martes, 25 de septiembre de 2018

ME DAN MIEDO LOS HOMBRES

De 2015 a 2017 tuve el orgullo de formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestábamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Fue una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevé y que quiero compartir con vosotros, publicando algunas de las consultas más destacadas que tuve la oportunidad de contestar.

Esta semana: ME DAN MIEDO LOS HOMBRES. Un caso real sobre una situación de abuso sexual, las repercusiones psicológicas que deja en la persona, y los factores de resiliencia a tener en cuenta para superarlas.

CONSULTA


Últimamente por las noches siento una gran tristeza y muchas ganas de llorar que no me dejan concentrarme en otras cosas. Nunca he tenido una pareja, no siento interés, puesto que siempre que tengo un hombre cerca me da miedo, inseguridad y me incomoda mucho. Además no me siento bonita y atractiva. Veo pornografía y me masturbo frecuentemente, casi a diario, ya que me excita, pero a veces creo que es excesivo, y sin embargo no logro detenerme. Cuando tenía 5 años un primo abusó sexualmente de mí. Fue sólo una vez, y yo no comprendí lo sucedido hasta que tuve 12 años, sólo podía recordar el miedo y el llanto. Nadie de mi familia sabe lo que me ocurrió, a pesar de que ellos son buenos conmigo. ¿Todo esto que me pasa es normal, puedo hacer algo, alguien me puede ayudar?

RESPUESTA

Cuando una persona pasa por una situación de abuso, el impacto emocional que provoca esa experiencia es tan fuerte que emoción y recuerdo quedan conectados. Es como si cada vez que recordáramos, quedáramos atrapados por la fuerte reacción emocional que desencadenó el trauma, y lo reviviéramos. Sin embargo, cuando somos capaces de compartir nuestra experiencia, nos alejamos de la emoción y le damos un sentido y un significado a lo ocurrido, lo que facilita factores de resiliencia que ayudan a superar ese trauma.


Contárselo o no a tu familia es una decisión muy personal que sólo puedes tomar tú. Pero compartirlo con personas cercanas en las que encuentres empatía, comprensión y apoyo, será bueno para ti. Al compartir tu caso con nosotros, ya lo has hecho, así que te doy la enhorabuena por ello.

Y es que hay dos formas de salir de un trauma: debilitado, o fortalecido. Cuando comentas que no te sientes bonita y atractiva, es por eso que sientes ese miedo e inseguridad hacia los hombres. Trabajar por tanto tu autoconcepto y tu autoestima, a través de terapia o talleres de crecimiento personal. Será clave para ti, para aceptarte y cambiar así tu relación contigo misma, que será lo que cambie tu relación con los hombres.

La masturbación es algo natural y sano, y la frecuencia de este acto varía mucho en función de cada persona, sólo surgen problemas cuando es tan frecuente que te impide hacer otras actividades. Si no sucede así, si la masturbación no supone una interferencia en tu vida normal, ésta es sana, los sentimientos de culpa asociados a la masturbación no lo son, ni están justificados, ni te son útiles.

Por último, todo lo que te pasa no es ni normal ni anormal, ni raro ni corriente. Es lo que te pasa. Lo que te ha pasado. Pero NO TODO lo que te ha pasado. Aceptar lo malo, y poner el foco de atención en lo bueno y en lo que puedo hacer por mejorar y sentirme mejor conmigo mismo, es la actitud que marca la diferencia entre las personas que sucumben ante las adversidades de la vida, y aquellas que se levantan y logran seguir avanzando y ser felices. Ánimo, puedes hacerlo. Un abrazo.

jueves, 20 de septiembre de 2018

¿QUÉ HAGO CUANDO NO ME QUIERE?

Hay veces en la vida que conocemos a alguien y, ¡BUM!, explosión hormonal dentro de nuestro cuerpo y una pequeño ser acampa en nuestro cerebro: nos hemos enamorado. Nos gusta esa persona, queremos estar con esa persona, ¡queremos tener hijos con esa persona! O al menos una mascota, para quienes no les gusten los niños. Pero, ooooh, él o ella, no siente lo mismo.

¡Pero hay otras veces en la vida que sí siente lo mismo! Y es maravilloso, me siento correspondido, hacemos cosas juntos, construimos complicidad y confianza, pasamos momentos idílicos, nos apoyamos el uno al otro, compartimos nuestros cuerpos, mentes y emociones, nos amamos... Hasta que otro día, más adelante, por las razones que sean (¿rutina, conflictos, otra persona...?), esa persona, ooooh, deja de sentir lo mismo, ya no me quiere.

