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martes, 3 de diciembre de 2019

PÉRDIDAS Y GANANCIAS

Suelo decir que la vida es un carrusel de pérdidas y ganancias.

Así, ya sea por nuestras propias decisiones y acciones, ya sea por las de otros, ya sea por el propio curso de la vida, vamos a perder.

Vamos a perder cosas, vamos a perder personas, vamos a perder expectativas que nunca llegaran a cumplirse.

Tú vas a perder mucho de lo que tienes hoy y que te hace sentir feliz.

Puede parecer un panorama desolador, pero no lo es. Es la vida. Porque la vida implica cambio. Y el cambio implica pérdidas.

Y también ganancias.

Entonces, muchas veces, por miedo a perder no disfrutamos lo que tenemos, porque vivimos en un estado de tensión constante. En otras ocasiones ni siquiera somos felices con lo que tenemos pero como es lo que conocemos, nos aferramos a ello, por miedo a lo desconocido.

Las pérdidas suelen ser dolorosas. El cambio también, porque requiere procesos de adaptación donde imperan la frustración, las inseguridades y la incertidumbre.

Sin embargo, todo eso no se puede evitar, y por tanto no se trata de vivir tratando de evitarlo a toda costa. Eso es vivir instalado en el miedo al cambio y a la pérdida.

Creo que se trata de arriesgar, tomar decisiones, equivocarte, tratar de aprender de tus errores, volver a equivocarte, porque volverás a equivocarte (y mucho: hace poco le dije a un amigo que soy una persona que se equivoca mucho porque tengo mucho que aprender), aceptar las pérdidas y aprovechar las ganancias.

¿Y eso cómo se hace, maldita sea?

No lo sé (tengo mucho que aprender) pero creo que la clave está en tus pensamientos y emociones.

No es que no haya que sentir dolor o miedo cuando necesitas sentirlo. Permítete sentir esas emociones. Y en algún momento, decide sentir algo distinto.

Decido dejar de estar instalado en el dolor por la pérdida a través de la queja, de la lamentación, de la recreación del pasado, del rencor... y decido expresar mi gratitud por lo bueno vivido, porque si lo perdí significa que un día lo tuve, y doy gracias por ello y por el aprendizaje que posiblemente haya dejado en mi historia de crecimiento personal.

Decido dejar de estar sumergido en mis miedos a perder y en mis inseguridades producto de mis pensamientos negativos anticipatorios y mi negación de la transitoriedad de todo lo que existe, y decido afrontar con ilusión, esperanza, optimismo, paciencia y entereza los nuevos vientos de cambio que seguramente traerán otras cosas y personas a mi vida, distintas a las de antes, pero también bonitas y enriquecedoras. Quizá más. Quizá mucho más.

Decido dejar de culparme a través de mis pensamientos de automachaque por las decisiones (buenas o malas o mejores o peores) que conllevaron pérdidas, y decido aceptar que soy un ser humano que se equivoca y que... tiene mucho que aprender.

Y te aseguro que estas decisiones no harán (te lo aseguro, ¡carajo!) que dejes de sentir dolor o de sentir miedo. No. Ni de coña.

Pero ya no será solo dolor, no será solo miedo. También habrá gratitud, ilusión, esperanza...

Porque la clave no está en dejar de sentir emociones incómodas, sino en dejar hueco también a otras más agradables.

La clave no está en vivir con miedo a perder o aferrado a la pérdida, sino en seguir buscando las ganancias.

Somos buscadores con mucho que perder, que ganar y que aprender en esta búsqueda interminable y tan hermosa.

Aunque a veces duela.

Merece la pena.

Cuestiona siempre lo que escribo, que la duda nos acerca más a la verdad.

Si te gustó este post que hoy me salió muy de dentro, comparte por favor, no te lo quedes solo para ti.

Y recibe como siempre, en forma de ganancia, ¡este abrazo!

martes, 15 de enero de 2019

¿VIVES PARA GANAR O PARA NO PERDER?

La vida es un carrusel de ganancias y pérdidas.

¿Quién mejor que Albert Espinosa, que en su lucha con el cáncer perdió una pierna y varios órganos, y que por pasar buena parte de su vida en hospitales perdió a muchos amigos, para hablarnos de ello?


