miércoles, 29 de noviembre de 2017

CÓMO ELIMINAR MALOS HÁBITOS

Con frecuencia me encuentro en mi consulta con personas que me dicen: "Sé que no debería hacer esto, que es malo, pero no sé cómo evitarlo".

Y es que es muy fácil dejarse llevar por los malos hábitos adquiridos y muy difícil frenar los impulsos que nos empujan a realizarlos.

Aunque lo que es muy difícil sólo cuesta un poco más que lo fácil.

Veamos qué nos puede ayudar a eliminar nuestros malos hábitos:

En primer lugar, los psicólogos (al igual que muchas personas más en el mundo), sabemos de la importancia que tiene definir bien un problema para hallar una solución al mismo.

Por lo tanto vamos a definir qué es un mal hábito: una conducta que se tiende a repetir por impulso y que provoca consecuencias no deseadas para el individuo y su entorno. Así, un mal hábito por ejemplo no tiene por qué ser eructar, si la persona no ve ninguna consecuencia negativa en ello y su entorno está acostumbrado y se lo permite. Ejemplos de malos hábitos: fumar, automachacarse, exigirse en exceso, discutir de manera agresiva con la pareja, tratar de complacer continuamente, rumiar, preocuparse... siempre y cuando, al hablar sobre estos comportamientos, expresamos nuestro deseo de no llevarlos a cabo, bien porque nos hacen daño a nosotros mismos o a otros.

¿Y qué es un impulso? Es la tendencia que mayormente los seres humanos experimentamos cuando actuamos movidos por alguna emoción sin que haya mediado una deliberación previa de la razón. Actuar sin pensar.

Por tanto:



Para eliminar los malos hábitos,
habrá que evitar dejarse llevar por los impulsos,
que generan esos malos hábitos.

Porque en el fondo, a no ser que hablemos de comportamientos autodestructivos que tienen su base en problemas de autoestima, nadie suele querer realizar una conducta que es mala para él y para su entorno. Pero un día, debido a un aprendizaje erróneo, adquirimos esa conducta, sin ser conscientes de las consecuencias negativas, y a través de repetirla se convierte en un hábito, y los hábitos son arraigados y cuesta mucho deshacerse de ellos... si no pensamos.

Porque es el impulso, la tendencia a repetir el hábito, a emitir la respuesta, lo que provoca esa respuesta, y ese impulso carece de razón, pero si conseguimos que la razón entre en la secuencia de respuesta, podremos evitar la continuación de esa respuesta no deseada:


Impulso - Respuesta no deseada
Impulso - Respuesta no deseada - Razón - Cambio de respuesta

Según la comparativa de secuencias anteriores, no se trata de "obligarnos a" dejar de emitir una respuesta no deseada, ya que el impulso, la "tendencia a", es algo que está muy consolidado en nuestro repertorio de respuestas, lo que dificulta de manera importante esa pretensión de no emitir la respuesta. Se trata de darse cuenta y salir del hábito.


Esto se puede llevar a la práctica a través de los siguientes pasos:


1. En primer lugar localiza cuáles son tus malos hábitos que deseas eliminar: la tendencia a pelearte con tu pareja, a pelearte contigo mismo, a preocuparte, a rumiar, a fumar, a beber...


2. En segundo lugar, como ya tienes localizada la conducta, eso no te facilitará eliminar el impulso, ya que se produce de manera automática, pero sí te facilitará el darte cuenta de que está volviendo a caer en una conducta no deseada. Cuando esa toma de conciencia se produzca, PÁRATE. No sigas dejándote llevar por el impulso, PÁRATE.


3. Cuestiónate. Que entre la razón en la cancha de juego. ¿Por qué crees que estás haciendo lo que haces? ¿Forma parte de aprendizajes erróneos o creencias irracionales? ¿Te sirve para algo, te ayuda a resolver un problema o a ser mejor persona? ¿Cuáles son las consecuencias negativas? Hazte consciente de la irracionalidad y disfuncionalidad de tu hábito y de las consecuencias negativas que tiene para ti.


4. Sustituye. Emite una respuesta opuesta o distinta de la que te empujaba a emitir tu impulso. Ha intervenido la razón, ahora puedes hacerlo: en lugar de pelearte, hablar; en lugar de machacarte o sobreexigirte, relajarte; en lugar de preocuparte o rumiar, focalizar sobre el presente y disfrutar el aquí y ahora; en lugar de fumar o beber, realizar una conducta sana, divertida y gratificante para ti.


Y es que la clave para eliminar los malos hábitos no está en "no hacer" sino en darse cuenta de que estás haciendo, dejar de hacer, y hacer algo nuevo.


Detectar el mal aprendizaje.


Desaprender.


Aprender.


