miércoles, 26 de noviembre de 2025

12 APRENDIZAJES QUE ME HA ENSEÑADO LA PSICOTERAPIA

Esta semana cumplo 12 años como psicólogo (¡casi na!) y quiero celebrarlo
compartiendo contigo algunas de las enseñanzas más importantes que he aprendido a través de la psicoterapia. Porque no solo es el paciente quien aprende y crece, también el profesional.


La psicoterapia es un espacio de encuentro en el que dos personas hablan del dolor y del sufrimiento. También del bienestar y de la felicidad. Y aunque es verdad que una de ellas, el psicólogo, es la encargada de ayudar a la otra, con su visión objetiva y analítica, con sus conocimientos y herramientas, de ese encuentro ambos sacan beneficio.


Por eso, te dejo algunas de las ganancias que he cosechado como psicólogo estos 12 años. Aquí van ¡12 aprendizajes que me ha enseñado la psicoterapia!


1. Existen dos máximas en psicología: si no quieres pensar en algo, lo peor que puedes hacer es desear no pensar en ese algo, y si no quieres sentir algo, lo peor que puedes hacer es desear no sentir ese algo.


2. Todo el mundo sufre; todos somos vulnerables. Y para ser feliz, hay que aprender a sufrir bien.


3. La felicidad ni se busca ni se alcanza. La felicidad es lo que te pasa (a veces) mientras vives, es lo que haces, es lo que eres.


4. Parafraseando a Carl Jung: un psicólogo, por muy profesional que sea, por mucha carrera y muchos másteres que tenga, al final, deber ser un ser humano delante de otro ser humano.


5. Las sonrisas más bonitas son las que aparecen detrás de las lágrimas. Sin el dolor, no podría haber felicidad.


6. La escucha activa y adecuada, a veces, ayuda más que la intervención (y esto vale para todos). Los silencios también sanan.


7. Un psicólogo, más que darte respuestas, te ayuda a hacerte las preguntas apropiadas para que las encuentres tú.


8. La terapia no soluciona tus mierdas. Te ayuda a entenderlas mejor. Y, gracias a ese entendimiento, poder llevarte mejor con ellas.


9. No existe crecimiento personal sin crecimiento colectivo. Nuestros bienestares están conectados. Por eso, el bien común es cosa de cada uno de nosotros y de todos.


10. El sentido del humor es fundamental en la terapia psicológica... ¡y en la vida!


11. Hacer crecer, te hace crecer.


12. Y, por último, por encima del qué dirán, por encima de lo que se supone que se espera de ti, por encima de tus tareas, responsabilidades y rendimiento, por encima de la resolución de problemas propios o ajenos, pon siempre tu salud mental y bienestar.


Gracias por estar a mi lado todos estos años. Os quiero.


Cuestiona lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, comenta y comparte, no te lo quedes para ti solo, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros publicados.


Y espero que, por muchos años más, ¡recibas este abrazo!

miércoles, 29 de octubre de 2025

LA MENTE ES UNA MONSTRUA

Ya estamos en la semana de Jallowín (como me gusta llamarla a mí). De aquí a poco, veremos cientos de monstruitos (y no tan "itos") invadiendo las calles, los colegios, los bares... 


¿Le tienes miedo a los monstruitos? No sé si ya te he contado esto, pero yo, de pequeño, me vi las mejores pelis de terror de la historia: El Resplandor, El exorcista, Alien, Viernes 13... Digamos que mis padres fueron un poco negligentes con nosotros en ese sentido. ¡Suerte que no he acabado siendo un psicópata, sino solo psicólogo! (no sé qué es peor 😅) Fue con aquella última que he mencionado, Viernes 13, con la que desarrollé cierto TOC. En una secuencia, un jovencísimo Kevin Bacon se tumba plácidamente en una cama y, un poquito después, un cuchillo le rebana el cuello. Me pasé años mirando debajo de la cama antes de acostarme. ¡Años!


Normal, hay cosas para las que un niño no está preparado. A favor de mis padres he de decir que también hicieron cosas bien, eh. Además, hoy día le debo a ellos que soy fan de las pelis de terror y me lo paso bomba viéndolas, incluso cuando paso miedo (que para eso están, para dar miedo). Mis monstruos de la infancia no son nada en comparación con los monstruos de la vida adulta: el rentista, el banquero, el cajero del súper mercado (pobre cajero, tampoco tiene la culpa). 


