jueves, 29 de noviembre de 2018

UN CASO DE DEPENDENCIA EMOCIONAL

De 2015 a 2017 tuve el orgullo de formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestábamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Fue una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevé y que quiero compartir con vosotros, publicando algunas de las consultas más destacadas que tuve la oportunidad de contestar.

Esta semana: UN CASO DE DEPENDENCIA EMOCIONAL, que nos sirve para distinguir la necesidad del deseo y para no confundir obsesión con amor, y poder vivir así relaciones más sanas y satisfactorias.

CONSULTA

Tengo 37 años y acabo de conocer a un chico 7 años más joven que yo y por ahora nos vemos de vez en cuando. Hace 2 años que me dejó mi pareja y hasta hoy no me he lanzado a conocer a nadie. Me dejó de la noche a la mañana y creo que no he superado este abandono. Con el nuevo chico, vamos despacio pero creo que hay intención por las dos partes. Hemos pasado 7 días de vacaciones juntos y todo ha marchado genial. Yo le expliqué mis intenciones de formar una pareja pero él no me contestó claro. Desde entonces todo marcha más o menos bien, pero sin definir nada. Los días que no hay comunicación yo me vuelvo loco y me vienen miedos de abandono y cuadros de ansiedad por saber de él. No quiero estropear la posible relación y quiero aprender a gestionar bien mis emociones sin volverme tan ansioso. Pero la situación a veces me supera. Por eso pido ayuda, para saber cómo poder gestionar esto y conseguir buenos resultados. Muchas gracias.

RESPUESTA


Walter Riso, psicólogo cognitivo, redefine la dependencia emocional como apego afectivo, un vínculo obsesivo con un objeto, idea o persona que se fundamenta en cuatro creencias falsas: que es permanente, que te va a hacer feliz, que te va a dar seguridad total y que dará sentido a tu vida. Cuando tienes un vínculo de este tipo no estás preparado para la pérdida y no aceptas el desprendimiento. Además, Riso, en una entrevista, valoraba este apego o dependencia como el “mayor motivo de sufrimiento de la humanidad”.

Aludiendo a la definición de Riso, el principal problema de la dependencia emocional es que la persona piensa que sólo será capaz de ser feliz si es con el otro. Esto, por supuesto, genera mucho estrés y miedos, ya que la posibilidad de que la otra persona desaparezca entonces de mi vida implicaría que ya no podría ser feliz. Pero, ¿es cierto? Otro psicólogo cognitivo, Rafael Santandreu, en su libro “El arte de no amargarse la vida”, nos dice que los seres humanos sólo necesitamos agua, comida y techo. Todo lo demás son deseos, no necesidades. La distinción es importante porque de la necesidad nacen la presión y la ansiedad. Y del deseo, la motivación y el amor basado en un apego seguro.

Entonces, si yo creo que necesito a la otra persona para ser feliz, cualquier señal que me haga sospechar que lo puedo perder ("no me llama, no me escribe, vamos demasiado lento") será interpretada como una alarma (es en realidad: una falsa alarma, pues no hace falta ni llamar ni escribir todos los días ni ir rápido, para amar bien), y entonces se despertará en mí una respuesta de ansiedad y actuaré de forma impulsiva y seguramente controladora, provocando malestar en la otra persona y en mí mismo.

Puedes gestionar tus emociones a través de estrategias centradas en la activación fisiológica, como la relajación, o por medio de la meditación y el mindfulness. Pero de nada servirán si no cambias tu manera de pensar acerca de la felicidad y el amor, y sobre todo, tu manera de pensarte, de valorarte. Lo único que necesitas para ser feliz es amor incondicional desde ti, hacia ti. Todo lo demás que venga, bienvenido sea. Todo lo que se vaya, déjalo ir. Ánimo, un abrazo.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

MÁS SER Y MENOS YO

El Yo o Ego es mi identidad hacia el mundo que me rodea, el producto de mi consciencia, la proyección mental que genero de mí mismo en interacción con el ambiente.

Todos tenemos Yo, pero no todos tenemos la misma orientación hacia el Yo.

Hay personas que tienen una conciencia excesiva de si mismos y viven demasiado orientados hacia el cuidado y protección de su Yo.

Les angustia en demasía que algo malo les pueda pasar y cómo afecte esa vivencia a la identidad que proyectan de sí mismos hacia los demás.

¿Alguna vez te ha pasado algo malo y lo primero que has pensado ha sido "Qué pensarán de mí cuando se enteren"?

