miércoles, 12 de marzo de 2025

TODOS ESTAMOS JODIDOS

 "¿Qué nos pasa?" "Estamos fatal". "Cada vez estamos peor". "La sociedad está enferma".


Seguramente, habrás escuchado más de una vez sentencias como esta, cuando no las habrás dicho tú en alguna ocasión. 


¿Estamos peor que nunca? Bueno, la verdad es que le empezamos a prestar atención a la salud mental hace relativamente poco (el origen de la psiquiatría y la psicología se localizan en el siglo XIX), y a hablar de felicidad, casi compulsivamente, mucho más tarde (el auge ha sido a finales de siglo XX), así que no podemos comparar con otros periodos históricos (aunque antes, las guerras, enfermedades y pobreza no es que pintaran un panorama muy atractivo), pero lo cierto es que las estadísticas sobre salud mental (desde que hay estadísticas, es decir, desde hace muy poco), no hacen más que empeorar: cada vez hay más gente con problemas de depresión y ansiedad, más gente que se medica, más gente que va al psicólogo o a unidades de salud mental, más gente que se tira por la ventana (esto no es estrictamente cierto, pueden recurrir a otros métodos de suicidio).


Podríamos decir que entre los que están enfermos, los que no pero están a una canción de reggaeton de petarlo, y los que les gusta el reggaeton (que son los que están peor), todos estamos jodidos. La sociedad está jodida. Y aunque antes, cuando te morías a los treinta o te pasabas toda tu vida siendo un siervo del clero y la monarquía, seguramente no estábamos mucho mejor, ¿no resulta paradójico que ahora que le damos tanto valor a la salud mental y a la felicidad, nos sintamos tan así?


Pues sí, pero se puede explicar. Lo intentaré. Enga, vamos al lío:


En primer lugar, ¿qué coj***s es la felicidad? Recordemos que la salud, tanto en su dimensión física como mental (y emocional), se entiende no solo como la ausencia de enfermedad sino también como un estado de bienestar. Por lo que la felicidad, en parte (ahora veremos por qué solo en parte), puede entenderse como una condición de salud. Desde mi punto de vista, por lo que he estudiado, leído y vivido (ya más de treinta años, ¡yupi!), hay tres perspectivas diferentes, y complementarias, que nos explican qué es la felicidad.


- La perspectiva psicobiológica. La de la ciencia, la de la salud. Según esta perspectiva, la felicidad es un estado interno subjetivo. La persona experimenta felicidad, la siente (por H o por B). Como estado que es, es transitoria, es decir, no permanece, sino que va y viene. En mi libro, La dictadura de la felicidad, yo, muy puesto en mi papel de psicólogo, decía que no existen las personas felices, solo los momentos de felicidad.


- Sin embargo, la perspectiva filosófica sí defiende que existen las personas felices (y la creo). Porque, desde la filosofía (o, al menos, desde numerosos filósofos que se han dedicado a darle vueltas a la sesera con esto de la felicidad desde tiempos inmemoriales casi), la felicidad es una manera de ser en el mundo. Una manera de ser que se distingue, como bien estableció Aristóteles (un hacha el tío), por la búsqueda no de la felicidad, sino de la virtud. Cuando uno trata de ser virtuoso, en lo que hace, en su obra, es decir, cuando uno busca el obrar bien (que lo que haga esté bien hecho) y el buen obrar (hacer un bien a los demás), se siente satisfecho con lo que es y con lo que hace, y eso le vuelve happy.


- Porque, según la tercera perspectiva sobre la felicidad, esta se explica desde un punto de vista social o comunitario. No podemos ser felices sin el otro, sin el grupo. Somos animales sociales y necesitamos al otro, no solo para sobrevivir, sino también, por los visto, para ser felices. No tiene sentido, según esta perspectiva social, ser feliz en solitario. Necesitamos que los demás lo sepan. Nos gusta compartir nuestra felicidad y que los demás compartan su felicidad con nosotros. Y, de hecho, cuando a los demás o al grupo le va mal, afectará irremediablemente a mi felicidad, ya que esta depende de factores de grupo. Me conviene que el grupo sea feliz porque su felicidad (o infelicidad) afecta a la mía. Si hay crispación social, me afecta. Si hay bienestar social, también. Si hay desigualdad, me afecta, incluso aunque esté en la clase aventajada de esa sociedad desigual, ya que seguramente habrán tensiones y conflictos que se apaciguarían en una sociedad más igualitaria.