Si en la vida, inevitablemente, vamos a tener que afrontar varias pérdidas: la de tus padres y otros familiares, la de amigos, la de un trabajo o una casa, la de actividades que ya no podremos hacer o lugares a los que no podremos volver... ¿Qué sentido tiene vivir para no perder?

Muchas veces, a la hora de tomar decisiones, ponemos demasiado el foco de atención en lo que puedo perder, más que en lo que puedo ganar. Esto normalmente lleva al inmovilismo, es decir: a no tomar la decisión. Me quedo en mi zona de confort, donde siento que me falta algo, pero al menos sé que es lo que tengo, y no me permito la licencia de salir de esa zona por miedo a perder eso que ya tengo.

Sin embargo, hagas o no hagas, perderás en esta vida. ¿Y no has escuchado eso de que la gente se arrepiente más en su lecho de muerte de lo que no hizo que de lo que hizo?. Está basado en el libro de una enfermera de cuidados paliativos que se inspiró en los testimonios de muchos de los enfermos que cuidó (más información aquí).

Un inciso que considero muy importante: igual que debemos aceptar las pérdidas en nuestra vida, también debemos aceptar que nos iremos de ésta sin hacer muchas de las cosas que nos hubiera gustado hacer. Viajar a tal sitio, disfrutar de tal experiencia, pasar más tiempo con esa persona... No todos plantaremos un árbol, escribiremos un libro y tendremos un hijo. Pero es que esta vida no va, creo, de ser feliz con lo que no tienes o no haces, sino con lo que tienes, con lo que haces.

Lo que yo te propongo y aconsejo (y recordando a Jorge Bucay: los consejos no son para seguirlos, son para escucharlos) es que en la guía de tu hacer, en la guía de tu vida por tanto, no priorices las pérdidas por encima de las ganancias.

Claro que a la hora de decidir tendrás que tener en cuenta ambas, pero si le das más importancia a lo que puedes perder que a lo que puedes ganar... la mayoría de las veces te quedarás sin hacer nada.

Y haciendo nada, uno no se hace feliz.

El dolor, la adversidad, el fracaso y la pérdida, forman parte de la vida. Asúmelo. Si perdiste a alguien o algo, significa que lo tuviste o formó parte de tu vida durante un tiempo. ¡Agradece eso! Y que ese sentimiento de gratitud sea la palanca de cambio que te oriente, ahora, hacia lo que puedes ganar, lo que puedes llegar a ser.

Después de todo, todo pasa, incluso nosotros mismos. De ahí la importancia del desapego... Para no apegarnos a las cosas de la vida, y apegarnos sólo a la vida.

Así que si tienes que tomar una decisión importante que implicará pérdidas y ganancias (un cambio de trabajo, una ruptura sentimental, un traslado...), puedes seguir estos pasos:

1. Valora tanto las posibles pérdidas como las ganancias.

2. Pregúntate si puedes ser feliz con lo que pierdes.

3. Pregúntate si puedes ser feliz no dándote la oportunidad de optar a las posibles ganancias.

4. Seguramente puedas ser feliz tanto en un caso como en otro, pero ¿qué te provocaría mayor satisfacción, mantener lo que tienes u optar por lo que quieres?

5. ¡Decide!

6. Recuerda que prácticamente ninguna decisión es irreversible y tienes todo el derecho del mundo a cambiar de opinión pasado un tiempo o a tomar elecciones diferentes que te guíen hacia un rumbo distinto.

7. Y lo más importante: ¡se feliz con lo que tienes!

Porque simplemente, no se puede ser feliz con lo que fue ni con lo que podría haber sido. Después de todo, la ganancia más importante de nuestra vida no se encuentra en una decisión...
¡Se encuentra en el AHORA! ¡Un abrazo!

miércoles, 25 de octubre de 2017

LA TIRANÍA DE LA MEJOR OPCIÓN

En otras ocasiones he hablado de la intolerancia a la incertidumbre y su relación con la ansiedad y la depresión: ser intolerante a la incertidumbre significa, básicamente, no saber por qué elección decantarme para resolver un conflicto, problema o situación de mi vida, porque no estoy seguro de que mi elección vaya a ser positiva.

