lunes, 25 de febrero de 2019

UN CASO DE DOLOR CRÓNICO

De 2015 a 2017 tuve el orgullo de formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestábamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Fue una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevé y que quiero compartir con vosotros, publicando algunas de las consultas más destacadas que tuve la oportunidad de contestar.

Esta semana: UN CASO DE DOLOR CRÓNICO. Un caso real sobre una persona con dolores persistentes y que nos da algunas claves sobre cómo se puede ayudar desde la psicología a las personas que padecen este problema.

CONSULTA


Escribo porque me siento atrapada. Hace tres años fui víctima de una mala praxis. Me pincharon en el nervio ciático por error. Llevo todo este tiempo buscando soluciones a mis dolores y no las encuentro. Los medicamentos para dichos dolores me desestabilizan mucho, los tuve que dejar. He probado de todo, fisioterapeutas, médicos, ahora estoy yendo a un osteópata. Rehabilitar sería mi cura, pero no puedo con los dolores que me provoca. Esto ha afectado a mi vida laboral y social y a mi situación económica. Y lo peor, estoy deprimida, no veo salida, estoy cansada después tres años de dolor y lucha, pero quiero salir de esta situación.

RESPUESTA

En primer lugar decirte que entiendo que la situación de vida por la que estás pasando no ha de ser nada fácil ni agradable. Entiendo tu dolor. Pero también entiendo que hasta ahora, lo que has hecho ha sido luchar contra el dolor, te has dicho a ti misma “no quiero sentir este dolor, no puedo ni debo sentirlo”. Esa lucha, esa resistencia, te ha generado agotamiento emocional, llevándote a experimentar los sentimientos depresivos y de desesperanza que nos comentas. ¿Y si en lugar de luchar contra el dolor, lo aceptaras?

Desde la Psicología, la investigación sobre dolor crónico nos muestra que la lucha frustrada lleva a un estado de ansiedad y de depresión que a su vez potencia las sensaciones dolorosas. La aceptación disminuye el sufrimiento e inicia un proceso psicofisiológico a través del cual el dolor se hace más tolerable, porque nos habituamos a él. Habituándonos a las sensaciones disminuye la ansiedad, el miedo y la depresión, y tendremos menos sensaciones asociadas al dolor. Además, a través de la aceptación, el dolor deja de limitarnos tantos, abriéndose entonces la puerta del compromiso hacia la adaptación en áreas como la social o la laboral.


Piensa que es tu propio rechazo al dolor el que lo sobredimensiona, y eso te está impidiendo hacer la rehabilitación que te ayudaría a reducir tu dolor. Aceptar no implica resignarse, sino tolerar una nueva situación para dejar de dirigir los esfuerzos a eliminarla y empezar a canalizar nuestra energía para adaptarnos a ella. No se trata de vivir sin dolor, sino de aprender a vivir con él. La Terapia de Aceptación y Compromiso, si decides acudir a un psicólogo, o la práctica del Mindfulness, te pueden facilitar mucho esa conversión hacia la aceptación. Ánimo, un abrazo.

lunes, 18 de febrero de 2019

CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS DEL POSTUREO

Sin lugar a dudas uno de mis pecados menos favoritos es la vanidad.

Hay muchas definiciones de vanidad. Yo he escogido ésta: Orgullo de la persona que tiene en un alto concepto sus propios méritos y un afán excesivo de ser admirado y considerado por ellos.

No hay nada malo (más bien al contrario) en enorgullecerse de los propios méritos y tener un alto concepto de ellos, siempre y cuando no deje de ser un concepto realista y sea consciente también de mis defectos y limitaciones.

El problema nos lo muestra la segunda parte de la definición: afán excesivo de ser admirado. A todos nos gusta gustar. Pero a la persona vanidosa le gusta gustar mucho, en exceso. De tal manera que las consecuencias negativas de ese anhelo pueden ser:

1. No vivir una vida auténtica. Vivir orientado hacia lo que se espera de mí en lugar de hacia lo que yo realmente quiero hacer y ser.

2. Ansiedad intensa por perseguir el propósito de ser aprobado o admirado.

3. Frustraciones exageradas por no conseguirlo.

La vanidad, tradicionalmente, ha sido distinta para los chicos y las chicas. A nosotros se nos ha educado para competir y ganar, a las niñas para gustar. Así, la vanidad masculina se muestra en lo que se tiene (la casa más grande, el coche más caro...) y en las mujeres en lo que se exhibe (belleza, glamour...). Pero esto está cambiando con la educación moderna, cada vez más centrada en educar a hombres y mujeres por igual (lo cual claro que me parece justo y positivo), por lo que nos encontramos hoy estos dos tipos de vanidades mezcladas y cruzadas.