Vale. Pero, oye, ¿no era este un post titulado "Todos estamos jodidos"? ¿En qué nos explican estas tres perspectivas de la felicidad que la sociedad está jodida?


Pues en que el ser humano contemporáneo quiere ser feliz en todo momento, pretende que todos los instantes sean felices (dictadura de la felicidad), lo cual es incoherente con la naturaleza de la vida, ya que el dolor forma parte de esta, y para tener momentos de felicidad tiene que haber momentos de infelicidad, y tan importante es, si queremos tener una vida buena, generarnos esos momentos de felicidad como aprender a tolerar el dolor propio de la vida, y si creemos que todo ha de estar bien siempre y el dolor es evitable, os aseguro que las hostias van a doler mucho más.


En que la gente, hoy más que nunca, no busca la virtud, sino el materialismo, el estatus, el dinero... como objetos externos que nos darán una felicidad interna plena y estable (me meo), despreciando el desarrollo personal. Se ha interiorizado el "vales por lo que tienes" y la gente que lo piensa y actúa en consecuencia no vale nada, porque no tiene lo que de verdad importa, que son las virtudes: generosidad, amabilidad, humor, creatividad, integridad, honestidad, solidaridad, altruismo, templanza, sabiduría, cultura, paciencia, compasión...


Y en que con el neoliberalismo nos hemos convertido, cada vez más, en seres individualistas, egoístas, narcisistas, que solo piensan en su felicidad individual y que no colaboran con los otros para crear y mantener comunidades felices, sino que usan a los demás para “mejorar” su propia felicidad. Y nos les funciona, ni les va a funcionar, porque somos más felices cuanto más colectiva es la felicidad. Simplemente, así es como funciona. Pues no se enteran, oye.


Así que, estamos... muy... jodidos. Pero, ¿hay esperanza?


Este post ha surgido de un libro que me estoy leyendo y que, aunque todavía no he terminado, recomiendo desde ya: se llama "Todo está jodido. Un libro sobre la esperanza", de Mark Manson (autor de "El sutil arte de que (casi todo) te importe una mierda"). Es paradójico el título del libro, pero luego el autor lo explica de manera creíble: si todo está jodido, casi que es mejor no tener esperanza en que las cosas vayan a cambiar... y por tanto, centrarte solo en lo que puedes hacer ahora con las cosas.


Se lo compro. Si como sociedad estamos jodidos, si hemos tocado fondo, si el progreso nos ha llevado a que la gente salte por la ventana más que en cualquier otra era de la historia, que un tipo como Trump gobierne un país (¡por dos veces!) y que un chalao narcisista e histriónico se convierta en popular por hacer el ridículo en un conocido reality show de gente mediocre y mentalmente no muy sana (sí, sin duda hemos tocado fondo), entonces, la esperanza no sirve de nada. Es mejor aceptar lo que hay, lo que tenemos, y hacer lo mejor que podamos con eso.


Y creo que esto pasa por no dejarnos llevar por la cultura predominante en nuestros tiempos y...


Nos buscar constantemente la felicidad ni las cosas que nos dicen que debemos tener para ser felices.


Buscar, en cambio, la virtud (obrar bien, ser mejores personas).


Poner nuestro granito de arena por construir y mantener comunidades felices.


Y así, quizá, no todo ni todos estemos tan jodidos.


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes solo para ti, porfa, comenta y comparte.


Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un par de libros.


Y sin joder más, ¡recibe este abrazo! 


miércoles, 26 de febrero de 2025

EL IMPACTO POSITIVO

Recientemente he terminado la serie Merlí. Es una serie catalana sobre un profesor de filosofía un tanto peculiar (por su cercanía y su poco filtro a la hora de decir lo que piensa) y la relación que establece con sus alumnos y compañeros de trabajo. Es una serie que nos habla de la filosofía, de los adolescentes, de las relaciones humanas..., pero sobre todo nos cuenta acerca del impacto positivo que este profesor tiene en sus alumnos.


