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martes, 28 de mayo de 2019

LA FUERZA DEL OPTIMISMO

Desde ahora y, más o menos, una vez cada mes, publicaré algunos de mis posts antiguos más leídos. Así descanso un poco y recordamos ideas muy útiles a las que siempre viene bien hacer un repaso, porque en psicología tan importante es lo que conviene aprender, como desaprender, como recordar.

Esta semana, LA FUERZA DEL OPTIMISMO, un post que publiqué originariamente en  Enero de 2015 y que nos habla de la inutilidad del pesimismo y de cómo el optimismo en cambio nos facilita poner en marcha mecanismos de acción más eficaces.


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¿Te has preguntado alguna vez por qué somos pesimistas? Y no me vale que me digas: "¡No, yo no lo soy, yo soy muy optimista!" Todos hemos sido pesimistas alguna vez.

¿Quién no se recuerda a sí mismo convencido de la derrota de su equipo, o con unas expectativas bastante pésimas respecto a aquella fiesta a la que asistía casi por obligación, o atraído por una persona y diciéndose: "Bah, para qué lo voy a intentar, si seguro que no le intereso".

"¡No era pesimismo, era realismo!" Ya... A ver si nos enteramos: real es lo que está pasando ahora, no lo que aún no ha pasado.

Nuestras predicciones pesimistas son un mecanismo de defensa frente al dolor que puede suponer un fracaso o evento negativo, ante la adversidad. Pero son un mecanismo inválido, inútil. Me explico:

Pongamos el ejemplo del aficionado que piensa que su equipo va a perder. "Fo, seguro que perdemos, tenemos mucho lesionados, el otro equipo llega en muy buena racha, los árbitros la tienen tomada con nosotros..." Se lo dice a sus amigos, que están viendo el partido con él, rodeados de ricos aperitivos y de botellines de cerveza. Pero también se lo dice a él mismo. Es su manera de lanzarle al cerebro el siguiente mensaje: "Si finalmente tu equipo pierde, no debes sufrir, porque ya lo sabías".

El pesimismo pretende prepararnos para la decepción y el dolor al que nos vemos expuestos ante un evento no deseado.

Pero, ¡no sirve! ¿Qué más da que supieras que tu equipo iba a perder? Porque en el fondo, deseabas con todas tus fuerzas que ganase, porque en el fondo mantenías esa ilusión, y cuando finalmente ha perdido, te has sentido muy decepcionado por la derrota. Y por mucho que ocultaras esa ilusión a tus amigos, dentro de ti, el pesimismo no ha podido acabar con ella.

Cuando iniciamos proyectos y nos proponemos metas, sin embargo, el optimismo actúa como una fuerza que nos acerca a nuestro objetivos, porque se produce un ajuste entre las expectativas y el esfuerzo. Es decir:

El pesimismo no nos prepara para hacer frente al fracaso, 
pero el optimismo sí nos prepara para poner los medios hacia el éxito.


Teniendo cuidado de no convertirnos en optimistas ingenuos, pensar que tengo los suficientes recursos personales para afrontar los retos que me proponga y que además la suerte me acompañará, nos dota de fuerza de voluntad, frente al inmovilismo en el que nos sumerge el pensamiento negativo.

Sin embargo, por mucha confianza que tenga en la victoria de mi equipo, eso es algo que no controlo. O por mucho empeño que ponga, a veces las cosas no salen como uno quería. Pero ante esas situaciones, no nos ayuda en nada pensar: "¿De qué ha servido?, no tendría que haber puesto tanto entusiasmo, la próxima vez será mejor que piense que todo va a salir mal y me quede quietecito, así no me llevaré una decepción..."

Siempre sirve. Del fracaso se aprende, en lo malo se crece más que en lo bueno. Y el optimismo para afrontar los retos + la resiliencia para superar las adversidades, son dos motores imprescindibles para el desarrollo personal.

Así que la próxima vez que te tengas que enfrentar a algún desafío, recuerda:


Lo haré bien, y si no, ¡algo aprenderé, y creceré!

De una forma o de otra, así será. Suerte, ¡un abrazo!

jueves, 25 de octubre de 2018

VAS A ESTAR BIEN

Hay veces en la vida que pasamos por momentos duros, difíciles, de incertidumbre... El infortunio nos golpea de repente, de manera inesperada, y pensar que las cosas finalmente "van a salir bien" o que tú mismo "vas a estar bien", nos ayuda a sobrellevarlos.

Pero hay muchas personas a las que les cuesta ser optimistas. Racionalizan sobre ellos mismos y su situación de vida (seguramente demasiado) y encuentran que no es seguro que las cosas vayan a salir bien o que vayas a estar bien. Por supuesto, esa seguridad, esa certidumbre, es imposible obtenerla, y por lo tanto importante es renunciar a ella.

A este tipo de personas, o a todo el mundo (incluido a mí mismo), porque todos hemos pasado por momentos en los que el optimismo era difícil de adoptar y renunciar a esa garantía de certeza se volvía harto complicado, nos preguntaría:

¿Has venido al mundo a hacer predicciones?

¿Has venido al mundo a acertar? ¿A saber lo que va a pasar?

¿O has venido al mundo a ser feliz, a... estar bien?