El caso es que hay miedos que se generan a través de experiencias, ya sea en primera o tercera persona, que vivimos en nuestro pasado, infancia y adolescencia sobre todo (aunque en cualquier momento de la vida adulta puede nacer un nuevo miedo). Es lo que le pasó a una de mis pacientes, que cuando era niña escuchó algunas historias de espíritus y fantasmas y vio también alguna peli del género o algún programa de Cuarto Milenio (que es como una peli pero en mala), y acabó desarrollando espectrofobia, o lo que es lo mismo, fobia a los fantasmas.


Esta fobia le limita bastante la vida, ya que no se atreve a dormir sola (siendo ya adulta), y tiene que dormir con la luz encendida (si no la de la habitación, al menos la del pasillo). Y aún haciendo todo esto, lo pasa mal, porque su mente no deja de ponerla en alerta ante la posibilidad de que un espíritu se le aparezca, o en el mejor de los casos, un asesino en serie (bueno, ante cualquiera de las dos posibilidades estaría bastante jodida, la verdad).


Y es ahí, en lo que acabo de decir (o escribir, para ser más exactos), donde radica el motivo de mi post. Porque he dicho (he escrito) "su mente no deja de ponerla en alerta". Entonces, si queremos superar algunos de nuestros miedos, o, al menos, poder convivir con ellos de manera más tranquila, ya sean esos miedos menos realistas, como los que tienen que ver con fenómenos paranormales o fantasmas, ya sean más realistas, como los relacionados con el rentista, el banquero y etc., hemos de aprender a hacerle menos caso a nuestra mente.


Que esa sí que es una monstrua. Y de monstruita nada. Monstrua, monstrua, una bien grande.


La mente es la loca de la casa. La mente-miente. No te creas a la mente (no siempre). No le hagas caso. Aprende a pasar de aquello que tu mente te diga y que no sea creíble, que no te aporte, que no sea amable contigo.


¿Por qué la mente piensa lo que piensa y nos dice lo que nos dice? ¿Tenemos al enemigo en casa? ¿Es el peor monstruo de todos? ¿Si me disfrazo de mente en este Halloween lo petaré? Posiblemente, pero, más allá de eso, no, tu mente no es tu enemigo. Tu mente, o, mejor dicho, tu actividad mental (pensamientos, proyecciones, recuerdos...), es el resultado de tu actividad cerebral. Y el cerebro no es un enemigo, es un amigo que hace muchas cosas por ti, te ayuda a mantener un montón de funciones básicas para tu supervivencia, y está trabajando a destajo ahora para que entiendas este rollo que te estoy soltando.


El problema es que la función principal (diría que función exclusiva) de tu cerebro es precisamente aquella, tu supervivencia. Y a veces se lo toma más en serio de la cuenta, se pone nerviosillo, y se equivoca. ¿Quién no se ha equivocado estando nervioso? Pues, tu cerebro dispara cortisol (hormona del estrés) cuando él cree que estás en peligro, para ponerte en alerta. Y en esa sensación de amenaza que alerta a tu cerebro, influyen mucho, muchísimo, tus traumas, tus creencias, tus inseguridades y miedos... tu identidad personal, que se ha ido formando a través de experiencias de vida más o menos chungas, como escuchar historias de espíritus o ver morir con una violencia desatada a Kevin Bacon. Ya con las experiencias en primera persona, ni te cuento.


Una vez que estás en alerta, sientes ansiedad. Y esa ansiedad se nota en el cuerpo, y también en cómo funciona tu mente, en cómo son tus pensamientos: nos ponemos en lo peor, exageramos, rumiamos, tenemos pensamientos irracionales... Por eso, no hay que creerse (siempre) a la mente, mucho menos cuando estamos agobiados. Si te sientes mal, lo más probable es que pienses mal. Y, encima, ese pensamiento de mala calidad te pondrá peor todavía. ¡Sobre todo si te lo crees y lo sigues escuchando todo el tiempo!


Simplemente ser conscientes de todo esto que te acabo de contar (que cuando te pones a pensar cosas que te agobian o desatan tus mil demonios, lo más probable es que estés pensando así porque previamente te has agobiado, y seguramente sin necesidad alguna de agobiarte), te ayudará a poner el foco no en el peligro, no en la amenaza, porque seguramente ni existan, sino en ti, en tu agobio, en tu estado de alerta y ansiedad. Y así hacer algo que te ayude a relajarte: respirar profundo, hablarte de manera amable, usar algún estímulo que te facilite recuperar la calma... 