Los que me conocéis ya sabéis del amor que siento por el cine, las series, la cultura en general y las historias en particular. Las historias que leemos, que vemos, que nos cuentan... nos sirven para contarnos nuestra propia historia a nosotros mismos. Nos ayudan a conocernos mejor, a tener una visión más amplia del mundo en el que vivimos, a entender con mayor profundidad la complejidad de nuestras relaciones con los otros. Las historias nos transforman y cambian nuestra historia personal. Las historias alimentan nuestro espíritu y aportan valor a nuestra vida.


Y, en este caso en concreto, extraigo un valor específico de la serie Merlí, un significado especial para nuestro historial de crecimiento personal, y que es la capacidad que tenemos cada uno de nosotros de tener un impacto positivo en los demás.


Una de las razones por las cuales creo ha subido tanto la incidencia de trastornos mentales y emocionales en las últimas décadas, es por el creciente egocentrismo. No hay que confundir el egocentrismo con el narcisismo. Este último es propio de personajes sin empatía, que solo piensan en su beneficio y muestran indiferencia por el sufrimiento ajeno. El egocentrismo es ponerse demasiado en el centro, pensar excesivamente en uno mismo, darse importancia de más. Y, desde que se implantó el neoliberalismo en los años 80´s en el mundo, modelo económico que fomenta el individualismo y el consumismo, creo que la gente de esta sociedad contemporánea ha aprendido a mirarse excesivamente el ombligo.


Cuando eso pasa, suele ir acompañado de problemas, porque el que mucho se mira, algo siempre va a encontrar. Cuando nos miramos y nos pensamos en exceso, suelen aparecer neuras, inseguridades, problemas, motivos de insatisfacción. Vivir demasiado centrados en cómo somos y cómo estamos nos aparta la mirada de la vida, y, como dijo un filósofo contemporáneo, José Carlos Ruíz, la felicidad es aquello que pasa con la vida, mientras uno se está ocupando de vivir, no mientras uno se está preocupando de qué me falta o cómo tengo que ser para llegar a ser feliz.


Y la vida no es individual, es colectiva. Así como no hay vida sin el otro (o los otros, el grupo, la comunidad), no hay felicidad que sea exclusivamente individual, sino que tiene también un componente comunitario. Somos felices cuando compartimos nuestra felicidad. Así pues, ¿qué pasaría si en lugar de preguntarnos siempre qué puedo hacer yo para sentirme bien, nos preguntáramos, de vez en cuando, qué puedo hacer yo para provocar un impacto positivo en el otro? Spoiler: que nos sentiríamos bien.


¿Qué tal si eres amable hoy? ¿Qué tal si le enseñas algo a alguien o ayudas a una persona que lo necesita? ¿Qué tan si haces algo que tenga un aporte positivo, por pequeño que sea, sobre tu comunidad? ¿Qué tal si no le subes el precio del alquiler  a tu inquilino? ¿Qué tal si no te comportas como un cabrón egoísta que solo mira por su interés?


Con esto no quiero decir que debamos convertirnos ahora en María Teresa de Calcuta y ser siempre buenos samaritanos con todo el mundo. No es eso. Se trata de mirar por el bien propio y el ajeno. No solo de mirar por el bien propio y no hacer el mal a los demás, no... Eso es legítimo. Criticable, desde mi punto de vista, pero legítimo al fin y al cabo. "Yo miro por mí, sin hacer daño a nadie, y los demás que se busquen sus habichuelas". Vale. Es una forma de verlo. Pero, lo que yo digo es que, si a partir de ahora, todos nos preguntáramos un poco más, ¿cómo hago hoy para provocar un impacto positivo en los demás?, esa filosofía de vida, seguramente, nos conduciría a poner menos el foco sobre nosotros mismos, y más en la vida, en el hacer, en el obrar, y, sobre todo, en el obrar bien, con un fin bueno porque es bueno para mí y para otro (felicidad compartida), y, entonces, quizá...


... otro gallo cantaría en cuanto a la salud mental.


Cuestiona todo lo que digo, que la duda nos acerca más a la verdad.


Si te gustó el post, no te lo quedes sola para ti, porfa, comenta y comparte, ¡deja tu impacto positivo!


Si te gusté yo, impacto positivamente en la vida de los demás (o lo intento al menos) haciendo terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. Tengo un par de libros.