El "va a estar bien", el "vas a estar bien" no debe ser tomado como una predicción, ya que como tal, por su propia naturaleza, puede acabar siendo una predicción errónea.

El "va a estar bien" o "vas a estar bien" debe ser tomado como una declaración de intenciones. 

Porque la felicidad no va de predecir y acertar. La felicidad no va de tener certeza, ni seguridad. La felicidad ni siquiera va de lo que me pasa o me pueda pasar. La felicidad es sobre todo una cuestión de actitud, de con qué actitud afronto lo que me pasa o me pueda pasar.

Y con el "va a estar bien" o "vas a estar bien" yo declaro mi intención de estar bien, me comprometo a tener una actitud que me facilite estar bien.

Frente a la adversidad, frente al fracaso, frente a la pérdida, frente a la enfermedad, frente al dolor: llora, ten miedo, rabia, ¡permítete estar mal! Porque la felicidad no es estar siempre bien. No es eso...

Pero sí tiene mucho que ver con no abandonar nunca mi predisposición a sentirme bien.

Porque para eso venimos al mundo.

Vas a estar bien Eva. ¡Un abrazo!

miércoles, 20 de junio de 2018

EL ENEMIGO PÚBLICO NÚMERO 1 DE LA RESILIENCIA

La Resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas, y ser transformado positivamente por ellas.

Lo que no te mata te hace más fuerte. O más sabio. O más bueno.

Como capacidad que es, es susceptible de ser potenciada y desarrollada, a través del fortalecimiento de otras competencias personales asociadas a un buen nivel de resiliencia:

- Capacidad de aceptación y de resolución. Cuando en lugar de quejarme y ver lo negativo me centro en buscar alternativas y soluciones.

- Autoestima positiva. Una buena valoración de uno mismo. Aceptación de los defectos y confianza en las virtudes.

- Optimismo Inteligente. El optimismo ingenuo es pensar que siempre te irá bien. El optimismo inteligente es de aquél que sabe que le puede ir mal pero confía en que le irá bien.

- Inteligencia Emocional. La capacidad para comprender, expresar y regular nuestras propias emociones y la de los demás. Es muy importante para mantenernos estables emocionalmente en tiempos de tormenta.

- Estilo de afrontamiento activo. Las personas con un buen nivel de resiliencia no evitan, ni echan culpas ni usan actividades compensatorias (p. ej: beber alcohol para olvidar), sino que enfrentan los problemas cara a cara.

- El sentido del humor. Imprescindible. Ayuda a desdramatizar y dejar de ver la adversidad como algo terrible. Quita hierro y por lo tanto, dolor a los traumas.

- Aparte de factores personales, los externos también juegan su papel en el desarrollo de una buena resiliencia: el modelo educativo, los condicionantes económicos y culturales, el apoyo social.

Todos estas competencias y factores son susceptibles de ser transformadas para mejorar nuestro nivel de resiliencia. Pero todo aquello que se puede cambiar, también puede resistirse al cambio.

Las resistencias y bloqueos que nos pueden impedir o dificultar tener un buen nivel de resiliencia son todos los opuestos a las competencias comentadas: negatividad, déficit de autoconfianza, pesimismo, represión o descontrol de emociones, evitación, dramatización, y factores externos adversos. Pero todos tienen un denominador común. 

¿Sabes ya cuál es?

EL MIEDO

Porque el miedo puede hacer que:

 - Lo vea todo negativo.

- No confíe en mí y en mis fortalezas.

- Piense que todo irá siempre mal.

- Me deje dominar por el miedo.

- Evite aquello que me da miedo.

- Sobrevalore aquello que me da miedo.

Esto es lo que llamamos eustrés o estrés negativo (porque cierta cantidad de estrés -tensión- es positiva para afrontar las situaciones): cuando subestimamos nuestras capacidades y sobrevaloramos la dificultad y gravedad del estímulo, llegando a percibir éste como una amenaza de proporciones bíblicas.

¿Y si hago el ridículo? ¿Y si me despiden? ¿Y si me dejan? Lo pasaré fatal. No seré capaz de superarlo.

Pensar que no serás capaz de superarlo, es el primer escollo para superarlo. Es la resistencia psicológica que te dificultará poner en marcha los mecanismos (aceptación, optimismo, resolución, humor, etc) que te permitirían afrontar la adversidad con resiliencia.

Pensar que no serás capaz de superarlo es la voz del miedo. Es lo que te dice el miedo. Y no se trata de acallarlo, ya que no podemos vivir sin miedo. Porque gracias al miedo sobrevivimos. Pero a veces el miedo excede sus funciones y convierte en amenazas lo que sólo son adversidades que nos permitirán aprender, crecer y mejorar.

No se trata de vivir sin miedo. Se trata de aprender a vivir con miedo. Se trata de darse cuenta de que si el miedo aparece, no es suficiente motivo para dejar de creer en nosotros y magnificar los sucesos negativos de nuestra vida, ya hayan pasado, estén pasando o sólo puedan pasar.

Se trata en definitiva de que cuando el miedo hable, no creer tanto en él como en nuestra maravillosa capacidad para superar la adversidad y salir fortalecidos.

No te fíes tanto de tu miedo, como de tu resiliencia.

Y dominarás tu miedo.

¡Un abrazo resilientes!

martes, 31 de octubre de 2017

SISTEMA DEL MALESTAR

Desde 2015 tengo el orgullo de formar parte del APOLel servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Desde entonces, una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevo y que quiero compartir contigo, publicando algunas de las consultas más destacadas que he tenido la oportunidad de contestar.

Esta semana: SISTEMA DEL MALESTAR. Un caso que nos enseña cómo la negatividad, el pesimismo y la autoexigencia excesiva conforman todo un sistema de malestar emocional, y con qué recursos podemos salir de él para diseñar nuestro propio Sistema del Bienestar.

CONSULTA

Tengo 33 años y un expediente académico repleto de títulos que logré sacar mientras trabajaba. Tres quiebras y cierres de tres empresas distintas me han vapuleado. He tenido que deshacer mi hogar dos veces y volver a casa de mis padres, quienes me tratan como si tuviese 6 años. Decidí opositar para buscar una salida profesional que me sacase de las penurias económicas que he tenido que pasar y de las psicológicas que aquéllas han conllevado. Soy una persona de carácter fuerte, muy independiente, mi familia, mis amigos y mi novio me adoran, pero falta un pilar en mi vida que por más que persigo no llega: un empleo estable y no precario. Sin empleo no tengo independencia, ni proyecto de vida propio ni planes de tipo alguno. Me hago mayor y veo que metas como formar una familia se alejan cada día más por esta causa. Siento mucha rabia y odio hacia este sistema del malestar. Estoy absolutamente frustrada.

RESPUESTA

La situación que nos comentas, por desgracia, es muy común en España, ya que en este país existe una tasa de desempleo muy, que ronda el 50% en la población juvenil. Es desolador y ante tal panorama no es raro que sientas esa rabia, ese odio y esa frustración a las que te refieres. Sin embargo, el problema, como casi siempre, no radica en tus emociones, sino en los pensamientos que multiplican el impacto de estas emociones y las vuelven incapacitantes. No puedes cambiar la situación de tu país, así que céntrate en cambiar lo que sí controlas: tu negatividad y pesimismo.

Negatividad porque pones foco de atención en los acontecimientos negativos del pasado (cierre de las tres empresas) y en lo que no tienes: un empleo estable. Empieza a dirigir la atención sobre lo que tienes y lo que puedes hacer ahora: títulos, carácter fuerte, amigos, familia, novio, la posibilidad de opositar o encontrar otro trabajo. Y pesimismo porque piensas que tu situación no cambiará. El optimismo en cambio es una actitud mental que, lejos de conseguir milagros, sí que nos predispone a dirigir mayores esfuerzos en pos de los resultados que esperamos obtener.

Ni la positividad ni el optimismo te van a dar, al menos no directamente, ese empleo estable que tanto ansías. Pero plantéate si lo contrario, si quejarte y lamentarte, te está ayudando, o si meterte presión a ti misma por tener 33 años, es decir: esa autoexigencia excesiva, te hace sentir mejor y te acerca a tus metas. ¿O te aleja? El sistema del malestar externo es algo que depende de muchos factores que tú no controlas, pero tu propio sistema del malestar sí que lo puedes cambiar. Un abrazo.

jueves, 1 de junio de 2017

ANSIEDAD ANTE LOS CAMBIOS

Desde 2015 tengo el orgullo de formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de toda España que contestamos consultas en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor, y muchos otros.

Desde entonces, una gran cantidad de trabajo, más de 150 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevo y que quiero compartir contigo, publicando algunas de las consultas más destacadas que he tenido la oportunidad de contestar.

Esta semana: Ansiedad ante los cambios. ¿Quién no la ha sufrido? A través del siguiente caso real  te propongo algunas claves para superarla.

CONSULTA

Hace cuatro meses me mudé de ciudad esperando cambiar mi vida. Tengo 28 años y decidí estudiar una nueva carrera, si bien estoy contenta con mi elección, siento mucho miedo de no poder estar a la altura, además de muchísima inseguridad al momento de buscar trabajo (ya que mis padres me ayudan económicamente ahora). Tengo episodios donde mi autoestima está por los suelos y no soy capaz de cumplir con los objetivos que me gustaría alcanzar, es una especie de auto sabotaje que no me deja vivir.

RESPUESTA

El autosabotaje del que hablas se puede dar de diversas maneras. Una a través del pensamiento anticipatorio: anticipar lo malo cuando no tenemos evidencias ciertas de que vaya a ocurrir. “No voy a estar a la altura, no voy a encontrar trabajo…”. Puede provocar el efecto de la profecía autocumplida: si pienso que mis posibilidades de encontrar trabajo son mínimas, no me esforzaré mucho por encontrarlo y… finalmente, no encontraré trabajo.

Este pesimismo boicoteador se contrarresta con una actitud optimista. Se ha demostrado que el optimismo actúa como una fuerza que nos acerca a los objetivos porque se produce un ajuste entre las expectativas y el esfuerzo. Pero optimismo no es pensar que las cosas me saldrán bien porque el universo se va a alinear a favor mía. Es enfrentarte a los retos siendo consciente de que tienes los recursos personales necesarios para superarlos. Por eso nuestra autoconfianza y, asociada a ésta, nuestra autoestima, es decir, la valoración que hacemos de nosotros mismo, influye directamente sobre nuestra capacidad para ser optimistas.