Una vez un poco más consciente y más relajado, podrás producir un pensamiento de mayor calidad. Por ejemplo, podrás decirte que entiendes que te da miedo que te asuste la oscuridad por todas las historias de fantasmas que escuchaste de pequeña, pero que tienes que afrontarlo y aprender a vivir con ello; o que después de que rebanaran el cuello a Kevin Bacon en esa peli, él hizo muchas pelis más, así que tu cerebro (que por otra parte, no distingue entre realidad y ficción) puede que exagere un poco; o que cada vez que pasas los productos por la caja del súper el atraco es bestial, pero que, aún así, consigues volver a la semana siguiente.


Recuerda esto: tú eres tú y tu mente es tu mente. Y no siempre tienes que creerte ni hacer caso ni prestar atención a lo que te dice tu mente. Porque tu mente es una peliculera, ¡y a veces se monta unas pelis de terror de la hostia!


Y si crees que nada de lo que te he dicho en este post te va a servir pa una mierda, ¡pues al menos te disfrazas de mente en Halloween, que seguro que lo petas!


Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros.


Y seas de Jallowín o no lo seas, ¡abraza a tus monstruitos de mi parte!  

martes, 23 de septiembre de 2025

LO OPUESTO AL MIEDO

 ¿Qué es lo opuesto al miedo?


Según la teoría que revisemos, o a la persona que le preguntemos, podemos encontrar distintas respuestas: la ira, el odio, la alegría, el amor, la confianza...


Como respuesta popular, encontramos mucho el amor. Aunque surgen dudas, ¿no es el amor lo opuesto al odio?


Según el modelo de la Rueda de emociones de Robert Plutchik, es la ira lo opuesto al miedo, porque mientras que la función de este es la de evitar peligros, la ira nos empuja a enfrentarlos y superarlos. Pero, quizá antes, cuando el peligro era un animal salvaje o un enemigo, sí que era útil enrabiarse para enfrentarlo, y hoy no necesitemos siempre la ira para superar los obstáculos, ¿verdad?


Neurológicamente, en la actualidad sabemos que las partes del cerebro que se activan cuando tenemos miedo son las mismas que cuando sentimos confianza. Esto no significa que confianza y miedo sean lo mismo, obvio. Significa que cuando sentimos miedo, no sentimos confianza... y a la inversa.


Y ahí es dónde el amor y la confianza, desde mi punto de vista, se unen para contrarrestar la respuesta de miedo y ser su gran opositor o, incluso, su anulador.


La oxitocina es la famosamente conocida "hormona del amor". Pero también es la hormona de la confianza. ¿Cuándo libera nuestro organismo oxitocina? Cuando sentimos atracción sexual y afectiva hacia otra persona. ¿Y qué provoca en nosotros esta hormona? Apego, empatía, sensación de vínculo... y confianza.


Dejando a un lado lo puramente biológico, y dándole un toque más psicológico o hasta social a este razonamiento, tiene todo el sentido: cuando nos enamoramos, y es recíproco, nos sentimos como Leonardo DiCaprio con Kate Winslet en la proa del Titanic, "¡Soy el rey del mundo!". Confianza a tope.


Esta confianza, además, no es unidimensional, sino que tiene tres dimensiones: es confianza en el otro, claro, pero también confianza en uno mismo (la autoestima sube), y en la vida (nos volvemos más optimistas, ¿verdad?, aunque alguno se pasa: tienes el guapo subido, se dice mucho ahora). 


Por lo tanto, si quisiéramos dejar de sentir miedo, la solución sería bastante sencilla: ¡enamórate! No, es broma. Además de que esto puede ser contraproducente (enamorarse, pienso, es malo para la salud mental, aunque de eso ya hablaré en otra ocasión), en realidad no resulta tan sencillo. Ni siquiera si, atendiendo a las otras dimensiones de la confianza, nos intentamos enamorar de nosotros mismos o de la vida.


Estudios desvelan (por cierto, he de agradecer a David Pastor Vico y su libro Era de idiotas por descubrirme este dato) que los niveles de confianza interpersonal pueden estar bajando. En países como México y Estados Unidos así está sucediendo ya, y en Europa, entre 2017 y 2020, se sitúa el dato en que solo una de cada tres personas confía en la mayoría de sus conciudadanos. Que la confianza interpersonal esté decreciendo no es ninguna sorpresa en un mundo cada más individualista y competitivo.


