando todo el mundo estaba nervioso.

Recuerdo (ahora, justo ahora que estoy escribiendo, porque esto no lo tenía preparado así) mi primer día de colegio. Mi madre al dejarme en el cole me dijo que cuando saliera vendría a recogerme, que si yo salía antes y ella no estaba que no me preocupara ni llorase, que ella aparecería pronto para llevarme a casa. Al salir mi madre no estaba y yo recordé lo que me había dicho y me mantuve tranquilo... hasta que me di cuenta de que a mi alrededor no había más que niños llorando histéricamente porque sus madres no había aparecido aún, así que yo me puse a llorar con ellos. Cuando mi madre apareció, me regañó (y con razón): "¿Por qué lloras, no recuerdas lo que te dije?" Hoy le diría que fui víctima de  un proceso empático. En esa ocasión sólo pude articular un lastimero "No sé" entre hipo e hipo.

Lo que más me enfadaba  de aquel día del examen era estar allí tranquilo cuando en realidad debía estar hecho un manojo de nervios como el resto. ¿Qué me pasaba? ¿A dónde había ido mi empatía? ¿Es que aquello no me importaba o ya lo daba por perdido?

Autoanalizándome ahora (y lo estoy haciendo, por eso me gusta tanto recomendar la escritura como ejercicio terapéutico) me doy cuenta de que algunas personas canalizan su ansiedad rezándole al rosario y otros simplemente se enfadan.

El hecho es que cuando por fin dijeron mi nombre y entré en el aula y me indicaron el sitio en el que debía sentarme... No creo en el destino ni ese tipo de cosas (Universo, karma, etc.), pero cuando me senté en el sitio donde realizaría mi examen, enseguida me percaté de que alguien había escrito una frase con típex. Una frase que llamó mucho mi atención y que decía:

La vida es una lenteja

No creo que el destino me pusiera en aquella mesa para leer esa frase, darle un significado especial y poder transmitírtelo. Pero es lo que está sucediendo ahora varios años después. Tampoco sé si mi interpretación de la frase es la misma que la persona que la escribió (seguramente no, me imagino a una una chica o chico aburrido por culpa del rollazo que le está contando algún profesor o profesora y escribiendo entonces con el típex la primera tontería que le viene a la cabeza), y puede que tampoco sea la misma que la tuya. ¿Qué te ha transmitido "la vida es una lenteja"?

A mí me transmitió paz. En cuanto la leí, desapareció el enfado y todo lo demás: los nervios, las dudas, la incertidumbre, la frustración... Se acabó la fiesta chicas. Me quedé tranquilo y contento.

Porque "la vida es una lenteja", para mí (y quizá sólo para mí, quizá tú tengas que encontrar tu propia frase) significó en aquel momento que aquel momento no era tan importante. De hecho, no era nada importante. No era más importante que una lenteja. Y hoy, en mi vida, significa que la vida no es más importante que una lenteja.

Es bonita, es sabrosa, es bella y merece ser vivida. Pero saber que no es importante (ni tiene que serlo) a mí me ayuda a quitarme miedos y preocupaciones que me impedirían valorar, saborear, apreciar y vivir mejor mi vida.

Por eso, si te estás o te tienes que enfrentar a algún reto hoy, ya sea un examen, una entrevista de trabajo, un proyecto, un cambio, una decisión "importante"... Hazlo, enfréntate, dedícale tiempo, esfuerzo, ganas, coraje, ilusión... Pero no pienses que es importante. No creas que te va la vida en ello. Y aunque así fuera: tu vida no es importante. La vida es una lenteja.

Suspendí aquel examen con una nota horrible. A veces me gusta pensar que gracias a aquel suspenso puedo estar aquí escribiéndote estas líneas. Que gracias a aquel suspenso hoy día hago un trabajo con mis pacientes y los asistentes a mis talleres que me gusta y me llena. Hoy, estoy tranquilo y contento.

Y cuando dejo de estarlo, porque no siempre se puede estar tranquilo y contento, creo que acordarme de la frase "La vida es una lenteja" me ayudará.

Espero que a ti también. ¡Un abrazo!

*Este post está dedidado a todos los opositores que rezan rosarios antes de un examen.  

jueves, 10 de mayo de 2018

CÓMO CONTROLAR LAS EMOCIONES

Las emociones son naturales y cumplen una función.

Por eso decimos que no hay emociones buenas ni malas. Sólo emociones más agradables y otras menos. Existen incluso emociones dolorosas. Pero ni siquiera éstas se pueden considerar malas. ¿Es el dolor malo?

La fiebre es útil para el sistema inmunitario, ya que le permite tomar ventaja sobre agentes infecciosos, haciendo al cuerpo menos receptivo a la replicación de virus y bacterias sensibles a la temperatura. ¿Y qué me dices del dolor que precede al parto? ¿Y el dolor tras la marcha de un ser querido? Esa tristeza es la que nos permite superar la pérdida.

Entonces, si decimos que no hay emociones ni buenas ni malas, ¿por qué hablar de controlar las emociones? Entiendo que para muchas personas el término "control" les induzca a pensar en "represión". ¿Quién soy yo para controlar tu vida cuando el dueño de tu vida eres tú?

Exacto. Por eso: ¿quién es la emoción para controlar tu vida? El hecho de que tengas emociones no implica que debas cederle el mando de tu vida a esas emociones. Se trata por tanto de controlar no para reprimir la emoción, sino para que la emoción no nos controle. Dominar para que no nos domine. No darle el poder, no ceder el control absoluto a la emoción.