¡Un abrazo!


jueves, 23 de noviembre de 2017

DECÁLOGO PARA PRODUCIR BUENOS DESPERTARES

Una de las cosas que más les cuesta a las personas que pasan por un momento del estado de ánimo deprimido, son los despertares. Y a su vez, un mal despertar repercute negativamente sobre el estado del ánimo.

Por tanto, es beneficioso para nuestro estado anímico, ya estemos pasando por una fase depresiva o no, provocarse buenos despertares, especialmente en estas épocas del año en las que, por el frío, cuesta tanto despegarse de las sábanas.

Y es que un despertar es el arranque de tu motor, y si no arrancas bien, es probable que tu cuerpo, mente y/o estado emocional "se te cale". Empezar bien el día es fundamental para llevar bien el día. Llevar bien el día es fundamental para tener una buena vida.

Aquí va un Decálogo para mejorar tus despertares:

1. Lo primero de todo: duerme. Los estudios médicos al respecto dicen que lo ideal es dormir entre 7-8 horas, aunque esto varía según las personas, ya que hay quienes necesitan dormir menos o más. Si te encuentras fatigado a lo largo del día, puede ser un síntoma de que estás durmiendo mal o poco. Consejos para dormir bien: desconectarse del móvil u ordenador mínimo 10 minutos antes de ir a la cama, tomar infusiones, meditar antes de dormir, levantarse y acostarse sobre la misma hora cada día, e irse a la cama con pensamientos positivos (por ejemplo: pensando en lo mejor que hayas hecho durante el día).

2. Y es que un pensamiento, un simple pensamiento, puede marcar la diferencia entre sentirte bien y mal, y por tanto, entre un buen o mal despertar. Si te despiertas y enseguida piensas: "Jo qué rollo, qué madrugón, y ahora ir a trabajar, vaya mier...", o si estás de baja, de vacaciones o desempleado: "Bah, otra vez la misma rutina de siempre, no sé qué hacer con mi vida, todo son problemas...", esos pensamientos negativos, por supuesto, pueden determinar tu estado de ánimo y con ello mermar tu rendimiento y tu capacidad de disfrute. Si en cambio piensas nada más despertarte en las cosas buenas que, previsiblemente, te esperan: "Hoy me voy a preparar esa comida para el almuerzo que tanto me gusta... hoy he quedado con Fulanito, ¡qué alegría, hace tanto que no le veo!... esta noche ponen esa serie o programa en TV que tanto me gusta... ¡Hoy voy a ser todo lo posible por disfrutar el día!", tu despertar y tu predisposición a afrontar el día, pueden ser totalmente diferentes.

3. Y al mismo tiempo que estás pensando en cosas agradables... ¡sonríe! La propiocepción es el sentido que recibe información de nuestro propio cuerpo. Si pensamos en cosas agradables y sonreímos, le estamos diciendo a nuestro cerebro: "Eh, tranqui, todo está bien, ¡vamos a empezar!"

4. Y ya, para rematar, si acompañas los pensamientos positivos y agradables con una sonrisa y con gestos de cariño hacia ti: caricias, abrazos, estirazarte..., estarás creando una triada de positividad y autoamor que cambiará radicalmente tu despertar.

5. Y eso que aún no hemos salido de la cama. Importante: no demorar demasiado el acto de levantarte. Quedarte mucho tiempo en la cama sin hacer nada puede ser una ventana abierta a los pensamientos negativos y producir apatía y desmotivación (aparte de llegadas impuntuales al centro de trabajo, lógicamente).

6. Nada más levantarte, echa para arriba las persianas y déjate inundarte por la luz del sol, porque está demostrado que la luz solar puede afectar positivamente al estado de ánimo. Si tu habitación no da al exterior, busca una ventana que dé y recréate por un momento en esa sensación de sentir la luz del sol sobre ti. Si ninguna habitación de tu casa da el exterior, sal pronto a la calle para saludar al astro rey. Si te despiertas cuando aún es de noche... ¡jo, qué difícil me lo pones! :p Si te despiertas cuando aún es de noche, piensa en que pronto saldrá el sol y estate preparado para recibirlo como es debido: con contemplación y gratitud. Si está nublado y llueve... Las nubes y la lluvia también tienen su encanto.

7. Incorpora, dentro de tus rutinas mañaneras, alguna actividad que sea agradable para ti. Por ejemplo poner la radio. O si sueles meditar, cuándo mejor para hacerlo que al inicio del día, y además no necesitas demasiado tiempo para hacer esta actividad (es una actividad que se puede hacer en 1, 2, 5, 10 minutos... ya depende de tus posibilidades). O hacer ejercicio físico: empezar las mañanas "dándole caña" al cuerpo es una manera de activarlo y de producirte un estado del ánimo positivo, así que aunque tengas que despertarte un poco antes para hacerlo, merece la pena. La cuestión es: si empiezas tu día a día haciendo algo que te guste, va a influir sobre tu estado de ánimo y por ende sobre tu rendimiento y satisfacción general con tu vida.

