jueves, 30 de junio de 2016

¡TENGO DERECHO A ENFADARME!

Recientemente sucedieron dos acontecimientos en España que han hecho cabrearse (enfadarse, irritarse) a muchas personas:
  • La celebración de Elecciones Generales.
  • La eliminación de la Selección Española en la Eurocopa.
Cuando las cosas no salen como uno quiere, se enfada. Es normal, es natural, y es incluso bueno expresar ese enfado. Si no lo sacamos, se queda dentro. Los medios y formas que usemos para expresar ese enfado ya dependen de la responsabilidad personal de cada uno. No es lo mismo un grito de rabia que coger una silla y estampársela en la cabeza a alguien. Pero no me voy a detener a explicar la diferencia porque no es mi misión hablar sobre ética en este post.

Lo que trato de defender aquí es que, como seres sintientes que somos, tenemos derecho a enfadarnos, a patalear, a sacar espuma por la boca... Bueno, supongo que hasta cierto límite.

Existen, no obstante, ciertos facilitadores de nuestros enfados, y conocerlos es bueno para aprender a manejar la ira:
  • Wayne Dyer en su libro Tus zonas erróneas postulaba que podemos no enfadarnos, que cuando lo hacemos es porque nos empeñamos en no aceptar que lo que es, es.
  • Existe un fenómeno, un sesgo cognitivo (trampa de la mente) llamado la ilusión de control que consiste en pensar que podemos controlar eventos, situaciones o comportamientos ajenos que escapan de nuestro control.
  • Pensar que el mundo debe ser justo con nosotros, no entender ni tolerar las diferencias individuales, y la rigidez mental son otros factores que facilitan el que salga a flote nuestra ira.
Bien, supongamos que una vez que sabemos esto, me propongo concienzudamente aceptar que las cosas son como son, que no he de forzarme a controlar eventos (¡y menos personas!) que están fuera de mi margen de maniobra, y reconocer que el mundo tiene una parte injusta, que no todos pensamos y actuamos de la misma manera y que es bueno adaptarse a cada tiempo y situación, entonces... ¡Hala, ya no me enfadaré nunca más!

... Meeeeg! Error. Wayne Dyer, desde mi modesta opinión, estaba equivocado: es imposible que puedas no enfadarte nunca. Y estaba equivocado porque Dyer no era perfecto. Y seguramente, ésa es la primera cosa que podemos aprender a aceptar:

No eres perfecto.
Ni vas a serlo nunca.

Además, no es lo mismo enfadarse que estar cabreado con el mundo y con la vida, ni lo mismo expresar tu enfado que ser un gruñón. Actuar sobre todos los facilitadores que he comentado antes te servirá, sin lugar a dudas, para que los malos humos no sean los protagonistas de tu vida. Pero, como siempre, se trata de controlar = decidir qué protagonismo le das a ciertas emociones; no se trata de reprimir.

Tras las elecciones del domingo se vieron en las Redes Sociales multitud de posts, twitters  y memes que suponían una vasta demostración de cómo aquéllos que sintieron que sus ilusiones se habían desvanecido, canalizaron toda la frustración y la ira de ese momento. Exactamente igual tras la derrota de la Selección. El sentido del humor es un ejemplo bastante claro de cómo me libero de mi ira, precisamente, a través de la expresión de mi ira.


Y no es, sin embargo, una manera de expresión-liberación totalmente indolora para la otra parte, ni mucho menos. Habrá mucha gente que se habrá molestado con ciertos chistes, bromas y comentarios, y no porque los futbolistas de la selección sean millonarios se convierten en seres insensibles a las críticas. Pero es inevitable molestar o dañar, como totalmente evitable es guardarse las emociones para que crezcan dentro de nosotros, como totalmente evitable es que una emoción dirija nuestros comportamientos.

Por eso, cuando manifiestes tu indignación, rabia o enfado, y alguien te desapruebe por hacerlo, recuérdale:
  1. Eh, que nadie es perfecto.
  2. Lo siento, pero el mundo no es justo.
  3. ¡Al menos no te he estampado una silla en la cabeza!
Abrazos.

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