¿Enamorarse de uno mismo? Sí, claro. Si consigues no compararte constantemente con la actividad social, la riqueza material o el cuerpo y el rostro que tienen otros y que exhiben sin complejos en sus RRSS, como poder, puedes.


¿Y de la vida? Quizá confiar en la vida tras el 2020 (COVID, volcanes, Danas, guerras, cambio climático...) sea un poquito más difícil, ¿verdad?


Quizá, que viviendo en sociedades bastante seguras y teniendo todo lo que necesitamos, cada vez tengamos más miedo (más trastornos de ansiedad), tenga sentido, ¿verdad?


Lo opuesto al miedo es construir vínculos significativos y seguros entre las personas y las comunidades. Lo opuesto al miedo es sentir que puedes contar con tu vecino. Lo opuesto al miedo es confiar en tus habilidades pero no porque necesites de estas para sobrevivir en una jungla de "sálvese quien pueda", sino porque aportarán a tu comunidad para que esta sea mejor y te beneficies tú y los demás. Lo opuesto al miedo es confiar en la vida porque cuando esta, de manera natural, te golpee, habrá una tribu que te sostenga para que no te caigas.


Lo opuesto al miedo es el amor. Y para amar necesitamos confiar.


Y la verdad es que para poder confiar más... necesitamos volvernos "un poquito" más confiables.


Mejores personas construyendo mejores tribus.


Cuestiona lo que te digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un par de libros.


Ah, y si estás en Málaga el viernes 17 de octubre, estaré a las 18h en La Polivalente haciendo un evento de Cuento Terapia, con recaudación "paga lo que quieras" que irá destinada a ayuda a Gaza.


Como siempre, ¡recibe este abrazo!

lunes, 11 de agosto de 2025

TRANSITAR EL DOLOR

 ¿Por qué no montar una fiesta cuando nos pase alguna putada? 


Sí, estás leyendo bien. No, no soy un sádico que se hizo psicólogo para disfrutar mejor del sufrimiento ajeno ni los calores del verano me han derretido los sesos. Si celebramos los logros y las dichas, ¿por qué no también los fracasos e infortunios?


Solo que sería una celebración distinta, claro, porque si no, no tendría mucho sentido. Mirad, cuando nos pasa algo bueno, nos provoca alegría, satisfacción, orgullo, felicidad... y queremos compartir esas emociones con otras personas. Nos recompensamos.


¿Y qué pasa cuando nos pasa algo malo o fracasamos en algún proyecto? Que nos castigamos.


Spoiler: ni nos hace sentir mejor ni aprendemos más con ello.


No, no tienes que montar una fiesta si te han despedido o si tu relación se acaba de ir al carajo (lo mismo sí, dale una vuelta). Pero quizá sí debas hacer algo que te haga el tránsito por ese dolor más fácil.


No sé, Bridget Jones veía pelis románticas y comía helados cada vez que alguna de sus relaciones se iba al traste, ¿no? Pues algo así.


Cada persona deberá encontrar qué es lo que le ayuda con ese tránsito. Quizá no sea montar una fiesta ni comer helado, pero tampoco aislarse ni recrearse en el dolor. Quizá necesites la compañía de un amigo, quizá solo tu propia compañía durante un tiempo. Quizá escribir, para expresar cómo te sientes o entenderte mejor. Quizá una escapada para desconectar del ruido y del estrés y conectar con la naturaleza silenciosa. Quizá ponerte música para cantar y bailar a lo loco. O darle al play de la canción más triste del mundo para quedarte por fin seco de lágrimas.


No es hacer una fiesta. Pero quizá sí sea darte un regalo.


Hazte (nos) un favor y, cuando las cosas vayan mal, date tiempo para transitar
por el dolor. Y póntelo fácil en vez de difícil, ¿vale?


Hazte esa pregunta: ¿qué me va a ayudar a que esto sea un poco más fácil?


Y hazlo. Porque ese es el regalo de la autocompasión.