Son personas por tanto que se preocupan en exceso por el qué dirán y que cuando sobreviene la adversidad se identifican (identifican a su Yo con ella). Si le pasa algo malo a mi Yo, mi Yo es un desgraciado, si mi Yo fracasa, mi Yo es un fracasado. Lo malo que pueda pasar entonces, al definir su identidad (su Yo) con respecto a sí mismos y los demás, adquiere proporciones gigantescas. 

Por eso estas personas suelen ser evitativas o demasiado cautas, rumiativas, neuróticas y les afecta demasiado la crítica o el rechazo. Todas esas estrategias van encaminadas a poner al individuo en alerta "para evitar" (en realidad no consiguen evitar nada) que la adversidad sobrevenga porque si lo hace, lo pasarán fatal, por las razones que he dado antes. Así, se convierten en sobreprotectores de su Yo. Como una madre sobreprotectora que siempre está encima de sus hijos para evitar que les suceda el más mínimo mal... Pues igual.

Luego están las madres que permiten que sus hijos salgan a la calle a hacer trastadas y mancharse las botas de barro.

Las personas que viven orientadas al Ser no están tan preocupadas por que algo malo les pueda pasar. Así que arriesgan más, piensan menos las cosas, no le dan tanta importancia a los fracasos y a las malas faenas de la vida, no sobrevaloran la opinión de la gente.

No es que no tengan Yo, todos tenemos consciencia de nosotros mismos, pero este tipo de personas no ponen tanto el foco en esa representación mental. Porque están orientadas al Ser.

¿Y qué es el Ser? Buena pregunta: TÚ eres el Ser.

¿A que si no tuvieras consciencia de ti mismo, mente, pensamientos, si no supieras que existes y eres dentro de un contexto que compartes con otros seres... a que seguirías siendo?

Pues eso es el Ser.

El Ser es lo que eres, más allá de tu Yo, más allá de los límites de la mente-consciencia, más allá de la cárcel de tus pensamientos. Porque TÚ eres, más allá de lo que piensas que eres.

¿Acaso un perro no es? Y los animales no tienen consciencia en tanto en cuanto no tienen capacidad para pensar. Pero un animal siente. A nivel fisiológico, y a nivel emocional. Si un animal padece un mal, el animal sufre emocionalmente. Pero lo que no va a hacer el animal es decirse a sí mismo "vaya vida más perra tengo" o "¿qué pensarán de mí cuando se enteren?"

No somos perros, tenemos mente y por tanto consciencia y pensamientos y por tanto Yo o Ego, pero creo que nos ayudará a vivir mejor entender que SOMOS, más allá de ese Yo, más allá de lo que pensamos que somos y lo que pensamos sobre lo que nos ha ocurrido y cómo define a ese Yo, y más allá de lo que los demás opinen y cómo su opinión afecte a mi Yo, somos seres deseosos de sentir, arriesgar, ganar y fracasar, enamorarnos y desenamorarnos, vivir el presente y no en el futuro, de disfrutar y gozar pero también de sufrir porque, ¿cuán importante es ese sufrimiento?, si después puedo levantarme, seguir para delante y volver a disfrutar, gozar y llenarme de las experiencias de la vida y de la gente que la comparte conmigo. Las personas que no viven orientadas hacia la sobreprotección de su Yo sino orientadas al Ser, al sentir, al hacer, en definitiva, son personas que están deseando...

... salir a la calle, hacer trastadas, y mancharse las botas de barro.

¡Mánchatelas! Un abrazo.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

RESPONSABILIDAD VS CULPA

La culpa puede ser uno de los grandes saboteadores de nuestra autoestima.

Y digo "puede ser" porque en realidad la culpa, como emoción que es, no es buena ni mala, es sólo natural. Y es natural que sintamos culpa y además eso nos sirve para relacionarnos con nuestro entorno, porque si no existiera la culpa... Es ya existiendo, ¡y madre mía cómo está el mundo!

Sin embargo, llega un momento en el que la culpa deja de funcionar, y no sirve de nada, y más que para no servir de nada, sirve para sentirnos mal, perjudicarnos por ende, y empeorar nuestras relaciones. Ese momento para mí es el acto de sentirse culpable. Cuando te atormentas con la culpa una y otra vez, una y otra vez...