En ambos casos, es normal, absolutamente normal, sentir decepción, tristeza, vacío, soledad, frustración... Dolor emocional, al fin y al cabo. Este dolor emocional no es malo, ¡al contrario!, es necesario para superar la pérdida: la pérdida de algo que se esperaba o algo que se había construido. Por tanto, es bueno y necesario pasar por esas emociones para superar el desengaño o duelo, para recuperarse, tras la pérdida, a uno mismo. Pero no son de esas emociones dolorosas de las que vengo a hablar en este post, sino de una emoción a priori "positiva" (no existen las emociones buenas y malas, todas pueden ayudar... o complicarnos la vida, según cómo las manejemos). Yo quiero hoy hablar de la esperanza.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y a veces, añado yo, debería ser lo primero. Porque tanto en un caso como en otro, la esperanza, esa pequeña rendija que queda abierta, es la que hace que nos peguemos de cabeza una y otra vez contra una puerta que en realidad está completamente cerrada y no tiene ninguna fisura.

Y eso, duele más. Duele mucho más pegarse una y otra vez contra esa puerta.

Si le has dicho a la otra persona lo que sientes, si esa persona también te lo ha dicho y ha sido clara y franca contigo, si siendo pareja habéis tratado de superar las dificultades y no ha podido ser o bien la otra persona no quiere seguir intentándolo (y en su derecho está), ¡claro que siempre puede haber una posibilidad de que cambie de opinión, de que finalmente la conquistes, de que vuelva contigo!, la posibilidad es lo posible, lo que puede ser y, lo que puede ser, no existe. Así que mi pregunta es: ¿qué haces aferrándote a algo que no existe o dejó de existir, en lugar de agarrar tu vida, tu presente, lo que existe?

Sólo podemos ser felices con lo que es,
NUNCA con lo que NO es.

¿Has dejado claro que quieres estar con esa persona, has manifestado tu convicción de que la sigues queriendo? Muy bien, ya está, queda en calma, queda en paz. Lo has hecho, has hecho tu trabajo. Si Mahoma ha ido a la montaña, y el acceso a la montaña estaba cerrado, que sea la montaña la que te avise cuando su acceso quede abierto y, mientras tanto, por si eso no llega a pasar, no te olvides de visitar otras montañas, y playas, ríos, ciudades, pueblos...

Si estás enganchado a alguien, es normal que te duela no estar con esa persona y tendrás que pasar tu duelo. Pero si estás enganchado a la idea de estar o volver con esa persona, se sufre muchísimo y durante más tiempo. Y éstas son algunas de las cosas que puedes hacer para dejar de hacerlo:

1. Acepta lo que esa persona te está transmitiendo: no es no. No nunca es "a lo mejor sí", "sigue intentándolo y ya veremos", "continúa insistiendo y cambiaré mis sentimientos". Los sentimientos de la otra persona no cambian por nuestra insistencia, cambian porque la otra persona cambia, y eso corresponde a su esfera personal, no es nuestro problema, deber o trabajo. La pelota, como suele decirse, está en su tejado. Si subes a cogerla puede que te caigas y te rompas una pierna. Es su casa, deja que sea esa persona quien ordene su casa.

2. Toma distancia. Una de las acciones que más ayudan a superar una ruptura sentimental es la comunicación 0: quítate de sus RRSS, bloquea su whatsapp, no cojas sus llamadas, etc. Si te gusta un amigo o amiga y quieres seguir manteniendo su amistad, da al menos un paso atrás. La "zona amigos íntimos" no es una zona segura, al menos no mientras sigas enganchado/a emocionalmente a esa persona.

3. Deja de idealizar a la otra persona. El amor de tu vida no existe. Existe el amor, y existe tu vida. Tendemos más a enamorarnos de lo que pensamos de la otra persona que de lo que la otra persona realmente es. Piensa en sus defectos, ¡sí, efectivamente no es perfecta!, y si habéis tenido una relación, recuerda que no todo fueron buenos momentos.

4. Acércate a las personas que SÍ te quieren. ¿Qué haces perdiendo el tiempo con alguien que no lo hace? ¿Por una vana esperanza de que en algún momento de su vida sí lo hará? ¿Y qué hay de tu vida, de tu vida hoy, y de la gente que te quiere, que te valora y que quiere hoy compartir esa vida contigo? Valora a esas personas, no les des la espalda, no las subestimes, no las desprecies... Y quizá lo estás haciendo cada vez que vas buscando de nuevo, una y otra vez, a la otra persona.

5. Proyéctate hacia tu futuro con ilusión. Si la otra persona te dijo que no, "dijo" está en pasado. Si te dijo que te ha dejado de querer, "ha dejado" está en pasado. Allí, en el pasado, no haces nada, no existe la posibilidad de ser feliz, sólo puedes serlo aquí y ahora, construyendo un aquí y ahora que te proyecte hacia un futuro ilusionante para ti: llena tu vida de proyectos, metas, objetivos. Empieza una nueva vida, la que tú quieras vivir, convierte ese "no" en un gran y fuerte SÍ a otras muchas más cosas que enriquecerán tu vida, quizá de una forma que nunca pudieras haber hecho con la otra persona.

En definitiva, éste es un post para que nunca, nunca jamás pierdas la esperanza. La esperanza en ti mismo, y en que tu felicidad no la encontrarás en otras personas, sino siempre, dentro de ti.

¡Un abrazo! 

miércoles, 12 de septiembre de 2018

COSAS QUE HACEMOS MAL CUANDO ALGUIEN SE SIENTE MAL

La Inteligencia Emocional no es sólo la capacidad de comprender, expresar y regular nuestras emociones. Es también la capacidad de comprender, expresar y regular las emociones de los demás.

Muchas de las situaciones que se dan en nuestras vidas, se dan con otros. Y así como es importante mantener la calma en momentos difíciles, estimularnos para alcanzar objetivos, o no caer en la desesperación, puede serlo también: aprender a relajar a una persona que está perdiendo los nervios, motivar a un grupo con el cual compartimos una meta, o apoyar a alguien que está pasando por una etapa complicada.

Nuestras interacciones con los demás implica compartir emociones. Los otros, aunque no las expresen, las transmiten, con sus gestos, con sus actitudes. Y puede suceder entonces que ante esa transmisión, haya un error de codificación o interpretación. Que si alguien se siente mal, sobre todo si es un ser querido, ¡se me enciendan entonces todas las alarmas y mi cerebro, absolutamente alertado por tal grave situación, me de la orden: "¡actúa inmediatamente, resuelve este problema AHORA!".

Y por culpa de ese alarmismo y precipitación, solemos hacer cosas como:

- Decirle a la otra persona lo que tiene que hacer. "Tú lo que tienes que hacer es olvidarte de él o ella. Tú lo que tienes que hacer es ver el lado bueno de las cosas. Tú lo que tienes que hacer es..."

- Invalidar sus sentimientos. "¿Por qué te sientes así? ¡Si lo tienes todo, TODO, no deberías sentirte así, tienes que..."

- Presionarla a hacer actividades. "¡Venga, anímate, sal con nosotros y ya verás como te sientes mejor, ¿cómo que no?, claro que sí, te recojo ahora mismo!"

- Mostrarle sus defectos o puntos débiles. "Es que eres muy negativo, es que eres demasiado sensible, es que te lo tomas todo a la tremenda".

- Reprocharla y culparla por cómo se siente. "Si no hubieras hecho tal, si me hubieras hecho caso... ahora no estarías así".

- Compararla en sentido negativo con otras personas. "Mira como es fulanito, ¿por qué tú no puede ser igual que él?"

- Ignorarla. "Bah, bueno, se te pasará, me voy a jugar al pádel".

- Tratar de cambiar su ánimo enseguida. "Deja de llorar, ¡vamos, sonríe!

La verdad es que... nada de eso ayuda mucho a la otra persona. Porque lo que necesita seguramente es un espacio en el que poder sentirse mal, permitírselo, y compartirlo con alguien que la escuche, que la comprenda y que empatice con ella. Seguramente todo lo que necesita esa persona es:

"Lo siento, entiendo cómo te sientes"

Y como mucho añadiría:

"¿Qué crees que podemos hacer?"

Y si no lo sabe, da igual, no pasa nada, no tiene por qué saberlo, no tienes tú tampoco por qué saberlo. Hay veces que lo único que se puede hacer es SENTIR la emoción, porque las emociones se extinguen sintiéndolas, de ahí la importancia de permitirse estar mal...

... para dejar de estar mal.

Este sábado 15 de Septiembre hago en Málaga el Taller de Inteligencia Emocional, para ayudarnos a comprender, expresar y regular mejor nuestras emociones, y las de los demás. Es la segunda vez que hago este taller, la primera experiencia fue muy enriquecedora y espero que ésta lo sea más aun. ¡Así que espero verte allí!