Y, como suele ser habitual, ¡recibe este abrazo!

miércoles, 12 de febrero de 2025

LOS 3 REQUISITOS BÁSICOS PARA EL AMOR DE PAREJA

Ya estamos en la semana de Cupido y, como viene siendo habitual en mí, aquí
que vengo a hablar del amor.


Me encuentro en mis terapias con muchas personas con crisis de amor: o bien porque les va mal con la pareja, o porque no encuentran a nadie que les cuadre, o porque se cagan en San Valentín y en El Corte Inglés... (el que popularizó este día en España, por cierto, fue Galerías Preciados).


El caso es que cuando tenemos una crisis, es normal dudar de nosotros mismos y de nuestros criterios de elección. Estas personas ya no saben si el problema son ellas mismas que siempre eligen mal, o que no tienen ni idea de lo que quieren, o que piden demasiado, o que se hacen demasiadas preguntas (volviéndome a mí, de paso, medio loco).


Entonces, yo encuentro tres requisitos básicos para querer estar con alguien como pareja o quedarte tranquilo con que esa pareja que ya tienes es la adecuada. Estos tres requisitos básicos no vienen en ningún manual de psicología ni de coaching de amores (si es que existe ese tipo de coaching, que no me extrañaría). Es puro sentido común:


- Atracción sexual. Porque si no la hay, puedes querer mucho a esa persona y desear estar con ella, pero en un formato diferente al de la pareja, ¿no?


- Que estando con esa persona tú estés bien (y cuando no, también). Porque si hay mucha atracción y mucho amor, pero te trata mal, porque es abusiva o posesiva o algo peor, mejor no, ¿verdad?


- Que tengáis proyectos de vida más o menos compatibles. Porque si hay atracción y os queréis cantidad y estáis bien, pero ella quiere vivir en el extranjero y él en casa, o él quiere tener hijos y ella solo gatos, como comprenderéis, difícil.


Es pura lógica. Si estoy con alguien es para estar bien, con alguien con quien pueda compartir mi vida, y con quien de vez en cuando nos achuchemos un poquito (¡o un muchito!). 


Pero, entonces, ¿me tengo que conformar solo con una persona que me atraiga, con la que esté bien y que seamos compatibles?, preguntará el exigente o la exigente de turno. Hombre, a ver, estooo, ¡a mí no me parece para nada mal plan! Pero no, no tenemos por qué conformarnos solo con eso. Estos tres son requisitos básicos, unos mínimos, unos sí o sí que hay que cumplir, porque si no hay atracción o te trata como el culo o no encajáis, ¿pa qué?


Luego están las preferencias: prefiero rubias a morenas, a bajitos antes que a altos, a votantes de extrema derecha taurinos y de pulserita española siempre en la muñeca que no a un perroflauta... Vale, cari, cada cual con sus filias. ¡Pero!, lo importante es saber identificar todo eso como preferencias, no como requisitos.


Y las preferencias son negociables, joder. Un poquito de por favor. Un poquito de flexibilidad, leñe. Tanta autoexigencia ya, cagoentó. Que así no hay quién pueda. Que se va a morir mi madre y no me va a ver vestir de blanco (cosas mías). Yo, por ejemplo, y no me gusta ponerme como ejemplo pero como soy el más cercano que tengo, pues ea, yo salí con una mujer que fumaba. Y soy anti tabaco. No me gusta que la gente fume, mucho menos besar a ceniceros andantes. Pero, como ella me gustaba, por otras cosas, y además cumplía los tres requisitos, tragué. Traté de negociar con ella que al menos no fumara delante mía. La relación terminó pronto.


¡Da igual! Lo importante es entender que hoy día nos cuesta tanto conocer a alguien porque nadie nos cuadra, y nos cuesta tanto mantener una relación porque todo nos molesta, y creo que en parte es porque nos hemos vuelto demasiado idealistas con el amor, queremos que la otra persona sea perfecta, que encaje de manera absolutamente idónea con nuestras expectativas, y en el momento en el que estas se ven un poco defraudadas, ponemos tierra de por medio. Claro que sí, cari, ¡porque tus expectativas son un truño!


