lunes, 14 de marzo de 2022

AJO Y AGUA

Aceptar.



Qué palabra tan bonita "aceptar", ¿verdad?


Todos lo que nos dedicamos, con relativa vehemencia, al trabajo interior, hemos escuchado o leído con insistencia esa palabra y conocemos su tremenda importancia. Sin embargo... qué palabra tan fácil de pronunciar pero más difícil de aplicar. Este post va dirigido a que no sea tan difícil.


Después de todo, ¿por qué? ¿Por qué algo que parece sencillo, que a priori sería lo natural, aceptar que las cosas son como son y punto, nos resulta tan difícil? Voy a dar dos explicaciones de las que yo considero son las causas principales de esa resistencia psicológica, de ese negarnos a aceptar.


La primera es que, hoy día, todo el mundo quiere aceptar, pero nadie quiere joderse. Nadie quiere estar jodido. Y la aceptación no funciona así. Aceptar implica que las cosas han salido como han salido y que me jode, que me duele. Aceptar no solo implica aceptar que lo que es, es, sino también cómo me hace sentir: estoy jodido, estoy dolido, me da rabia, a veces me dan ganas de hundirme... Totalmente comprensible que te sientas así y no pasa nada: eso no te hace peor persona, ni víctima, ni débil... Te hace humano. Y es cuando me permito sentir, que la emoción se extingue o transforma, y puedo dedicarme a reconstruirme. "He aceptado que estoy rota, bien, pues ahora no me queda otra que reconstruirme. Con este dolor, ¿puedo seguir adelante, puedo superarlo, tengo cosas bonitas por las que luchar y gente a la que quiero que me va a apoyar?" La negación y la evitación del dolor post-aceptación es lo que nos engancha a una situación pasada: "No puede ser, ¿cómo me ha pasado esto a mí?, no debería sentir lo que estoy sintiendo porque es injusto...". Lo que es, es, lo que ha pasado ya no se puede cambiar y la vida no entiende de justicia y de injusticia. Mientras antes aceptemos, mejor. Pero, aceptar implica aceptar lo que me pasó y el dolor que me produce. Incluso aceptar que estoy totalmente roto.


La segunda es que, hoy día, todo el mundo quiere aceptar pero nadie quiere aguantarse. Porque somos seres especiales, llenos de luz, que hemos venido al mundo a conquistar nuestros sueños, y si me esfuerzo lo suficiente, ¡no lo suficiente!, si me esfuerzo hasta mis límites, ¡o más allá de mis límites!, o bien si lo deseo con todas todas todas mis fuerzas hasta que el Universo atienda mis plegarias, lo conseguiré. Eso es. Genial. Buena visión. Y si no lo consigo es que no me he esforzado como debiera o que al Universo le importo una puta mierda porque soy un desgraciado y he sentirme muy mal conmigo mismo, ¡culpa! Vamos a ver: no eres especial, no eres nada especial, métetelo en la puta cabeza, no es que no le importes al jodido Universo, es que el Universo ni siquiera conoce de tu existencia, de ti, un insignificante microorganismo de entre casi ocho mil millones de los de solo tu especie. Tus sueños son egocéntricos, por tanto, no naturales. Ego = mente; natural = realidad. Lo que está en tu mente, tus sueños, tus expectativas egocéntricas y microorgánicas, no tienen por qué ser naturales ni convertirse en realidad. Y, cuando no consigas que las cosas sean como tú quieres que sean, por supuesto que tienes derecho a sentirte mal, que para eso eres un ser sintiente, y entre esos sentimientos se encuentran la decepción, la frustración, la desilusión... pero desde luego que no tienes por qué sentirte ni fracasado, ni peor, ni inferior... Tu status (otra invención del ego), no te preocupes, sigue siendo igual de superior e inferior que antes de tu fracaso: sigues siendo tan solo un insignificante microorganismo en un vasto universo que no sabe de tu existencia.


Dicho todo lo cual, las dos conclusiones que podemos sacar y que te pueden ayudar a aceptar con mayor facilidad son:


AJO Y AGUA


Aceptar implica: aceptar que las cosas son como son, aceptar que me jode (ajo), aceptar que a veces no voy a conseguir lo que quiero (agua), y, oye, no perder la perspectiva: siendo las cosas son como son, y jodiéndome y teniendo que aguantarme, ¿hay soluciones, hay alternativas, no las hay pero puedo sentirme afortunado porque hay otras cosas que van muy bien en mi vida y me provocan bienestar?


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, porfa, compártelo.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. Y puedes hacerte con mi libro, La dictadura de la felicidad, (o leerte el primer capítulo gratis) por aquí.


Y, de un microorganismo a otro microorganismo, ¡recibe este abrazo con un amor universal!

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