¿Conoces cuáles son tus recursos personales, tus fortalezas y virtudes? Un ejercicio que te puede ayudar en este autoconocimiento es hacer una lista de tus logros: las cosas que has conseguido, que has superado, que has aprendido… o incluso aquellas veces en las que fracasaste pero te sientes orgullosa por haberlo intentado. En la sociedad actual se tiende a sobrevalorar el fracaso, pero la verdad es que cada fracaso es una lección de aprendizaje que nos ayuda a mejorar. El fracaso es imprescindible para el crecimiento. 

Por último, ajusta tus objetivos a tus capacidades, es decir: proponte metas que sean realistas, claras y concretas. Y date tiempo para alcanzarlas, y margen para equivocarte y rectificar sobre la marcha. Ánimo, un abrazo.

miércoles, 24 de agosto de 2016

EL PESIMISMO: UN MECANISMO DE DEFENSA INVÁLIDO

En 2015 tuve el orgullo de pasar a  formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de diversos puntos de España que contestan las consultas de los usuarios de este servicio, en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor... y muchos otros.

Desde entonces, mucho trabajo, más de 120 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevo, y que quiero compartir contigo, publicando durante este Agosto una breve recopilación de algunas de las consultas que he tenido la oportunidad de contestar.
 
Esta semana: EL PESIMISMO: UN MECANISMO DE DEFENSA INVÁLIDO, una consulta que nos muestra como el pesimismo, además de predisponernos al fracaso, no nos protege de sentimientos como la decepción o la desilusión, mientras que la esperanza y el optimismo sí que nos ayudan en el camino hacia el éxito. Espero como siempre que guste y sea últil. Abrazos.
 
 
Consulta:

9 meses después de romper una relación de 11 años conocí a un chico con el que llevo 6 meses de relación sin compromiso. Nuestras citas son sólo de tipo sexual. Siempre he desconfiado de él, ya que le idealicé y nunca creí que alguien como él estuviese con alguien como yo, así que acepté este tipo de relación sin compromiso pensando que si llegaba un final no me dolería. Pero me equivoqué, y cuando mis amigas lo vieron con otra chica me llevé un gran disgusto. No le culpo porque él nunca me prometió nada y fui yo quien no fue sincera ni con él ni conmigo misma. Ahora no sé qué hacer, me gustaría ser asertiva y expresar mis sentimientos, pero me da miedo la humillación y su negativa, estoy convencida de que él no siente nada por mí y valoro dejar la relación sin más porque seguro que ni siquiera le importa, ya que estará ocupado con otra. Hace un par de años estuve en tratamiento psicológico por mi anterior pareja y me aterra pensar que vuelva a recaer.
 
Respuesta:
 
Tu caso es muy ejemplarizante: el pesimismo es un mecanismo de defensa. Si pienso que no tendré éxito, creeré que si luego efectivamente fracaso, la decepción no será tan grande. Sin embargo, con esa actitud negativa, nosotros mismos estamos poniendo los cimientos del fracaso, ya que nos predisponemos a él, y aparece entonces lo que conocemos como profecía autocumplida: una creencia que al final se cumple porque nosotros, de forma no intencionada, facilitamos que se cumpla. En tu caso: creíste que no eras lo suficientemente válida para estar con él, eso llevó a abandonar cualquier intento de compromiso serio entre los dos y, sin compromiso, ¿qué le impedía a él conocer a otra chica?

El pesimismo es además un mecanismo de defensa totalmente inválido, y tú lo has experimentado. No te comprometiste con él porque pensabas que así, si llegaba un final, no te dolería, y sin embargo... ¡te ha dolido lo mismo! Ahí radica la ineficacia del pesimismo, porque a través de él pretendemos suprimir sentimientos como la ilusión, la esperanza, o el enamoramiento. Pero los sentimientos no se pueden suprimir, y es más, son precisamente ese tipo de sentimientos los que nos predisponen al éxito, justo lo contrario que el pesimismo.

Y ahora sin embargo vuelves a tener pensamientos pesimistas, adelantando humillación e indiferencia por su parte, y sufrimiento psicológico por la tuya. El dolor ante un rechazo es superable. Pero la auto-decepción por no intentarlo se enquista, ya que entonces siempre estaremos con el ¿¿¿y si??? Atrévete por tanto, como tú misma propones, a hablar con él, de forma honesta y asertiva, reconociéndole lo que sientes. Y si finalmente sucediera lo peor, ten confianza en que lo superarás. No tengas miedo al dolor, forma parte de la vida. Suerte, un abrazo.

miércoles, 17 de agosto de 2016

LA DESESPERANZA FRENTE A LOS PROBLEMAS ECONÓMICOS

En 2015 tuve el orgullo de pasar a  formar parte del APOL: el servicio de Apoyo Psicológico On Line de la Fundación Punset. Una selección de psicólogos de diversos puntos de España que contestan las consultas de los usuarios de este servicio, en torno a problemas de depresión, ansiedad, estrés, pareja, desamor... y muchos otros.

Desde entonces, mucho trabajo, más de 120 consultas publicadas, y una enorme experiencia de aprendizaje que me llevo, y que quiero compartir contigo, publicando durante este Agosto una breve recopilación de algunas de las consultas que he tenido la oportunidad de contestar.

En esta semana: LA DESESPERANZA FRENTE A UNA SITUACIÓN COMPLICADA, un problema, lamentablemente, muy común hoy por los tiempos que corren, pero para el que existen soluciones. Espero que sea de utilidad. Muchos abrazos.

Consulta:

Yo era una persona que vivía muy bien, con estabilidad económica, tenia todo, hasta que empecé a ayudar con dinero a algunas amistades y a mi pareja y mi vida comenzó a decaer. Me siento desesperada, estoy al borde de un infarto, mi situación económica está en quiebra, todas las personas a las que pedí ayuda me dieron la espalda, los bancos me acosan con los cobros, el negocio que puso mi pareja está al borde de la quiebra y hasta su familia le ha dado la espalda. No sé qué hacer, he pensado en el suicidio. Tengo un hermano mayor al que todavía no he pedido ayuda y no sé si contarle o no; él es una persona muy recta y no sé cuál será su reacción al enterarse. Si al menos hubiera alguien que me ofreciera la mano. Gracias por escucharme...

Respuesta

Una situación de estrés económico como la que nos cuentas es muy complicada y lleva asociada consigo estados emocionales muy intensos y difíciles de gestionar, como la desesperanza. Sin embargo, es importante que te des cuenta de que mantener el foco de atención en el problema, en lo que se ha perdido, o en tu propio estado de ánimo, no te va a servir para sacarte de la situación y mucho menos para hacerte sentir mejor. Hay que, por mucho que se haya intentado, persistir en la búsqueda de soluciones.


Por ejemplo: está más que demostrada la importancia que tiene el apoyo social en las personas que deben hacer frente a graves complicaciones económicas. Tú dices que ya has pedido ayuda, pero, ¿has explorado todas las posibilidades? ¿Por qué no has pedido ayuda a tu hermano? ¿Qué es lo que temes o lo que sientes ante la perspectiva de hacerlo? ¿Acaso no has ofrecido tú ayuda a otros en el pasado? ¿Y ahora no la mereces?


A través del apoyo social no puedes encontrar sólo ayuda económica, sino distintos tipos de recursos: emocionales, instrumentales, informativos y evaluativos. Por eso es importante que también acudas a los servicios sociales de tu comunidad: entidades públicas, asociaciones, fundaciones, colectivos, etc. Te ayudarán a guiarte en esa búsqueda de soluciones tan importante ahora mismo para ti, y también a darte cuenta de que no estás sola en esta batalla, que hay más gente librándola, y personas que han pasado por tu misma situación y siguen adelante, o al menos, están en ello. Ánimo, un abrazo.



miércoles, 20 de abril de 2016

LA SOLUCIÓN DEFINITIVA PARA DEJAR DE ESTAR PARADO

8 años desde la crisis, 5 millones de desempleados en España, muchos de ellos de larga duración... ¿Y un psicólogo va y viene a decir que tiene la solución definitiva para dejar de estar parado? Me suena a los feriantes que vendían la pócima mágica para que creciera el pelo.

El asunto, la verdad, no es para tomárselo a broma: la situación de desempleo lleva con mucha frecuencia a que la persona no se valore y piense que es una fracasada, a culpabilizarse de lo sucedido, y a presagiar un futuro negro. Todo ello le provoca estados de depresión y ansiedad.

Así, se han identificado 3 Fases Depresivas de la persona en situación de desempleo:
  1. Negación. Al principio se toma como una etapa de transición, y se aprovecha el tiempo para descansar, recuperar aficiones o amistades perdidas, hacer papeleo, etc.
  2. Angustia. Esta sensación crece a medida que la persona comprueba que no encuentra trabajo, que se acerca el fin de la prestación...
  3. Resignación. La persona pasa de pensar que su situación era una etapa de transición a concluir que es permanente, fija e inamovible. Empieza la apatía, la desgana, la pérdida de relaciones... La persona... se para.
Y ahí está el gran error. Ahí es cuando la persona en situación de desempleo empieza a cavar su propia tumba. Pero si lo sabemos, si tomamos conciencia de ello, seremos capaces de soltar la pala y salir del hoyo.

Este post no va dirigido a darte una clave misteriosa que nadie conocía y que te va a asegurar que encuentres trabajo, eso no existe. Este post, como indica su título, te va a dar la solución definitiva para dejar de estar parado. Y ésta es:

Deja de pensar que eres un parado.

Porque es ése pensamiento el que te hunde en la Fase de Resignación. Pasas de hacer una atribución inestable, específica y controlable de tu estado, a convertirla en algo permanente, global e incontrolable. Y cometes además el error más grave de todos: ya no piensas que eres una persona en situación de desempleo, ahora... eres un parado.

Odio esa palabra. Parado. Os haré una confesión: he estado en situación de desempleo varias veces en mi vida, y sin embargo, creo que no he trabajado nunca tanto como cuando he estado en esa situación. Porque la búsqueda de trabajo, es también un trabajo.

Estar desempleado no es sinónimo de estar parado. Es más, si quieres salir de la corriente depresiva a la que te empuja la situación de desempleo, no diré ya si quieres salir de la situación de desempleo encontrando un trabajo, porque es cierto que eso no depende sólo de ti sino de factores externos, pero si al menos quieres no deprimirte: MUÉVETE.

Estar en situación de desempleo no te impide: colaborar, cooperar, ayudar, participar, buscar, aprender, disfrutar, hacer deporte, cuidar tus relaciones familiares y personales...

Especialmente importante esto último, porque uno de los errores que comenten las personas en situación de desempleo que se encuentran en la Fase de Resignación, es dejar de lado las relaciones, y éstas suelen ser una de las ayudas más importantes para encontrar empleo. Es mucho más efectivo tirar de agenda y llamar a una persona con la que no tenías contacto desde hace tiempo y que te pueda echar un cable, que mandar 1000 currículums.

Una vez que salgas de la Fase de Resignación, y entres en la 4ª fase, la Fase de Reactivación, te darás cuenta de que tú eres tú, y tu yo, inabarcable y en continua transformación, no se puede delimitar a una simple etiqueta, la de "parado". Tú no eres un parado, tú ni siquiera estás parado, porque no dejas de moverte, tú estás en una situación de desempleo que es transitoria, específica, y que aunque no dependa exclusivamente de ti, puedes hacer muchas cosas para salir de ella.

La primera y fundamental: aprovéchala para conocerte mejor. Una situación de desempleo es una situación de crisis, y la crisis supone una oportunidad de crecimiento. Aprovecha tu crisis personal para conocer cuáles son tus fortalezas y tus motivaciones, y que ese conocimiento te sirva de guía para emprender un nuevo camino en tu búsqueda.

Para ser un apoyo en esa búsqueda, la semana del 9 al 13 de Mayo estaré dando, junto a la Consultora Semillas de Empleo, en Málaga, el Taller de Mejora del Candidato en Búsqueda de Empleo, una formación para mejorar las habilidades personales, y por ende, la empleabilidad del candidato a un puesto de trabajo.

Espero que puedas asistir, y si no puedes, al menos, recuerda: ¡no te quedes parado! El movimiento es acción y la acción, tarde o temprano, tiene su repercusión. Abrazos.

martes, 21 de abril de 2015

ACEPTAR LA PARTE INJUSTA DE LA VIDA

Os propongo reflexionar un momento sobre la siguiente frase:


Veamos sus posibles implicaciones:
  • No implica que haya que ser mala persona.
  • No implica que para ir a una corrida de toros debas hacerte vegetariano para que el toro no te ataque.
  • Implica ACEPTAR que la vida a veces puede tratarte mal... Hagas lo que hagas.
Sin embargo, esta verdad cuesta mucho asumirla. Nos resistimos a aceptar. Y esa resistencia nos agota y a veces nos hunde en desesperación.

No es difícil, por ejemplo, imaginarse a alguien convencido de que si mantiene una actitud positiva y se esfuerza y persevera, las cosas le saldrán bien, y que sin embargo, tras un par de fracasos consecutivos, ese optimismo que le caracterizaba se convierta en indefensión aprendida.

Indefensión aprendida = Haga lo que haga no servirá de nada (Resignación).
Aceptar = ESTO no ha servido de nada.

Cuando no aceptamos los sucesos negativos en nuestra vida, ya sean fracasos, pérdidas o traumas, es porque nos aferramos a las expectativas que teníamos. De tal manera que no dejamos de pensar: "Esto no debería haber pasado". No debería haberse terminado, no debería haberme tocado a mí, no debería haber sido así.

Debería. ¿Quién es el que debe nada a nadie? ¿El Universo, Dios, el Presidente?

Tú te debes Felicidad a ti misma.

Pero cuando nos fallamos a nosotros mismos somos los primeros que nos hacemos daño, negando ese Gran Deber que tiene todo ser humano a tratar de ser feliz. Éste es el proceso mental:

Me porto lo suficientemente bien como para que me pasen cosas buenas - Me ha pasado algo malo - No soy bueno - No merezco felicidad

Una falacia absoluta, porque estamos partiendo de una premisa errónea que es: por ser bueno (me esfuerzo, trabajo, me porto bien, pago mis impuestos, etc.) sólo, única y exclusivamente me deberían pasar cosas buenas.

Pero ya sabemos que la vida no funciona así. En el mundo hay bien y mal, y mientras antes aceptemos la adversidad, más pronto podremos superarla.

Así que deja de dirigir tu foco atencional a la Acción, lo que pasó y no puedes cambiar, y empieza a dirigirlo hacia tu Reacción, lo que vas a hacer aquí y ahora para conducirte hacia la felicidad.

Esa felicidad incompleta, inexacta e inestable, pero posible, muy posible, en un mundo injusto, pero lleno de posibilidades.


miércoles, 28 de enero de 2015

SUPERAR LA ADVERSIDAD



En el anterior post hablaba de la fuerza del optimismo, que no es otra que prepararnos mejor desde un punto de vista actitudinal para afrontar los retos de la vida, es decir, nos dota de fuerza de voluntad. Si pensamos que puedo lograrlo, pondré más empeño; si pensamos que tendré suerte, no me quedaré escondido en casa por miedo a que nada más salir a la calle me atropelle un coche.

Pero hay veces que por mucho empeño que ponga, las cosas no salen como yo quería y no alcanzo las metas propuestas, ya que intervienen factores que están fuera de mi margen de maniobra, que no controlo, lo mismo que no controlo que me atropelle un coche si el conductor iba borracho, que me despidan porque a pesar de haber hecho mi trabajo de manera excelente la empresa se ve obligada a hacer recortes de plantilla, o que se me muera un ser querido.

Todo eso forma parte de lo que conocemos como adversidad, y la adversidad forma parte de la vida. No podemos pretender tener una vida sin adversidades y, lo repetiré mil veces, positividad no es pensar que todo te va a ir bien, es tener la convicción de que cuando las cosas no vayan bien seré capaz de seguir adelante. Tener una vida sin adversidad es algo que escapa totalmente de nuestro margen de maniobra, es algo que no controlamos. Pero sí que controlamos nuestra reacción ante la adversidad.

Y ahí es donde entra en juego la resiliencia. La resiliencia es nuestra capacidad para sobreponernos a la adversidad. Resiliencia es... Qué narices, resiliencia es Rocky Balboa:


Ni tú, ni yo ni nadie golpea más fuerte que la vida, pero no importa lo fuerte que golpeas sino lo fuerte que pueden golpearte, y lo aguantas mientras avanzas, hay que soportar sin dejar de avanzar.

¿Por qué hay quien se hunde cuando pasa por una ruptura sentimental y hay quien celebra que le han despedido por las nuevas oportunidades que están por presentársele? ¿Por qué algunas personas se rinden ante el más mínimo contratiempo y otras se crecen frente a los desafíos? ¿Por qué algunos muestran una entereza sorprendente ante eventos trágicos y otros tardan años en superarlos?

Porque somos diferentes. Hay que aceptar esto. No todos partimos de la misma genética, ni del mismo aprendizaje, ni de las mismas experiencias vitales. Pero si aceptamos esto, también debemos aceptar que podemos ser diferentes a nosotros mismos, sin cambiar lo que somos, sin cambiar nuestra esencia, pero podemos cambiar: aprender, mejorar, crecer, superarnos...

Por eso la resiliencia es una capacidad susceptible de desarrollarse. Y he aquí una serie de factores facilitadores de la resiliencia:
  1. Foco de atención no en el problema, sino en las soluciones, alternativas o compensaciones.
  2. Sé consciente de tus fortalezas, recursos y virtudes.
  3. No seas victimista. No te recrees en el dolor. Autocompasión positiva = sé amable contigo.
  4. Comprométete con el aquí y ahora. Planifica el futuro.
  5. No ocultes tu vulnerabilidad. La salida del dolor es a través del dolor.
  6. Acepta que la vida tiene una parte injusta.
  7. Aprende de los fracasos. Mira el lado bueno de los eventos negativos.
  8. No evites. Enfréntate a los problemas.
  9. Ten sentido del humor. Desdramatiza.
  10. Inspírate en modelos.Como Nick Vujicic, que nació en la adversidad:

 Así que la próxima vez que la vida te golpee, dime: ¿te vas a quedar tumbado en la lona, o vas a levantarte?

martes, 20 de enero de 2015

LA FUERZA DEL OPTIMISMO

¿Te has preguntado alguna vez por qué somos pesimistas? Y no me vale que me digas: "¡No, yo no lo soy, yo soy muy optimista!" Todos hemos sido pesimistas alguna vez.

¿Quién no se recuerda a sí mismo convencido de la derrota de su equipo, o con unas expectativas bastante pésimas respecto a aquella fiesta a la que asistía casi por obligación, o diciéndose: "Bah, para qué lo voy a intentar, si seguro que no le intereso".

"¡No era pesimismo, era realismo!" Ya... A ver si nos enteramos: real es lo que está pasando ahora, no lo que aún no ha pasado.

Nuestras predicciones pesimistas son un mecanismo de defensa frente al dolor que puede suponer un fracaso o evento negativo, ante la adversidad. Pero son un mecanismo inválido, inútil. Me explico:

Pongamos el ejemplo del aficionado que piensa que su equipo va a perder. "Fo, seguro que perdemos, tenemos mucho lesionados, el otro equipo llega en muy buena racha, los árbitros la tienen tomada con nosotros..." Se lo dice a sus amigos, que están viendo el partido con él, rodeados de cervezas y ricos aperitivos. Pero también se lo dice a él mismo. Es su manera de lanzarle al cerebro el siguiente mensaje: "Si finalmente tu equipo pierde, no debes sufrir, porque ya lo sabías".

El pesimismo pretende prepararnos para la decepción y el dolor al que nos vemos expuestos ante un evento no deseado.

Pero, ¡no sirve! ¿Qué más da que supieras que tu equipo iba a perder? Porque en el fondo, deseabas con todas tus fuerzas que ganase, porque en el fondo mantenías esa ilusión, y cuando finalmente ha perdido, te has sentido muy decepcionado por la derrota. Y por mucho que ocultaras esa ilusión a tus amigos, dentro de ti, el pesimismo no ha podido acabar con ella.