En definitiva: no soporto no saber qué va a pasar y aspiro a una garantía de seguridad imposible, que es saber a ciencia cierta que mi decisión me llevará al sitio que quiero. Al no tener esa seguridad, acabo por no tomar decisiones, y eso me provoca insatisfacción, me frustra, además que no resuelve nada, y de ahí la aparición de estados ansiosos y depresivos.

El fenómeno que presento aquí y al que llamo "la tiranía de la mejor opción" es muy parecido y está relacionado, pero no es exactamente lo mismo, si sabemos leer los matices: no es no atreverme a tomar una decisión si no estoy seguro que resolverá el problema o conflicto planteado, ya que en realidad no existe tal problema, es no atreverme a elegir por no estar seguro de que la opción elegida será la mejor opción.

Esto nos puede suceder en multitud de eventos diarios: "¿escojo este detergente que es más barato, o éste que es de mejor marca?" "Me han surgido dos planes para el fin de semana, ¿qué hago, voy a la fiesta o al cine, dónde me lo pasaré mejor?" "¿Salgo con Fulanita o con Menganita?, ¿¿¿y si después me va mal con Fulanita y me arrepiento???"

Casi no cabe la pena mencionar lo cansina que puede llegar a ser esta indecisión: es una pérdida de energía constante. Querer asegurarse de que nuestra decisión será la mejor, sin ningún género de dudas, ya está provocando que la opción que escojas sea una mala opción: ¡porque habrás invertido demasiado tiempo y energía en ello!

Pero lo peor que te puede pasar es que, una vez tomada tu decisión, ¡no la disfrutes, porque sigas pensando que la otra opción quizá era la mejor!

Un ejemplo muy prototípico de esto es el de los planes: nos surgen varios a la vez y, claro, como todavía el ser humano no tiene el don de la omnipresencia (que al tiempo), sólo podemos escoger un plan. Después de un mar de dudas (como si nuestra felicidad dependiera de escoger en este caso lo mejor), nos decantamos por fin por uno de los planes, y cuando estamos allí (en el ejemplo anterior, en la fiesta en lugar de en el cine) no paramos de pensar en la maravillosa película que nos estamos perdiendo.

¡No te estás perdiendo nada, ese escenario ya no existe, dejó de existir en el momento en que tomaste tu elección! Corrijo: sí que te estás perdiendo algo: ¡la fiesta, tu presente, tu aquí y ahora, que además es lo único que existe, y te lo estás perdiendo por pensar en algo que no existe!

Pongo otro ejemplo: yo mismo, que por muy psicólogo que sea soy más humano que psicólogo (o eso creo) caigo muchas veces en esta tiranía de la mejor opción. Recientemente decidí comprarme un coche. Pues bueno, cuando pienso en la cantidad de horas, dudas y angustias que invertí en estar seguro de que el coche que iba a comprar iba a ser el mejor en relación calidad-precio-medioambiente-duración-etc., ¡me dan ganas de volver a la bicicleta! Pero sí que es verdad que, aunque me costó mucho decidirme, una vez que lo hice, ¡todos los demás coches desaparecieron! Esas opciones ya no existían una vez había tomado mi decisión: ésta es mi elección, éste es mi coche, punto. Asunto zanjado, ya puedo olvidarme del tema.

Saber esto es importante porque una de las resistencias psicológicas que podemos encontrarnos a la hora de querer liberarnos de la tiranía de la mejor opción es: el miedo a arrepentirnos. El miedo a pensar: "¿Y si tendría que haber elegido aquel coche?" Pues bien, ese "y si", como todos los "y si", no existe. Tomaste una decisión, más buena o más mala, pero asume que la tomaste y que ésa es tu realidad, la única realidad.

Si el coche al final sale malo, no tienes ninguna evidencia a tu favor de que el otro fuera a salir mejor, así que no te martirices. Y si al final la fiesta resulta ser un aburrimiento: ¡haz tú que sea divertida, propón un juego o una actividad para pasarlo bien! O a unas malas vete de la fiesta y prepara tú una buena fiesta para el próximo finde, ¡que un fin de semana aburrido tampoco es ninguna tragedia!

Al fin y al cabo:

Mucho, muchísimo más importante que el acierto de nuestra decisiones,
es la actitud que tomemos después de éstas.

Si va bien, bien, y si no, ya sabré lo que hacer.

Lo mejor... Bah, lo mejor está sobrevalorado. 

Abrazos.