jueves, 25 de mayo de 2017

LA CLAVE PARA NO PELEARTE

No enfadarse no es posible, como postulan algunos "eruditos" de la filosofía zen.

La ira es una emoción, como tal es natural, ni buena ni mala, y cumple una función: nos dota de impulso para defendernos de las amenazas del exterior. Sin enfado nos dejaríamos pisotear.

Lo que sí es posible es no dejarte dominar por el enfado. Se deja dominar uno por las emociones cuando la emoción manda sin razón de por medio. Cuando el miedo impide que hagas lo que es favorable para ti, cuando la tristeza te sume en largos y profundos estados de depresión.

No se deja dominar uno por la ira cuando discute. El DRAE define discutir como "contender y alegar razones contra el parecer de alguien". Discutir es exponer dos puntos de vistas o intereses contrapuestos y defenderlos. Pelear sin embargo lo define el DRAE como batallar, y añade en otra acepción "desavenirse, enemistarse, separarse en discordia".

A través de una discusión, se puede llegar a una solución.
A través de una pelea, sólo se llega a la gresca.

Y la gresca lleva al mal humor, a la pérdida de energía y de relaciones que podrían haber sido más largas y satisfactorias.

Motivos hay de sobra para no querer pelearte por tanto, es decir, para no dejarte dominar por la ira. Pero si queremos entender la clave para no pelearte, primero debemos entender la clave de por qué nos peleamos: porque nos tomamos la actitud y/o conducta del otro como algo personal.

"¿Por qué me dice o hace esto a mí? Pero, ¿qué le he hecho yo?"

Convertimos a través de esta transferencia, un problema que tiene el otro y que me afecta a mí, en un problema mío. Y nos enfadamos, ¡porque nadie quiere problemas!

Sin embargo, si cambio la dialéctica interior: "¿Qué le pasa, por qué actúa así, qué le ha llevado a decir aquéllo o hacer esto otro?", hacemos la transferencia correcta: el comportamiento del otro es su problema, él debe solucionarlo, voy a pedírselo pues me afecta a mí.

En definitiva, ponernos en el lugar de la otra persona para tratar de entender por qué hace lo que hace, ¡no para dejar que siga haciendo lo que hace!, sino para pedirle que lo cambie, o discutir con él si se hace necesario, de una manera asertiva y no agresiva.

Si en lugar de pensar que el otro es una persona mala que quiere hacerme daño, trato de encontrar las razones de su actitud o conducta: no sabe lo que hace y el efecto que produce en mí, ha tenido un mal día, tiene un carácter complicado... Me será más fácil no sobre implicarme emocionalmente en la discusión y no llegar a pelearme.

Este diálogo puede servir de ejemplo:

- ¡No eres más tonto porque no entrenas más fuerte!

- ... Me molesta que me digas eso.

- ... ¡Anda ya, no te enfades, si no lo digo para molestarte!

- Ya sé que no lo dices para molestarme sino que no te das cuenta de que me molesta. Por eso te he dicho que me molesta, ¡porque si no lo seguirías haciendo y me seguiría molestando!

Por eso, el fantástico vídeo de "las personas son como camiones de basura" que te dejo aquí abajo, me parece útil pero peligroso si no se interpreta correctamente. Hay veces que ni siquiera es aconsejable pedir un cambio en el otro o enfrentar distintos puntos de vista e intereses, porque nos referimos a personas con las que no vamos a tener un trato continuado, y entonces, para no perder tiempo y energía, se hace más efectivo usar la compasión y dejar pasar.


La empatía es la clave para no pelearte. Que nunca se convierta en la excusa para evitar el conflicto sin agresión.

Un abrazo.

lunes, 15 de mayo de 2017

MUSICOTERAPIA Y PSICOLOGÍA POSITIVA

Muchos son hoy los escépticos a los que les cuesta asumir que la Musicoterapia sea realmente útil, y que la meten en el saco de esa nueva ola de terapias alternativas que ayudan más a quienes las venden que a quienes las compran.

Todo depende también de cómo se vendan: si te dicen que esas terapias te van a sanar completamente y que van a conseguir que el Universo te dé todo lo que le pidas... yo desconfiaría. Si te dicen que te van a ayudar a sentirte bien, es posible que lo hagan. Y si no, lo tienes fácil: no vuelvas.

La verdad es que la Musicoterapia de alternativa tiene poco. Numerosos estudios científicos han demostrado sus efectos positivos sobre la salud en áreas como el Parkison, Alzheimer, esquizofrenia, discapacidad, la Autoestima y el Bienestar Emocional. Pero hay algo que la Musicoterapia tiene en común con las terapias alternativas: no resuelve problemas.