Cuando iniciamos proyectos y nos proponemos unas metas, sin embargo, el optimismo actúa como una fuerza que nos acerca a nuestro objetivos, porque se produce un ajuste entre las expectativas y el esfuerzo. Es decir:

El pesimismo no nos prepara para hacer frente al fracaso, pero el optimismo sí nos prepara para poner los medios hacia el éxito.

Sin dejar nunca de ser unos optimistas no ingenuos, pensar que la suerte me acompañará o que tengo los suficientes recursos personales para afrontar los retos que me proponga, nos dota de fuerza de voluntad, frente al inmovilismo en el que nos sumerge el pensamiento negativo.

Pero... Por mucha confianza que tenga en la victoria de mi equipo, eso es algo que no controlo. O por mucho empeño que ponga, a veces las cosas no salen como uno quería. Pero ante esas situaciones, no nos ayuda en nada pensar: "¿De qué ha servido?, no tendría que haber puesto tanta ilusión, la próxima vez será mejor que me esté quietecito o piense que todo va a salir mal, así no me llevaré una decepción..."

Hay otras maneras mucho más efectivas de superar la adversidad. Pero de eso, hablaré en el siguiente post. ¡Os espero! 

jueves, 2 de octubre de 2014

¿SE SABEN AQUÉL QUE ERAN UN PESIMISTA, UN OPTIMISTA Y UN REALISTA...?


El eterno dilema, ¿no? ¿Hay que ser optimista, hay que ser realista? ¿¿¿Pesimista yo???, ¡no, nunca, yo lo que soy es realista!

La verdad es que los seres humanos somos optimistas por naturaleza, por instinto. Si no fuera así, y conociendo las estadísticas, no nos montaríamos en coche, no comeríamos comida rápida, o nunca jugaríamos al Gordo de la lotería. 

Todo lo anterior lo hacemos casi sin pensar. Son decisiones habituales en las que no perdemos mucho tiempo porque si lo hiciéramos, la vida sería muy complicada. ¿Te imaginas haciendo una lista de pros y contras para decidir si vas a ir en bus o andando?

Ante decisiones más importantes entran en juego procesos intelectuales más complejos. Razonamos más y dirigimos nuestro proceso de elección en función de una predisposición más optimista o pesimista que va a estar definida por nuestra experiencia de aprendizaje.

Así, el pesimismo suele ser un mecanismo de defensa aprendido. Si pensamos que hay una alta probabilidad de que las cosas no salgan bien, no me llevaré una decepción tan grande que si hubiera pensado en el éxito absoluto. De eso nos protegemos con el pesimismo: de la decepción. Sin embargo: siempre que hacemos algo, siempre que iniciamos un nuevo proyecto, aunque nuestra mente nos diga "es muy difícil", nuestro instinto, ése que se libra de aprendizajes disfuncionales, mantiene la esperanza en el "lo lograré", porque si no ni siquiera nos hubiéramos puesto en marcha. Así que cuando no lo logramos y nos decimos "lo sabía" para aliviar nuestra decepción, en realidad nuestro corazón sufre lo mismo. Por ello, este pesimismo falsamente protector no sirve tanto para aliviar el dolor de la amarga derrota como sí para predisponernos a ella.

Porque luego están los optimistas que se dejan llevar excesivamente por su instinto, los que suelen ser llamados: optimistas ingenuos. Suelen confiar en el destino, en la buena suerte, y en que el Universo está conjurado para que todo les vaya bien. Y, ¿sabes qué?, a pesar de su inconsciencia, a éstos le suele ir bastante mejor que a los pesimistas. Porque si para el éxito bien son importante el esfuerzo y las aptitudes, la actitud no lo es menos, y el optimismo ingenuo facilita una actitud positiva ante los obstáculos y dificultades, facilita el empeño, la constancia, el coraje, la valentía. Los optimista se arriesgan más. El problema surge cuando esos riesgos, por no haber sido calculados, llevan al fracaso, no se asimila bien ese fracaso porque, ¡¿maldita sea, cómo ha podido suceder si tenía el apoyo del Universo?!, y nos frustramos tanto, tanto, que incluso podemos pasar de optimistas ingenuos a pesimistas obstinados.

"Así que David, la mejor actitud es la del realista". ¿Y qué es ser realista cuando se trata de embarcarse en un proyecto? El futuro es una realidad que no existe pero que nosotros podemos construir, desde el presente. El realista de Ward tenía la precaución de los pesimistas protectores y la esperanza de los optimistas ingenuos. Bien por él. Era un optimista no ingenuo. Se trata, al fin y al cabo, de ajustar las velas:
  1.  No te preocupes, ocúpate.
  2. No vivas en el futuro, no existe. Constrúyelo. Planifica.
  3. Toma riesgos, como harían los optimistas ingenuos, pero que sean riesgos calculados.
  4. Mantén la ilusión. No es ingenuidad, es esperanza, y la esperanza ayuda y acerca al éxito.
  5. Si te llevas una decepción, bienvenido al mundo real, ¡sobrevivirás! Si fracasas, abraza el fracaso, porque el fracaso es aprendizaje, y el aprendizaje crecimiento.
Recuerda que quien nunca fracasó, es porque no se atrevió a tirarse al mar.