lunes, 1 de febrero de 2016

VAS A MORIR... Y LO SABES


Hace poco en un programa de radio pedían a sus oyentes que les mandaran la frase que pondrían en sus epitafios. Una de las respuestas fue tan buena que no pude resistirme a apuntarla enseguida. Fue ésta:

"Ahora me doy cuenta: apunté pocas cosas en la lista de cosas
que me importan una mi..."

Genial.

Y es que, como reza el título de mi post, vamos a morir. Y lo sabemos. Y eso no es malo. Lo malo sería vivir para siempre, porque sería aburridííísimo. Pero aún peor que eso es vivir como si no fuéramos a morir nunca.

Y por desgracia, usualmente, es lo que hacemos.

Y no pienso hacer filosofía barata: "vive como si hoy fuera el último día de tu vida". Ah, estupendo, pero, ¿y si resulta que, por lo que sea, oye, hoy no es el último día de mi vida y mañana el casero me echa del piso porque se lo destrocé en la fiesta que, espontáneamente, decidí celebrar ayer y en la que invité a 500 personas?

Vive como si fuera el último... No, por favor. Cada día tenemos responsabilidades que no podemos desatender porque las consecuencias de esas responsabilidades nos gustan y nos hacen la vida mejor (recuerda el post que escribí al respecto la semana pasada).

Ser conscientes de nuestra propia muerte, de que somos seres finitos, con fecha de caducidad, nos sirve. Pero no para llevar una vida que nos acerque más pronto a esa muerte (sexo, drogas y rock´n roll, como lema mola, pero la mayoría de los que lo siguieron no pasaron de los 27), si no para darnos cuenta de que tenemos que dejar de lamentarnos, obsesionarnos y aterrarnos, con cosas que el día de nuestro funeral ya no nos importarán un carajo (obvio), ni tampoco a la gente que nos quiere.

Ejemplo desolador (porque habla de mí): soy un tipo muy manazas. Hace poco descubrí que es porque tengo los dedos de las manos muy flexibles (supongo que eso por otro lado tendrá alguna utilidad, no sé). El caso es que continuamente se me caen objetos de las manos, a veces rompibles. Y en alguna ocasión me he llegado a obsesionar y castigar exageradamente por ello: "¡Pero David, ¿cómo puedes ser tan manazas?, hay que ver, eh!" (no es una traducción literal de lo que me digo, ni mucho menos).

Pues: ¿os imagináis en mi futuro funeral la siguiente conversación?

- Hay que ver, con lo bueno que era.

- Sí, pero un manazas.

- Es verdad, vámonos de aquí.

¿...?

Pues así con:
  • Las cualidades físicas: que si soy bajito, que si soy muy alta, que si no me parezco a Ricky Martin.
  • La entrevista de trabajo, el informe que he de entregar mañana a primera hora al jefe porque de no hacerlo se iniciará una III Guerra Mundial.
  • Lo que me dijo mi chica, lo que se me olvidó a mí decirle y me puede llevar a un desenlace trágico.
  • Todo el sinfín de problemas que tengo y que me convierten en el ser más desgraciado del planeta, como que he de llevar el coche al taller.
  • Lo que no tengo, lo que me he perdido, la que me espera...
Vas a morir, ¿lo sabes? TIC TAC TIC TAC (no, no tengo complejo de Pablo Iglesias). No vas a estar aquí para siempre. TIC TAC TIC TAC ¿De verdad quieres seguir amargándote tu breve, aunque puede que significativa y a veces incluso feliz existencia, con cosas que ya han pasado o que no tienes ni pajolera idea de si pasarán?

En terapia se usa el ejercicio de visualizar la propia muerte para aquellas personas cuyas preocupaciones no les dejan disfrutar de la vida. Tomar conciencia de que vas a morir sirve, bastante, para relativizar la gravedad de ciertas neuras. El ejemplo más claro es el de aquellas personas que viven una experiencia cercana a la muerte y desde entonces empiezan a valorar más lo bueno de sus vidas y a despreocuparse por problemas no tan serios ni importantes como a veces nos los presentan nuestra imaginación.

Como dice Eduardo Punset: "hay vida antes de la muerte". Vívela, sin preocupaciones, sólo con ocupaciones y despreocupaciones. Gracias por haberme leído, espero que sirva, no te mueras nunc... Tarde, que sea muy, muy tarde. Abrazos.

  

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