De hecho, ni siquiera la Psicología Científica (la psicología rigurosa y seria que se basa en evidencias empíricas, y dentro de ella se encuentra la Psicología Positiva), resuelve problemas. Ni siquiera el psicólogo más experimentado y que mayor empeño le ponga, resuelve problemas.

Porque tus problemas los resuelves TÚ.
Y no siempre vas a poder resolver todos tus problemas.

Para los escépticos que no creen en terapias alternativas e incluso dudan de la utilidad de la Musicoterapia y la Psicología Positva: tranquilos, no somos la panacea de nada, ni pretendemos serlo. No podemos conseguirte un mejor trabajo o que tu mujer se vuelva a enamorar de ti y por supuesto si supiéramos la combinación del próximo billete de lotería premiado seguramente nos lo reservaríamos para nosotros mismos.

Pero es que NO necesitas no tener problemas para ser feliz. Para ser feliz simplemente necesitas sentirte bien. Y no necesitas sentirte bien siempre, simplemente, cuando te sientas mal, NO CONVERTIRLO EN UN PUTO PROBLEMA.

¿Cuándo fue la última vez que bailaste? ¿Y que cantaste? ¿Y que jugaste?

¿No te sientes bien al hacerlo?

¿Te has preguntado alguna vez por qué... por qué no lo haces más?

¿Porque... tienes muchos problemas?

Ya...

La Psicología Positiva es la Ciencia que estudia qué nos hace felices, para promocionar el sentirse bien como eficaz método de prevención de la enfermedades mentales y emocionales.

Y la música es un recurso poderosísimo en ese binomio de promoción de la salud-prevención de la enfermedad.

Por eso este viernes 19 de Mayo por la tarde, junto a Maca Martínez, musicoterapeuta, estaremos haciendo el Taller de Musicoterapia y Psicología Positiva. Una experiencia para conocerte mejor y regular de manera más eficaz tus pensamientos y emociones.

Una cita para bailar, para cantar, para jugar...

¿Sabes? Ayer fuí a ver un musical, Chicago, una representación que hizo una agrupación de jóvenes intérpretes salidos de la Escuela de Arte Dramático de Málaga. Me encantó. Me lo pasé genial. Me abstraí... No. Me facilitaron el estar presente en el aquí y ahora. Gracias a que me olvidé de mis problemas.

Ese musical no solucionó mis problemas. Pero acordarme de ellos tampoco lo hubiera hecho. Acordarme de ellos no me habría servido para sentirme mejor.

Los problemas se resuelven afrontándolos, en el momento en el que hay que hacerlos. La vida se disfruta bailando, toda la vida.

¡Y todo es Jazz! 

miércoles, 10 de mayo de 2017

FUERZA DE VOLUNTAD: CÓMO GENERARLA Y MANTENERLA

¿Qué es lo más importante que hay que tener para hacer algo?

Hace poco vi un vídeo que me contestó a esta pregunta:



Lo más importante para hacer algo es querer hacer algo. Lo más importante para hacer algo es la fuerza de voluntad ("voluntad" procede del latín "voluntas-atis" que significa "querer"). Para hacer algo que es poco accesible de hacer, bien porque no sé y he de poner entonces en marcha un mecanismo de aprendizaje (aprender a tocar la guitarra), bien porque no me es accesible, y tengo que poner en marcha un mecanismo de acciones dirigidas a tener acceso a eso que quiero hacer (acciones encaminadas a encontrar trabajo, por ejemplo). Ciertamente, estar tirado en el sofá viendo un partido mientras con una mano me bebo una cerveza y con la otra me rasco los genitales puede considerarse "hacer algo", pero no necesita de mucha fuerza de voluntad (quizá de un poco para ir al súper a comprar la cerveza, pero no más).

Por tanto, lo primero que necesitaré para generar mi fuerza de voluntad, es querer hacer algo y, para ello, necesitaré saber qué quiero hacer, es decir, necesitaré saber qué me gusta hacer, qué actividades me provocan emociones positivas como orgullo, satisfacción o plenitud. Qué me empuja, qué me motiva, que me atrae a dejar el sofá (y el rascamiento de "genis") y perseguir eso que quiero hacer.

Lo segundo será saber si ese algo que quiero hacer, lo puedo hacer. Si tengo las habilidades y conocimientos necesarios o los puedo conseguir. Si no tengo brazos, es posible que pueda usar mis pies para tocar la guitarra, pero deberé tener oído también, conocimiento musical, cultura de la música... o bien desarrollar esas aptitudes. En definitiva, se trata de hacer un ajuste entre tu capacidad y la dificultad de la tarea, entre lo que puedes dar y lo que se te exige para darlo, y para ello el autoconocimiento es fundamental, conocer tus fortalezas y debilidades es lo que te permitirá plantearte una meta realista.