Otro fenómeno que ha cambiado la vanidad moderna ha sido por supuesto el auge de las Redes Sociales, que son un escaparate permanente para la imagen que queremos proyectar de nosotros mismos. De hecho, la palabra "postureo" es un neologismo (nuevo concepto) que se hace popular gracias a la cultura millennial (postdigital), y que se refiere a la actitud de adoptar ciertas costumbres o actividades más por ánimo de querer aparentar o causar buena impresión que por auténtica convicción.

Un buen (o mejor dicho mal, malísimo) ejemplo de esa conducta es la aparición de aplicaciones que sirven para distorsionar a través de filtros la imagen de las fotos (te puedes cambiar el volumen de los pechos, el color de los ojos, ponerte la cara más fina, quitarte anchura corporal...). Estas aplicaciones están siendo muy usadas por los jóvenes hoy día, y esto es un problema, porque este hábito de distorsionar la propia imagen es a la vez manifestación y a la vez consecuencia de otro impacto negativo de la vanidad moderna:

4. La no aceptación de uno mismo.

Lo cual, casi sobra decirlo, conlleva serios problemas de autoestima.

Si me obsesiono con mostrar una imagen de mí mismo que no es auténtica, estoy entrenando el autorrechazo. No me acepto, no me quiero, porque no soy lo que se espera (lo que entiendo que la sociedad espera) de mí, así que me oculto tras una falsa imagen o detrás de una fachada de felicidad irreal.

Pero por mucho que me oculte siempre me encuentro conmigo mismo, y si mi mí mismo no me gusta... al final me sentiré mal.

La solución por tanto a este problema es evidente: ¡gústate! Gustate, joder. Conócete, acéptate tal como eres, con tus defectos y virtudes, y desde la aceptación, busca el cambio, pero sin orientarte a lo que los demás esperan de ti, ya que no sabes qué es eso y cada persona o grupo puede tener unas expectativas diferentes, y por más que te esfuerces siempre habrá gente a la que gustes y gente a la que no (¿y qué?); oriéntate a lo que tú quieres ser, a lo que tú quieres hacer, a la vida que quieres vivir.

Porque nuestra mejor versión no sale a relucir cuando hago o soy lo que los demás esperan, sino cuando más me parezco a quien realmente soy, ya que no habrá nada en el mundo que se nos dé mejor que ser nosotros mismos. Y hacer aquello que se nos da mejor, suele dar mucho gustito.

Así pues, frente a la vanidad, recuerda esta palabra:

GENUINIDAD

Convirtámosla entre todos en el neologismo más popular del nuevo milenio. ¡Un abrazo!

martes, 12 de febrero de 2019

¿IDIOTIZA EL AMOR?

Algún romántico se estará echando las manos a la cabeza con el título de este post.

Pero la respuesta (mi respuesta) clara y contundente es que: SÍ. El amor idiotiza. Y bastante.

O para ser francos y escrupulosamente correctos: enamorarse. Enamorarse es lo que idiotiza.

Según la antropóloga norteamericana Helen Fisher, una de las investigadoras más reputadas en el estudio del amor romántico, cuando nos enamoramos nos suceden cosas como: dependencia psicológica y emocional (nos "enganchamos", por eso lo de que el amor es como una droga), ansiedad ante el rechazo o la separación, pensamientos obsesivos (es como si la persona amada "acampara" dentro de nuestra cabeza) e idealización de la persona de la que nos hemos enamorado, a la que atribuimos rasgos que en realidad no tiene por qué poseer.

Si estos síntomas no son los de un idiota, ¡si tener en la mente todo el día a alguien a quien pienso de una manera que realmente no es y cuyo rechazo o separación me genera un miedo enorme, no es de idiotas!, entonces no sé yo qué lo es.

Y sin embargo: ¡no estoy en contra del amor romántico y del acto de enamorarse! ¿Cómo voy a estar en contra? ¡Es imposible! Porque enamorarse... es inevitable. 

Creo que todos, absolutamente todos, nos hemos enamorado alguna vez y, aunque digamos que nunca más, con gran probabilidad de acierto puedo decir que: volverás a enamorarte.

Enamorarse al fin y al cabo es un sentimiento y los seres humanos, aunque no queramos, sentimos.

Así, hay pensadores y psicólogos que defienden que es posible no enfadarse, ¡y yo me opongo a esa idea! (me opongo muy enfadado, además). ¿Cómo no vamos a enfadarnos con... con la de idioteces que pasan en el mundo? (y que por cierto son mucho más idiotas que la idiotez de enamorarse)

Pero que yo me enfade, incluso que me enfade con bastante frecuencia, y a veces incluso con no poca intensidad, no quiere decir que vaya pegando hostias por ahí a diestro y siniestro. Puedo canalizar mi ira, controlar mi enfado, dominarlo para que no sea él quien me domine a mí.

