Recientemente he terminado la serie Merlí. Es una serie catalana sobre un profesor de filosofía un tanto peculiar (por su cercanía y su poco filtro a la hora de decir lo que piensa) y la relación que establece con sus alumnos y compañeros de trabajo. Es una serie que nos habla de la filosofía, de los adolescentes, de las relaciones humanas..., pero sobre todo nos cuenta acerca del impacto positivo que este profesor tiene en sus alumnos.
Los que me conocéis ya sabéis del amor que siento por el cine, las series, la cultura en general y las historias en particular. Las historias que leemos, que vemos, que nos cuentan... nos sirven para contarnos nuestra propia historia a nosotros mismos. Nos ayudan a conocernos mejor, a tener una visión más amplia del mundo en el que vivimos, a entender con mayor profundidad la complejidad de nuestras relaciones con los otros. Las historias nos transforman y cambian nuestra historia personal. Las historias alimentan nuestro espíritu y aportan valor a nuestra vida.
Y, en este caso en concreto, extraigo un valor específico de la serie Merlí, un significado especial para nuestro historial de crecimiento personal, y que es la capacidad que tenemos cada uno de nosotros de tener un impacto positivo en los demás.
Una de las razones por las cuales creo ha subido tanto la incidencia de trastornos mentales y emocionales en las últimas décadas, es por el creciente egocentrismo. No hay que confundir el egocentrismo con el narcisismo. Este último es propio de personajes sin empatía, que solo piensan en su beneficio y muestran indiferencia por el sufrimiento ajeno. El egocentrismo es ponerse demasiado en el centro, pensar excesivamente en uno mismo, darse importancia de más. Y, desde que se implantó el neoliberalismo en los años 80´s en el mundo, modelo económico que fomenta el individualismo y el consumismo, creo que la gente de esta sociedad contemporánea ha aprendido a mirarse excesivamente el ombligo.
Cuando eso pasa, suele ir acompañado de problemas, porque el que mucho se mira, algo siempre va a encontrar. Cuando nos miramos y nos pensamos en exceso, suelen aparecer neuras, inseguridades, problemas, motivos de insatisfacción. Vivir demasiado centrados en cómo somos y cómo estamos nos aparta la mirada de la vida, y, como dijo un filósofo contemporáneo, José Carlos Ruíz, la felicidad es aquello que pasa con la vida, mientras uno se está ocupando de vivir, no mientras uno se está preocupando de qué me falta o cómo tengo que ser para llegar a ser feliz.
Y la vida no es individual, es colectiva. Así como no hay vida sin el otro (o los otros, el grupo, la comunidad), no hay felicidad que sea exclusivamente individual, sino que tiene también un componente comunitario. Somos felices cuando compartimos nuestra felicidad. Así pues, ¿qué pasaría si en lugar de preguntarnos siempre qué puedo hacer yo para sentirme bien, nos preguntáramos, de vez en cuando, qué puedo hacer yo para provocar un impacto positivo en el otro? Spoiler: que nos sentiríamos bien.
¿Qué tal si eres amable hoy? ¿Qué tal si le enseñas algo a alguien o ayudas a una persona que lo necesita? ¿Qué tan si haces algo que tenga un aporte positivo, por pequeño que sea, sobre tu comunidad? ¿Qué tal si no le subes el precio del alquiler a tu inquilino? ¿Qué tal si no te comportas como un cabrón egoísta que solo mira por su interés?
Con esto no quiero decir que debamos convertirnos ahora en María Teresa de Calcuta y ser siempre buenos samaritanos con todo el mundo. No es eso. Se trata de mirar por el bien propio y el ajeno. No solo de mirar por el bien propio y no hacer el mal a los demás, no... Eso es legítimo. Criticable, desde mi punto de vista, pero legítimo al fin y al cabo. "Yo miro por mí, sin hacer daño a nadie, y los demás que se busquen sus habichuelas". Vale. Es una forma de verlo. Pero, lo que yo digo es que, si a partir de ahora, todos nos preguntáramos un poco más, ¿cómo hago hoy para provocar un impacto positivo en los demás?, esa filosofía de vida, seguramente, nos conduciría a poner menos el foco sobre nosotros mismos, y más en la vida, en el hacer, en el obrar, y, sobre todo, en el obrar bien, con un fin bueno porque es bueno para mí y para otro (felicidad compartida), y, entonces, quizá...
... otro gallo cantaría en cuanto a la salud mental.
Cuestiona todo lo que digo, que la duda nos acerca más a la verdad.
Si te gustó el post, no te lo quedes sola para ti, porfa, comenta y comparte, ¡deja tu impacto positivo!
Si te gusté yo, impacto positivamente en la vida de los demás (o lo intento al menos) haciendo terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. Tengo un par de libros.
Y, como suele ser habitual, ¡recibe este abrazo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario