martes, 31 de octubre de 2017

SISTEMA DEL MALESTAR

Desde 2015 tengo el orgullo de formar parte del APOLel servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Desde entonces, una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevo y que quiero compartir contigo, publicando algunas de las consultas más destacadas que he tenido la oportunidad de contestar.

Esta semana: SISTEMA DEL MALESTAR. Un caso que nos enseña cómo la negatividad, el pesimismo y la autoexigencia excesiva conforman todo un sistema de malestar emocional, y con qué recursos podemos salir de él para diseñar nuestro propio Sistema del Bienestar.

CONSULTA

Tengo 33 años y un expediente académico repleto de títulos que logré sacar mientras trabajaba. Tres quiebras y cierres de tres empresas distintas me han vapuleado. He tenido que deshacer mi hogar dos veces y volver a casa de mis padres, quienes me tratan como si tuviese 6 años. Decidí opositar para buscar una salida profesional que me sacase de las penurias económicas que he tenido que pasar y de las psicológicas que aquéllas han conllevado. Soy una persona de carácter fuerte, muy independiente, mi familia, mis amigos y mi novio me adoran, pero falta un pilar en mi vida que por más que persigo no llega: un empleo estable y no precario. Sin empleo no tengo independencia, ni proyecto de vida propio ni planes de tipo alguno. Me hago mayor y veo que metas como formar una familia se alejan cada día más por esta causa. Siento mucha rabia y odio hacia este sistema del malestar. Estoy absolutamente frustrada.

RESPUESTA

La situación que nos comentas, por desgracia, es muy común en España, ya que en este país existe una tasa de desempleo muy, que ronda el 50% en la población juvenil. Es desolador y ante tal panorama no es raro que sientas esa rabia, ese odio y esa frustración a las que te refieres. Sin embargo, el problema, como casi siempre, no radica en tus emociones, sino en los pensamientos que multiplican el impacto de estas emociones y las vuelven incapacitantes. No puedes cambiar la situación de tu país, así que céntrate en cambiar lo que sí controlas: tu negatividad y pesimismo.

Negatividad porque pones foco de atención en los acontecimientos negativos del pasado (cierre de las tres empresas) y en lo que no tienes: un empleo estable. Empieza a dirigir la atención sobre lo que tienes y lo que puedes hacer ahora: títulos, carácter fuerte, amigos, familia, novio, la posibilidad de opositar o encontrar otro trabajo. Y pesimismo porque piensas que tu situación no cambiará. El optimismo en cambio es una actitud mental que, lejos de conseguir milagros, sí que nos predispone a dirigir mayores esfuerzos en pos de los resultados que esperamos obtener.

Ni la positividad ni el optimismo te van a dar, al menos no directamente, ese empleo estable que tanto ansías. Pero plantéate si lo contrario, si quejarte y lamentarte, te está ayudando, o si meterte presión a ti misma por tener 33 años, es decir: esa autoexigencia excesiva, te hace sentir mejor y te acerca a tus metas. ¿O te aleja? El sistema del malestar externo es algo que depende de muchos factores que tú no controlas, pero tu propio sistema del malestar sí que lo puedes cambiar. Un abrazo.

miércoles, 25 de octubre de 2017

LA TIRANÍA DE LA MEJOR OPCIÓN

En otras ocasiones he hablado de la intolerancia a la incertidumbre y su relación con la ansiedad y la depresión: ser intolerante a la incertidumbre significa, básicamente, no saber por qué elección decantarme para resolver un conflicto, problema o situación de mi vida, porque no estoy seguro de que mi elección vaya a ser positiva.

En definitiva: no soporto no saber qué va a pasar y aspiro a una garantía de seguridad imposible, que es saber a ciencia cierta que mi decisión me llevará al sitio que quiero. Al no tener esa seguridad, acabo por no tomar decisiones, y eso me provoca insatisfacción, me frustra, además que no resuelve nada, y de ahí la aparición de estados ansiosos y depresivos.

El fenómeno que presento aquí y al que llamo "la tiranía de la mejor opción" es muy parecido y está relacionado, pero no es exactamente lo mismo, si sabemos leer los matices: no es no atreverme a tomar una decisión si no estoy seguro que resolverá el problema o conflicto planteado, ya que en realidad no existe tal problema, es no atreverme a elegir por no estar seguro de que la opción elegida será la mejor opción.

Esto nos puede suceder en multitud de eventos diarios: "¿escojo este detergente que es más barato, o éste que es de mejor marca?" "Me han surgido dos planes para el fin de semana, ¿qué hago, voy a la fiesta o al cine, dónde me lo pasaré mejor?" "¿Salgo con Fulanita o con Menganita?, ¿¿¿y si después me va mal con Fulanita y me arrepiento???"

Casi no cabe la pena mencionar lo cansina que puede llegar a ser esta indecisión: es una pérdida de energía constante. Querer asegurarse de que nuestra decisión será la mejor, sin ningún género de dudas, ya está provocando que la opción que escojas sea una mala opción: ¡porque habrás invertido demasiado tiempo y energía en ello!

Pero lo peor que te puede pasar es que, una vez tomada tu decisión, ¡no la disfrutes, porque sigas pensando que la otra opción quizá era la mejor!

Un ejemplo muy prototípico de esto es el de los planes: nos surgen varios a la vez y, claro, como todavía el ser humano no tiene el don de la omnipresencia (que al tiempo), sólo podemos escoger un plan. Después de un mar de dudas (como si nuestra felicidad dependiera de escoger en este caso lo mejor), nos decantamos por fin por uno de los planes, y cuando estamos allí (en el ejemplo anterior, en la fiesta en lugar de en el cine) no paramos de pensar en la maravillosa película que nos estamos perdiendo.

¡No te estás perdiendo nada, ese escenario ya no existe, dejó de existir en el momento en que tomaste tu elección! Corrijo: sí que te estás perdiendo algo: ¡la fiesta, tu presente, tu aquí y ahora, que además es lo único que existe, y te lo estás perdiendo por pensar en algo que no existe!

Pongo otro ejemplo: yo mismo, que por muy psicólogo que sea soy más humano que psicólogo (o eso creo) caigo muchas veces en esta tiranía de la mejor opción. Recientemente decidí comprarme un coche. Pues bueno, cuando pienso en la cantidad de horas, dudas y angustias que invertí en estar seguro de que el coche que iba a comprar iba a ser el mejor en relación calidad-precio-medioambiente-duración-etc., ¡me dan ganas de volver a la bicicleta! Pero sí que es verdad que, aunque me costó mucho decidirme, una vez que lo hice, ¡todos los demás coches desaparecieron! Esas opciones ya no existían una vez había tomado mi decisión: ésta es mi elección, éste es mi coche, punto. Asunto zanjado, ya puedo olvidarme del tema.

Saber esto es importante porque una de las resistencias psicológicas que podemos encontrarnos a la hora de querer liberarnos de la tiranía de la mejor opción es: el miedo a arrepentirnos. El miedo a pensar: "¿Y si tendría que haber elegido aquel coche?" Pues bien, ese "y si", como todos los "y si", no existe. Tomaste una decisión, más buena o más mala, pero asume que la tomaste y que ésa es tu realidad, la única realidad.

Si el coche al final sale malo, no tienes ninguna evidencia a tu favor de que el otro fuera a salir mejor, así que no te martirices. Y si al final la fiesta resulta ser un aburrimiento: ¡haz tú que sea divertida, propón un juego o una actividad para pasarlo bien! O a unas malas vete de la fiesta y prepara tú una buena fiesta para el próximo finde, ¡que un fin de semana aburrido tampoco es ninguna tragedia!

Al fin y al cabo:

Mucho, muchísimo más importante que el acierto de nuestra decisiones,
es la actitud que tomemos después de éstas.

Si va bien, bien, y si no, ya sabré lo que hacer.

Lo mejor... Bah, lo mejor está sobrevalorado. 

Abrazos.  

jueves, 19 de octubre de 2017

RECUPERARSE DE LA DESILUSIÓN

Ilusionarse es inevitable.

Ilusionarse ante una nueva relación, un nuevo proyecto, cambios que se avecinan...

No sólo es inevitable sino que es bueno, ya que la ilusión puede actuar como impulso de la fuerza motora, es decir, puede facilitarnos la toma de decisiones y la ejecución de acciones conducentes a hacer que nuestras ilusiones se cumplan.

Sin embargo la ilusión puede convertirse en decepción cuando nuestras expectativas no se convierten en realidad. La sensación es aún mucho más desagradable cuando se trata de una noticia negativa que nos pilla de sorpresa: un viaje frustrado en el último momento, un despido inesperado, una ruptura que no nos imaginábamos...

Se produce entonces un derrumbe, un ¡plof!, nuestro estado anímico cae y se sumerge en un pozo de depresión y vacío.

Éstas son algunas recomendaciones para salir de ese pozo:

1. Acepta la realidad. Y la realidad, por mucho que nos sorprenda a veces para mal, no tiene que coincidir con tus expectativas. La realidad es lo que es. Y no vas a cambiar lo que es por mucho que te lamentes.

2. No te culpes, aprende. Si hiciste algo mal, si cometiste fallos, perdónate, eres humano, a todo el mundo le pasa. Analiza cuáles fueron tus errores y eso te servirá para no volverlos a cometer. A través del autofustigamiento perpetuo no se aprende nada en absoluto.

3. Comparte lo que te ha pasado. Muchas veces es sobre todo la sensación de vergüenza lo que nos mantiene en ese pozo y nos impide salir de él. Pensar que lo malo sólo me pasa a mí. Si compartes tu desilusión con personas significativas para ti, seguro que encontrarás: empatía, apoyo emocional, y una mano amiga invitándote a salir del pozo.

4. Construye tu realidad. Quedarse parado tras una decepción es aferrarse a las expectativas. Tras el derrumbe inicial, tras concederte un tiempo a ti mismo para asimilar la decepción, explora cuáles son tus alternativas y llévalas a cabo: quizá no pudiste hacer ese viaje que tanto ansiabas, pero qué planes puedes hacer en tu ciudad para pasártelo bien, quizá ya no puedas seguir trabajando en ese trabajo en el que tan cómodo te sentías pero ahora se abren nuevas posibilidades profesionales para ti, quizá se acabó esa relación que tanto te ha aportado y de la que tan buenos recuerdos te llevas, pero quién sabe qué tipo de personas se cruzarán a partir de ahora en tu vida para enriquecerla. Frente a las expectativas perdidas: búsqueda de alternativas.

5. No te engañes a ti mismo. Puede que te sintieras muy bien ilusionándote, pero no te engañes a ti mismo, el objeto de tu ilusión, o dicho de otra manera, la consecución de tu expectativa, no iba a ser nunca, de ninguna manera, el culmen de tu felicidad. Porque el culmen de tu felicidad no existe. No necesitamos ilusiones para ser felices, necesitamos ilusiones para movernos, y a través del movimiento, a través del crecimiento personal, se genera felicidad, pero tu felicidad no depende una única cosa. Así que si no conseguiste o mantuviste aquello que te hacía ser tan feliz, de verdad...

NO IMPORTA TANTO.

Porque la vida no deja de ofrecerte nuevas alternativas. Así que, ten ilusiones, pero no te cases con ellas...

¡Cásate con la vida!

Un abrazo.

lunes, 9 de octubre de 2017

PRACTICAR LA FELICIDAD

Mucho se habla del viaje a la felicidad o la búsqueda de la felicidad.

Pero la felicidad, más que una llegada a ningún sitio o un encuentro con algo, reside en el viaje, en la misma búsqueda.

La felicidad es un siendo que se manifiesta a través de un haciendo (o un no haciendo nada, que a veces cuesta más trabajo que el hacer).

Y, entonces, sólo entonces, si entendemos, sólo si entendemos, por fin, de una vez, que la felicidad es un hábito y como tal se desarrolla y fortalece a través de la práctica, cobrará más sentido y significado para nosotros que:

Hagamos más
aquello que más nos hace sentir mejor.

Como por ejemplo:

Recordar los buenos momentos.

Jugar, reír, cantar, bailar, descansar...

Mostrar afecto y expresar gratitud.

Pararse y observar las maravillas que nos rodean con nuestros cinco sentidos.

Tomarte tu tiempo para saborear: una comida, un beso, un momento.

Tener orgasmos, sexuales y no sexuales. Estallar de placer y dicha por cualquier cosa.

Viajar: en tren, en barco, en avión, en libro, en imaginación...

Hablar de lo que te interesa. Gozar del silencio.

Trabajar en lo que te apasiona, ponerle pasión a tu trabajo.

Mirar al futuro con ilusión.

No son unos malos "10 mandamientos". Pero es posible que mucha gente esté pensando ahora mismo que esto es más que obvio y que no hace falta ser psicólogo en ejercicio para saberlo.

Sin embargo, como psicólogo en ejercicio, te invito a hacerte estas preguntas:

¿Cuántas horas de la semana practicas la queja? ¿La preocupación? ¿La crítica y autocrítica? ¿La insatisfacción? ¿El enfado? ¿Los "debos" autoimpuestos? ¿La autoexigencia excesiva? ¿La culpa? ¿Las prisas? ¿Las relaciones tóxicas? ¿El no estar presente? ¿La represión emocional? ¿La... infelicidad?

A veces la función de un psicólogo no consiste tanto en enseñar como... en recordar.

Que la psicología muchas veces va de sustituir hábitos que no funcionan por los que funcionan.

Que lo obvio, precisamente por ser obvio, merece ser recordado, porque es lo que más tendemos a olvidar.

Y que lo verdaderamente importante, es aquello que te hace sentir bien.

Que practiques mucho. Un abrazo.

lunes, 2 de octubre de 2017

¿QUÉ ES SER FUERTE?

De pequeño, una de las primeras cosas que mal aprendí, es que los hombres no lloran.

Luego, las pelis de Schwarzenegger y Stallone me enseñaron que si quieres ser fuerte debes ser un tipo duro.

Y los primeros desencantos amorosos me descubrieron que si no quería sufrir, nunca debía mostrar mis sentimientos.

Y así crecí, como tantos y tantos chavales de mi edad.

Menos mal que un poco de psicología más tarde, y sobre todo, mucho de experiencia después, me enseñaron que la auténtica fortaleza se esconde en:

Las personas que son capaces de llorar... y sonreír tras el alivio de las lágrimas.

Las personas que con sus palabras pueden ir más lejos que lo que la violencia lo hará jamás.

Las personas que tienen la osadía de abrir su corazón sin miedo a que se lo rompan.

Porque no es fuerte aquél que evita el dolor o esconde su vulnerabilidad... sino aquél que comprende su sufrimiento y acepta sus limitaciones.

Y a partir de entonces, es capaz de aprender, superarse y crecer.

Las personas más fuertes que he conocido no llevaban uniformes militares ni portaban semiautomáticas. Las personas más fuertes son las más auténticas, las que se conocen y valoran y por ello se muestran a los demás tal como son.

Las personas más fuertes son aquéllas que más capacidad de amor tienen para dar y para darse a sí mismas.

Las personas más fuertes:

1. Piensan de manera racional y positiva.

2. Comprenden, expresan y regulan sus emociones y las de los demás.

3. Se conocen y valoran.

4. Aprender de las adversidades y fracasos.

5. Ven los retos del futuro como oportunidades.

6. Aman, aman, aman...

Es decir, no tienen biceps de acero ni pecho de hojalata. Tienen Psicología. Psicología Práctica Aplicada a la Vida que, como vemos recientemente por los hechos sucedidos en Barcelona y Las Vegas, se ha convertido en algo imprescindible para sobrevivir.

Ojalá nuestros gobernantes cultivaran esta psicología más a menudo. Pero si no, no pasa nada, mejor no quejarse por lo que no hace el otro que pueda hacer yo:

Este sábado 7 de Octubre Taller de Mindfulness en Emociones. Un taller en Málaga para, a través de la meditación, aprender a convivir con nuestras emociones dolorosas. Para aprender a vivir con dolor y con amor.

Porque no es más fuerte el que huye del miedo o de la tristeza.

¡Es fuerte el que es capaz de abrazarlos!