Lo tercero, olvidarte de la meta. Si quieres sacarle provecho a tu fuerza de voluntad y mantenerla de una forma constante, por el momento, olvídate de la meta. Porque la fuerza de voluntad es querer hacer algo, no querer conseguir algo. El fin de la fuerza de voluntad no es que toques como Jimi Hendrix sino aprender a tocar la guitarra, no es vender bestsellers sino escribir un libro, no es tener trabajo, es buscar trabajo. Por tanto, si quieres que tu fuerza de voluntad te empuje, si quieres que sirva, sustituye enseguida objetivos de resultados por objetivos de rendimiento: "mi objetivo es ponerme, hacerlo, cada día, dar lo mejor de mí, lo mejor que pueda. Mi objetivo no es perder 4 kilos en un mes, mi objetivo es hacer dieta y entrenar hoy, mi objetivo no es dejar de fumar, mi objetivo es terminar el día de hoy sin fumar un cigarrillo".

Y cuarto y último, recuerda la meta. Sí, sé que es contradictorio con lo anterior, pero es que dependiendo del momento en el que te encuentres, seguramente necesitarás recordarte a ti mismo por qué estás haciendo lo que estás haciendo. Y esto pasará porque aprender a tocar la guitarra no es divertido, lo divertido es tocarla y ver la cara que ponen los chicos. Lo divertido no es hacer dieta sino tener un cuerpo sanote y ver la cara que ponen las chicas. Para aprender o para llegar a lo que se quiere hacer hay que pasar por un proceso que puede ser lento, aburrido, frustrante... pero que con paciencia y dedicación se sobrelleva bien. Sin embargo, tu Ego o Autoconsciencia (identificación con tu mente) que siempre es tan alterable, tan susceptible, tan temeroso, al ver que te estás esforzando, interpretará ese esfuerzo como dolor, y dada su naturaleza hedónica y sobreprotectora, empezará a lanzarte mensajes de autoboicot para que abandones ese dolor: pensamientos negativos ("no puedes, no vales..."), excusas ("no merece la pena, realmente no quieres hacerlo, no es lo tuyo..."), distracciones ("¿no estarías mejor en el sofá viendo el partido y tomándote una cervecita?"). Y entonces, entonces sí, conviene recordarle a tu maldito "Ego-Mente", por qué narices estás haciendo lo que estás haciendo.

PORQUE QUIERES HACER ALGO

El lema de mi Gabinete Psicológico es "La felicidad no es lo que te pasa. Es lo que haces".

Que hagáis muchas cosas bonitas. Un abrazo. 

jueves, 4 de mayo de 2017

FILOFOBIA: MIEDO AL COMPROMISO

El miedo es una emoción y por tanto es normal, natural, cumple una función básica para la supervivencia del individuo, protegernos de las amenazas.

El problema es que nuestro cerebro ha evolucionado muy poco desde el hombre de las cavernas, y su sistema de alarma es muy delicado: se despierta ante cualquier amenaza, aunque ésta no sea real.

Así, el miedo nos impulsaba a salir corriendo cuando veíamos animales salvajes al acecho, y eso era bueno. Hoy... salir corriendo ante la aparición sobrevenida de un anillo de compromiso o el mismo día de tu boda, puede no ser bueno. O sí, en algunos casos puede ser buenísimo. Pero para seguir el artículo te voy a pedir que pensemos sólo en los casos en los que no es bueno, es decir, aquellos casos en los que la amenaza no es real, sino inventada.