8. Desayuna fuerte y algo que te guste. Los beneficios de un desayuno fuerte están más que demostrados: nos aporta energía para el resto del día, condiciona nuestro estado de ánimo, incide en nuestro rendimiento físico y mental, nos permite comer luego menos a lo largo del día y nuestro cuerpo asimila mejor los alimentos que tomamos en ayunas. Los alimentos que más se recomiendan para el desayuno son los cereales y las frutas, pero dentro de esa gran variedad, es importante que comas algo que sea sabroso para ti, ya que eso aumentará las ganas que tengas de levantarte de la cama.

9. Empieza el día regalando amor: besando a tu pareja, abrazando a tus hijos, acariciando a tu mascota... Y si vives solo, ¡mírate al espejo y regálate un beso! Todo el amor que damos nos viene de vuelta. No es el karma, simplemente es que nos sentimos felices cuando hacemos felices a los demás. Así de sencillo.

10. Si trabajas en casa o estás desempleado y tienes planificado quedarte por la mañana buscando ofertas por internet (éste sería tu trabajo en casa), no te quedes con la bata puesta y el pelo desaliñado. Arréglate un poco, aunque no vayas a salir. Como dije antes: nuestro cuerpo le envía información al cerebro, nuestra propia imagen también, por eso, si nos arreglamos, nos estamos mandando el mensaje: "Vale, ya estoy listo para el trabajo, ¡vamos allá!". Si nos quedamos con el pijama puesto... ¡de lo único que tendremos ganas es de volver a la cama! Igualmente, si trabajas fuera o tienes que salir: ¡ponte guapo, guapa! Te dará más fuerzas para "comerte el mundo". 

Como veis son "trucos" muy sencillos y que pueden determinar vuestra forma de levantaros y de empezar el día, y con ello vuestra predisposición y estado de ánimo para afrontar el resto de la jornada.

Y es que nos enseñan y ponemos en práctica multitud de consejos para: ganar dinero, ahorrar dinero, ganar peso, perder peso, ligar, alcanzar el éxito, gestionar el éxito...

Y digo yo: ¿qué mayor éxito hay que ser feliz? Pues la felicidad se gestiona. Y empieza por uno mismo... desde que te despiertas.

¡Un abrazo y felices despertares!

miércoles, 15 de noviembre de 2017

UNA CREENCIA QUE DEBES ELIMINAR DE TU VIDA

A lo largo de nuestro aprendizaje vital, nuestro sistema de creencias se va desarrollando.

Una creencia puede ser definida como un pensamiento que se ha instalado en la manera de pensar del individuo de manera sólida, y que puede determinar su conducta y sus emociones.

De hecho, Albert Ellis, creador de la Terapia Racional Emotiva y propulsor de la Psicología Cognitiva, defendía en su teoría que no son los acontecimientos los que generan los estados emocionales sino la manera de interpretar los acontecimientos. De esa interpretación nacen las creencias, y de esas creencias nacen hábitos.

Por ejemplo: si mis padres le han dado una importancia excesiva al dinero, puedo adquirir la creencia de que el dinero da la felicidad y quizá me esfuerce mucho en mi vida por obtener más y más dinero o quizá caiga en un estado crónico de apatía y desesperanza porque me veo sin mucho dinero y sin posibilidades de conseguirlo. O: si una vez me rompieron el corazón, puedo adquirir la creencia de que los hombres o las mujeres son personas egoístas y que el amor no existe, y no volveré a confiar en una persona.

Albert Ellis estableció una clasificación de 11 creencias irracionales y disfuncionales, es decir, no son válidas desde un punto de vista racional ni tampoco útiles, ya que generan conductas ineficaces y/o estados del ánimo negativos. Usando los dos ejemplos anteriores: no es razonable que el dinero dé la felicidad ya que la felicidad no es una "cosa" que se consigue y hay muchísimos más elementos (que no se compran con dinero) que nos aportan felicidad, y no todos los hombres ni mujeres son completamente egoístas ni es cierto que no exista el amor (la ciencia ha demostrado que sí). Las conductas que se desprenden de estas creencias son disfuncionales porque pueden llevarnos a convertirnos en work-alcoholics (adictos al trabajo) o en personas que no se hacen responsables de sus vidas o en parejas sumamente celosas.

De las 11 creencias que estableció Ellis quiero hablar en este post de una que, si no la más perjudicial, es una de las que más daño puede hacernos:

"Si existe la posibilidad de que algo malo pase,
debo preocuparme mucho por ello".