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, soy psicólogo y hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros publicados


Y nos volveremos a ver ya para la vuelta de mis vacas. Así que, hasta entonces, ¡recibe este abrazo!

viernes, 23 de mayo de 2025

EL MEJOR GESTO DE AUTOCOMPASIÓN

Mientras más experiencia tengo como psicólogo, más consciente soy de la
importancia de dos factores claves en los procesos de mejora de un paciente o de cualquier persona inmersa en un estado de malestar psicoemocional: la comprensión y la autocompasión.


Entender qué te pasa, por qué, cómo te afecta, qué consecuencias tiene, cuáles son tus alternativas.


Y, en lugar de juzgarte, exigirte, culparte o automachacarte, darte el autocuidado que necesitas. Acompañarte bien en tu proceso. Ayudarte, dándote tiempo y proporcionándote todo aquello que, dentro de lo malo, te haga estar un poquito mejor. Hablo de autocompasión, pero lo suyo sería que no fuera solo "auto", y que el entorno de la persona participara en ese apoyo y cuidado.


Pues bien, es de este segundo factor clave del que quiero hablar en este post, porque encuentro que, quizá, el mayor gesto de autocompasión que podemos tener hacia nosotros mismos es decirnos "Esto me cuesta" o "Cuando tengo que pasar por algo como esto, lo llevo mal"


Nos cuesta reconocer y aceptar nuestra propia vulnerabilidad y el resultado suele ser que la rechazamos. Si algo nos cuesta, nos decimos (aunque sea en un nivel muy inconsciente) "No debería costarme", o si lo pasamos mal ante algo que, quizá, valoramos como demasiado insignificante para que nos provoque ese malestar, o nos comparamos con otros que no lo pasan mal ante lo mismo, nos decimos "¿Qué pasa? No debería reaccionar así. ¿Por qué? ¡Seré tonto!"


Spoiler: no ayuda.


Sin embargo, sí que ayuda conocer bien cuáles son tus puntos débiles, tu lado más vulnerable, para que no te pillen de sorpresa tus respuestas emocionales intensas, ¡que son las tuyas, no las de otros, las tuyas! (los demás tendrán las suyas también), y así ser un aliado, no un crítico ni un tirano, cuando tengas que pasar por una situación difícil o un periodo de malestar.


Por ejemplo:


- Si tienes que enfrentar una reunión laboral al día siguiente, y estás nervioso, no le des vueltas en la cama pensando que tus compañeros son más seguros que tú y que no es bueno que te pongas así porque entonces no vas a poder dormir e ir en buenas condiciones a la reunión. ¡No puedes evitar ponerte nervioso! Y no puedes evitarlo porque te afecta, a ti, y, seguramente, por tus experiencias vitales, si te afecta, ¡es que existen buenas razones para que te afecte! Acéptalo, permítete, haz solo aquello que te ayude a sobrellevarlo, y en la reunión exígete, únicamente, hacerlo lo mejor que tú puedas. Porque no puedes hacerlo mejor que eso, y con eso ya está bien.


- Si estás atravesando por un periodo de vulnerabilidad (quizá desmotivación tan solo, o tal vez sea una depresión), no te exijas estar bien. Suficiente tienes ya con lo tuyo como para soportar, encima, esa frustración. ¿No crees que si pudieras estar bien, lo estarías? ¿Y que si existiera un botón que te quitara esos síntomas, le darías? Spoiler: no, no hay botón. Pero sí puedes activar el botón de la autocompasión: entender que las prisas y las presiones juegan en tu contra, darte tiempo, permitirte estar low y slow, descansar, hacer más lo que más te ayuda a estar bien, y, por supuesto, si no lo hiciste todavía, pedir ayuda.


Se suele decir "Hay gente que se ahoga en un vaso de agua". Pues, spoiler: a
todos nos puede pasar de vez en cuando.
Porque todos tenemos esos puntos débiles que, cuando nos los tocan, saltan nuestras inseguridades, miedos o zonas traumadas. Puede que alguien sea un crack hablando en público y, cuando le toca enfrentar algún conflicto, lo evita por ansiedad. Puede que alguien sea el alma de las fiestas y, cuando está solo, se viene abajo. Puede que alguien sea un mákina ayudando a los demás y luego no sepa cómo ayudarse a sí mismo.


O solo que le cueste un poquito más.


Todos tenemos nuestras luces y nuestras sombras. Autocompasión es abrazar nuestras sombras. Y cogernos de la mano para transitar lo mejor posible a través de senderos oscuros.


Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, comenta y comparte, no te lo quedes solo para ti, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un par de libros.


Y, amando tus sombras, ¡recibe este abrazo! 

martes, 22 de abril de 2025

VITAMINAS PARA EL CRECIMIENTO PERSONAL

Recientemente me terminé el libro Todo está jodido. Un libro sobre la esperanza
(curioso e irónico título), y como ya he hecho otras veces cuando un libro me ha gustado mucho, comparto aquí algunas cita del autor, Mark Manson (el mismo de El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda), para que las tomes como perlas de sabiduría interior y vitaminas para tu crecimiento personal. ¡Vamos allá!


- Tú no puedes controlar tus emociones, cerebro racional. El autocontrol es un espejismo. [...] Pero sí tienes el control del significado. Ese es tu superpoder. Es tu don. Puedes controlar el significado de tus impulsos y sentimientos. Puedes descifrarlos como consideres oportuno. [...] Y eso es algo muy poderoso, porque es el significado que asignamos a nuestros sentimientos  el que, con frecuencia, puede alterar la manera en la que el cerebro emocional reacciona ante ellos.


- El problema no es que no sepamos cómo evitar que nos den un puñetazo en la cara. El problema es que, en un momento dado, probablemente hace mucho tiempo, nos dieron un puñetazo en la cara y, en vez de devolver el golpe, decidimos que lo merecíamos. (Entre paréntesis pondré alguna nota mía: en esta cita, por ejemplo, el autor habla de la culpa y la autocrítica)


- No existe el cambio sin dolor, no hay crecimiento sin incomodidad. Por tal razón, resulta imposible convertirse en alguien nuevo sin llorar primero la pérdida de aquel que éramos antes.


- Los valores (Que son los grandes mediadores de las emociones; según nuestros valores, así nos sentiremos) no pueden cambiarse mediante la razón, solo mediante la experiencia.


- Amor fati, para Nietzsche, significaba la aceptación incondicional de toda vida y experiencia. [...] Significaba amar tu propio dolor y abrazar tu propio sufrimiento. Significaba acabar con la separación entre tus deseos y la realidad. No aspirabas a tener más deseos, sino que, simplemente, deseabas la realidad. [...] En resumen, significaba: no tengas esperanza en nada. Ten esperanza en lo que ya existe. [...] Ese es nuestro desafío y nuestro deber: actuar sin esperanza. No esperar nada mejor. Ser mejor. En este instante y en el siguiente. Y en el siguiente. Y en el siguiente. [...] Todo está jodido. Y la esperanza es la causa y efecto de que todo esté jodido.


- Un adulto es capaz de rehuir su propio placer por sus principios. (Aquí el autor diferencia al adulto, a la persona verdaderamente adulta, de un niño, que se mueve por su placer, y de un adolescente, que tiene un enfoque más transaccional. El niño es egoísta; el adolescente también, pero da a los demás, esperando recibir algo a cambio; el adulto es capaz de dar sin esperar nada a cambio, simplemente porque su actuación es acorde a sus principios)


- La búsqueda de la felicidad es un valor tóxico que ha definido nuestra cultura desde hace mucho tiempo. Es contraproducente y engañosa. Vivir bien no significa evitar el sufrimiento; significa sufrir por las razones adecuadas. Porque, si vamos a vernos obligados a sufrir por el mero hecho de existir, por lo menos intentemos aprender a sufrir bien.


- Nuestra tolerancia al dolor, como cultura, va disminuyendo con rapidez. Y esta disminución no solo nos impide ser más felices, sino que genera mayores cantidades de fragilidad emocional, razón por la cual todo parece estar tan jodido.


- La vida es un río interminable de dolor, y crecer no es encontrar la manera de evitar ese flujo, sino, más bien, de zambullirse en él y recorrer sus profundidades.


- Dar a la gente demasiadas de las distracciones que quiere es un juego muy peligroso. Primero, mucha gente quiere cosas que son horribles. Segundo, mucha gente se deja manipular con facilidad para querer mierda que en realidad no quiere. Tercero, alentar a la gente a evitar el dolor mediante más y más distracciones nos hace más débiles y más frágiles. 


- La sobreabundancia de distracciones y la falsa libertad que eso produce limitan nuestra capacidad para experimentar la libertad real. Cuantas más opciones tenemos, cuanta más variedad nos ponen delante, más difícil resulta elegir, sacrificar y concentrarse. Y, en nuestra cultura actual, vemos este dilema a diario.