Porque entonces la tristeza me puede llevar a pasarme días enteros en la cama, y a no ser que estemos de vacaciones (y normalmente ni por esas) no queremos pasarnos días enteros en la cama, por tanto la emoción ha tomado el control. El miedo nos puede llevar a evitar y por regla general queremos afrontar. La ira nos puede llevar a golpear y... Aunque a veces sí quisiéramos hacerlo, desde luego que no deseamos las consecuencias negativas tras el golpe.

¿Cómo conseguimos dominar o controlar la emoción? Desde la posición de observador. Observando la emoción y permitiéndola estar, ser, sintiendo la emoción, porque así es como una emoción se extingue: no reprimiéndola, ahí se queda con nosotros; se extingue sintiéndola.

Cuando soy capaz de sentir la emoción aceptándola plenamente, sin pelearme con ella ni conmigo mismo porque se manifiesta, y soy capaz de no dejarme llevar por ella gracias a mi posición de observador de la emoción, a través de la cual dejo ser a la emoción pero no me identifico con ella: la emoción viene, transita por mi, y se va. Cumple su función, pero no me condiciona. No ha tomado el control, no me ha dominado, porque he sido capaz de mantenerme en posición de vigilia (despierto, no adormecido por la emoción) y en esa posición tengo el control.

Esto es lo que se trabaja, entrena y desarrolla a través del Mindfulness en Emociones:

1. Observar nuestro Universo Emocional.
2. Comprenderlo. Conocernos mejor.
3. Aceptarlo evitando hacer juicios de valor que le den el control a nuestras emociones.
4. Experimentar gratitud ante nuestro sentir porque todas las emociones cumplen una función que nos ayuda a adaptarnos al medio.
5. Y al no sentirme mal conmigo mismo por cómo me siento: mejorar la relación con mi Yo.

Este sábado 12 de Mayo de 10:30 a 13:30 en Málaga haré un nuevo Taller de Mindfulness en Emociones para alcanzar paz y bienestar emocional observándonos, desde dentro. Si estás en Málaga y puedes asistir, ¡te espero! Si no, recibe como siempre un abrazo. Y recuerda:

La salida del dolor, es a través del mismo dolor.

miércoles, 2 de mayo de 2018

TU ISLA DESIERTA

Me he inspirado para hacer este post en un viaje que he hecho en este puente de 1 de Mayo con tres amigas.

A muchísima personas les encanta viajar. De hecho es una de las cosas que más les gusta hacer. Yo me lo he pasado genial en este viaje. El destino ha estado bien (Manchester y Liverpool) y la compañía ha sido adorable.

¡Pero he acabado agotado! Agotado de visitar lugares, agotado de hacer actividades, agotado de hablar... Agotado de no estar solo.

Soy de esas personas que necesita estar solo de vez en cuando para descansar de la gente. Por eso, después del viaje, me dediqué a estar un día solo conmigo mismo. Hice otro viaje: lo que yo llamo escaparme a mi isla desierta.

Me quedé en casa todo el día, leyendo, viendo series y escuchando música. Y comiendo (me encanta comer). Y fue absolutamente reparador. Fue absolutamente terapéutico. ¡Fue un viaje genial!

Cuando volvimos al aeropuerto tenía ganas de estrangular a mis amigas y no porque lo hubiera pasado mal con ellas, ¡al revés, lo había pasado en grande! Pero estaba demasiado agotado como para sentir amor hacia ellas. Y ahora, después de mi pequeña escapada a mi isla desierta, ¡estoy deseando volver a verlas!

Por eso pienso que a todos nos puede venir bien irnos a nuestra particular isla desierta para mejorar en nuestras relaciones. Con nuestra pareja, familia, compañeros, amigos... Que queramos no verles por un tiempo no significa que no los amemos o no lo pasemos bien con ellos, sólo significa que las relaciones desgastan, y por eso a veces es bueno escaparse a la isla desierta, recuperar la conexión con uno mismo, y volver regenerado.

Sobre todo en una relación de pareja, en la que se pasa tanto tiempo juntos, creo que esto es importantísimo. ¡Y qué decir del trabajo! ¡Cuántas veces deseamos escaparnos a una isla desierta cuando estamos en el trabajo, ¿verdad?! Lamentablemente no siempre se puede. Y que desees hacerlo no significa que no te guste tu trabajo. Insisto: las personas cansan, las actividades también.

Estar siempre con la misma gente y hacer el mismo tipo de actividad durante mucho tiempo continuado desgasta mental, emocional y físicamente. Por eso, ¡escápate a tu isla desierta! ¡Hay muchas! Mira:

- Un libro.

- Una peli o serie.

- Un disco o lista de reproducción.

- Correr o pasear.

- Meditar.

- Videojuegos.

- Alguna actividad creativa: escribir, pintar, componer.

- Cocinar.

- Un baño laaaargo y relajado.

- Una taza de café o de chocolate.

- ... ¿qué más se te ocurre?

Hay muchas, muchas islas. Son maneras de viajar también, de desconectar, sólo que más económicas. La única condición es que las hagas tú solo. Son actividades que también puedes hacer en pareja o en grupo, ¡pero ya no serían islas desiertas! Prueba a hacerlas tú solo, de vez en cuando. El tiempo es muy variable, dependiendo de las circunstancias y de lo que tú quieras, tu estancia en la isla puede durar minutos, horas, ¡o incluso días!

Y cuando vuelvas de tu isla, te sentirás descansado, renovado, y con mejor predisposición a seguir tu relación (ya se trate de pareja, familiares, amigos o compañeros) o continuar con tu actividad.

Porque a veces, no siempre, pero sí a veces, tu mejor compañero de viaje, eres tú mismo.

Y es con quien te encuentras en tu isla desierta. ¡Un abrazo!