El miedo al compromiso tiene un nombre, filofobia (miedo al amor o miedo a enamorarse). Y para entender este miedo es necesario conocer sus distintas etiologías, ya que detectar las causas nos ayudará a orientar la búsqueda de soluciones:
  • Filofobia por miedo al cambio. Es una de las más comunes, sino la que más. La persona es consciente de las ganancias que obtiene al compartir su vida con alguien a quien atrae y por quien siente atracción, pero el miedo a las pérdidas le puede más. Focaliza su atención en todo lo que puede perder si inicia una relación seria: tiempo con los amigos, rutinas, espacio personal... Suele sucederle a personas con mentalidad muy rígida, poca adaptabilidad a los cambios y mucha resistencia a salir de su zona de confort. Se combate aceptando que todo proceso de cambio conlleva un periodo de adaptación que sí puede implicar unas pérdidas en pos de unos beneficios, pero que no tiene por qué perderse todo, ya que está demostrado que las parejas que mejor funcionan son aquellas que cuidan tanto su espacio compartido como su espacio personal. Por otro lado, tratar de poner el foco de atención en lo que se gana, más que en lo que se puede perder, servirá sin lugar a dudas como acicate.
  • Filofobia por miedo a mostrarme. Es también bastante común. Si me mantengo toda la vida en relaciones superficiales, mostraré sólo mi cara más trivial. A medida que una relación avanza, la otra persona va mostrando intentos por profundizar más en el conocimiento que tiene de nosotros, y comienza el "peligro" de que queden expuestos nuestros sentimientos, nuestros defectos y limitaciones, nuestros miedos... Aquéllo que nos hemos esforzado tanto siempre por ocultar. Suele sucederle por tanto a personas inseguras, que no se aceptan, y que tienen un pobre o deficiente autoconcepto. Habría que trabajar ahí: en la autoconfianza y autoestima de la persona, ayudarle a conocer sus fortalezas personales y reconocer sus sombras sin sobredimensionarlas. Aceptar su vulnerabilidad: todos somos imperfectos, todos tenemos defectos y una colección de fracasos a nuestras espaldas, y no por ello dejamos de ser dignos de amor y pertenencia. Hay que acabar con la obsesión por el perfeccionismo.
  • Filofobia por miedo al pasado. Si he tenido relaciones tormentosas o me han hecho mucho daño, puede que tienda a evitar que eso se repita. Además, mi autoconcepto también es posible que se vea sesgado, ya que puedo llegar a la conclusión errónea de que "yo no valgo para esto, esto no se me da bien, no es lo mío..." Quizá tenga una buena valoración de mí mismo en otras áreas, y sin embargo en la del amor, estoy limitándome por experiencias pasadas. Solución: del pasado se aprende, gracias a él nos volvemos más listos y más fuertes, que no más insensibles, sino con más capacidad de afrontar retos y superar adversidades. Además, las relaciones normalmente no van mal o se rompen por culpa sólo de una persona, las responsabilidades son compartidas, y cada nueva relación puede ser completamente distinta que la anterior. El pasado no crea nada más que aprendizajes buenos o aprendizajes malos. Las relaciones las construyen las personas desde el aquí y ahora.
  • Filofobia por miedo a que no se cumplan nuestras expectativas. Este miedo proviene directamente de la idealización del amor y está relacionado con el miedo a la pérdida que observamos antes: la persona piensa "comprometerse es algo muy serio, porque si lo hago con esta persona que estoy conociendo... ¡pierdo la oportunidad de conocer a otra persona mejor!" En realidad, la expectativa en este caso, o lo que le da miedo, no es perder la posibilidad de conocer a alguien mejor, sino perder a su media naranja, a la persona perfecta que le complemente en todo y que sea su pareja ideal... Y eso no existe. Estas personas tienden a ver los defectos o carencias, le prestan más atención a lo que no es el otro o a lo que no tiene, pero cuando encuentren a alguien que sí lo sea o lo tenga, entonces aparecerán otros defectos o carencias. El trabajo pasa pues por deshacerse de esa creencia irracional de que alguien en esta vida es perfecto para nosotros, aceptar a la otra persona con lo bueno y lo malo y focalizar sobre lo positivo, y tratar de construir entre ambos una relación que, lejos de ser perfecta, al menos sea bonita.
  • Filofobia por miedo al sexo. La amaxofobia es lo que se conoce como miedo al sexo y también tiene una multicausa. Está claramente asociada a la filofobia porque si tengo miedo a emprender relaciones íntimas, evitaré profundizar en una relación. Puede estar provocada por problemas de autoestima que nos impiden alcanzar ese grado de intimidad con la otra persona (por ejemplo: miedo a que me vea desnudo/a), por autoexigencias excesivas respecto al rendimiento sexual, por alcanzar cada vez una mayor involucración emocional en relaciones que siempre habían sido superficiales, o por el miedo a la aparición de la rutina. Posibles soluciones, por tanto: de nuevo valorarse a uno mismo de una manera más justa y realista, desvalidar creencias irracionales respecto al sexo, superar el miedo a mostrar tus emociones a la otra persona (esto se logra afrontando ese miedo: siendo capaz de hablar de tus emociones y expresarlas), y gestionar esa posible aparición del tedio en el sexo con juegos, cambios e imaginación.

A pesar de lo (no me lo podréis negar) completito de este artículo, es muy importante que entendáis que si el miedo al compromiso ha llegado a un nivel que interfiere en la capacidad de la persona de ser capaz de mantener relaciones estables a lo largo de su vida, deseándolo esta persona y por tanto provocándole una honda frustración el no poder hacerlo, se hace necesaria la intervención de un psicólogo que le ayude a manejar su propio autoconcepto, sus pensamientos y emociones.

Y es que todo lo anterior demuestra que la Filofobia es claramente superable, pero la ayuda es imprescindible

Después de todo, ¿quién no la necesita de vez en cuando? Un abrazo.