Baja el amor a la tierra, por dió. ¿Folláis, te lo pasas bien con tu
almendrita/bizcochito y además te apoya y respeta, podéis construir un proyecto de vida no perfecto pero sí algo bastante chulo? Tienes un tesoro. Si tiene los ojos verdes en vez de azules, les regalas una lentillas de color, y si vota a Podemos en lugar de a VOX échale un somnífero potente la noche antes de las elecciones y que se quede todo el domingo dormidito.


O te aguantas, cari, o te aguantas, que no sabes aguantarte na de naita, eh.


Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia en consulta en Málaga (¡me he mudado!, por cierto, ahora estoy en la zona Avenida Europa; está muy bien conectada, ¡y hay aparcamiento!), y online para todo el mundo. También tengo un par de libros fetén.


Y mucho cuidado este viernes, por favor, que me han comentado que hay un puto enano loco con ricitos de oro lanzándole flechas a la gente. ¡Ojo con él, un abrazo!

viernes, 20 de diciembre de 2024

LO MEJOR DE 2024

Un año más, aprovechando que acaba el año (y que yo estoy a punto de empezar mis vacaciones 😬), te traigo un breve repaso de lo mejor del 2024 visto en RRSS sobre psicología y bienestar. Memes, vídeo y artículos para el crecimiento personal.







Leer y escuchar a José Carlos Ruíz es hacerse más inteligente.
Y hacerse más inteligente es hacerse más feliz.



El Carnaval de Cai también es terapéutico.
Sobre el fracaso.







La era de la soledad nos está matando.
Interesantísimo artículo de hace 10 años... y tan vigente hoy como entonces.



La clarividencia es la facultad de comprender y discernir claramente las cosas.
Ricardo Darín me parece de una clarividencia tan sencilla como, en el mundo en el que vivimos, compleja a la vez.






¡Y esto es todo, amigos! Por ahora... Espero volver pronto por aquí, para seguir hablando de salud mental y felicidad. Y, por cierto, ¡felices fiestas fiestas y buena salida y entrada de año, feliz vida!




martes, 3 de diciembre de 2024

UNA DE LAS GRANDES NEURAS DE NUESTRO TIEMPO

Una neura la podríamos definir como una preocupación excesiva y persistente.


Hay neuras muy personales, que tienen que ver mucho con nuestra historia individual. Por ejemplo, si viviste situaciones de ruina económica en tu familia es muy probable que te preocupes bastante por el dinero.


Hay otras neuras que son muy sociales, muy propias del colectivo, y muy comunes por tanto. Están muy influenciadas por la cultura y el estilo de vida y de pensamiento de cada comunidad.


Y entre esas, hay una que si no se lleva la palma, ahí está, ahí ahí.


Estoy hablando de la neura de ser normal.


Hoy día, hay mucha gente obsesionada por ser normal.


Por vestirse normal, por hablar normal, por hacer lo que, "supuestamente", hace la gente normal. Porque creen que eso es lo que necesitan hacer para ser aceptados y queridos por el grupo y así encajar en él.


¡Y ojo! Ese deseo es totalmente normal. Es biológico. Somos animales sociales y, como tales, el grupo es básico para nuestra supervivencia, y si nuestro cerebro detecta aislamiento o marginación social, dispara nuestro miedo, nos pone en alerta, ¡nos avisa de que necesitamos al grupo!


El problema aparece cuando no sabemos muy bien definir qué es normal y lo que nos parece normal no lo es tanto e incluso llega a ser enfermizo o nos obliga a hacer cosas que van en contra de nuestros valores e intereses.


Hay gente que, por ejemplo, folla porque es lo normal. Sí. Así. Tal cual. Si pasan tiempo sin follar, o si no pierden la virginidad a cierta edad, creen no es aceptable socialmente (no olvidemos que puedes consolarte tú misma/mismo), y para no sentirse marginales se fuerzan a follar con personas que quizá no les atraen o con las que no pueden construir vínculos sanos. Follan por no sentirse raros, diferentes, inferiores, y para que no les juzguen ni ridiculicen. Pero luego... se siente mal consigo mismos por haber follado sin desearlo realmente.


Pues así con tantas cosas.


Y hay que tener cuidado con esto.