Creo que ésta es una preocupación dominante en la manera de pensar de hoy día, y el origen de mucho estrés autogenerado (preocupaciones, rumiaciones, anticipaciones), y por ende de muchos problemas de ansiedad, depresión, y otros como puede ser la hipocondría (aunque en realidad ésta es un trastorno de ansiedad).

Pensémoslo bien (de hecho pensar bien es una herramienta poderosísima a favor de la felicidad, así que te animo a hacerlo muchísimo): siempre existe la posibilidad de que algo malo pase, así que si seguimos la lógica del pensamiento: ¡siempre estaré muy preocupado!

Por otro lado, preocuparme ni aumenta ni disminuye las probabilidades de que lo malo pase. Lo que incide directamente sobre el problema o amenaza, resolviéndolo o evitando que ocurra, son nuestras decisiones, planificaciones y acciones, no nuestros pensamientos. Lo que sucede es que que hay muchos problemas o amenazas sobre los que no podemos ni decidir, ni planificar ni actuar porque están fuera de nuestro margen de maniobra o porque ni siquiera han sucedido. Y la mente rumiante es la mente tratando de controlar algo que no controla.

Pero no lo consigue, y no sólo no lo consigue sino que además, provoca un efecto negativo en nuestro estado de ánimo y por ende en nuestra salud mental, emocional (y en muchas ocasiones física, cuando psicosomatizamos). Es decir que: nuestras preocupaciones no provocan un impacto real sobre el problema o amenaza, ni resolviéndolo ni evitándola, ¡pero sí provocan un impacto negativo real sobre nuestra salud!

Creo, por todo ello, que es más que necesario que desactivemos esa falsa creencia de que preocuparnos mucho es un arma para solucionar los problemas o evitar las amenazas, ¡es un arma contra nosotros mismos!

Cómo la desactivamos:

1. Por supuesto que siempre existe la posibilidad de que algo malo pase: de que suspendas el examen, te echen del trabajo, tu pareja te deje o contraigas una enfermedad. Pero también siempre existe la posibilidad de todo lo contrario: de que saques una buena nota si estudias lo suficiente, de que te asciendan si te esfuerzas, de que la relación con tu pareja sea larga y significativa si trabajáis para que así sea, y de que tengas la salud y fortaleza de un roble si te cuidas.

2. PERO, en el caso de que efectivamente lo malo pasase, y puede pasar, estoy convencido de que no es peor que estar constantemente preocupado. Porque si suspendes el examen puedes repetir convocatoria, si te echan del trabajo puedes encontrar un trabajo mejor, si tu pareja te deja puedes disfrutar enormemente de tu vida de soltería, y si contraes una enfermedad puedes curarte o ser feliz con tu enfermedad como consigue hacer muchísima gente enferma. Es decir: nos recuperamos de la adversidad (de lo malo), pero de la preocupación obsesiva...

De eso, no se recupera uno nunca.

Así que desactiva esa creencia...

... y sustitúyela por esta otra:

Si va bien, bien,
y si va mal, no pasa nada, lo superaré.

Y don´t worry, be happy y Hakuna Matata. :)

¡Y un abrazo!

miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL ROL OBSERVADOR

La mayor parte del estrés es autogenerado y proviene de nuestro apego al control.

Queremos tenerlo todo atado y bien atado, y como eso es muy difícil cuando no imposible, me estreso y me frustro y me enojo.

¿Por qué nos cuesta adquirir una actitud contemplativa ante la vida y en cambio nos ansiamos tanto por abarcar lo inabarcable y anticipar lo inexistente? Porque nos cuesta renunciar al control.

Y nos cuesta renunciar al control porque confundimos eso con un acto de irresponsabilidad. Confundimos contemplación con la imprudencia del que es pasivo y deja su vida en manos del azar, de Dios, del Universo o de Donald Trump.

Pero es, a mi modo de ver, una confusión, y trataré de demostrarlo con esta definición que sigue sobre los roles pasivo, controlador y observador (contemplativo).

El pasivo se da la vuelta. Y desde esa posición no ve. Elige no ver.

El observador o contemplativo primero observa. Y toca sólo lo que puede tocar. Elige mover aquello que está a su alcance y puede mover.

El controlador no cesa de perder tiempo y energía en tratar de tocar y mover aquello que está fuera de su alcance porque primero, no se paró a observar.

Este sábado 11 de Noviembre en Málaga hago el Taller de Mindfulness en Emociones II, con nuevos ejercicios de meditación para entrenar la Atención Plena y desarrollar nuestro rol de observador.

Observar tanto los eventos externos, como los internos: nuestros pensamientos y emociones.

Porque tanto unos como otros son estímulos que podemos elegir ignorar o controlar a través de la represión.

Y seguramente sea más responsable: observar, aceptar, y continuar.

Como haría un buen observador.

Un abrazo.