Y una última cosa: además de todo lo dicho, una mano sobre la suya, un abrazo, un beso, un gesto cómplice... también ayudan muchísimo. Así que recibe de mi parte, como siempre, ¡un enorme abrazo!

miércoles, 5 de septiembre de 2018

TRES COSAS HAY EN LA VIDA

Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor, dice la canción. Hoy sabemos que hay muchas más cosas aparte, sin embargo todavía nos referimos a estos tres elementos como los imprescindibles para tener una vida feliz. Si tenemos amor, dinero y salud pareciera que el trabajo ya está hecho, y no es así. Y si nos faltara alguna de estas tres cosas, pareciera que no pudiéramos sentirnos bien, y tampoco es así.

¿Por qué no es así? Porque lo demuestran estudios científicos que se han hecho al respecto y que revelan que las personas con mucho dinero no son significativamente más felices que las que tienen ingresos medios o incluso bajos, además de que hay muchos ricos que son infelices y muchos pobres que están encantados con su vida. Lo mismo pasa con el amor: no hay grandes diferencias entre los grupos de solteros y casados y sí mucha variabilidad intragrupal (es decir muchos solteros infelices y felices y lo mismo en el grupo de los casados) y exactamente igual con las personas que han tenido un accidente o enfermedad que ha deteriorado su salud de manera crónica: al principio sí se sienten peor, pero una vez que aceptan su enfermedad y se adaptan a ella (por ejemplo en el caso de las personas que pierden la movilidad de las piernas tras un accidente de coche), consiguen ser tan felices como cualquier otra persona.

Pero entonces, ¿no hay un factor común, no existe algo que tengan las personas que son más felices y que no lo tengan la más desdichadas? La mayoría de estudios encuentran que sí. Que, independientemente de que existan muchas, muchísimas variables que provoquen emociones agradables a personas muy distintas, sí que existe ese elemento diferenciador: la personalidad.

La personalidad es el conjunto de rasgos psicológicos que determinan patrones de respuesta más o menos estables ante los estímulos. O dicho de otra manera: la personalidad es lo que marca la actitud con la que enfrentamos la realidad. Y la actitud es lo que más define nuestro grado de bienestar subjetivo: felicidad.

Nuestra personalidad y su manera de proyectarse al mundo mediante nuestra actitud, puede definirse mediante tres pilares básicos:

1. Cómo pienso lo que me pasa.
2. Cómo pienso sobre mis emociones.
3. Y cómo me pienso a sí mismo.

Así, es evidente que una persona, independientemente de su nivel de ingresos, estado de salud o situación sentimental, si piensa que su vida es una mierda, que sus emociones son terribles, y que es la criatura más desastrosa que hay en el Universo, se sienta mucho menos feliz que una persona que, insisto, al margen de sus circunstancias, piense que su vida, con su más y su menos, no está nada mal, que no dramatice sobre sus emociones dolorosas, y que, sabiendo de sus fortalezas y debilidades, se valore a sí mismo.

Este planteamiento puede llevar a creer que la felicidad es una cuestión pasiva porque me pase lo que me pase lo importante es que me lo tome bien. No es así, claro que las circunstancias influyen en el bienestar percibido, pero es sobre todo cómo percibo, interpreto y actúo con mis circunstancias, lo que marca la diferencia. Si mi actitud es buena, eso provoca que ponga en marcha recursos más útiles para afrontar las circunstancias.

La pregunta del millón: ¿la personalidad cambia? Ésta se forma en los primeros años de aprendizaje del individuo, componiendo como he dicho antes, un conjunto de rasgos bastante fijos y de respuestas muy estables en el tiempo. Pero claro que cambia, porque hay numerosos estudios que lo demuestran, que revelan que el cerebro tiene flexibilidad y que cambia, se transforma. No es que nosotros dejemos de ser los mismos, simplemente se producen cambios en esos patrones recurrentes que definen lo que somos.

Y otra pregunta del millón: ¿entonces si tengo una personalidad que me predispone a tener una buena actitud ante la vida, voy a ser feliz? No, claro que no. Pero porque "ser feliz" en realidad, no existe, ya que la felicidad no es un estado permanente, sino una emoción, y como tal, es transitoria. Sin embargo, una buena actitud te facilita más sentimientos de felicidad en las buenas, menos sufrimiento en las malas.

Por lo tanto, sí, tres cosas hay en la vida:

1. Pensar bien.

2. Cuidar los sentimientos, procurándose emociones agradables y permitiéndose emociones dolorosas.

3. Valorarse a uno mismo.

Y quien tenga estas tres cosas que no le dé gracias a Dios, sino a su propia personalidad y actitud. Y quien no las tenga o crea que deba mejorarlas, que acuda a un psicólogo, que para eso estamos.

Para seguir aprendiendo, junto a ti, a sentirnos un poquito más felices. ¡Un abrazo!