Sentir culpa, una única vez, de manera contingente con el acto que ocasionó esa culpa, puede servirnos para "no volverlo a hacer". Pero castigarnos con la culpa, ¿de qué nos sirve?

Pues sí lo hacemos es porque creemos que sí, que nos sirve, si no, simplemente, no lo haríamos. Un día, malaprendimos, en clase de religión, o porque vimos a nuestros abuelos o padres hacerlo, o porque el profesor nos puso demasiado tiempo contra la pared... que sentirnos culpables de manera intensa y prolongada nos haría aprender más y mejor.

¡Y NO ES CIERTO!

Más allá de la contingencias inmediata, la culpa no sirve. Si te doy un golpe sin querer y enseguida siento culpa, te pediré perdón y trataré de tener cuidado la próxima vez. Pero seguir recreándome en la culpa no me va a ayudar a ser más cuidadoso, porque la culpa sólo nos enfoca hacia el pasado, hacia lo que hice mal.

En cambio la responsabilidad, asumir que soy responsable de mis actos, sin machacarme por ello, y que también soy el responsable de mi propio cambio: ¡eso sí me ayuda a cambiar! Así que la próxima vez que te castigues a través de tu culpa, pregúntate:

1. Esta culpa: ¿va a hacer que cambie lo que pasó?, ¿me va a hacer mejor persona?

2. ¿Cuál es mi cuota de responsabilidad respecto a lo sucedido?, ¿hasta qué punto y en qué aspectos concretos soy responsable de los hechos y sus consecuencias?

3. Sobre aquello que entra dentro de mi responsabilidad: ¿qué puedo hacer para cambiarlo, bien para que no vuelva a ocurrir o bien para mejorar?

Estas 3 preguntas pueden suponer la diferencia entre el pasado donde ya no hacemos nada, y el presente y lo que sí podemos hacer ahora, entre el autofustigamiento con el que sólo me provoco malestar a mí mismo, y mi compromiso por mejorar para el futuro y conseguir resultados mejores.

Este sábado 17 de Noviembre haré en Málaga el Taller de Autoestima: "¡Soy imperfecto y me alegro!", en el que trabajaremos la culpa y otros saboteadores de la autoestima, además de diferentes pautas que podemos usar para potenciar nuestro amor propio. Si estás en Málaga, ¡te espero! 

Y si no, recibe como siempre, ¡este abrazo! 

miércoles, 7 de noviembre de 2018

EL SÍNDROME DEL CONTROLADOR AÉREO

Hay veces en la vida en las que la ansiedad de rendimiento nos golpea con todas sus fuerzas. Si quieres saber más respecto a este tipo de ansiedad, puedes ver el siguiente vídeo:


Porque empezamos en un nuevo trabajo y queremos causar una buena impresión.

O porque aparecen nuevas e imprevistas dificultades en mi actual trabajo.

O porque emprendo un nuevo proyecto en el cual he puesto mucho esfuerzo previo para que salga bien.

O porque me asignan nuevas responsabilidades y más personas a mi cargo.

O porque tengo un trabajo en el que si lo hago mal se pierde mucho dinero.

Son muchos los motivos (además de los intrapersonales) por los cuales puedo empezar a sentirme, con respecto a un trabajo, un proyecto o, sí, también, una pareja u otro tipo de relación: muy agobiado, perder la capacidad para distraerme y evadirme, no poder conciliar el sueño o dormir mal... entre otros síntomas.

A las personas que les pasa esto (y a mí me ha pasado también) nos digo que tenemos el Síndrome del Controlador Aéreo. ¿Por qué? Porque, ¿qué pasa si un controlador aéreo hace mal su trabajo?

Efectivamente, muere gente, mucha gente.

Sin embargo, si tú haces mal tu trabajo, ¡seguramente las consecuencias no sean ni de lejos tan graves como ésa! Sí, un cliente puede acabar insatisfecho, o tu jefe decepcionado, o se puede perder mucho tiempo o recursos o dinero, o te pueden despedir, ¿¿¿y qué??? ¡No es el fin del mundo! Todo eso es superable, recuperable, prescindible... ¡Pero tu bienestar, ahora, no!

Así que la próxima vez que te descubras a ti mismo o misma preocupándote excesivamente ante un reto profesional, personal o relacional, simplemente relájate, simplemente piensa: "Tranquilo, no eres un controlador aéreo".

El día que se presente en mi consulta un controlador aéreo, voy a pasar una ansiedad de rendimiento de narices. ¡Un abrazo!