En primer lugar, porque si una neura es una preocupación excesiva y persistente es porque le estamos dando demasiada importancia a algo. Y, si le damos demasiada importancia a cualquier cosa, su obtención o evitación serán tenidas en cuenta por el cerebro como una cuestión de supervivencia y se esforzará por que toda nuestra atención y recursos se pongan al servicio de esa cosa. Encajar y formar parte puede ser muy importante, sí, pero eso no quiere decir que tengas que hacer todo lo que se supone que es normal ni que debas exigirte caerle bien a todo el mundo.


En segundo lugar, porque, sí, que vale, que no digo que no, que encajar y formar parte es importante, peeero sentirte bien contigo mismo también es muy muy importante. Y si te fuerzas a hacer cosas que van en contra de tus valores e intereses solo por ser normal y así poder integrarte mejor, es posible que muy bien contigo luego no te sientas. Somos felices cuando vivimos una vida coherente con lo que somos.


En tercer y último lugar... ¿no has escuchado demasiadas veces la expresión "vivimos en una sociedad enferma"? Hombre, creo yo que si hay tanta gente con problemas de ansiedad y depresión y tanto aumento de suicidios y de toma de psicofármacos, algo de cierto hay, ¿verdad? Lo que hoy es considerado normal, puede verse más adelante, con más toma de consciencia, como anormal e insano. Así que no tengas tanto miedo a salirte de lo establecido.


Hace poco vi Memorias de un caracol, una peli stop motion de Adam Elliot, el creador de una de mis pelis favoritas, Mary and Max. Ambas obras están protagonizadas por bichos raros, por marginados sociales, por personas no normativas pero de gran corazón y con un valor enorme. Conecto mucho con este tipo de personajes (y de personas) y noto que muchos espectadores también. Y por eso creo, y lo creo con sinceridad, esperanza e ilusión, que se puede ser parte, y lo más importante, ser feliz, no solo desde la normalidad, sino también desde lo genuino, que es lo propio, lo característico.


Es probable que nada se te dé mejor que ser tú mismo. Así que menos ansiedad por ser normal, menos neura. Conócete bien. Acepta tus mierdas, que lo más normal del mundo es tenerlas. Pero descubre tu lado más auténtico y explótalo para sentirte bien contigo mismo y con un entorno que te valore por ser tú mismo y nada más.


Este mundo enfermo está lleno de gente normal. ¡Y lo que necesitamos son más bichos raros como tú!


Cuestiona todo lo que digo; la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. ¡Y ahora en diciembre y enero todas las sesiones rebajadas! Pídeme una cita antes de que se pase esta oferta. Ah, también tengo un par de libros que quizá te interesen.


Y nada más, por ahora, más que mandarte este sincero y genuino ¡abrazo!

miércoles, 20 de noviembre de 2024

EL DARK SIDE DE LA FELICIDAD

Hace poco se publicaron los resultados de un estudio longitudinal (es decir, bastante largo en el tiempo) que un profesor de Harvard, Arthur C. Brooks (ver más aquí), ha realizado sobre la felicidad.


Brooks ha encontrado tres elementos que él llama "macronutrientes de la felicidad", y que son tres aspectos vitales que priorizan las personas que manifiestan tener mayor felicidad (percepción subjetiva de bienestar).


Estos tres elementos son el disfrute, la satisfacción y el propósito. Ahora bien, aunque todos conozcamos estos tres conceptos, creo que merece la pena detenerse en qué es cada cosa y su relación con la felicidad:


- El disfrute. Tiene que ver con el placer. Pero no es solo placer, o no todo placer, o no solo placer físico (comer, sexo, dormir...). Puede ser también el placer intelectual, cultural. O el placer social (risas con unos amigos). De hecho, recordemos que otros muchos estudios que se han hecho sobre la felicidad encuentran que uno de los aspectos que más bienestar nos aportan son las relaciones sociales sanas. La hormona del disfrute es la dopamina.


- La satisfacción. No tiene por qué tener que ver con el placer. O sí. Depende. Encontramos mucha satisfacción en tareas que no nos resultan placenteras, pero que al hacerlas nos hacen valorar nuestro esfuerzo y la recompensa alcanzada. A la satisfacción podríamos llamarla "el placer por el trabajo bien hecho", ya sea una actividad profesional o que me haya salido un plato de cocina delicioso. También tiene su componente social, ya que cuando somos amables y ayudamos a otras personas, sentimos que estamos haciendo un "buen trabajo", y alcanzamos ese estado de satisfacción. La hormona de la satisfacción es la serotonina.