- En las dos últimas décadas, la gente parece haber confundido sus derechos
humanos básicos con no experimentar ninguna incomodidad. Se quiere libertad para expresarse, pero no se desea tener que enfrentarse a opiniones que podrían resultar incómodas u ofensivas. Las personas quieren libertad de empresa, pero no quieren pagar impuestos para apoyar la maquinaria legal que la hace posible. Quieren igualdad, pero no desean aceptar que la igualdad exige que todo el mundo experimente el mismo dolor, no que todo el mundo experimente el mismo placer.


¡Y hasta aquí! ¿Qué te ha parecido? Espero que te hagan meditar.


Cuestiona, en esta ocasión, todo lo que dice Mark Manson; la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, comenta y comparte, no te lo quedes solo para ti, porfa.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un par de libros.


¡Y recibe este abrazo!

 

miércoles, 12 de marzo de 2025

TODOS ESTAMOS JODIDOS

 "¿Qué nos pasa?" "Estamos fatal". "Cada vez estamos peor". "La sociedad está enferma".


Seguramente, habrás escuchado más de una vez sentencias como esta, cuando no las habrás dicho tú en alguna ocasión. 


¿Estamos peor que nunca? Bueno, la verdad es que le empezamos a prestar atención a la salud mental hace relativamente poco (el origen de la psiquiatría y la psicología se localizan en el siglo XIX), y a hablar de felicidad, casi compulsivamente, mucho más tarde (el auge ha sido a finales de siglo XX), así que no podemos comparar con otros periodos históricos (aunque antes, las guerras, enfermedades y pobreza no es que pintaran un panorama muy atractivo), pero lo cierto es que las estadísticas sobre salud mental (desde que hay estadísticas, es decir, desde hace muy poco), no hacen más que empeorar: cada vez hay más gente con problemas de depresión y ansiedad, más gente que se medica, más gente que va al psicólogo o a unidades de salud mental, más gente que se tira por la ventana (esto no es estrictamente cierto, pueden recurrir a otros métodos de suicidio).


Podríamos decir que entre los que están enfermos, los que no pero están a una canción de reggaeton de petarlo, y los que les gusta el reggaeton (que son los que están peor), todos estamos jodidos. La sociedad está jodida. Y aunque antes, cuando te morías a los treinta o te pasabas toda tu vida siendo un siervo del clero y la monarquía, seguramente no estábamos mucho mejor, ¿no resulta paradójico que ahora que le damos tanto valor a la salud mental y a la felicidad, nos sintamos tan así?


Pues sí, pero se puede explicar. Lo intentaré. Enga, vamos al lío:


En primer lugar, ¿qué coj***s es la felicidad? Recordemos que la salud, tanto en su dimensión física como mental (y emocional), se entiende no solo como la ausencia de enfermedad sino también como un estado de bienestar. Por lo que la felicidad, en parte (ahora veremos por qué solo en parte), puede entenderse como una condición de salud. Desde mi punto de vista, por lo que he estudiado, leído y vivido (ya más de treinta años, ¡yupi!), hay tres perspectivas diferentes, y complementarias, que nos explican qué es la felicidad.


- La perspectiva psicobiológica. La de la ciencia, la de la salud. Según esta perspectiva, la felicidad es un estado interno subjetivo. La persona experimenta felicidad, la siente (por H o por B). Como estado que es, es transitoria, es decir, no permanece, sino que va y viene. En mi libro, La dictadura de la felicidad, yo, muy puesto en mi papel de psicólogo, decía que no existen las personas felices, solo los momentos de felicidad.


- Sin embargo, la perspectiva filosófica sí defiende que existen las personas felices (y la creo). Porque, desde la filosofía (o, al menos, desde numerosos filósofos que se han dedicado a darle vueltas a la sesera con esto de la felicidad desde tiempos inmemoriales casi), la felicidad es una manera de ser en el mundo. Una manera de ser que se distingue, como bien estableció Aristóteles (un hacha el tío), por la búsqueda no de la felicidad, sino de la virtud. Cuando uno trata de ser virtuoso, en lo que hace, en su obra, es decir, cuando uno busca el obrar bien (que lo que haga esté bien hecho) y el buen obrar (hacer un bien a los demás), se siente satisfecho con lo que es y con lo que hace, y eso le vuelve happy.