Y exactamente igual pasa con el enamoramiento:

- Puedo pensar que esa persona no es la única persona del mundo, y que desde luego no es mi mundo.

- Decirme que si es persona no me corresponde o deja de quererme, lo pasaré mal, pero que lo superaré.

- Focalizar mi atención en otras personas/cosas/actividades que también me generan paz y bienestar.

-  Y darme cuenta de que, por muy maravillosa que sea esa persona, no es perfecta... aunque tampoco tiene por qué serlo, claro.

Y así, continuar experimentando esa sensación tan agradable que sentimos cuando estamos enamorados, pero no dejarnos gobernar por ella, y lo que estaremos haciendo no será acabar con el enamoramiento o matar el amor, sino simplemente, 

Ponerle cabeza, a nuestro corazón.

Que pases un feliz Día de San Valentín con tus amores: tu pareja, tu familia, tus amigos, con quien tú quieras, y por supuesto contigo mismo, y como regalo adelantado recibe ¡este abrazo!  

jueves, 7 de febrero de 2019

POR QUÉ LAS CONSULTAS PSICOLÓGICAS ESTÁN LLENAS DE CORAZONES ROTOS

Porque sí, algún psicólogo o psicóloga tenía que decirlo: muchas de las personas que nos dan de comer son las que sufren por una historia de desamor.

A veces esa historia de desamor tiene que ver con una mala relación con la pareja. A veces con una separación no superada. A veces, la gran mayoría, con la ausencia del amor más importante de todos: el amor propio.

Los estudios dicen que la mayoría de las personas que acuden al psicólogo lo hacen para tratar problemas de ansiedad o del estado de ánimo, como la depresión. Pero considero que ése es un dato no del todo cierto. La ansiedad y la depresión no son el problema, son el resultado del problema. Y éste suele ser: una mala relación con los demás y/o conmigo mismo.

Y esa mala relación con los demás o con nosotros mismos es a su vez el resultado de nuestros déficits de pensamiento. Pensar mal nos lleva a relacionarnos mal con nuestro entorno y con nosotros mismos y, por ende, a sentirnos mal.

Y cuando digo pensar mal me refiero a producir pensamientos sesgados, distorsionados, exagerados o contra mí. Pensamientos que carecen de razón y de utilidad. No son verdades demostrables ni me sirven de nada. Por ejemplo: pensar que eres un inútil. ¡Seguro que no eres un inútil y que sabes hacer muchas cosas bien, y aunque lo fueras, ¿de qué te sirve decirte que eres un inútil, te ayuda a ser mejor?!

Como el polarizado pensamiento "soy un inútil", o "mi vida es una mierda" (¿no hay cosas buenas en tu vida?) o "todo me va a ir mal" (¿cómo lo sabes, eres adivino?), existen multitud de pensamientos relacionados con el amor y que son el resultado de un esquema de creencias irracionales que provienen de la cultura, la sociedad, la publicidad y otros ámbitos. Creencias que nos llevan a pensar que:

- Estar sin pareja el día de San Valentín es lo peor.

- Si mi pareja no quiere estar siempre conmigo es que ya no me quiere.

- La persona con la que comparta mi vida debe complementarme en todo.

- Los celos le dan vida a una relación.

- La otra persona debe hacerme feliz.

Y un sinfín de "mierdas" más. Pensamientos y creencias que nos llevan a hacernos unas expectativas irreales sobre lo que debe ser el amor y por tanto, a vivir el amor de manera frustrante e insatisfactoria.

Porque estar sin pareja puede ser un gran disfrute, porque tengo todo el derecho del mundo a no querer estar con mi pareja y eso no significa que no la quiera, porque la persona que elija como compañero o compañera no ha de cumplir mis expectativas sino ser como es, porque los celos matan las relaciones, y porque eres tú quien ha de hacerse feliz a sí mismo y no nadie más.

Y después compartir tu felicidad con otra persona, si así lo decides, y que esa persona la comparta contigo.

Este sábado 9 de febrero haré un año más (¡y ya van 5!) el Taller Desarmando a Cupido: eliminación de creencias tóxicas sobre el amor, para discutir (y combatir) en grupo, muchos de los mitos y falacias que existen sobre el amor y que provocan que lo malvivamos y lo maltratemos, en lugar de disfrutarlo de una manera sana y plena. Si estás en Málaga espero verte allí, y si no recibe, con mucho amor, ¡este abrazo!