- El propósito. No resulta fácil hablar de este elemento. Brooks lo define (y me gusta) como una sensación de dirección y trascendencia. Es decir, siento que estoy dirigiendo mi vida hacia donde yo quiero y que eso tiene un sentido que va más allá de todo lo que tenga que ver conmigo. Para ello, no es necesario marcarse siempre metas (aunque puede ayudar), el propósito no es una colección de objetivos que voy alcanzando, es más bien un camino que estoy construyendo con sentido, con consciencia, y que es hacia donde quiero dirigir mi vida.


Por lo tanto, fijaros que solo el disfrute tendría que ver con la recompensa inmediata (y ni siquiera, porque hay disfrutes intelectuales y sociales que no son tan inmediatos), la satisfacción con una recompensa más a medio y largo plazo, y el propósito ni siquiera tiene por qué estar asociado a la consecución de una recompensa. Saber esto, en una sociedad tan centrada en lo inmediato, ya es bastante importante.


Pero, no he venido yo a hablar de todo esto en este post. Hasta aquí solo ha sido la introducción. Ahora viene el meollo. Porque, si queremos estudiar la felicidad y hablar de ella, amigos, amigas, tan importante es estudiar y hablar de la felicidad como hacerlo de la infelicidad.


Buena parte de nuestra felicidad no depende solo de lo que hagamos para procurarnos estados de bienestar que son consecuencia directa de nuestra capacidad para experimentar disfrute, satisfacción y sentimiento de propósito. No. También depende de nuestra capacidad para experimentar infelicidad. De cómo nos vamos a relacionar con ella. De cómo vamos a ser capaces de lidiar con la parte jodida de la vida (tengo una frase que es "La vida es jodida y bonita").


La vida es jodida y bonita. Y está bien que haya una Psicología Positiva que nos enseñe a relacionarnos con la parte bonita de la vida, para aprovecharla mejor, para sacarle más jugo, y para no perdernos en cosas que creemos que nos dan mucha felicidad (placer, recompensa inmediata...) y nos hacen olvidarnos de otras que son aun más importantes para nuestro bienestar.


Pero, no podemos olvidarnos de lo chungo. Porque, precisamente, muy precisamente, cuando caemos en estados depresivos o de ansiedad y estrés crónico, algunas de las cosas que pierden las personas en esos estados son sus capacidades para experimentar disfrute y satisfacción, por no hablar de la pérdida de un sentido de la vida (y por lo que muchas se acaban suicidando).


Investigaciones como la de Brooks están muy bien para personas que se encuentran en estados de ánimo relativamente normales, o incluso para aquellas que se sienten insatisfechas con su vida, sin que esa insatisfacción haya derivado (todavía) en una enfermedad psicoemocional. Pero para el que está jodido, para el que está besando la cara jodida de la vida, a ese se la pela. Ese quiere que le hables del sufrimiento.


Y ahí es cuando tenemos que hablar de aceptación, ahí es cuando tenemos que hablar de apoyo social y psicológico, ahí es cuando tenemos que hablar de dignidad, más que de felicidad. A una persona que acaba de sufrir una pérdida o que le han diagnosticado una enfermedad grave o que simplemente está jodido y no tiene ni puta idea de por qué, no le puedes hablar de felicidad, sino de dignidad, de tratar de afrontar ese dolor con la mayor dignidad posible. Con entereza, con paciencia, sufriendo y llorando, porque no queda otra, y permitiéndose el estar mal, el derrumbe incluso, pero sin perder de vista su derecho a quererse y ser querido y a cuidarse y que le cuiden y a recuperarse. Ahí radica su dignidad como ser humano. 


Ya que tan digno es ser feliz como sufrir. Ambas cosas forman parte de la condición humana, de la vida.


Dice el filósofo José Carlos Ruíz, los que me seguís ya sabéis que le admiro mucho, que la felicidad no se debe articular sobre la búsqueda de la felicidad, sino sobre el tener una vida lo más digna posible, y la felicidad será solo aquello que te pasa, a veces, mientras vas haciendo tu vida.