- Porque, según la tercera perspectiva sobre la felicidad, esta se explica desde un punto de vista social o comunitario. No podemos ser felices sin el otro, sin el grupo. Somos animales sociales y necesitamos al otro, no solo para sobrevivir, sino también, por los visto, para ser felices. No tiene sentido, según esta perspectiva social, ser feliz en solitario. Necesitamos que los demás lo sepan. Nos gusta compartir nuestra felicidad y que los demás compartan su felicidad con nosotros. Y, de hecho, cuando a los demás o al grupo le va mal, afectará irremediablemente a mi felicidad, ya que esta depende de factores de grupo. Me conviene que el grupo sea feliz porque su felicidad (o infelicidad) afecta a la mía. Si hay crispación social, me afecta. Si hay bienestar social, también. Si hay desigualdad, me afecta, incluso aunque esté en la clase aventajada de esa sociedad desigual, ya que seguramente habrán tensiones y conflictos que se apaciguarían en una sociedad más igualitaria.


Vale. Pero, oye, ¿no era este un post titulado "Todos estamos jodidos"? ¿En qué nos explican estas tres perspectivas de la felicidad que la sociedad está jodida?


Pues en que el ser humano contemporáneo quiere ser feliz en todo momento, pretende que todos los instantes sean felices (dictadura de la felicidad), lo cual es incoherente con la naturaleza de la vida, ya que el dolor forma parte de esta, y para tener momentos de felicidad tiene que haber momentos de infelicidad, y tan importante es, si queremos tener una vida buena, generarnos esos momentos de felicidad como aprender a tolerar el dolor propio de la vida, y si creemos que todo ha de estar bien siempre y el dolor es evitable, os aseguro que las hostias van a doler mucho más.


En que la gente, hoy más que nunca, no busca la virtud, sino el materialismo, el estatus, el dinero... como objetos externos que nos darán una felicidad interna plena y estable (me meo), despreciando el desarrollo personal. Se ha interiorizado el "vales por lo que tienes" y la gente que lo piensa y actúa en consecuencia no vale nada, porque no tiene lo que de verdad importa, que son las virtudes: generosidad, amabilidad, humor, creatividad, integridad, honestidad, solidaridad, altruismo, templanza, sabiduría, cultura, paciencia, compasión...


Y en que con el neoliberalismo nos hemos convertido, cada vez más, en seres individualistas, egoístas, narcisistas, que solo piensan en su felicidad individual y que no colaboran con los otros para crear y mantener comunidades felices, sino que usan a los demás para “mejorar” su propia felicidad. Y nos les funciona, ni les va a funcionar, porque somos más felices cuanto más colectiva es la felicidad. Simplemente, así es como funciona. Pues no se enteran, oye.


Así que, estamos... muy... jodidos. Pero, ¿hay esperanza?


Este post ha surgido de un libro que me estoy leyendo y que, aunque todavía no he terminado, recomiendo desde ya: se llama "Todo está jodido. Un libro sobre la esperanza", de Mark Manson (autor de "El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda"). Es paradójico el título del libro, pero luego el autor lo explica de manera creíble: si todo está jodido, casi que es mejor no tener esperanza en que las cosas vayan a cambiar... y por tanto, centrarte solo en lo que puedes hacer ahora con las cosas.


Se lo compro. Si como sociedad estamos jodidos, si hemos tocado fondo, si el progreso nos ha llevado a que la gente salte por la ventana más que en cualquier otra era de la historia, que un tipo como Trump gobierne un país (¡por dos veces!) y que un chalao narcisista e histriónico se convierta en popular por hacer el ridículo en un conocido reality show de gente mediocre y mentalmente no muy sana (sí, sin duda hemos tocado fondo), entonces, la esperanza no sirve de nada. Es mejor aceptar lo que hay, lo que tenemos, y hacer lo mejor que podamos con eso.


Y creo que esto pasa por no dejarnos llevar por la cultura predominante en nuestros tiempos y...


Nos buscar constantemente la felicidad ni las cosas que nos dicen que debemos tener para ser felices.


Buscar, en cambio, la virtud (obrar bien, ser mejores personas).


Poner nuestro granito de arena por construir y mantener comunidades felices.


Y así, quizá, no todo ni todos estemos tan jodidos.


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un par de libros.


Y sin joder más, ¡recibe este abrazo!