Yo, que soy más cabroncete que él, diría que la felicidad es lo que te pasa entre jodienda y jodienda de esta vida. Y hay que estar preparados para recibir los golpes, cuando la vida te jode.


Y a veces (y a veces muchas veces), necesitamos ayuda. Y para eso estamos los psicólogos. Cuando me dicen medio en broma que si trato con muchos locos, yo les respondo que los psicólogos no tratamos la locura, tratamos el sufrimiento. Así que si necesitas mi ayuda con tu sufrimiento, yo te echo una mano. A ver si entre los dos aprendemos a bailar mejor con esa dama a la que llamamos infelicidad.


Porque, amigo, amiga, la vida es jodida y bonita.


Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros muy chulos y uno de ellos, precisamente, se llama La dictadura de la felicidad.


Y, como siempre, ¡recibe este abrazo!  

lunes, 28 de octubre de 2024

REFLEXIÓN DE UN PSICÓLOGO TRAS TERMINAR DE VER THE OFFICE

Recientemente, y tras más de dos años, me he terminado The Office (versión USA). Me gusta tomarme mi tiempo para ver series, saborearlas. Y, después de tanto tiempo, he de reconocer que se le coge mucho cariño a los personajes y admiración a los actores que los interpretan, y que el vacío que dejan es grande. ¿Se puede hacer duelo a personas que no conoces o que incluso no existen? Sí. Estoy convencido de ello.


Además, quiero aprovechar este post para hacer una confesión muy personal: empecé a ver The Office en un momento de mi vida muy duro. Debido a diferentes circunstancias, tenía mucho estrés en ese periodo, y ansiedad. Y os juro que el huequito semanal que me buscaba para ver The Office era lo único que me daba paz, el único momento en el que conseguía estar tranquilo. Además, los que habéis visto la serie sabéis que no tiene música ni risas enlatadas, todo es sonido ambiente y los diálogos de los personajes, y llegué a acostumbrarme tanto al tecleado y a las llamadas telefónica tan características de la oficina, que me producían cierta sensación de hogar, de refugio.


Era la primera vez que vivenciaba este efecto terapéutico que encontramos en la ficción y, concretamente, en el humor ficcionado. Pero ya había sido testigo de ello antes. En cierta ocasión, tuve una paciente que estaba pasando por una depresión y que me contó que lo único que la hacía feliz era ver la serie Cómo conocí a vuestra madre.  De sobra son conocidos los efectos terapéuticos del humor: la risa libera endorfinas, relativizamos los problemas, socializamos, es anti estrés, el humor previene la enfermedad, sana, y nos integra. Pero... hay algo más.


Y es que el humor también puede contener valores. Las historias nos enseñan (ya he hablado muchas otras veces del poder transformador de las historias, incluso creé un espectáculo con ese nombre), nos ofrecen visiones, puntos de vista, aprendizajes que nos ayudan a relacionarnos mejor con los demás y con nosotros mismos.


En el caso de The Office, de todos los valores que se ensalzan, el principal es el de la amistad. Así pasaba también en Cómo conocí a vuestra madre, y por supuesto en la mítica Friends. Pero hay una excepción en The Office, y es que los personajes que la integran no son amigos, son compañeros de trabajo, y algunos se llevan mejor, otros peor, a veces se ayudan entre ellos, a veces se enfrentan... Pero, no obligados por las circunstancias, ya que no tienen por qué llevarse bien, acaban haciéndose amigos. O más que amigos. Familia. Famigos.


Y es que siempre he pensado, y esto es algo muy mío (es decir, no tiene que ser
tuyo), que la relación ideal no es la de pareja sino la de un grupo de amigos. Un grupo de amigos tomando unas cervezas después del trabajo y riendo y pasándoselo bien. A veces también lo pasan mal. A veces se pelean. A veces se enamoran y se desenamoran (y se vuelven a enamorar). Pero, al final, cuando acabas ahí, en el grupo, de una manera u otra...


... te acabas sintiendo como en casa, y encuentras tu paz.


Cuestiona lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.


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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros.


Y, como siempre, ¡recibe este abrazo! ¡Ah!, y si todavía no has visto The Office, ¡ya estás tardando!